viernes, 3 de julio de 2020

Mi crítica de "Galileo Galilei" (Teatro)

Afortunadamente el TGSM pudo reeditar esta verdadera joya que es el "Galileo" de Brecht interpretado por Walter Santa Ana en 1984/85. De todas las obras de Brecht esta es mi preferida, tal vez porque el personaje en cuestión es amigo de la casa desde hace mucho. Un hombre del Renacimiento que fue capaz de decirle a la Madre Iglesia: "No, momentito, no todo se interpreta con las Sagradas Escrituras. Hay algo más importante que es la razón. Dejemos las supersticiones a un lado y creamos en lo que nos muestran nuestros ojos". Bien caro le salió porque después la Santa Inquisición lo amenazó con la tortura y él, que era temeroso del dolor físico se tuvo que retractar de todas sus teorías. Pero, científico al fin, siguió investigando y escribiendo hasta que la vista no le dio más, y aún así aprovechó para publicar su último estudio. Y pronunciar sus palabras clásicas: "Sin embargo, aún se mueve", refiriéndose claro está a la rotación de la Tierra. El mismo Freud lo cita en sus tres heridas narcisísticas del ser humano: la primera es la referida a Galileo, al descubrir que el hombre no es el centro del Universo, la segunda, a Darwin, al decir que el hombre no es sino una más entre los millones de especies animales que existen o existieron y la tercera, refiriéndose a él mismo al venir a decir que el hombre no es dueño en su propia casa, es decir, que lo que manda es el Inconsciente y no la tan estudiada Conciencia.
Pero en la historia de Brecht todo empieza a los 46 años de Galileo (un perfecto Santa Ana que, recordémoslo, estudiaba todos sus libretos y actuaba ciego, ayudado por su hija en memorizar los textos y así se aprendió los larguísimos parlamentos de esta obra y su unipersonal, seguramente recordado "Palabras calientes", sobre textos de Francois Villon y Francois Rabelais), en compañía de la Sra Sarti (Graciela Araujo), su ama de llaves y el hijo de esta, Andrea, quien sería su discípulo. También estaba Virginia (una jovencísima Ingrid Pellicori), hija de él. Mientras escribe y trabaja en su estudio y en la universidad, toma alumnos privados, como el joven Ludovico Masili (Damilo Deviza) quien viene a tomar lecciones de física y astronomía con el Maestro. Pero a este joven le interesa bien poco esas materias, más es de su interés el cuidar los caballos de la familia, aunque pronto empezará a hacerle la corte a la hija de su maestro. Galileo le enseña al niño Andrea que el sol no se mueve alrededor de la Tierra, sino que ésta lo hace alrededor de aquél. Y que la luna es un satélite de la Tierra que tiene una mitad iluminada y otra a oscuras y que en su superficie pueden observarse montañas y valles. Ludovico le hace el comentario de un extraño aparato que crearon en Holanda con dos lentes, una cóncava y otra convexa, y así le da la idea de crear el telescopio, lo que será ofrecido a las autoridades en calidad de invento para conseguir más financiación ya que está pasando hambre. Y galileo no podía abstenerse de saborear manjares ya que era un hombre extraordinariamente sensual, dado a los placeres de la vida y de la buena mesa. Es en parte por eso que va a retroceder ante la tortura de manera tan rotunda cuando se vea enfrentado a ella. Faltaban varios años todavía para que naciera Vivaldi y viniera a regocijar los oídos de todos, el "prete rosso", otro hombre dado a los placeres, en este caso de la buena música. Pero el caso es que Galileo, tras 17 años de trabajo en el Arsenal de Venecia inventa el telescopio (robada su idea a los holandeses) y puede comprobar con él la teoría de Copérnico: que la luna es un astro al igual que la Tierra, y que aquella refleja la luz del sol sobre su superficie y es lo que nos alumbra. Y que no existen andamios en el cielo, nada está fijo. Por supuesto que esto no lo descubre por el telescopio, sino que ya venía maquinándolo en su cabeza muchos años antes, no hace más que verificarlo.
El 16 de enero de 1610 lo halla trabajando en su estudio y así nos hace entender que él cree firmemente en la razón y que pensar es uno de los placeres más grandes que puede darse el ser humano. Y nos invita a meternos con él en ese mundo fascinante del razonamiento y de la deducción de hipótesis, algo que es abismalmente una de las más grandes aventuras del conocimiento y de lo más satisfactorio que puede brindar la ciencia, nuestra aliada en toda circunstancia. Es allí cuando quiere trasladarse a Florencia, verdadera cuna del pensar científico, bajo la protección de los Médicis. Así se muda junto a su hija y sus ayudantes a la corte del Gran Duque, pero sus intereses científicos pronto se estrellan contra la cerrazón de pensamientos de una corte amparada por la Iglesia. Le dicen que no tiene por qué imaginarse satélites de Júpiter que son "innecesarios" y que el telescopio puede mostrar cosas que "no son verdaderas". Primer revés para Galileo en su carrera de astrónomo y primera cachetada para el mundo pensante. La corte, y con ella el Gran Duque (de apenas unos 11 años de edad) están más apurados por asistir al baile que por abrir sus cabezas ante los descubrimientos del sabio más grande del renacimiento.
Se lo va a presentar ante Cristóforo Clavius, que es el astrónomo del pontificio. Mientras, el coro de sacerdotes indoctos gritan y hacen chanzas sobre los giros de la Tierra y su viaje alrededor del sol y se preguntan si debe el hombre comprenderlo "todo". Si para eso están las Sagradas Escrituras que vienen a sacar al vulgo de su confusión. Pero Clavius sale del observatorio convencido de la razón de Galileo.
Se le enfrentan en una fiesta los cardenales Barberini y Bellarmino, dos servidores del clero y le increpan a Galileo si no hubiese sido posible que Dios quisiera dotar a los astros de movimientos retorcidos, ante lo cual éste contesta que si esa hubiese sido la finalidad de Dios le hubiera otorgado al hombre una mente igual de retorcida para comprenderlos. Finalmente, la Santa Inquisición le exige que abandone la teoría de Copérnico para su estudio y explicación de los fenómenos comunes. Entre tanto, Ludovico, a punto de casarse con Virginia, la abandona porque su padre no quiere abandonar sus pensamientos ofensivos contra la iglesia y él es un hombre de fe ante todo, y su familia también. A partir de ese momento Virginia se va a convertir en la ladera de su padre y ayuda en sus momentos penosos.
En 1624 encontramos a Galileo estudiando la flotación de los cuerpos, ya que la iglesia le ha prohibido que siga con sus estudios astronómicos. Andrea ya es grande (Hugo Soto) y su mentor se ve obligado a callar ante la pregunta por las manchas solares ya que pueden conducirlo a la hoguera, como antes lo fue otro monje, Giordano Bruno. La ciencia, dice él, sirve para mirar mejor y evitar errores, y para saber ver lo que se ve. Mientras tanto la salud del Papa empeora y se rumorea que Barberini va a ser su sucesor, esto envalentona a Galileo para ponerse a estudiar el Sol, ya que este cardenal es astrónomo también, pese a su sinrazón.
En 1633, la Santa Inquisición no se anda con rodeos y Galileo quiere huir a Venecia pero le deben 3 sueldos de la universidad. El Papa Urbano VIII (Barberini) recibe al gran inquisidor, quien le hace saber que sería conveniente que la ciencia se cerniera a los intereses económicos de la Madre Iglesia. Barberini, el Papa, sale en defensa de Galileo, y el inquisidor le contesta que ha publicado un libro en el que hace discutir a un imbécil y a un ilustrado. El imbécil sostiene las teorías aristotélicas y las de la iglesia mientras que el probo, las del propio Galileo. Galileo dice que el que no conoce la verdad es un ignorante, y el que la conoce y la niega es un criminal.
Se sentencia a Galileo a ser examinado por la Inquisición, y, ante la sorpresa de sus amigos y discípulos, que quieren un héroe, él se retracta, por miedo a la tortura.
De 1633 hasta su muerte en 1642 Galileo lo pasa en una casa de campo vigilado por la Inquisición. Mientras parece que se ha "adaptado" y dicta cartas para un cardenal que intentan ser de lo más pías, se encuentra con Andrea que se ha especializado en hidráulica y se apresta a partir para Holanda. Le da en secreto los manuscritos de los "discorsi", su último libro de astronomía, en dónde defiende sus teorías y que ha escrito a escondidas, para que sea difundido al mundo entero. Le dice que de esa forma, viviendo, le ganó a la Iglesia porque pudo seguir investigando y sobrevivir, y de la otra, lo hubiesen aniquilado y se hubieran salido con la suya.
"Galileo Galilei" es una obra de imprescindible visión para todos aquellos que nos rebelamos contra un estado de cosas dadas y santificadas y establecidas y que queremos vivir bajo el signo de la razón y los descubrimientos científicos y el avance de la humanidad. Por favor, aunque la calidad de la edición podría haber sido mejor, no la dejen pasar. Está en la página del San Martín o en youtube. Es una ocasión única de volver a disfrutarla, y produce el vértigo de la sabiduría y el conocimiento.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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