domingo, 7 de junio de 2020

Mi crítica de "Mein Kampf. Farsa" (Teatro)

En la programación de archivo por los 60 años del TGSM se pudo recuperar esta excelente obra de George Tabori, con dirección de Jorge Lavelli y las actuaciones poco menos que sublimes de Alejandro Urdapilleta, Jorge Suárez, Villanueva Cosse y Cecilia Rosseto. La obra es larga, dura 2 hs y 40 minutos y está dividida en cinco actos. Si vamos a la etimología de la palabra farsa nos dice que es una obra de teatro de carácter cómico y satírico, en especial aquella que satiriza los aspectos ridículos y grotescos de ciertos comportamientos humanos. Y que los antecedentes de la farsa se encuentran en el teatro clásico de Aristófanes y Plauto y en los mismos latinos, los críticos señalan que todo lo que escribe se mueve en los parámetros de la farsa y que mezcla humor con dramatismo. Es por eso que "Mein Kampf" lleva el subtítulo "Farsa". En cuanto a lo cómico, debo decir que es muy pobre aquí, o ha sido intentado pero no ha conseguido su objetico, mezclando el absurdo con lo escatológico, solazándose en el empleo de palabras fuertes o de dudoso gusto, esas que sonaban tan bien en la boca de Urdapilleta. Sólo al final se cuenta un chiste que, creo yo, ha sido robado a Neil Simon y es aquel en que uno de los dos ladrones clavados en la cruz le pregunta al otro: ¿te duele?" y éste contesta: "sólo cuando me río". Esto bien podría haber sido usurpado de la obra antedicha titulada justamente "Sólo cuando me río", o bien está arraigado a la más profunda tradición judía, no lo sé, sepan disculpar mi ignorancia. Pero la obra transcurre con un clima risueño en donde se retrata la juventud del demonio Hitler, recién llegado a Viena y hospedado en un albergue de pobres y desahuciados regenteado por dos judíos, Shlomo Herzl (Jorge Suárez) y Lobkowitz (Villanueva Cosse). Este último se cree Dios, y con esa relación es que se dirige a su acompañante de infortunios Shlomo a quien hace pasar por difíciles pruebas. Lobkowitz acota que se encontró cara a cara con Sigmund Freud y este le dijo, "¿usted se cree Dios?, a lo que el otro le respondió: "Yo me creo Dios, ¿acaso usted no se cree Sigmund Freud?". Zanjada la discusión. Sabemos que esto no es más que simple retórica, y que Lebkowitz no está loco, sino que juega con su aprendiz. Schlomo está escribiendo una novela, a la que ha decidido ponerle por título "Mein Kampf" y que por el momento está inconclusa. Una noche llega al redil el mismísimo Adolf Hitler con sus cuadros en riestra ya que ha decidido ser pintor, y viene para examinarse en la academia de las Bellas Artes. NI más está decir que sus cuadros son deplorables, creemos que si hubiese tenido futuro como pintor, otra hubiera sido la historia de la humanidad.
Hitler es como un niño pequeño, caprichoso, infantil, testarudo, y sobre todo con muy bajo nivel de frustración. Además padece de un estreñimiento fuerte que lo hace constantemente huir al baño. Entre Schlomo y HItler va tejiéndose una amistad, si bien este último reconoce que está tratando con un judío ortodoxo, que a pesar de insistir en que son primos de sangre, HItler le acota que él es alemán de sangre pura y limpia. Durante los primeros tres actos podemos sentir ese aire zumbón que hace quedar al monstruo nazi como un total papanatas, absurdo y aniñado, lo que luego se va a ver trastocado ferozmente en el último acto, cuando el terror se desate. A pesar de toda su buena intención, Adolf es rechazado en las Bellas Artes y no sabe qué hacer con su vida. "Eres pésimo actor, deberías dedicarte a la política", le suelta Schlomo casi como al pasar, pero eso queda resonando en oídos del pequeño y maleducado Adolf. él habla de que sueña con conquistar el mundo y de hacer reducir a las personas para que no ocupen tanto espacio. Es como "El Huevo de la Serpiente", ya se ve en esta actitud la obra futura del dictador alemán, cuenta que tiene un amigo experto en torturar moscas y que es experto en reducir cerebros a su mínima expresión. Es todo muy cómico y grotesco, pero en realidad ya no nos quedan ganas de reírnos, porque conocemos la historia, distinto es si se hubiese tomado la vida de un personaje inocente, como Schlomo o Lobkowitz, lo cual todavía nos da cierto margen de gracia, aunque no tanta, sabiendo que ambos son judíos y conociendo el devenir que se les promete.
Hitler (un interesante y desaforado Alejandro Urdapilleta, en el que fuera su trabajo consagratorio), pretende que Schlomo le enseñe a llorar, ya que él se ha pasado los últimos 5000 años haciéndolo, pero todos los esfuerzos de este pobre hombrecito son inútiles. Inútil es que recurra a la memoria emotiva más teatral del alemán para hacerlo derramar una lágrima, ni aún rememorando el velorio de su madre. Schlomo recibe una visita esperada, la de la adolescente de 14 años Gretchen (Heidi Sterham), quien se presenta totalmente desnuda en la posada para hacer feliz a su novio, aunque este promete no tocarla hasta su noche de bodas, un verdadero despropósito porque Gretchen es afable, complaciente y está bien dispuesta a perder su virginidad con aquel hombre. HItler lo cataloga de "abusador pedófilo" y no puede comprender que en Viena, hombres y mujeres "hagan la cosa" como perros salvajes. Está horrorizado ante las relaciones ente los seres humanos y sólo demuestra una versión más de su odio por la humanidad y la libre expresión. Gretchen le obsequia a Schlomo una gallina para que sea su compañera, ésta adquirirá de ahí en más una viva presencia.
En el cuarto acto todo se vuelve más sombrío ya. Aparece el personaje de la Muerte (Cecilia Rosseto), un ser que, como todos sabemos, es omnipotente, incansable y despótico. Y viene a buscar a HItler, quien se esconde en el baño. La Muerte presenta anacronismos varios que intentan hacer divertido al papel. Pero por más que Rosseto se esfuerce, no logra sacar ni una sonrisa del espectador, está muy forzada y se nota que no se siente cómoda en el papel. Ha perdido toda su capacidad histriónica de antaño para lograr la carcajada. Una pena. Finalmente HItler se escapa y ella no consigue dar con él. En el quinto acto todo ha cambiado. Ya HItler tiene poder y un grupo de jóvenes alemanes que lo acompañan en sus saqueos y torturas. Irrumpen en la posada de Schlomo y lo fuerzan a entregar los manuscritos de su libro para apropiarse de él, pues a HItler (el inútil) le ha gustado el nombre. Está acompañado por la deliciosa Gretchen, ahora trasformada en una aliada más del monstruo nazi. Logran apoderarse de Schlomo a quien torturan para sacarle el libro. Éste es conseguido pero sólo tiene escrita una frase. En sus horripilantes tropelías matan a la gallina y la cocinan a la cacerola, después de desmenuzarla en trozos y pelarla. Como Gretchen se opone, la matan también a ella y para completar su faena la rocían con un balde de excrementos. Luego la Muerte se le presenta nuevamente a Hitler pero para hacer un pacto con éste, de que será su más fiel colaboradora y operará junto a él. Todos bailan un desenfrenado vals vienés poniendo fin a la representación.
Es admirable el trabajo de Urdapilleta, con su ambigüedad entre el tarambana y el pichón de dictador, como así el de Jorge Suárez, quien demuestra una vez más que es uno de los mejores actores que tenemos para el terreno de la comedia, y se bancan ambos una extensión de texto casi imposible. Villanueva Cosse, con un papel menor también aporta todo su oficio sobre las tablas y la dirección de Jorge Lavelli no hace más que ratificar su extensa y lúcida trayectoria, imponiendo ritmo y gracia a una historia que en otras manos hubiera sido un completo desastre. Es admirable el trabajo corporal de los actores, ya que se desempeñan constantemente con todo el cuerpo (y la voz, por supuesto, de incontables inflexiones), movilizando todos los objetos que hay sobre escena. En los primeros tramos asistimos a una rutina de golpes clownescos, resaltando la caricatura que también es sinónimo de farsa y dándole un aire subreal a la anécdota, la cual va adquiriendo ribetes trágicos a medida que avanza.
Un gran trabajo de todo el equipo que engalanó una vez más el escenario del San Martín, como nos tiene acostumbrados con sus puestas impecables. Lo pueden ver todos por la página del "Complejo Teatral de Buenos Aires".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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