Pude ver, gracias a Teatrix, esta versión de "El Jorobado de París" (2006) que, si bien no es la de el Luna Park (aunque acá se menciona a Tito Lectoure como productor), sino la de una sala más chica, resulta igualmente efectiva. A caballo entre la primera y la segunda versión (Pepe Cibrián y Ángel Mahler decidieron modificar todo el libreto y la música en pos de una segunda versión debido al poco éxito comercial de la primera), sin embargo mantiene un sinnúmero de temas de la primigenia, con el mixture de algunos de la nueva, dando así un producto acabado. El clásico de Víctor Hugo es el segundo de sus libros que se adapta a musical, el primero fue la exitosísima "Los Miserables", con libro y música de Schoenberg y Boubuill, de la cual "El Jorobado..." no tiene nada que envidiarle. Tal es la calidad y cantidad de la buena música y letras que contiene esta, que la convierte en el segundo clásico de los musicales, después de "Drácula" (ésta fue la que vino inmediatamente después del éxito arrollador de "Drácula"). Los últimos cuarenta minutos de la partitura son de una belleza tal, de una exquisitez tan suprema que ya entran en la historia de los musicales, de tal forma es la combinación de música, letras, canto y actuación, sin despreciar, por supuesto, el resto de la obra. Dijimos que nos encontramos ante otro producto de la talentosa dupla de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler.
Acá volvemos a encontrarnos con el unifascético Juan Rodó en plan villano nuevamente, y con su voz poderosa, sí, pero profundamente falta de modulación y timbres diferentes. Canta el papel de Claudio Frollo, el monje que acoge al jorobado Quasimodo (estupendo, Ignacio Mintz) como campanero desde su nacimiento, cuando es abandonado por sus padres. Quasimodo (que quiere decir "Mal formado"), crece a la sombra del poderoso e influyente cardenal de la catedral de Notre Dame y es insultado y basureado constantemente por él como así aporreado y golpeado, sin ahorrarle la tortura. Sucede que Frollo es un cardenal que está con la temible Inquisición y tiene la suficiente influencia como para dictaminar sobre el destino de las gentes. Al pie de la Catedral vive la Corte de los MIlagros, una especie de cofradía de gitanos dedicada al hurto y al engaño, se denomina así porque sus tuertos, rengos, lisiados, paralíticos, etc. sólo fingen serlo y no lo son en realidad, un artilugio más para engañar y robar. Dentro de ellos se destaca la gitana Esmeralda (hermosa y afinada Florencia Benítez), quien fuera robada por los gitanos a su madre, la bruja La Paquette (Carolina Gómez) y quien ha dejado en su poder un zapatito carmesí, mientras que ella guarda el otro que completa el par. La Paquette también se hará emisaria de Claudio Frollo para sus malas causas. Quasimodo vive, desde su torre, enamorado de Esmeralda y canta la bella y famosa aria "¿Por qué puede un pájaro ser libre?", como deseo de libertad, mientras que él debe vivir prisionero de su cuerpo deforme y contrahecho (muy buenos los movimientos y la gestualidad de Mintz). Pero a la Corte de los Milagros arriba Pierre (Nicolás Martinelli), un poeta que se enamora perdidamente de Esmeralda y al que la Corte condena a muerte, siendo salvado por Esmeralda, quien sabe que si una joven casta y virgen se casa con el acusado, se le perdona la vida. Esto ha sido sólo una artimaña para salvarlo, pero en verdad ella no está enamorada de él. Sí lo está, en cambio, de Febo, el Capitán (Gastón Avadaño), un aventurero que le hace prometer que se le entregará esa noche cuando se encuentren nuevamente.
A todo ésto, Claudio Frollo ha visto a la gitana y se enamoró perdidamente de ella, deseándola como nunca deseó a otra mujer, y decide asesinar a Febo cuando se encuentra con Esmeralda, para raptarla y pedirle su amor. Pero Esmeralda se rehúsa con asco y es condenada a la hoguera. Ya en la pira, es rescatada por el Jorobado quien la lleva a vivir con él en lo alto del campanario. Allí le canta la hermosa aria "Tu luna quiero ser", Quasimodo no posee belleza, pero sí corazón, y dulzura, y templanza, y una buena vena poética, por lo que inferimos de la canción. Los hechos se precipitan, Claudio Frollo le dice a Esmeralda que Quasimodo la ha traicionado y que la va a entregar a la Guardia Civil para que sea juzgada, con tal de llevársela de la Catedral, ya que la Corte de los Milagros está por invadirla para rescatarla. A la vez hace tratos con La Paquette para que sea ella quien la asesine pues siente rencor hacia los gitanos que le han robado a su hija Inés. La Corte de los Milagros entra a la Catedral y encuentra allí a Quasimodo y le dicen que Frollo ha huído con Esmeralda para hacerla suya. Quasimodo, corre tras los fugitivos. A todo esto La Paquette la ha hallado y se trenzan en lucha cuando descubren sus mutuos zapatitos y se reconocen como madre e hija. Gran aria de La Paquette. Pero llega Quasimodo y en feroz pelea con Frollo, lo mata. Llega Febo (quien no había muerto), con el arma desenvainada y jura matar a Esmeralda y La Paquette, se interpone Quasimodo y lo atraviesa con su espada, cayendo malherido. Pero también llega el noble y enamorado Pierre, el poeta, y también desenfunda su arma y mata a Febo. Madre e hija se arrodillan ante Quasimodo y lo ven lanzar su último suspiro, siempre con bondades para Esmeralda, llega la Corte de los Milagros y entre todos lo velan, oyendo cantar a Quasimodo desde el campanario que por fin su tortura ha terminado y que se ha deshecho de ese cuerpo que tanto dolor le causaba. Así cierra una de las fábulas más hermosas que supo plasmar esta exitosa dupla nuevamente sobre un escenario.
Hablemos ahora de música y letras. La música de Ángel Mahler es realmente inspirada y contiene hallazgos de indudable belleza como la canción de Esmeralda "Como no voy a pensar en él" o la de Magot (Betiana Bueno) y Filipón (Pedro Muñóz) "Y estamos aquí", con especial relevancia a la música para coros (esta vez más acotada) o a la de la hermosa "Obertura". Las letras de Pepe Cibríán tienen ese tinte filosófico que lo caracteriza en toda su obra y son también de una gran originalidad (aunque ya no sea original yo al hablar de esto con cada nueva crítica) y de una profunda belleza, resaltando el texto de Hugo.
La puesta de luces nuevamente es mágica, así como las coreografías, que parecen no agotarse nunca en la mente de Campoy. El vestuario es también muy innovador e inspirado.
¿Y qué podemos decir de las voces? Salvo el ultrautilizado y cansado Rodó todas las voces están en su punto justo, destacándose la de Ignacio Mintz, un barítono muy trabajado en la difícil composición del deforme (también en su voz) Quasimodo. La exquisita Florencia Benítez en Esmeralda sabe transmitir fuerza, sensualidad y erotismo con su voz y sus movimientos, mientras que Carolina Gómez en La Paquette alcanza agudos sobresalientes y muy aplaudidos. Betiana Bueno y Pedro Muñoz saben conseguir aplausos con sus pícaros y osados Magot y Filipón y están muy bien ensamblados, mientras que todos los demás cantan correctamente sin desentonar con el resto.
La escenografía, plagada de escaleras, como en "Drácula" es acá funcional y sirven para mostrar los ascensos y descensos de las torres o para marcar transiciones de tiempo y están muy bien utilizadas. Es todo un andamiaje perfecto como se corren, se unen y se separan cronométricamente esas escaleras.
Toda la obra es de gran valía y recomiendo verla con tiempo, bien acomodados en su sillón y en un televisor grande ya que es plenamente disfrutable.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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