La historia de "El Dormilón" es menos simple de lo que parece. De nuevo una película sobre política disfrazada de comedia. La anterior había sido "Bananas" y que no volvería a repetirse hasta el presente.
Miles Monroe es el dueño de un restaurante vegetariano llamado "La Zanahoria Feliz", que ingresa en un hospital en 1973 por una enfermedad leve. Lo congelan y despierta 200 años más tarde, en el mundo del futuro. Descubriendo que su país ha cambiado, sus amigos y familiares han muerto y su psicoanalista, freudiano ortodoxo, ya podría haberlo curado. El espacio escénico -despojado de elementos hasta la exasperación- parece un escenario de "2001. Odisea del espacio" o "La Naranja Mecánica", ambas de Kubrick.
Todo ha sido cambiado, existen robots para ejecutar las tareas del hogar, una bola de metal que actúa como droga con el sólo roce de las manos y hasta un aparato llamado "Orgasmotrón" en el que se tiene sexo en unos pocos segundos, ya que para esa época todas las mujeres son frígidas y los hombres impotentes -excepto los descendientes de italianos (tal vez una reminiscencia del Fabrizio de "Todo lo que Usted Siempre Quiso Saber sobre el Sexo*..."). Pero hay algo peor: cada casa tiene una pantalla de televisión enorme invadiendo el habitáculo, desde el cual todas las noches da su saludo de "buenas noches" el Gran Jefe, al mejor estilo de "Farenheit 451", de Ray Bradbury -recordemos también los escenarios de la película homónima basada en el libro, de Francois Truffaut-. El pensamiento de Allen acerca de los gobiernos dictatoriales y la revolución de las fuerzas opositoras es el mismo de "Bananas": ninguno de los dos gobiernos sirve, ya que cuando los revolucionarios toman el poder, se vuelven más dictadores que sus antecesores.
Pero vamos un poco a lo formal. Como en todas sus películas, Allen tarda en aparecer, esto es, primero se presenta a los médicos en Primeros Planos y, por último, envuelto en papel de aluminio para freezer, él, freezado con sus anteojos y todo. El público ya sabe qué esperar cuando aparece en estas condiciones. Como sabemos, hasta ahora, los personajes para los que escribe Allen son pocos, unido a su egolatría de ser él el principal en el film. Los protagonistas serán, pues, Miles Monroe (Woody), Luna (Diane Keaton) y un pobre y esquemático Erno (John Beck). La conspiración política es muy pobre en argumento respecto de films anteriores.
De todas las películas de Allen ésta es, a mi gusto, la más fallida -aunque todos afirmen que es en esta en donde nace el verdadero Director-, ya que aquí se recurre todo el tiempo al "slapstick" como medio de humor, un tipo de comicidad que lo desmerece.
Pero ¿qué es el slapstick? Cuando en una comedia la acción comienza a hacerse más veloz, se acaban las palabras y los cuerpos se aprestan a participar en una danza acelerada con el objetivo de destruirse los unos a los otros (mediante bofetones, empujones, patadas, tartas de crema, palazos o piquetes de ojos), podemos estar seguros, entramos en el territorio del slapstick. Es la forma más física -y baja, remarcan los teóricos del arte dramático- de la comedia, lo cómico primitivo, la pulsión anárquica copando el cine.
Allen quiere ser Chaplin, pero ¿para qué?, si puede emular perfectamente a Groucho o a Bob Hope con sus chistes verbales. Baste decir acá, que su humor se basa en las corridas, caídas varias y todo truco visual que se le ocurra, si bien el manojo de chistes que desgrana es de los mejores (cuando se le pregunta ante una foto de Nixon para que lo reconozca, él dice: "Era un presidente que, cuando salía de la Casa Blanca, todos iban a ver si faltaba el dinero").
Otra coincidencia con Chaplin en esta película es la creación de la música, interpretada y compuesta por él, junto a la "Preservation Hall Jazz Band" y la "New Orleans Funeral and Ragtime Orchestra" (recordemos que Chaplin componía y ejecutaba la música de sus películas). Cuando es enviado por Luna para que le cambien la cabeza de robot, las tenazas que utilizan para tal fin, son idénticas a las que usaba Chaplin en "Tiempos Modernos".
Al tiempo de ser descongelado, Miles Monroe se convierte en un peligro estatal, y como tal, es perseguido y denunciado por sus enemigos. En un "descongelamiento" que está entre los mejores gags visuales de Woody, ya que lo "desfreezan" envuelto en papel de aluminio, como aquellas comidas para tal fin, Miles, desde ya, se convierte en un enemigo público, ya que su vuelta a la vida fue hecha desde la clandestinidad. El ejército del Gobierno irrumpe en el hospital y toma prisioneros a los doctores, mientra él puede escapar. Para no ser descubierto, se disfraza de robot e irá a parar a la casa de Luna, una poetisa hedonista y superficialmente reblandecida, y será su robot de confianza, aunque al recibir invitados ponga todos sus abrigos en el incinerador, equivocadamente, y prepare un budín que se autococina, y se agranda, adquiriendo proporciones espantosas y al que Miles no puede controlar -como en "La Mancha Voraz", una película de terror-.
Cuando lo mandan a reparar huye y vuelve con Luna, pero ella lo denuncia. Miles la rapta y hace que huya con él, mientras trata de hacerla reaccionar ante la situación política que están viviendo. Luna no entiende nada, sólo quiere volver a la comodidad de su casa y de sus tontas poesías.
En el lugar del secuestro -en medio del bosque-, Miles promete a Luna volver con alimento, y aquí llegamos a la parte más surrealista de toda la película: Miles encuentra una granja que cultiva hortalizas gigantescas. Al tratar de robar una banana grande, pisa la cáscara y se resbala repetidas veces con esa cáscara gigante (una vez estaría bien, pero el fantasma de Chaplin...). Luna delata a Monroe, pero en el momento de ser capturado la atacan también a ella. Mas, debido a su traje inflable, logran escapar a través del lago, aunque las máquinas se vuelven contra Miles y todo falla (remitiéndose de nuevo al Chaplin de "Tiempos Modernos") Finalmente capturado, logra el gobierno hacerle un lavado de cerebro y se convierte en una finalista para Reina de la Belleza, siendo resultado ganador, debido a su vacío mental y a sus frases huecas.
"Bob Hope siempre fue un 'superschnook' -término yddish que significa persona bobalicona o inútil- Aunque la verdad es que no parece tan schnook como yo" -comentó Allen mientras filmaba "El Dormilón" en 1973-. "Yo parezco más schnooky, más intelectual, pero nuestro humor procede exactamente el mismo sitio. En sus películas más antiguas hay momentos en los que pienso que es lo mejor que he visto nunca. A veces, me cuesta mucho no imitarlo. Resulta difícil darse cuenta cuándo lo hago porque soy distinto a él físicamente y en el tono de voz, pero cuando sabes lo que hago, es absolutamente inconfundible".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (Un crítico independiente).
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