lunes, 29 de julio de 2019

Mi crítica de "Mi Secreto me Condena" (Cine-Alfred Hitchcock-1953)

¡De nuevo entre los mejores! Con "Extraños en el Tren" Hitchcock supo restablecer perfectamente su situación personal después de una serie de fracasos de público y crítica. Otra vez estaba libre para filmar lo que deseaba. Pero por primera vez no encontraba ningún tema que fuera de su agrado. Y uno de los pocos que lo entusiasmaba realmente, una adaptación de la novela de Georges Arnaud, "El Salario del Miedo", no había podido conseguirlo, el francés Henri-Georges Cluzot había sido más rápido para la compra de los derechos. Como sabía que el cineasta estaba angustiado, David O. Selznick le ofreció volver a trabajar para él, pero  Hitchcock descartó inmediatamente la idea: había "sufrido" demasiado durante el rodaje de "El Juicio Paradine".
Entonces Alma, la mujer de Hitchcock exhuma un tema para el cual él había estado trabajando unos años antes: la adaptación de una obra francesa de Paul Anthelme "Nos deux conciences", de 1902. Luois Verneuill, quién había adquirido los derechos de la obra en 1947, había redactado una primera adaptación de aproximadamente cien páginas y se la había vendido a Hitchcock y a la Transatlantic Pictures, pero el proyecto no había llegado a ningún resultado. Después el guión fue revendido a la Warner, que financió otras tres adaptaciones, firmadas por William Rose, Leslie Storn y Paul Vincent Carroll.
Hitchcock aprovechó la oportunidad de inmediato. Es evidente que esta historia de un sacerdote que no puede declararse inocente en un crimen bajo pena de develar el secreto de confesión tiene todo para seducir al cineasta, educado por los jesuitas, Hitchcock experimentó -no lo olvidemos- una fuerte influencia religiosa durante su adolescencia. Y el tema de la película le permite mencionar un tópico que atraviesa toda su obra: la transferencia de la culpabilidad. Tal como se lo dirá Francois Truffaut: "casi todos sus films cuentan la historia de intercambios de asesinatos; aparecen generalmente en la pantalla el que cometió el crimen y el que hubiera podido cometerlo". En el caso de "Mi Secreto me Condena", el cura se siente culpable ya que el asesino mató a un hombre al que él mismo hubiese querido matar. Se siente avergonzado por haber tenido tales pensamientos y busca entonces el castigo de la sociedad.
Pero, en el año 1952 ninguna versión del guión convence a Hitchcock. Le falta sangre nueva. Contrata a William Archibald, que había obtenido un gran éxito en Broadway dos años antes con su adaptación de la obra maestra de Henry James "Otra Vuelta de Tuerca", y pide al dramaturgo Georges Tabori, autor conocido especialmente por su obra sobre los refugiados europeos en los Estados Unidos, que interprete al personaje del sacristán, descrito como de origen alemán. Por supuesto, Hitchcock interviene en la elaboración del guión, y algunos diálogos parecen haber sido escritos por su propia mano, dado que incluyen resonancias autobiográficas. Un ejemplo de ello es cuando el sacristán mata a su mujer: "Pensé en la policía. Siempre tuve miedo a la policía (referencia al famoso episodio por el cual Hitchcock estuvo preso a los cinco años de edad por instigación de su propio padre). ¿Dónde está mi Alma en este momento? (referencia al nombre de su esposa). La amaba. Lloraba al verla trabajar tan duro..."
Para el principal papel femenino, el de la ex amante del sacerdote, Hitchcock eligió a Anita Björk, una sueca que fue conocida en la adaptación cinematográfica de "La Señorita Julia", de Alf Sjöberg. Pero las cosas no suceden como estaba previsto: "Ella llegó a los Estados Unidos con su amante y un bebé ilegítimo. Los dirigente de la Warner tuvieron miedo, sobre todo porque otra sueca acababa de provocar una tempestad: Ingrid Bergman". Para encontrarle una reemplazante había que actuar rápidamente: sólo quedaban quince días antes de las primeras tomas en Quebec. La Warner opta entonces por Anne Baxter, la nieta del arquitecto Frank Lloyd Wright, que acaba de obtener la nominación al Oscar por "La Malvada", de Joseph L. Mankiewicz. Hitchcock la encontró en 1939 cuando se presentó para el papel de "Rebecca". "Tenía en ese entonces quince años de edad y decidí cuidarme con la comida. Mi entrevista con Hitch fue memorable. Me pidió que mirara el techo y suavemente, muy suavemente, sin dificultad, bajara la vista hasta el suelo. Ensayé y volví a ensayar durante un cuarto de hora. No podía más y terminé abandonando, desanimada y hecha un manojo de nervios. Pero él tenía lo que quería ¡había comprendido que podía dirigirme!"
Cuando Anne Baxter llegó al Quebec, donde Hitchcock efectúa las últimas marcaciones, la primera reacción del director es pedirle que se aclare el cabello. "Era muy puntilloso en todo lo concerniente a vestidos y peinados. Había mucho de Pigmalión en él, y estaba muy orgulloso por cómo transformaba a sus actrices". Durante la primera parte de la filmación, la actriz mantiene las mejores relaciones con el director. Sin embargo un incidente menor echó todo a perder. Anne Baxter propuso a Alma ir a conocer la región de Quebec, Hitchcock aceptó con la condición de que su esposa estuviese de regreso para la cena. Pero Alma no estuvo a la hora convenida. Un embotellamiento retrasó a las dos mujeres. Cuando por fin llegaron, Hitchcock estaba furioso. "Parecía Júpiter en persona -comentó la Baxter-, Alma intentó apaciguarlo, pero no lo logró. No me perdonó ese retraso y nuestras relaciones cambiaron desde ese momento".
Para encarnar al sacerdote, Alfred Hitchcock adopta sin problemas la opinión de los dirigentes de la Warner, que querían a Montogomery Clift en el papel principal. En ese momento era una gran estrella, y su aspecto bello, aunque tenebroso, se corresponde bien con el personaje. Con él no hay necesidad de palabras inútiles. Fiel a su costumbre, el actor buscará sumergirse en su personaje. Es así como pasa una semana en un monasterio cerca de Quebec donde aprende a decir el rosario y a hacer genuflexiones. Habla mucho con los monjes y se lleva la impresión que "su pasión por los santos es idéntica a lo que nosotros sentimos por las estrellas". Para la ocasión, renunció incluso al alcohol y a los barbitúricos.
Todo parece marchar sobre ruedas. Sin embargo, no olvidemos que Hitchcock nunca estuvo cómodo con los actores formados según el método del Actor's Studio, tendrá dificultades años después cuando trabaje con Paul Newman. Desde los primeros días de filmación una sorda tensión se instala entre Hitchcock y Montgomery Clift. El director no soporta que el actor esté permanentemente acompañado por su profesora particular, Mira Rostova. "Monty dependía de ella -comenta Karl Malden, que interpreta al detective-. Trabajaba sus textos con ella, apartado de Hitchcock y de los demás actores, e insistía para tener su aprobación antes de que se rodara una escena".
Cuando uno conoce la autoridad con la cual Hitchcock le gustaba dirigir a sus actores, uno se imagina el malestar que resulta de ello. Según Anne Baxter el peor momento fue cuando se filmaban las escenas en la iglesia. "Mira se ocultaba detrás de un poste y Hitchcock, generalmente muy calmo, estaba furioso porque Moty esperaba su aprobación al final de cada toma". Resultado: Hitchcock terminó despreciándolo. Rápidamente, ya no le habla sino por el intermediario de Don Page, su asistente, o por medio del actor Karl Malden, a quien Montgomery Clift le otorga la mayor confianza.
Otro problema va a deteriorar las relaciones entre el director y su estrella: el alcohol. "El pobre Monty bebía mucho, prácticamente todo el tiempo -cuenta Anne Baxter a Donald Spoto-. Estaba tan lejos de todo lo que podía suceder alrededor de él que sus ojos no lograban fijarse en un punto. En el momento de una escena muy importante, debía mirarlo con ansias mientras descubría mi alma. Pero no había nada enfrente de mí, sólo una mirada vacía, lejana, y yo debía imaginar las reacciones que hubiera tenido que demostrar". Excedido por el comportamiento de Montogomery Clift, Hitchcock se venga a su manera. Cuando Jack Warner invita al equipo a cenar a su casa, al comienzo de las escenas en el estudio, el director obtiene su malicioso plan de incitar al actor a probar todas las bebidas. Peor aún: le sugiere que beba una jarra de cognac de un solo trago. Por supuesto Clift acepta, antes de desplomarse, casi muerto de ebrio, en la alfombra del anfitrión, ridiculizado. Jack Warden no organizó una cena para la finalización del rodaje.
A la inversa de "Extraños en el Tren", "Mi Secreto me Condena" fue recibida bastante fríamente por la crítica y mucho más aún por el público. ¿Por qué el sacerdote no revela la verdad?, se preguntaba todo el mundo. "Nosotros, los católicos sabemos -explica el cineasta a Truffaut- que un sacerdote no puede revelar un secreto de confesión, pero los protestantes, los ateos, piensan: 'Es ridículo callarse. Ningún hombre se sacrificaría por una cosa semejante".
Hitchcock juzgó también que el tratamiento del tema carecía de humor y de fineza: "No quiero decir que era necesario poner más humor en el film, pero posiblemente debí poner más humor sobre la marcha, como hice en 'Psicosis', historia seria pero contada con ironía". Y de manera más general, Hitchcock no dudaba en decir: "Algunas de mis películas inglesas fueron muy livianas y a la inversa, algunas de mis películas norteamericanas fueron muy pesadas. Pero esa dosis es lo más difícil de controlar".
Cuando tomó distancia, Hitchcock consideró este film como un "error". Confesó incluso que "nunca debió hacerlo". Actualmente estaría sorprendido al comprobar hasta qué punto sus admiradores aman esta película sombría, austera y personal. Pocas son sus obras en las que se haya mostrado tanto, es una obra maestra para comprender su universo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario