sábado, 7 de noviembre de 2020

Mi crítica de "La Gran Farándula" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/la-gran-farandula


Esta es otra ocurrencia de Teatrix, traer a la pantalla una obra que no tuvo demasiada convocatoria en su momento. La idea es buena, lástima que se haya desperdiciado en un espectáculo dedicado a los chicos, con tan bajo nivel de efectividad. Las bromas son tontas, los juegos de palabras inútiles y los chistes no funcionan porque, claro, están pensados para gente subnormal, no para chicos. Es una obra que le queda chica a los actores: semejante nivel de talento se merecía una pieza con más peso escénico. Ellos son: Omar Calicchio (don Bravo), Anita Martínez (Isabella), Julián Pucheta (Mufa), María Rojí (Paloma) y Nicolás Scarpino (Leandro). Son todos muy eficaces en lo suyo y adoptan no sólo uno sino varios roles durante la función con perfiles muy disímiles. La idea es buena: un grupo de actores de primera línea, integrantes de la farándula, que están a punto de desaparecer por el cierre del teatro. Y se adapta a estos tiempos de pandemia, hay una canción que hace referencia a que el teatro no puede desaparecer, que un escenario sin actores en él no es tal, y que el motivo del espectáculo es tan necesario como el aire que respiramos. Justo para los tiempos que corren en dónde todavía se está discutiendo si van a abrirse los teatros, después de casi nueve meses de apagadas las marquesinas. El teatro es imprescindible, así como la ficción, o una buena historia narrada por esos cómicos de la legua de los que estamos tan necesitados. Que no se discuta más: hay que abrir los teatros -con el necesario protocolo de sanidad y el distanciamiento social- pero necesitamos volver a entusiasmarnos por la magia de las candilejas.

El teatro de la obra está por cerrar, y a través de la puesta, se recuerdan tantas luminarias de nuestro cine y nuestro teatro que han dejado su huella indeleble, desde los cómicos hasta los trágicos: todos son necesarios para dar lugar al vuelo de la imaginación. Y así como don Bravo es el jefe de la compañía que dirige y estimula a sus actores para que continúen y se siente enfermo al borde de la quiebra; Isabella es la actriz trágica que ha nacido para las grandes obras y no se resigna a desaparecer; Paloma vive de ilusiones, de las revistas del corazón y de lo que dirá su tía Rodesia (todo hablando con la R), una gran admiradora de la farándula. Leandro es el galán que no pierde su jopo ni sus costumbres donjuanescas y caballerescas, mientras que Mufa es un mal necesario, esos técnicos-asistentes que rompen todo cuanto tocan y son capaces de provocar el desastre con su sola presencia. Así pasan los diferentes cuadros en una obra que excede apenas la hora -recordemos que está pensada para que los más chicos accedan a la historia del teatro nacional- y se cantan y bailan canciones como "Que viva el teatro", "Mufa", "La canción de la carcarajada", "La gran familia", "No huyas, mi amor", "Valsecito trágico" y "La gran farándula", cada una compuesta para el lucimiento de uno de los integrantes en particular, así como para el despliegue de todo el elenco. El compositor es Hernán Matorra, un músico ya probado en diversas lides, así como las letras y el libreto pertenecen a Gustavo Marioni, al igual que la dirección general. Un grupo de músicos -integrado por el propio Matorra- toca el piano, el contrabajo y el acordeón, así como las guitarras de esa ranchera que es "No huyas, mi amor", en donde se destaca el duende de Scarpino. En el tema "La gran familia" se rinde homenaje a todas las facetas de nuestro teatro, desde el sainete de los Podestá y su arena circense hasta la época de Teatro Abierto. Es una gran idea que mejor transitada pudo haber obtenido mayores y mejores frutos. El germen está, y el desarrollo también, sólo faltaría apuntar mejor el humor y el sentido cómico del espectáculo. Como en ese sketch en que Isabella conoce a don Bravo filmando "La tragedia inconclusa", ella proviniendo de la tragedia y él de la más adocenada comedia, se funden para dar nacimiento a un nuevo género: la tragicomedia.
Las ideas son buenas y están en manos de serios profesionales, todos con un timming para la comedia y el musical que es digno de elogio y de envidia, solamente falta alzar la puntería y destacar que los chicos no son retardados a los que hay que darles comida vieja y maloliente, sino los mejores manjares con la ilusión de que sabrán captarlos y capturarlos. Todos están maquillados en la mejor tradición del grotesco argentino, esa creación rioplatense que rindió sus mejores frutos de la mano de grandes autores. El estilo de actuación también se mantiene entre el grotesco y el vaudeville, para que llegue a todo el público infantil, de la mano del desborde a cada paso. En fin, un espectáculo que viene muy bien para tiempos de cuarentena y de pandemia -sin confundir la una con la otra- y que tiene que tener su tiempo de maduración para que puede llegar a todos los públicos por igual.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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