miércoles, 8 de abril de 2020

Mi crítica de "Días de Radio" (Cine-Woody Allen-1986)

Al verse tapado por el triunfo de "Hannah y sus Hermanas", un verdadero éxito de crítica y boletería, Woody volvió a incrustarse en un problema: al cabo de dirigir una obra maestra, él debía hacer algo que se superase a sí mismo. No podía defraudar. El director, que esperaba "poder decepcionar al público en alguna ocasión", tenía menos esperanza en este proyecto que en "Hannah..." y la indiferencia con que fue acogida "Días de Radio", casualmente se debía menos a las caídas de la película que a su falta de destreza para mantener el nivel de sorpresa sobre la forma de la vida moderna en la isla de Manhattan.
El niño Joe se halla sorprendido por la descripción que hace la radio sobre Manhattan, un sitio con todo el glamour, humo de cigarrillos y champagne, hombres con smocking y bailarines de tap, todo moviéndose al ritmo de Tommy Dorsey, Artie Shaw, Louis Armstrong y Glenn Miller. En la fachada diaria de Rockaway, la radio es la conexión infaltable entre lo extravagante y lo diario, dando a la figura de Manhattan, elegante y siempre dispuesta a brillar, que, para algunos es más verídica que la vida misma.
Se ha dicho mucho acerca de esta película, la crítica de su país le pegó muy duro, así como fue de bien recibida en el nuestro. Se ha dicho de ella que no posee una estructura argumental, y que es una película en episodios, tal como lo fuera "Todo lo que Usted siempre Quiso Saber sobre el Sexo...", aunque, a mi entender, esa crítica es infundada, ya que aquí se ofrece una línea argumental clara, sólo que en dos ambientes paralelos, más cercana, si se quiere a la fórmula de "Crímenes y Pecados" o de "Melinda y Melinda". Aquí los dos mundos son la casa y la familia de Joe (un Woody Allen de 8 años) por un lado, y por otro, el de las estrellas de la radio. La película tiene mucho de autobiográfico y, si bien el padre de Woody se llamaba Martin -murió en el 2001, a los 100 años de edad- y también tiene una hermana, como en el film, es cierto asimismo el nombre de sus tíos Abe y Ceil, que vivían con ellos en una casa cercana a la playa, igual que en la película, la profesión del padre -taxista y muchas otras-, lo más autobiográfico son las canciones que ha elegido Allen para ilustrar esta obra, canciones que escuchó en la radio cuando niño y que aún hoy en día, ama. Y la música es ese gran hilo conductor -¿quién dijo que no lo hay?- si bien las anécdotas pueden resultar inconexas, todas siguen ese hilo que es el evento musical, tal vez unidas por la "asociación libre", ese método pergeñado por Freud y que utilizan todos los psicoanalistas del mundo, un recuerdo se asocia a otro y éste a otro, y así sucesivamente. Además este era el método con que se enhebraban los recuerdos en "Annie Hall", película que obtuvo, entre otros, el Oscar a mejor guión original, por lo tanto, ya había sido reconocido y galardonado.
El otro gran tema que une las escenas es la nostalgia por las cosas que se han perdido, por la música de otra época, por los recuerdos -que al decir de Marion Post (Gena Rowlands) en "Otra Mujer": "no sé si es algo que uno tiene o que ha perdido para siempre"-, por la familia, por las voces de la radio y sus personajes, lo cual conforma a esta película como una especie de "Amarcord" felliniano. Allen trató de emular a Fellini tres veces en su carrera: lo hizo especialmente en "Recuerdos. Polvo de Estrellas" ("Fellini 8 y 1/2"), en "Alice" ("Giulietta de los Espíritus") y este "Días de Radio" lo hace con "Amarcord" ("me recuerda", en un dialecto italiano)  Si bien tanto en una película como en otra la nostalgia es el gran sabor que dejan, Woody se permite tomar escenas puntuales: la niebla que envuelve a la tía perdida en medio de la nada, las escenas del colegio, el descubrimiento del sexo, etc. Porque todo no es más que un gran desprendimiento: el de la niñez. Y esto queda claro en la escena de la niña muerta en el pozo que casi cierra el film: representa la muerte de la infancia, de esa niñez en que se podía creer en el "Vengador Enmascarado" y su anillo mágico; en la que se inauguraba a una mente infantil los pensamientos sobre el Amor, la Mujer, el Sexo. Una inocencia que, entre otras cosas perdidas, ya no volverá.
"Días de Radio" parece un material más débil que el ambicioso "Hannah y sus Hermanas". Nuevamente el artista tiene el derecho de refugiarse  en sus momentos más íntimos. Por igual, Allen y Fellini se guardaban la oportunidad de hacer películas más descansadas (aunque en la actualidad todas las películas del cansado Woody parecen "descansadas"), aunque la calidad que exhibían en sus trabajos seguía siendo siempre alta, en comparación con otros directores mediocres. Y los temas que expone Woody se visualizan aquí de forma más clara: los negros sentimientos que desembocan en el matrimonio se eclipsan con el temor de una vida solitaria, el embelesamiento romántico de la gente común que quiere penetrar en la vida de sus artistas preferidos, en el "sacrosanto" mundo de los medios de comunicación -nuevamente el tema de la incomunicación en la obra de Woody-, la corrupción de la vida actual en contraste con la borrosa imagen de lo idealizado ("los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos", decía Proust). Lo que queda por averiguar es si Allen es el verdadero artista, capaz de elaborar ideas propias, o sólo un plagiador que hace propias las formas de un grande y un verdadero innovador como lo fue Fellini.
Woody reconoce -inconscientemente o no- el molde utilizado por Fellini, pero le da vida a su film como algo propio, los chistes verbales y gags visuales son propiedad exclusiva del pequeño genio de Manhattan. La distancia entre la influencia de Fellini en "Recuerdos" y "Días de Radio" es tan compleja como la de Bergman de "Gritos y Susurros", en "Interiores" o "Hannah y sus Hermanas", ya que ambas películas toman como inspiración el clásico de Bergman, pero si bien "Interiores" es un intento nostálgico y artificial de imitar la película del sueco, "Hannah..." funciona como la más cercana y aceptable respuesta de Allen a esa película. "Días de Radio" funciona porque pertenece al período de la madurez igual que "Hannah..." Woody puede demostrarse influido por sus ídolos sin tener la obligación ni el derecho de hacer una fotocopia de sus materiales.
La cantidad de personajes es mucha, inusual en un film de Allen, pero ese cálido grupo familiar tiene actuaciones y momentos remarcables: una tía Bea de Dianne Wiest injustamente relegada al Oscar, en comparación superior a sus trabajos en "Hannah" y en "Disparos sobre Broadway", en dónde sí lo obtuvo, y un trabajo impecable de Mia Farrow, en donde muestra que es una actriz más grande que lo que generalmente se cree (anterior a su psicosis), sumado a la maestría con que Woody dirige a sus actores, hacen de este "Días de Radio" una creación única.
Una melancolía que, como decía Víctor Hugo (no Morales), consistía en "la dicha de estar triste".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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