Ayer vi esta notable producción del 2009 del director Jon Amiel, muy hábil en su oficio y con mi actriz preferida y eternamente enamorado: Jennifer Connelly. En esta oportunidad está acompañada por su marido, Paul Bettany, que ofrece acá el mejor trabajo de su carrera (a mi pobre entender). Es una película no tan inocente como parece, ya que tiene muchas puntas de análisis y un muy jugoso tema: la elaboración de Darwin del libro "El Origen de las Especies", publicado en 1859 y que, al decir de la película fue el libro más revolucionario de la historia del pensamiento. La película seguramente enfrentará a creacionistas vs. evolucionistas, y si bien la teoría de Darwin ya ha sido superada por muchas otras, de ningún modo ha quedado perimida y sirve de base para todas las posteriores.
La película nos presenta dos momentos de la vida de Darwin: uno cuando era joven y volvía de acompañar a Fitzroy en su viaje por el Nuevo Continente, en donde entre otras cosas apresaron tres indios para educarlos en Ingalterra y presentarlos ante la Reina, para luego devolverlos a su lugar natal en donde volvieron enseguida al salvajismo; y el otro momento es el de un Darwin ya viejo y aquejado por la enfermedad, cuando se compromete a escribir el libro que cambiaría la ciencia de todos los siglos. No vamos a recordar acá la teoría darwiniana de la selección natural, sólo decir que la vida en la Tierra se sostiene por una adaptación natural de la supervivencia de los más aptos (no de los más fuertes, como después interpretara mal el darwinismo social y llevara agua para su propio molino) en contra de aquellos menos adaptados a vivir en el medio natural. Es conveniente aclarar también que en ningún pasaje del libro se dice que "el hombre desciende del mono", sino que se insinúado por las incontrovertibles hipótesis y demostraciones.
Paul Bettany es un exacto Darwin, que abandona su fe religiosa y se convierte al ateísmo cuando empieza a embuírse de la doctrina de la naturaleza, frente a su esposa Emma (Connelly), una ferviente católica por quién está a punto de no publicar su libro. Darwin escribe su texto ya enfermo gravemente (en ningún lado se dice que él murió del mal de Chagas, contagiado por una vinchuca que lo picó en lo que hoy sería la Argentina) y su pulso tiembla, le cuesta mucho escribir y se somete a varias curas de hidroterapia que lo mejoran momentáneamente. Lo que es cierto es que no veremos aquí al Charles Darwin de longa barba de los textos enciclopédicos sino a uno con leves patillas y una incipiente calvicie. Que reacciona frente a la constante aparición en su imaginación del espíritu y la presencia de su hijita muerta Annie, quien lo atormentara durante toda su existencia. Este es otro punto de análisis. Annie era la más parecida a él de sus cinco hijos, la más científica, la que se sabía de memoria el nombre de todas las especies animales en latín, la que se fascinara por recoger especímenes de animalitos raros, y a la que el cura de la escuela mandara a arrodillarse sobre arroz por decir que existieron los dinosaurios y defenderlo con uñas y dientes. Era como su padre, prefería sostener una realidad que encubrirla por miedo al castigo. Esa fue la gota que colmó el vaso, allí, el sabio Darwin sale corriendo a enfrentarse con el cura para defender a su hija, aunque al principio tenían buena relación. Y es capaz de levantarse e irse en pleno sermón, cuando el cura habla de todas las criaturas grandes y pequeñas... y de que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de su creador. En el único momento en que vemos flaquear a Darwin es cuando su hija se está muriendo, en que se arrodilla para pedirle a Dios que la salve. Por supuesto que el milagro no ocurre...
Emma, por el contrario se aferra a su fe cristiana y tiene constantes desavenencias con su marido respecto a su "herejía" y hasta dejan de comunicarse por mucho tiempo después del nacimiento de su último hijo. Es a la decisión de ella, en un acto de amor, que Charles expone el libro y decide o no su publicación. Ella le da el "ok" y pide que Dios la perdone por lo que acaba de hacer. También es justo recordar que se lanzó a escribir, aguijoneado por sus amigos Hooker y Thomas Huxley, científicos también que veían en él un gran potencial. Y es cierto que estuvo a punto de claudicar cuando, apenas escritas 200 páginas, aparece la publicación de un tal Wallace, de tan sólo 20, que había arribado a la misma demostración que él acerca de la supervivencia del más apto. Pero sus amigos lo convencen que no haga caso y siga escribiendo.
Un aporte muy significativo a la estructura del film es la historia que Darwin narra a su hija Annie, acerca de Jenny, la cría de orangután que fue recogida por indios y vendida a los zoológicos británicos, primera oportunidad que tuvieran los ingleses de observar a un orangután. Darwin la visita en su jaula, y son tan humanas sus reacciones y sus movimientos que no hacen caber la menor duda del parentesco entre el hombre y el mono. Hasta su muerte es un símbolo de humanidad, cuando acaricia la cara de su cuidador, lo abraza y muere apoyando su carita y cerrando sus humanos ojos en el pecho de él. Las escenas de la mona son de una ternura tal que es imposible no conmoverse ante ellas y derramar alguna lágrima con su muerte.
La película es muy ágil, va y viene de ese Darwin joven y lleno de vitalidad al otro envejecido y atormentado por el dolor y la decadencia del cuerpo, es más que sugestiva la dirección de Amiel sumado al trabajo interpretativo de Bettany (pura entrega) y la acá secundaria Emma, quien nos muestra a una Jennifer ya cuarentona pero luciendo una belleza inoxidable, a prueba de todo paso del tiempo. Las labores de fotografía, musicalización y edición también son encomiables, así como ese preludio de Chopin que Emma toca una y otra vez en su piano (Emma se resguardaba del sufrimiento, paliada por su música).
Lo cierto es que Darwin, quien murió en compañía de su esposa a los 76 años de edad, fue un genio que desarrolló una de las teorías más impactantes para la historia de la humanidad, y es hoy reconocido y aceptado en todo el mundo, salvo por aquellas religiones tan cerradas que no dejan infiltrarse un rayo de luz en medio de sus tinieblas y creencias. Lo que no me logro explicar es el título de la película "Creación", ya que toda la teoría está en contra de ese concepto y sí en el de evolución. Tampoco es muy claro el castellanizado de "La Duda de Darwin", ya que éste no tuvo la menor duda con respecto a sus convicciones. Tan potente es la teoría darwiniana que Freud la utilizó como una de sus "tres heridas narcisistas": la teoría de Galileo (la de reconocer que la Tierra no es el centro del mundo y que el hombre vive desplazado a un confín del universo); la propia de Darwin (que el hombre no es el rey de la creación sino uno más de la especie animal, y por lo tanto, mortal) y la suya de Freud, el descubrimiento del Inconsciente (que el hombre no es el dueño de su propia casa, traducido, que no conoce todos los rincones de su Conciencia).
Es una película franca y valiente, que se opone a cualquier resabio de medievalismo que pueda existir en el pensamiento y choca contra las creencias ya obsoletas. De visión obligatoria para toda la familia, en especial los niños.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
Excelente artículo.
ResponderEliminarLa obra de Darwin al ser tan innovadora es una Creación como toda verdadera obra de arte.
Saludos