miércoles, 3 de julio de 2019

Mi crítica de "Sabotaje" (Cine-Alfred Hitchcock-1936)

Continuamos con el análisis de los films ingleses del gran director británico.
Después de que Hitchcock se unió a la Gaumont British dirigida por Michael Balcon, comenzó a tener éxito. Y, dado que sus logros no son modestos, siempre da que hablar. Pero este solitario un poco megalómano necesitará siempre de un equipo, aunque sea sólo para calmarlo. El que construyó en su entorno se convirtió un poco en su familia. Apenas terminó el montaje de "Agente Secreto", invita a Ivor Montagu, su coproductor y a Charles Bennet, su guionista, a pasar unos días en la nieve, en Saint-Moritz, su estación de deportes invernales preferida.
No se trata exactamente de vacaciones, ya que el director trae en sus valijas la novela con la cual quiere hacer su próxima película: "El agente secreto", de Joseph Conrad. Fue él quien sugirió la idea a Michael Balcon, el cual, como no quería negarle nada a su director favorito, enseguida le dio luz verde. Hitchcock descubrió el texto de Conrad cuando asistió a una representación de la obra que el gran escritor extrajo de su novela. El tema se corresponde en realidad con las preocupaciones profesionales de Hitchcock, quien, después de "Los 39 Escalones", se convirtió en un especialista del film de espionaje; por otra parte, se parece curiosamente al que acaba de tratar en "Agente Secreto": en ambos casos un inocente es víctima de un acto de terrorismo. Sin embargo, Hitchcock no se contenta con explotar un terreno, está personalmente fascinado con ese universo donde la realidad es sólo ilusión. Cerca de los 40 años, se sume en un mundo secreto, confuso, enigmático, esquizofrénico. "Su reputación de personaje indescifrable y lunático crecía día a día -señala Donald Spoto, su biógrafo-. Pasaba por una especie de fantasma impenetrable y mal hablado." Hitchcock había encontrado en la obra de Joseph Conrad todas sus obsesiones: detrás de las apariencias se traman los más oscuros complots, nadie es completamente inocente, el amor se funda en un contrato truncado, la frontera entre el bien y el mal es difícil, nada se puede contra el destino.
En Saint-Moritz hace sufrir a sus colaboradores interminables reuniones de trabajo rociadas con Apfelwen, esa sidra suiza que era por entonces su bebida favorita. Después de "Agente Secreto", inspirada  en unos cuentos de Somerset Maugham, es la segunda vez que apunta a un autor prestigioso. Hitchcock quiere demostrar que de ahora en más no es un director de películas de clase B.
Joseph Conrad había escrito "El agente secreto" a principios de siglo, inspirado en un caso policial auténtico. En 1894, un anarquista había decidido hacer saltar el primer meridiano poniendo una bomba en el Observatorio de Greenwich. Pero él mismo explotó con su artefacto de muerte sin causar el menor daño al edificio. Luego, la hermana del terrorista se suicidó. Fascinado por ese acto absurdo e incomprensible, Conrad retoma la historia por su cuenta. En su novela, deja deslizar una visión del mundo muy deprimente: los acontecimientos se encadenan mecánicamente y de manera ilógica: los protagonistas son seres desprovistos de conciencia; el niño, personaje calve de la novela, es un inocente.
Para Hitchcock era imposible seguir a Conrad en este terreno: los espectadores necesitan identificarse con los personajes, es necesario un final feliz. Por más impactante que fuera, la novela necesitaba un serio trabajo de adaptación. La primera decisión del cineasta fue transportar la acción a los años treinta. "Sabotaje" sería una película sobre Londres, con sus calles animadas, sus desfiles militares, sus colectivos de dos pisos, sus comerciantes de sombrero hongo, sus vendedores ambulantes de pasta dentífrica y sus monumentos. Sin ser un adepto del documental, Hitchcock quiere cambiar la visión de la Inglaterra manifestada por el cine. "Peleo contra esos films en donde los actores tienen el acento de Oxford -escribirá en la revista "Kine Weekly", en 1937- El cine inglés dejó de lado a la clase media, ese sector tan importante de nuestra población. Me gustaría que pudiéramos hacer lo que hacen los norteamericanos: muestran de manera viva y colorida a la gente de todos los días."
En contrapunto con esta historia dramática en donde el niño de 12 años termina muriendo al transportar una bomba sin saberlo, Hitchcock agrega una historia de amor entre Sylvia Verloc, la mujer del terrorista y Ted Spencer, el simpático detective que va en su ayuda. Y, para dar más consistencia a ese personaje, piensa en llamar otra vez a Robert Donat, la gran estrella inglesa a quien ya dirigió en "Los 39 Escalones". Finalmente, para implicar a los espectadores de manera directa, se le ocurre transformar a Carl Verloc (el terrorista interpretado por Oscar Homolka) en director de una sala de cine, Le Bijou, ¡cuando en la novela, el instalador de bombas, vende obras pornográficas! Las principales escenas del drama tendrán lugar dentro de la pantalla, allí donde Carl Verloc organiza sus reuniones.
Hitchcock sabrá representar con maestría  los efectos del "film en el film", que esa situación requiere. Cuando el detective espía a los terroristas, la banda sonora difundida en la pantalla permite oír  esta frase profética: "Todas sus preocupaciones se terminan ahora". Justo antes de la escena del asesinato de Verloc, Hitchcock coloca a Sylvia delante de la pantalla de Le BIjou, donde pasan un dibujo animado de Walt Disney, "The Silliy Simphonies". Con el público, ella asiste a la escena en la que un pajarito es asesinado, Bing Crosby canta entonces "Who killed Cock Robin?". Esta interrogación, que vuelve de manera obsesiva, hace eco en las propias dudas de Sylvia Verloc acerca de su marido, responsable de la muerte de su hermanito. Hitchcock crea sin cesar este tipo de metáforas, destinadas a producir vértigo en sus propios espectadores: el terrorista escondió una bomba en una lata que contiene la película y "Sabotaje" termina con la explosión de la sala de cine.
De regreso a Londres, en febrero de 1937, todavía circundado por la gloria que le produjo "Los 39 Escalones", HItchcock se hace traer sus cosas, Antes de ponerse a trabajar espera que las cajas de Apfelwein que pidió a Suiza hayan llegado y que su nuevo papel membretado esté entregado. Verdaderos caprichos de estrella. Michael Balcon ya se ocupa del reparto. En un viaje a los Estados Unidos se entera de que Sylvia Sidney está libre y dispuesta para filmar en Inglaterra. La contrata para el papel de Sylvia Verloc. Mientras ella está atravesando el Atlántico en un paquebote, Hitchcock la contacta poro teléfono. "Ella se quedó tan sorprendida que apenas podía hablar", contará.
Desde su llegada, la actriz produce una fuerte impresión en el director, predispuesto a recibir favorablemente todo lo que provenga de Estados Unidos. "Es una joven tranquila y extremadamente natural", dirá. Pero por el momento HItchcock tiene otra preocupación: Robert Donat, que está enfermo, no puede representar el papel. Entonces Balcon y Hitchcock se conforman con John Loder. Desde los primeros ensayos Hitchcock se da cuenta que ese actor no está a la altura  de los diálogos y las situaciones creadas para Donat. Es necesario reducir su papel, cambiar el texto, lo cual le resulta insoportable al director. Cuando comienza a filmar, ya tiene previstos todos los detalles. Como lo señala en la época la célebre crítica C. A. Lejeune: "Hitch tiene el genio del grafismo. Visualiza todo por el instinto. Sus desgloses son verdaderas obras de arte. Dilapida todos sus planos en los márgenes".
Este método de trabajo, que privilegia la escritura, va a sorprender a Sylvia Sidney. La escena central del film es en la que ella mata a su marido  de una cuchillada. ¿Crimen o accidente? La idea de Hitchcock es dejar flotando la duda. La joven, quien se preparó para un gran número protagónico, se da cuenta de que no hay casi diálogo en esa secuencia. Entiende también que se filmarán una serie de planos de las manos, las miradas, los zapatos y ¡de los cubiertos! Para coronarlo, Hitchcock comienza el rodaje de la escena con un primer plano mudo sobre ella. "Oscar acaba de caer muerto, quiero su rostro en el momento preciso de la lucha", le indica de entrada. "Como aún no había matado a Homolka -cuenta Sylvia Sidney-, ya no sabía donde estaba. Entonces le pregunto a Hitchcock: '¿cómo podemos rodar el final de la escena cuando ni siquiera hemos ensayado?'. Réplica seca del director: 'Lo que necesito es a usted, ahora que está bien despierta".
La escena del asesinato es una de las más brillantes de "Sabotaje". Dura sólamente tres minutos pero cuenta con treinta planos en total, de los cuales algunos no duran más que dos segundos. No se trata más que de una proeza técnica. Hitchcock quiere que el espectador comprenda las intenciones de Sylvia Verloc y comparta sus ganas de matar a su marido. La secuencia empieza con un plano de conjunto de la mesa donde están comiendo los Verloc. "Cuando Sylvia Sidney lleva la bandeja de verduras a la mesa -explica Hitchcock- ella está realmente obsesionada con el cuchillo, como si su mano fuera a tomarlo contra su voluntad. La cámara encuadra la mano, luego sus ojos, luego su mano y también sus ojos hasta que la mirada se vuelve bruscamente consciente de lo que el cuchillo significa. Después dirijo un plano totalmente común sobre Verloc que come su guiso. De pronto comprendemos que él percibe el cuchillo y que se da cuenta del peligro. Hasta ese momento, gracias a la cámara,, el público forma parte de la escena. Verloc se levanta y da una vuelta alrededor de la mesa. Camina directamente hacia la cámara. El espectador debe retroceder lentamente en su butaca para darle lugar. Verloc pasó delante de nosotros, la cámara se desliza nuevamente hacia Sylvia y vuelve al objeto principal: el cuchillo. Y la escena continúa hasta el asesinato. Las imágenes son tan breves, filmadas de manera tan plana, que da el efecto de movimientos de cámara subjetiva, en una época en la que esta técnica todavía no se había inventado".
Ante esa actitud que consiste en reducir a los actores a su simple presencia física, se comprende la frustración de Sylvia Sidney, actriz mimada de Hollywood. Al final de esta famosa escena, terminará prorrumpiendo en llanto. "Hitchcock es un hombre muy pero muy brillante, pero -comentará ella amargamente- "Sabotaje" no es un gran film. Dentro de su género es incluso bastante malo".
Se necesitan otra cosa más que llantos y rencor para conmover a Hitchcock. "Cuando se construye una película de esta manera -explicará fríamente a Francois Truffaut- no es necesario recurrir a actores virtuosos que alcancen momentos de gran tensión por sus propios medios o que actúen directamente sobre el público por el poder de sus dones y su personalidad. Desde mi punto de vista, el actor, en una película debe ser mucho más suelto. En verdad, no tiene que hacer absolutamente nada. Tiene que tener una actitud natural. Tiene que aceptar ser usado y soberanamente integrado al film por el director y la cámara". Sylvia Sidney no es la única en quejarse de Hitchcock. Hacia el final del montaje, Ivor Montagu, discute con el director acerca de un decorado. Hitchcock quiere reconstruir por completo una terminal de ómnibus para la secuencia en la cual la bomba explota. "Demasiado caro", le dice el coproductor. El tono sube. Ivor Montagu da un portazo. Para esta escena, ¡Hitchcock se contentará filmando una simple maqueta como Montagu le había aconsejado! Los dos no se volverán a ver más que una vez en el transcurso de su vida. Y Montagu, en su autobiografía, no encuentra palabras bastante crueles con respecto a su ex amigo.
Si bien en el set HItchcock casi no se interesa por el ego de sus colaboradores, no ocurre lo mismo con sus relaciones con los periodistas. Los cuida en particular. Unos años antes, creó incluso una sociedad encargada de ocuparse de su imagen. Sabe que con esta adaptación de un clásico de la literatura británica apuesta fuerte. Con mucho temor se dirige al estreno, a fines de 1937. Esto se vuelve catastrófico cuando, al finalizar la proyección, una periodista se precipita hacia él con las peores intenciones. ¿Qué fue lo que lo conmovió? La muerte de Steve, el niño. La temible crítica C. A. Lejeune será del mismo parecer. Ahora bien, sobre ese punto, Hitchcock no hizo sino respetar la novela de Conrad. Más tarde, el cineasta se entregará a una autocrítica pero... en términos puramente cinematográficos. Le reprocha a esta secuencia que no sorprenda al espectador, ya que la bomba explota como todo lo permitía prever. "Por otra parte -explicará- la explosión era un error porque a lo largo del trayecto el niño se volvió más simpático para el público, el cual no me ha perdonado luego que lo haya hecho morir. Hubiera sido necesario que Oscar Homolka (Verloc) lo matara voluntariamente y que después su mujer vengara a su hermanito".
Hitchcock tenderá siempre a considerar "Sabotaje" como una obra "saboteada". Sin embargo, la película es una brillantísima expresión de puro cine. Compensación última, el escritor Graham Greene, que había devastado "Agente secreto", dirá: "Con este film, Hitchock logró otra vez su objetivo". Para su siguiente película "Inocencia y Juventud", el director abandonará las historias de espionaje. No las retomará sino hasta su estadía en los Estados Unidos, motivado por su necesidad de hacer films de propaganda para ayudar a su país natal amenazado por la guerra.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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