Ver una película del (en otros tiempos) gran Bernardo Bertolucci siempre consiste un desafío. "Yo y Tú", su última producción hasta ahora, corresponde al 2012 y nos deja a medio camino entre lo que Bertolucci fue y lo que se puede esperar de él. No es que sea una mala película, aclarémoslo de entrada, si hubiese sido dirigida por cualquier otro del montón, pero en manos de don Bernardo, el material daba para más. Es en cierta parte como un refrito de sus grandes éxitos, sin la consistencia de ellos.
Vamos por parte. La historia cuenta la anécdota de Lorenzo, un adolescente de 14 años que, decide no irse de excursión a la nieve con sus compañeros de clase, mintiéndole a su madre y refugiarse por esa semana en el sótano del departamento en donde vive, con los víveres que compró para irse y escuchando rock tranquilamente. Sólo que su estadía será interrumpida por la presencia de su media hermana, Olivia, que busca refugio para ampararse de su adicción a las drogas y "limpiarse" ya que en esos días cambiará de rumbo e irá a vivir al campo con un amigo que le pide que no consuma más. Claro que la relación no será fácil. Lorenzo es un chico con problemas, ermitaño, tendiente a los desbordes de carácter, que opta por comprarse un insectario con hormigas, fascinado por ellas, que irse con sus amigos a jugar juegos invernales. Ella tampoco es una joyita. Está en plena desintoxicación autoimpuesta. Tiene síndrome de abstinencia, vomita, no puede dormir, grita, llora y le pide por fin a Lorenzo que le consiga somníferos. Lo que hace Bertolucci es mantener la tensión erótica entre estos dos personajes, sin decidirse por nada, sólo al final habrá un baile con abrazos fuertes, pero eso será todo. Bertolucci, quién supo hacer del sexo su religión, lo explotó de manera extraordinaria en "El Último Tango en París", en "Novecento" también asomaba, en la transgresora "La Luna" y hasta en una de sus últimas provocaciones que fue "Los Soñadores" hizo un uso exquisito de la pulsión sexual entre hermanos. Pero acá no hay nada de eso. Está presente, sí, pero sólo a nivel tácito. La política marxista, otro de sus fuertes ("Novecento"), acá también está ausente. Nos puede dar una lección moralista sobre qué mal hacen las drogas, pero lo hace con cierto aire paternalista (a esta altura, de abuelo), que le calza muy mal. Los ataques de abstinencia de Olivia son tan didácticos que dan vergüenza ajena, más dignos del canal Encuentros.
Olivia es muy linda y llamativa, si no fuera por ese par de granos que afectan su cara. Lorenzo también es un lindo chico, pero tiene la cara llena de impurezas. ¿Qué nos quiere decir Bertolucci? Que los dos, a su manera cada cual, están manchados. Cha chan. Si, Berto, se entendió. Como cuando Lorenzo se ve rechazado por Olivia y camina cada vez más rápido, sorteando obstáculos en el pequeño espacio del sótano como ese armadillo que vio en la veterinaria (se incluye la imagen en flash-back del armadillo). ¿Era necesario? Ya sabemos que la mulita o armadillo es ese animal que camina rápido y que tiene una caparazón tan dura que es difícil atravesarla. Uy, mirá, como Lorenzo... Metáforas como estas hay a montones y sería vano explicitarlas acá.
Cuando come con su madre (todavía joven), Lorenzo se tira un lance. Le dice qué pasaría si desapareciera la humanidad en el mundo y sólo quedaran ellos dos. ¿No habría que sacrificarse por preservar la especie? Parece estar en tiempos de "La Luna", sólo que aquellos eran más ambiciosos... La madre lo corta, se enoja y ahí se acabó toda insinuación al incesto. Como después tampoco se dará entre los hermanastros. ¿Es necesario que Bertolucci nos tire estas puntas, estos amagues, cómo para que digamos "mirá qué jugado el tipo", sin después desembocar en nada? ¿Es imprescindible que los dos hermanastros se encuentren en un lugar cerrado, claustrofóbico, que los mantiene casi pegados todo el día para que no se despierte el mínimo interés sexual entre ellos -repito, al menos de forma explícita-?
Es que Bertolucci, después de aquella faraónica "El Último Emperador" hollywoodense cosechadora de tantos Oscars, se industrializó, perdió toda su pulsión vital por el psicoanálisis y el marxismo que tan bien supo exponer en sus primeras "La Cosecha Seca", "La Estrategia de la Araña" o "El Conformista". Después del Oscar vino esa nada que fue "El Cielo Protector" ("Refugio para el Amor") con Debra Winger y John Malkovich, dos actores en el cenit de sus carreras que pasaron sin pena ni gloria por esta. También volvió a Italia para filmar "Belleza Robada", que fue otro fracaso. Y se recuperó un poco con "Los Soñadores" y su visión del Mayo Francés en la experiencia de dos hermanos incestuosos y un amigo al que introducían en sus juegos sexuales. Pero después volvió a caer.
Y ahora nos presenta "Yo y Tú", que, como bien digo, en otras manos podría haber sido una digna película. Pero en Bertolucci es un fiasco, no porque sea mala, sino por todo lo qué él supo ser antes.
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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