A primera vista parece sólo una edición más de la entrega anual de películas que puntualmente nos ofrece Woody Allen. Los elementos acostumbrados se dan cita: la paradigmática presentación de letras blancas sobre fondo negro, el mismo Woody haciendo de intelectual neoyorquino de no muy alta categoría, reflexiones sobre el artista y su relación con el mundo cotidiano y el arte, chistes sobre el sexo y el judaísmo. En síntesis, podría ser una muestra de consistencia si se la quiere mirar con una óptica positiva, o un paso más en dirección a un callejón sin salida, enfocándolo de manera opuesta.
Pero hay algo en "Deconstruyendo a Harry" que la diferencia de todas sus películas anteriores, aunque sus marcas muestran que se trata de una obra del mismo artista. Estamos ante un film de ferocidad poco común, que describe a un personaje con tintes fuertemente autobiográficos de una forma al mismo tiempo inmisericorde y autojustificativa. La película emite enunciados sobre el mundo y esos enunciados pueden llegar a ser totalmente inaceptables. Al mismo tiempo hace gala de un humor fuertemente escatológico, apelando a groserías poco comunes. Estas fricciones van acompañadas de un formato acorde. Ya los mencionados títulos están marcados con la imagen de Judy Davis bajando de un taxi, editados con brusquedad y repetidas veces hasta el hartazgo. Es una película que tiene la intención explícita de molestar. En una escena, el protagonista Harry Block (el personaje alter ego de Woody) discute con su cuñado, de creencias judías ortodoxas, y ante la mención de los seis millones de muertos en el Holocausto, le dice, "Bueno, los récods están para ser quebrados". No es un chiste destinado a hacer gracia, ciertamente Block es absolutamente desconsiderado con su gente cercana y, cuando es puesto en evidencia, utiliza argumentos infantiles y crueles. Una de sus mujeres (Kristey Alley) psicoanalista, le reprocha amargamente haberse acostado con una de sus pacientes. Block atina a decir: "Es que salgo poco y no tengo oportunidad de conocer personas en otro ámbito". El tratamiento de las mujeres en la película podría hacer que se escribiera un nuevo tratado en la historia de la misoginia. La enunciación de las iniquidades de Harry Block podría ser larguísima, basta con aceptar el resumen de su vida que hace su hermana y el propio Harry acepta: cinismo, nihilismo, sarcasmo y orgasmo.
Esta película desagradable y agresiva es, además, fascinante. Situada en el extremo opuesto a "Todos Dicen te Quiero", la película encantadora por excelencia, es probablemente la mejor que haya hecho desde "Crímenes y Pecados" con la cual comparte cierto nihilismo moral, pero de la cual se diferencia la deliberada intención de eliminar toda posibilidad de identificación. Harry Block es un monstruo y la película es la puesta en escena de sus ideas más repudiables. Por otro lado Harry Block es Woody Allen. ¿Qué es lo que hace que uno encuentre elogiable a una película de características tan detestables? La primera respuesta, errónea, sería apelar a una suerte de formalismo y decir que, a pesar de que las ideas de la película repelasen, su realización es impecable. Lo cierto de este argumento es que, efectivamente, el film tiene una estructura muy compleja y se despliega ante los espectadores de una forma ágil, graciosa, continua y sin fisuras. Estructurada alrededor de una anécdota central (el viaje de Block a la universidad de donde fue expulsado anteriormente para recibir un homenaje) pero rodeada de flashbacks y relatos tomados de los libros de Block, da lugar a una increíble cantidad de escenas y personajes. Para colmo, como las ficciones de Harry se anclan en su vida personal, tenemos a los personajes duplicados y algunos casos condensados (el personaje de Demi Moore, producto de uno de sus cuentos, es la mezcla de una de sus ex esposas y de su hermana). La película aparece como la concatenación de pequeñas historias cerradas, que, al mismo tiempo, hacen avanzar la trama y dibujan este controvertido personaje. Da la sensación de que la técnica narrativa de Woody Allen se ha refinado de tal manera que puede apelar a las estructuras más complejas sin ningún tipo de dificultad. Las formas del cine no parecen tener más secretos para él y su efectividad dependerá de lo que quiera poner dentro de ese continente.
Pero por admirable que sea, no es solamente la forma, independientemente de su fondo, lo que hace que "Deconstruyendo a Harry" sea una película especial. Es justamente en su ferocidad donde la película encuentra un elemento absolutamente liberador que funciona como una experiencia refrescante.
A lo largo de todo el film, Allen se toma el trabajo de dejar en claro que la influencia que Harry Block ejerce sobre sus seres cercanos es destructiva. Su último libro deja en evidencia las pequeñeces de todas las personas que conoce y de él mismo, en especial de su affaire con su cuñada. El efecto perverso que Block tiene sobre sus semejantes se convierte en su opuesto cuando quienes se relacionan con él lo hacen a través de su obra. Hay dos ejemplos en la película: por un lado la Universidad que lo expulsó (imposible convivir con él) lo homenajea (celebra su obra). Otro caso es el de su novia Fay Sexton (Elizabeth Shue): llega a él encandilada por sus escritos pero, confiesa, nunca podría llegar a enamorarse de él y lo abandona por otro hombre que, a los ojos de Harry, es el Diablo en persona. Harry concluye la película resumiendo esta experiencia en una fórmula que lo tranquiliza y exculpa: es una persona que no puede funcionar bien en la vida real pero que tiene su mundo de ficción, sus personajes que lo redime y lo justifican. Pero de la visión de la película no sale solamente que el artista puede ser una persona execrable en la vida cotidiana y sobresalir en su tarea sino que en la medida en que se apegue más a la verdad y al arte que a la solidaridad con sus congéneres alcanzará logros más altos. La consecuencia de esta línea de pensamiento es que Harry Block dice lo que piensa y escribe lo que sabe. Sus intentos de justificarse pueden ser pueriles pero no son insinceros: efectivamente, si hubiera conocido más gente no hubiera necesitado seducir a la paciente de su mujer. Lo que nunca habría dejado de hacer es acostarse con la mayor cantidad de mujeres posible. Es que para Harry, como él mismo dice citando a Freud, sólo dos cosas importan: las mujeres y el trabajo. Esta compulsión a expresar lo que siente sin demagogias lleva necesariamente al enunciado de ideas desagradables, sino no sería sincero. Pero también a decir cosas sorprendentes y exactas, como cuando ajusta cuentas con el judaísmo más fundamentalista al que reprocha no valorar la vida de un judío de la misma manera que la de un no judío. O cuando afirma: "Entre el aire acondicionado y el Papa me quedo con el aire acondicionado". Esta fidelidad a ultranza a sus ideales le da a la película ese aire de experiencia liberadora. En épocas en que se espera que las declaraciones de un hombre público sean sistemáticamente mentirosas, las declaraciones de Woody Allen por boca de Harry Block, aún las más chocantes, son una bocanada de aire fresco.
En este sentido hay una escena que cobra un aire festivo y regocijante. Harry quiere que su hijo lo acompañe al homenaje de la universidad. La madre se lo niega enfáticamente y se rehúsa a discutir el asunto. Finalmente, en un acto seguramente repudiable moralmente y en contra de todas las ideas existentes sobre corrección política, Harry secuestra a su hijo y lo lleva a la universidad. En la escena siguiente al secuestro, sus dos amigos y su hijo cantan una canción infantil a voz en cuello. Es uno de los pocos momentos de felicidad en la película, un momento alegre y conmovedor, un instante catártico de liberación. En lo que parece una declaración de principios, Harry llegará al homenaje con su hijo secuestrado, una prostituta y un muerto. Luego de pasar por la cárcel encontrará en el homenaje el resguardo de su vida: sus criaturas de ficción. Nunca sabremos la correspondencia exacta entre la película y la vida privada de Woody Allen. Siempre mezcló el exhibicionismo con el pudor y puso a sus personajes como intermediarios entre sus películas y sus personas. ¿Es este muñeco odioso más parecido a él que el Woody tradicional? Sólo nos queda quedarnos con él, admirar su obra, festejar este soplo de libertas importante y nunca, nunca, invitarlo a cenar a casa.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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