En 1940, Hitchcock firmó contrato con la RKO, quedando bajo contrato con el productor David O. Selznick y su director financiero, David O'Shea ("el hombre de corazón de piedra", como lo apodaba Joan Fontaine). No puede evitar que los dirigentes de esta importante compañía cinematográfica experimenten cierto temor al contratarlo, pero con "Casados y Descasados" acaba de calmarlos: el director respetó sus compromisos, no superó su tiempo de filmación ni infló el presupuesto que le era impartido. Esto relativiza su lamentable reputación de niño prodigio del cine y puede respirar.
Para medir el valor de su nuevo recluta, la RKO mandó a realizar un sondeo de notoriedad por medio del Institut Gallop. El resultado es positivo. Hitchcock queda justo por debajo de Frank Capra, pero lejos por encima de John Ford y Lewis Milestone. Aprovechando su cotización, el director se muestra caprichoso: pide una oficina más grande con un cuarto de baño contiguo. Se le otorga todo lo que quiere. Y con la esperanza de apropiarse definitivamente de Hitchcock, Dan Winkler, uno de los grandes dueños de la firma, intenta incluso que se enoje con Selznick: le hace notar que el productor es muy codicioso... En efecto, de los 5.000 dólares que la RKO ofrece a Hitchcock por semana, Selznick se lleva cerca de la mitad. Peor aún: el actor más insignificante contratado para un rodaje gana dos veces más que él. Muy enojado con Selznick, Hitchcock se venga por medio de observaciones acerbas. Cuando la RKO acaba de contratar a Joan Fontaine para Selznick, Hitchcock reclama su parte de la torta, argumentando que la actriz se convirtió en una estrella gracias a su participación en "Rebecca". "Fui yo quien le hizo dar sus últimos exámenes", se burla. La frase no cae en oídos sordos. O'Shea, medio furioso, medio divertido, advierte a Selznick: "Nunca ponga la inteligencia de Hitchcock debajo de un tapete".
Apenas firmó el contrato con la RKO era necesario que Hitchcock filmara "Before the Fact", una novela inglesa de Anthony Berkeley Cox publicada con el seudónimo de Francis Iles y con la cual la RKO trabajaba desde 1935. Cuando Hitchcock se puso a trabajar se dio cuenta de que la adaptación planteaba muchos problemas. El personaje central de la novela es un hombre sin escrúpulos que se casa con una joven por su dinero y la mata para cobrar su seguro de vida. Su víctima, embarazada y aún enamorada de él, se deja asesinar para que semejante monstruo no tenga descendencia. ¿Qué actor de Hollywood aceptaría encarnar a un criminal tan odioso? Antes de la llegada de Hitchcock los guionistas habían propuesto el papel a Laurence Olivier. Pero el proyecto había sido abandonado por temor a dañar la reputación del actor. En el fuego de las primeras discusiones con sus nuevos compañeros, Hitchcock había explicado entonces que iba a cambiar el enfoque del guión: todas las desdichas de la mujer serían sólo fruto de su imaginación.
Pero las cosas no son tan simples. Alma y Joan Harrison, su mujer y su fiel colaboradora, tienen serias dificultades para escribir el guión. No obstante, es necesario avanzar, puesto que el rodaje ya está planificado. Como le impusieron a Cary Grant, Hitchcock, sin avisar a nadie decide contratar a Joan Fontaine. Le hace llegar a la actriz un ejemplar de la novela. La respuesta no se hace esperar: "Es necesario que haga esta película -escribe ella subrayando esa frase-. Oh, le ruego, mi querido 'Hitch'; estoy convencida que esta será otra 'Rebecca' y mi entusiasmo por la señora Aysgarth (el papel que le propone Hitchcock) es mayor de lo que era por la señora Winter. Incluso estoy dispuesta a interpretar el papel sin recibir salario si es necesario".
En el set, las relaciones entre Joan Fontaine y Hitchcock no serán tan cálidas como este intercambio epistolar permitía presagiar. Mientras que durante la filmación de "Rebecca" la actriz había sido objeto de toda consideración por parte del director, Hitchcock esta vez cambia de actitud. Pone toda su atención en Cary Grant quien tiene la doble ventaja que es de origen inglés y que le guste el regaliz. "Hitchcock no se ocupa de mí", se queja Joan Fontaine. Ella se acordará y durante años denigrará el film, reduciéndolo a una "clase B" sin importancia. Por su parte, el director no tendrá palabras bastante duras para la actriz. Ya en el rodaje lanza a quien quiera oírlo: "La mujer es, en mis películas, un mal necesario". Más tarde, comparará a Joan Fontaine con una "marioneta" y explicará que no pudo salvar las escenas en las cual ella estaba presente más que con "tijeretazos y pegamento en la sala de montaje". Llena de mala suerte (¿o consecuencia lógica de la actitud del director?), Joan Fontaine tampoco se lleva bien con Cary Grant. "No tuve mucho placer al actuar con él -explicará a Bruno Villien-. Conoce cada ángulo de cámara y cada iluminación, conoce a fondo todo lo que hace. Entonces, hace las cosas solo... y no con uno".
En el set, Joan Fontaine no es la única en sentirse abandonada. Reina un ambiente desencantado. Los actores actúan a ciegas puesto que, por primera vez en su carrera, Hitchcock filma sin conocer el final de su película. Como Alma y Joan Harrison no llegan a terminar el guión, el director recurre a Samson Raphaelson, guionista de Lubitsch y autor de la obra "The jazz singer" ("El cantor de jazz"), de Alan Crosland, considerada en 1931 la primera película sonora de la historia del cine. Pero la tarea es dura: Hitchcock tampoco sabe lo que quiere. ¿Es necesario hacer de John Aysgarth un criminal? Aunque haya prometido lo contrario a la RKO, afirmará siempre que esa era su intención.
"Había hecho un final diferente -contará a Francois Truffaut-. Cuando, hacia el final de la película, Cary Grant lleva el vaso de leche envenenada, Joan Fontaine había estado escribiendo una carta a su madre: 'Querida mamá, estoy locamente enamorada de él pero no quiero vivir. Va a matarme y prefiero morir. Pero pienso que la sociedad debería protegerse de él'. Entonces Cary Grant le da el vaso de leche y ella le dice: 'Querido, ¿puedes entregar esta carta a mamá?' Él dice que sí. Ella toma la leche y muere. Fundido, apertura, una escena corta: Grant llega silbando, abre un buzón y tira la carta adentro". Este tipo de desenlace no está en absoluto de acuerdo con las prescripciones del "código de pudor", de William Hays, quien reglamenta severamente la moralidad de los films norteamericanos, el suicidio estaba prohibido, salvo si la víctima cometió una falta irreparable. Los autores intentan justificarlo agregando una escena en la que Joan Fontaine engaña a su marido. Así, ella pondrá fin a sus días para castigarse. En los "previews" este epílogo desata la hilaridad general.
Sin embargo, Hitchcock no es el único responsable de este clima de incertidumbre que envenena el rodaje. Los dirigentes de la RKO no logran ponerse de acuerdo con el título. Una vez más recurren al Institut Gallop el cual, durante semanas, prueba unas cincuenta soluciones. Finalmente, la película llevará el título que Hitchcock había elegido al inicio al abrir la novela casi al azar. Ante todas estas dificultades, los dirigentes de la RKO acaban por perder la paciencia... sobre todo porque la compañía acaba de hacer sus cuentas y porque las del año transcurrido son malas. La dirección decide disminuir los presupuestos y dar menos libertad a sus directores.
Hitchcock tiene la impresión de haber retrocedido cuatro años, cuando la Gaumont British conocía los mismos sinsabores durante el rodaje de "Inocencia y Juventud". ¿Entonces atravesó el Atlántico inútilmente? Por un problema de rentabilidad Harry Starding, el director de fotografía de "La Sospecha", está obligado a trabajar al mismo tiempo en otra película. Hitchcock, furioso, desembarca en la oficina de Harry Edington, el productor responsable. Exige la anulación de esta medida. Le dan la razón, pero a partir de este momento, las relaciones con la RKO son detestables. Comienzan a considerar insoportable a Hitchcock. Fue entonces cuando el director se enfermó y se encerró durante varias semanas en su casa. Apenas retoma el trabajo, Joan Fontaine lo interrumpe a su vez, agotada por los nervios. Ya es demasiado para la RKO, que pretende detener el film. Afortunadamente, Hitchcock logra terminar el guión. Volvió a su idea del comienzo: John Aysgarth es inocente. La última secuencia, que disipa todos los malos entendidos, será filmada rápidamente.
Cuando termina el rodaje, Hitchcock descubre con estupor que presupuesto de postproducción fue víctima de la nueva política de la RKO. La firma quiere estrenar la película lo más rápidamente posible. "Nunca en mi vida oí que una película importante pudiera ser estrenada un mes después del final del rodaje -protesta Hitchcock a Harry Edington-. Le ruego, Harry, dígame que sólo es una broma para que yo pueda retomar mi trabajo en el film, tranquilo de que no será saboteado. Sino, ¿cómo pensar en recibir con entusiasmo la sugerencia de la RKO de hacer otra película más aquí?
Después de haber sido escuchado, el director toma unos días de vacaciones. A su regreso, se da cuenta de que no ha llegado al extremo de las malas noticias. Un censor diligente cortó la mitad de la película, desechando las secuencias que podían hacer creer en la culpabilidad de Cary Grant. ¡Con ese nuevo montaje, "La Sospecha" no habrá durado más que cincuenta minutos! Después de una nueva explicación en la oficina de Edington, Hitchcock hace restablecer las escenas faltantes y y da un portazo definitivo. Está decidido: a pesar de los acuerdos con Selznick, no filmará su próxima película para la RKO.
En el otoño de 1941, Hitchcock ya no tiene sino una idea en la cabeza: olvidar ese episodio catastrófico de su vida profesional. Tendía a compartir la opinión con Samson Raphalelson: "Esta película lleva menos la firma de Hitchcock que todas sus otras realizaciones. No hay ni una de esas escenas originales cuyo secreto posee" Hitchcock se lamenta: le hubiera gustado filmar "La Sospecha" en decorados naturales más que en estudio. "No estoy satisfecho más que en cierta medida -dirá a Truffaut-. Los elementos que constituyen una película de este género no me gustaron, los salones elegantes, las escaleras suntuosas, los dormitorios de lujo, etc. Era el mismo problema que con 'Rebecca', un paisaje inglés reconstruido en los Estados Unidos. Para esta historia me hubiera gustado disponer de un escenario auténtico". Sólo quiere guardar en su memoria una escena: aquella en la cual Cary Grant lleva un vaso de leche a Joan Fontaine. Apoyado en una bandeja o sobre la mesita de luz cerca de la cama donde está recostada la actriz, sólo vemos el vaso. En ese momento, el espectador está totalmente convencido de que la leche está envenenada. Por medio de un efecto especial Hitchcock refuerza el interés dramático de la escena: hace instalar una lámpara en el vaso, que comienza a brillar desde el interior, con reflejos amenazantes.
Si bien Hitchcock es muy reservado con respecto a "La Sospecha", el público y la crítica hacen que la película triunfe. Joan Fontaine, que se había creído que había sido mal dirigida recibe un Oscar por su participación. De hecho, a pesar de todos los problemas del rodaje, a pesar de los compromisos del código Hays, "La Sospecha" es una película muy coherente. El director logró sacar provecho de todos sus impedimentos. Incluso la última escena, con un final precipitado, concuerda con el mundo de Hitchcock, en el cual la esperanza renace en el último momento, cuando todo parece perdido. Como en "Inocencia y Juventud", Hitchcock nos ofrece una obra iniciática en el transcurso de la cual una joven se libera de un medio familiar opresor y se convierte en una mujer al encontrar el amor.
Como en "Casados y Descasados", se trata, según la expresión de Lesley Brill, de una "comedia de recasamiento" donde una pareja aprende a conocerse realmente antes de volver a comenzar sobre nuevas bases.
Otros señalarán la oscuridad oculta en esta película de tono ligero. "'La Sospecha' es el film más duro que conozco contra la institución del matrimonio", dirá el director alemán Rainer Werner Fassbinder. "La Sospecha" anuncia también a "La Sombra de una Duda" donde, esta vez, en el mismo tipo de universo y clima, Hitchcock podrá dar la razón a su heroína. Y la obsesión en Joan Fontaine en ver el mal por todas partes inicia las grandes películas de Hitchcock dedicadas a la locura: "Marnie" y "Vértigo". A fin de cuentas, el director sale fortalecido por ese largo brazo de hierro que representó para él el rodaje de "La Sospecha". A partir de ahora vemos en Hitchcock algo distinto de un ejecutante de "películas de persecución fuera de moda", según la expresión descortés de David Selznick. Por otra parte, en junio de 1941,el productor le pide a Hitcchcock que renueve por un año el contrato que los une. Incluso antes de proponerle que trabajará en otra película, le garantiza 3.000 dólares por semana. "Reconocemos el enorme prestigio del cual goza actualmente...", dice Selznick antes de agregar, un poco pérfido: "...¡pero tememos su erosión por los factores mezclados de su costo y su lentitud".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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