En diciembre del año pasado La Nación preguntó a una decena de gente del espectáculo cuál había sido la película que más feliz lo hizo en la vida. Así como Norma Aleandro elegía "Fanny y Alexander" de Ingmar Bergman o Valeria Bertuccelli optaba por "La Fiesta Inolvidable", de Blake Edwards, a mí me vino inmediatamente la imagen de "Todos dicen te quiero" (1996, Woody Allen) como una película donde la felicidad es posible, desborda por los cuatro márgenes del cuadro e inunda la pantalla. Ya desde el título, que todos digan te quiero me produce una emoción insuperable, casi cautivante. Y que además sea un musical ("Le dije a Skylar que sería una buena idea para una película, y ella me contestó que salvo que fuera un musical nadie la iba a creer", dice Djuna, la hija de Woody Allen y Goldie Hawn en el film).
Hay muchas cosas para tener en cuenta. La primera es que Woody contrató un grupo de actores sin decirles que iban a tener que cantar y bailar. Por supuesto no todos sabían hacerlo, y la idea es que lo hicieran con los recursos que tenían, aunque lo hicieran mal, como inexpertos. Por suerte todos entonan bastante bien, hasta Woody, que con su media voz, sale airoso. La única que se hizo doblar fue Drew Barrymore porque canta verdaderamente mal, pero no se quería perder de estar en la película. El elenco es ambicioso, y a todos Woody le pagó la misma suma de dinero, como suele hacerlo en todas sus películas, desde la primera estrella hasta el jovencito que se iniciaba. Por orden alfabético, como los pone él, son: Alan Alda, Woody Allen, Drew Barrymore (la nena de "E.T.", ya crecida), Lukas Haas (el nene de "Testigo en Peligro", ya crecido), Goldie Hawn, Gaby Hoffman, Natasha Lyonne, Edward Norton, Natalie Portman (todavía una nena de 12 años, la ganadora del Oscar por "El Cisne Negro"), Julia Roberts, Tim Roth y David Ogden Stiers. La película destila la alegría de los musicales de Stanley Donen más que la de los de Vincente Minnelli, aunque esté ligeramente inspirada por "Meet me in St. Louis", de este último, por su división en las diferentes estaciones del año y su término en Navidad. Sí, cada segmento está ambientado con los mejores colores de cada estación en Nueva York y el invierno en París. Recuerdo haberla ido a ver al cine con mis viejos y que lloré de alegría en el asiento de atrás del auto durante todo el viaje de vuelta a casa.
Woody salió de su encierro en Nueva York y la filmó en N.Y., Venecia y París, tomándolo como toda una hazaña personal debido a su fobia a viajar, que Soon-Yi logró vencerle. El argumento es simple, todos los personajes se ponen a cantar en el momento más inesperado, como si se tratase de otra línea del diálogo, y lo hacen con toda naturalidad. Djuna (Natasha Lyonne) que es hija de Steffi (Goldie Hawn) y de Joe Berlin (Woody Allen), que están separados pero siguen compartiendo amistad, es el hilo conductor del relato. Tiene un padrastro, casado con su madre, Bob (Alan Alda), abogado de éxito, el cual tiene dos hijas y un hijo, Lane y Laura (Gaby Hoffman y Natalie Portman) y Scott (Lukas Haas), éste con ideas republicanas dentro de una familia demócrata. Otra hija de Bob es Skylar (Drew Barrymore) que está enamorada y se va a casar con Holden (Edward Norton). A la vez Bob tiene un padre que vive con ellos de 88 años (Patrick Crenshaw), con un Alzahimer divertido y descolgado de la realidad. Lo cierto es que es una familia de ricos, que no siente culpa por ello. Mientras la madre se ocupa de obras de caridad y beneficencia, Joe es dejado por su novia, pero en plena estadía en Venecia conoce a Von (Julia Roberts) que si bien está casada, Djuna conoce al dedillo todas sus intimidades por ser la paciente de la madre de una amiga, psicoanalista, y espiarla en cada una de sus sesiones. Así le cuenta a su padre todos sus secretos y él los pone en práctica para seducirla, lo cuál consigue inmediatamente. Finalmente deja a su marido y se va a vivir con él a París. Debo decir que la película está colmada de los mejores chistes de Woody.
A todo esto, Steffi invita a su cumpleaños a un preso que acaba de salir de la cárcel, Charles Ferry (Tim Roth, autoparodiándose) para resocializarlo, y este termina enamorándose de Skylar y con una canción muy bonita en la terraza "If I Had You" y unos buenos besos, logra conquistarla. Esta anuncia su ruptura con Holden y su noviazgo con Ferry. Pero pronto se da cuenta que él sigue haciendo la misma vida criminal y en la noche de Acción de Gracias volverá con Holden. Entretanto Scott ha sufrido un desmayo y lo operan, un trombo le estaba tapando una arteria y por eso su cerebro no oxigenaba bien, y si estuvo teniendo un comportamiento raro durante el último año, sentencia el médico, se debe a eso. Su padre se llena de alegría pues su hijo vuelve a ser demócrata. En una de esas se muere el abuelo, y en el funeral, lo que podría haber sido una nota amarga para la película, el fantasma del abuelo se materializa y les recomienda a sus deudos, junto con otro grupo de fantasmas, que disfruten de la vida, que dejen de correr para hacer dinero, que es más tarde de lo que piensan, mediante una canción "Enjoy Yourself (It's Later Than You Think)", una rumba que terminan todos bailando y haciendo trencito en la sala velatoria.
Ya en París, en la Nochebuena, están todos dispuestos para ir al baile en homenaje de los Hnos. Marx, pero Bob cae enfermo, y Joe llega con la peor de las noticias, Von lo ha dejado porque se da cuenta que su sueño se ha cumplido y ahora está completa, y ella no puede vivir así (Recordemos que es la falta lo que constituye al ser humano). Ella le dice, "porque estoy loca". A lo que él le contesta, "supongamos que nada de todo esto sea cierto, que yo he conocido tus secretos y armé todo esto sólo para conquistarte", a lo que ella responde: "ahí pensaría que el loco eres tú". Conclusión, van Steffi y Joe al baile, disfrazados de Groucho Marx. Del baile se van a orillas del Sena (en una escena que es un homenaje a "Un americano en París") y ella se pone a cantar "I'm Thru With Love" (que es la última canción que canta Marilyn Monroe en "Una Eva y dos Adanes") y a bailarla juntos, bajo el frío de una Navidad en París. Allí es donde interviene el realismo mágico en la película y ella se pone a volar, siempre alrededor de él, creando una escena mágica y sensual que es para llorar de amor. Woody, en un principio, quería ser él el que volara, pero como quiso filmar la escena con una grúa (nada de fondo azul ni de transparencias) la coreógrafa argentina (que reside hace mucho en Estados Unidos) Graciela Daniele le dijo que debía usar un arnés entre las piernas, y que eso para el hombre era muy doloroso, optó porque fuera Goldie la que volara. Allí se sinceran y descubren que son mejores como amigos que como esposos, aunque ella le agradece que como él nadie la ha hecho reír. Se besan tiernamente en la boca y deciden volver. Ya en la fiesta Djuna dice la frase de que si no fuera un musical no la creería nadie y presenta su cuarto novio en lo que va de la película y todos bailan al son de "Everyone Says I Love You".
Ha pasado una hora cuarenta y nos hemos reído con los magníficos chistes de Woody, hemos disfrutado de canciones bellísimas, hemos asistido a la paleta de colores de Carlo Di Palma, uno de los fotógrafos preferidos de Woody, hemos visto Nueva York, Venecia y París y hemos asistido a un festival de actuaciones. Y nos han dicho te quiero más de una vez. ¿Se puede pedir algo más para lograr la felicidad?
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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