martes, 30 de junio de 2020

Mi crítica de "Ser Digno de Ser" (Cine)

"Ser Digno de Ser" es un film del año 2005 del director y guionista francés Radu Mihaileanu, nacido en Rumania en 1958. Dejó su país en 1980 y se graduó en el Instituto Cinematográfico IDEHC en París. Además de su trabajo para cine publicó un libro de poemas en 1987 titulado "Une vague en mal de mer". Tiene en la actualidad 62 años. Su primer largometraje es de 1992 ("Tahir"), es el director y autor, además, de "El Tren de la Vida" (1998) y "El Concierto" (2009).
El verdadero núcleo duro de este film es la búsqueda de la identidad de un niño etíope a quien hacen pasar por judío a sus 9 años para acceder a una vida mejor (a una vida) y sólo puede hallarse a sí mismo cuando termina de cerrar el círculo y vuelve a reunirse con su madre biológica a los 30 años, ya recibido de médico y casado en Israel. El disparador de la historia es una anécdota que debió impactar mucho a Radu (lo voy a llamar así de entrecasa ya que su apellido me resulta muy complicado): en 1984/85 se produjo una gran repatriación a Israel de judíos etíopes, organizada por los Estados Unidos e Israel, en lo que se llamó "Operación Moisés". Cerca de 8.000 etíopes cruzaron la frontera del Sudán para ser evacuados. La mitad murió de hambre, agotamiento o asesinados y evolizados. Aquí el comienzo, de ahora en más es parte de la fantasía de Radu lo que cuenta la historia. Una mujer etíope, hace que su hijo de 9 años se una a otra madre cuyo hijo acaba de morir en brazos de un médico, para que se haga pasar por judío y vuele hacia la libertad, ésta se halla en Israel. Después de un fatigoso viaje la mujer logra llegar con su "hijo" a Jerusalén y lo adoctrina para que diga ante el comité examinador que su nombre es Salomón (muy buen trabajo de Moshe Agazai), y que es hijo de Isaac y nieto de Yakov, enseguida se le asigna el nombre de Schlomo, que viene a significar lo mismo, y se le brinda ropa, alimento y cobijo, pero su madre prestada muere a poco de llegar, gravemente enferma. (Me causa gracia cómo se muere en las películas: cerrando dulcemente los ojos y acariciando al hijo luego de haber dicho la sentencia final, nunca a mitad de una frase ni con estertores...). A partir de entonces el niño Schlomo deberá cargar con la mochila de un nombre y una creencia que no le pertenecen, y de las que no se podrá desprender hasta que no se lo confiese a su esposa Sara, muchos años después, y lo cual será tomado por un acto de cobardía por ésta. Enseguida empieza a ir a la escuela y su comportamiento dista mucho de ser el mejor: es un chico conflictivo pero en gran parte por lo que recibe de su entorno. Se crea reactivo contra el afuera. Se le habla en francés (esto desorienta un poco, ya que estamos en Israel, y en vez de escuchar el ydish oímos el francés del director), cuando se anula el sonido de la película ante los oídos del chico esto es lo que él puede recibir de esa lengua prestada.
Pero enseguida es aceptado por una familia adoptante, una familia francesa sefardí: Yael (la hermosa Yael Abecasis) y Yoram (Roschdy Zem) y dos hermanos Tali y Dany, quienes le dicen de entrada que no son religiosos y que son de izquierda (¡¡¡ !!!) (¿para qué, como si el chico entendiera algo? ¿O simplemente para justificar la ideología del director? De igual forma, cuando Schlomo sea adolescente tendrá una foto del "Che" pegada en su cuarto, como si supiera quién es ese argentino indómito que ideologizó su marcha hacia la libertad de Cuba). Schlomo se muestra reticente a esa familia al principio, con quienes no habrá contacto físico, hasta llegar a un grado mayor de aceptación y confianza por parte de él. La comprensión y amor de los adoptantes es inmediata y abren sus puertas y sus corazones para el recién llegado, sin importarle el color ni la raza, incluso cuando sus compañeros de clase pidan que lo saquen de allí porque temen "contagiarse", será la feroz Yael la que les salga al cruce de una forma casi desesperada para que sea aceptado. Aunque para el día de la madre, Schlomo no sepa a quién dibujar en su hoja de la escuela. Mientras tanto sigue hablando con la luna, la cual personifica la pureza de su madre nativa.
Cuando Yoram deba llevarlo al médico, él preparará todas sus cosas en acción de despedida, como fue la sesión con el médico y su madre africana. Cuando lo vea el médico, éste le causará la más temible impresión porque, además de someterlo a un interrogatorio cuasi- nazi... querrá circuncidarlo. Esto mismo les pasará a los demás inmigrantes y... los negros salen de raje, dejándolos a todos los médicos con las ganas. A partir de esta acción es que conoce por la televisión a Qes Amhra (Yitzhjak Edgar) un etíope judío quien lanza un discurso encendido defendiendo los derechos de su pueblo, a los que en Etiopía consideraban de judíos y en Israel los tratan de negros. La suma de las contradicciones. Igualmente Schlomo sigue cargando con un personaje a cuestas que no es él y que, si bien se siente representado en la parte de judío que le toca por adopción, en su fuero íntimo sabe que no lo es. Querrá encontrarse con ese personaje que tiene acceso a su tribu para que le escriba una carta a su madre por él: sigue pensando en esa madre que dejó allá, y el recuerdo le perseguirá hasta el tan esperado reencuentro.
Cuando Schlomo sea adolescente (Moshe Abebe) será él quien escriba cartas para sus compañeros, habiendo desarrollado un buen instinto como escritor. Allí se topará con uno de ellos quién le pide que declare su amor a una tal Sara en correspondencia. Él se esmera y saca lo mejor de sí en sus dotes de autor. Y así será invitado a la fiesta de cumpleaños de Sara, a la que el padre no le permitirá el ingreso por no ser judío. De toda forma la chica ( Roni Hadar) lo irá a buscar hasta su casa y bailará con él en el cordón de la vereda con música en sus auriculares. Y le dirá que él no es negro sino "rojo". Cuando se presenten las "controversias" de oratoria, Schlomo averigua si el padre de Sara está en el jurado y si él puede participar, claro que su rabino le dice que sí, y allí se inmiscuye el jovencito a dar su versión de la Torá.  El padre de Sara lanza la pregunta: ¿De qué color era Adán? Y su contrincante llega a la conclusión de que era blanco y que Dios hizo todo lo despreciable de color negro. Él no se amilana, y tomando el estrado dice que Dios hizo a Adán con arcilla y por eso no le salió ni blanco ni negro, sino rojo. Y grandes aplausos por parte del público, entre ellos su madre, su hermana, y Sara. Su futuro suegro se cruzará un momento con él para decirle que es el demonio, y que no lo quiere ver cerca de su hija.
A partir de allí se telefonearán una o más veces con Sara hasta que se entrega a la policía para declarar que él no es judío y que es un impostor, pero el comisario lo lleva de vuelta a la casa y lo deja tranquilo, pero su padre, viendo que llega en auto policial le arma un gran estruendo y por eso Yael decide que se vaya un tiempo al kibbutz para enfriar los ánimos. Hasta allí lo llama Sara y él le infunde celos. Todo para que se fortalezca cada vez más su unión, unión que seguirá cuando él regrese y cuando decida seguir su destino yéndose a París para estudiar medicina. En Francia no logra hacerse de una novia pero sí de un título, y vuelve recibido de médico, pero Qes Amhra, con quien siguió en relación todo este tiempo le anuncia que no vuelva, que están deportando a todos los etíopes no judíos por traidores, entonces se embarcará en la guerra de Bagdad como fuerza de paz, en el equipo de médicos. Allí será herido por una bala, y ya de regreso en su país, se casará con Sara, después de muchas idas y vueltas. Su peor motivo se hace realidad, debe confesarle que no es judío, pues ella se ha enemistado con toda su familia por lo mismo y lo defendió: ahora debe enfrentarse a la más cruda verdad. Y lo hace justo el día en que ella viene a confirmarle su embarazo. Allí se distancian pero sólo por un tiempo, hasta que Yael logra re-unirloss. Y se va como médico a Etiopía a buscar su destino y a su madre, para encontrarla más vieja pero sentada en el mismo lugar (los africanos no son de moverse mucho). Recién allí puede encontrar su verdadero lugar en el mundo y se descalza para volver a sus fuentes.
Una extensa búsqueda en pos de saber quién era él, hasta que pudo dar con él mismo. Un film cálido y totalmente soportable (a pesar de su duración) que no ahorra su cuota de drama, pero también de comedia, ya que está muy dosificado.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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