jueves, 26 de marzo de 2020

Mi crítica de "Amor y Muerte: La Última Noche de Boris Grushenko" (Cine-Woody Allen-1975)

En "El Dormilón" (1973), uno de los comentarios de Allen, dirigido tanto a Diane Keaton como al público decía: "Sexo y muerte, dos cosas que me han ocurrido una vez en la vida" A partir de ese chiste surgió la película que vendría a continuación, mostrando un tema esencial que ya había bocetado en su obra precedente, y que iría subiendo de status en sus largometrajes subsiguientes. El cine de Woody Allen trata, esencialmente, de esa relación entre amor y muerte de la forma de que sean las dos caras de la misma moneda. Está en claro que, lejos de ser un concepto nuevo, este contraluz fue una fuente de inspiración humorística inclusive en los clásicos de la literatura y el teatro: cuando los personajes de Shakespeare hablan de muerte constantemente hay una doble resonancia, porque la palabra "moribundo", en inglés, tiene significado de agotamiento después del sexo. Las variaciones son producto de la imaginación, como su universalidad (forma parte de una traducción cómica).
Woody comentó a Charles Moskowitz en un reportaje para el "New Yorker", en 1977, que sus tres primeros largometrajes integrales habían sido hechos de forma banal y distraídamente. "Sleeper", es un poco más irónico pero tiene su Talón de Aquiles, reflejando su concepción de cómo funcionaba la sociedad de entonces. En cuanto a "Love and Deth", también cae en ese déficit, referido al calor de la batalla y perecer en ésta y a lo efímero del amor. "Pero insisto -declaró Woody- "ninguna de las dos películas querían ser profundas. Sólo cosas menores". (Aquí debemos detenernos un momento. Woody asevera en otras entrevistas que fue justamente en "Sleeper" que se constituía en director de cine y en un diestro conocedor de la técnica cinematográfica, y se ofusca porque la mayoría de su público no vio en "Love and Deth" más que una comedia, y él pensaba en trascender con su mensaje).
"En cuanto uno quiere decir algo que tenga significado en la comedia, tiene que renunciar en cierto modo al humor. Hay que predisponerse para seguir el derrotero de escritores como Phillip Roth o Saul Bellow. Personas que pueden ser graciosas y satíricas pero lo que da sustancia a su obra es la intención que alientan de no ser divertidos en sus relatos.
"En nuestro tiempo, los cómicos de pantalla se interesan mucho por el mundo interno y psicológico. A su vez, los fantoches del cine mudo se interesaban por el mundo exterior y físico, sobre todo. en 'El Maquinista de la General' era el mundo de los trenes, en 'El Navegante' lo era el de los barcos. Harold Lloyd se colgaba de edificios altísimos. Hoy -sigue diciendo Allen- lo que realmente importa al público son los intereses y las sutilezas de la angustia psicológica de la neurosis. Estos no son temas para un cómico tradicional de cine".
Premiado con el Oso de Plata del Festival de Berlín de 1975 y Premio de la Crítica Internacional, Allen confecciona una sátira histórica de la literatura rusa, con referencias a Einsestein y a Bergman, dándole el peculiar sentido filosófico a toda la película.
Consciente de que sus seguidores más fieles están constituidos por el público europeo, ya que el reconocimiento en Estados Unidos le llegó tarde, se distanció, llegando hasta Europa para narrarnos esta epopeya en la que juntó a Napoleón con las teorías de Kafka, consigue un resultado más que potable.
Nuevamente nos trata de explicar su obsesión por la muerte y por la otra vida, así como su afición por las mujeres, a pesar de la poca fortuna que lo acompaña en ese emprendimiento. Comenzando, quisiera disentir con el crítico cinematográfico Douglas Brode, en el hecho de que esta película se exhibe como puente entre "El Dormilón" y "Annie Hall", con lo cual el cine de Woody Allen hace un vuelco radical, pasando del estilo payasesco de las anteriores a la comedia urbana de esta última. Para mi entender, la película bisagra no es esta sino "El Testaferro" (1976) que si bien no fue escrita ni dirigida por él, muestra cómo un problema profundo como lo fue el "macarthysmo" y las listas negras, se podía hacer algo rayano en la comedia por obra y gracia de su director (Martin Ritt), su guionista (Walter Bernstein) y su actor protagónico (Woody). Si "Annie Hall" fue lo que fue, no lo fue, sin duda por "Boris Grushenko". Si bien roza tangencialmente la seriedad comenzando con una sentencia aguda: "Estoy condenado a muerte por un crimen que no cometí. Bueno, como casi toda la humanidad", luego arranca con los mismos chistes ad absurdo probados ya con "Toma el Dinero y Corre", "Bananas", "Todo lo que Usted Quiso Saber Siempre sobre el Sexo*..." y "El Dormilón". Lo que aquí logra, sin duda, es su mejor equilibrio entre el chiste verbal y el gag visual (el tonto del pueblo que va a una convención de tontos del pueblo, me parece una idea magnífica). Las largas parrafadas sobre filosofía y epistemología que tiene con Sonia (Diane Keaton) carecen de sentido, lo único que demuestra es ver que tiene un gran conocimiento sobre el lenguaje que utilizan esas dos ciencias.
Woody Allen no ha logrado todavía su obra maestra, que sería con proximidad "Annie Hall", ni combinar todavía lo cómico con lo serio ("Manhattan", "Zelig", "Hannah y sus Hermanas", "Crímenes y Pecados", "Melinda y Melinda"), si bien aquí el trasfondo es dramático: la muerte de Boris, la muerte de Napoleón, la muerte de cualquiera, no alcanza a verlo tan fuerte como para ocultar su comicidad que se sostiene por sí sola en momentos brillantes que nos hacen olvidar que estamos ante una película "seria".
Woody entró en profunda depresión al ver que la gente salía del cine sin llevarse el atroz peso pesado de la desesperación ante la muerte. La película no parece más que una parodia genérica con más ambición intelectual que "El Dormilón", debido a que sus objetivos eran más ambiciosos, en esta se parodiaban las películas de Einsestein y las obras de la literatura rusa como "La Guerra y la Paz", de Tolstoy, combinado con temas existencialistas de Dostoievski.
El film es toda un declaración de principios: la dualidad de todo el proyecto no sólo lo hace divertido, sino que lo hace como una forma de presentar el pensamiento pesimista de Woody, el artista popular, y Allen, el intelectual existencialista para minorías que saldrá a la luz estrepitosamente con "Interiores". El film está literalmente repleto de dualidades, ya desde el título mismo ("Amor y Muerte") podemos observar que se va a ocupar tanto de la dualidad de la esencia del hombre con el punto de vista de Allen: el aspecto agradable del momento presente, en comparación con el elemento terrorífico de lo desconocido. El pobre Boris tiene una doble naturaleza: cobarde y héroe, pusilánime y aguerrido, encarna a un personaje que habla sobre los judíos, dejando al mismo tiempo ver que se trata de un judío.
En resumen, que estamos ante una gran y madura película de Woody Allen.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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