domingo, 10 de mayo de 2020

Mi crítica de "La Terraza" (Cine-Ettore Scola-1980)

Más preocupado por contar la declinación de una clase social particular (la comunista) de esos tiempos en Italia que en aportar una mirada humorística, Ettore Scola nos presenta esta valiosa película de 1980, tal vez injustamente olvidada. Pertenece a la primer etapa de Scola, aquella en que dio obras memorables como "Nos Habíamos Amado Tanto" (1974), "Feos, Sucios y Malos" (1976) o "Un Día muy Particular" (1977) esta película cerraría un período glorioso del director que sin embargo no va a opacarse en sus films siguientes, ya que hasta en el último: "Qué extraño llamarse Federico", en homenaje a su amigo Fellini (2013) reveló una lucidez y una sensibilidad como pocos cineastas tenían. En "La Terraza" va a juntar figuras emblemáticas del cine italiano, como VIttorio Gassman, Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi, Jean-Louis Trintignant, Steffano Satta Flores y Stefanía Sandrelli de una forma que sólo él sabía como manejar: el film coral, en este caso en episodios, unidos por un hilo en común. Las historias que desgrana de a poco, a lo largo de esas dos horas y media que ya no volvería a usar en ninguna otra ocasión, se desprende de una noche de fiesta dada por una anfitriona en la terraza de su mansión. Allí se juntan (como es usual en los films de Scola: "El Baile", "La Familia", La Cena") en un mismo espacio todos los protagonistas, que luego jugarán su parte de la historia en diversas viñetas en otros espacios y locaciones. Pero allí están atrapados, casi como en un laboratorio de experimentación Mario (Gassman), Luigi (Mastroianni), Amadeo (Tognazzi), Enrico (Trintignant), Giovanna (Sandrelli) y Sergio (Sergio Regianni), los intérpretes. Todos hablan, todos comentan, todos beben y todos comen. Todos interactúan, no se quedan solos sino que se nos presentan a todos juntos. Hay además un cómico venezolano exiliado en Italia, Galeazzo (Galeazzo Benti), un columnista político, Tizzo (Satta Flores) y una jovencita que busca a otro joven al que no conoce, Isabella (la joven Marie Trintignant), junto a las esposas de los protagonistas, que también tendrán su desempeño después.
Esta vez los apuntes humorísticos que suelen ilustrar sus relatos están relegados, hay muy pocos de ellos y con cuentagotas, y lo que puedo criticarle a la película es su falta de emoción: hay drama pero está distanciado del espectador, no es posible involucrarse emocionalmente con los personajes. Si bien está todo muy calculado y pensado, como en la mayoría de sus historias, este cálculo lo aleja acá del sentimiento puro. Una lástima. Pero la historia es valiosa en cuanto a su relato de la sociedad italiana, esta vez tomando un microcosmos muy particular, el de las personas cercanas a los medios: el cine, el periodismo o la política.
El primer episodio involucra a Enrico (Trintignant) y Amadeo (Tognazzi) junto a la esposa del primero, Emanuela (Milena Vokotic), Trintignant desempeña a un guionista de cine para el que su productor (Tognazzi) le exige un guión puramente cómico, que cause mucha gracia, y que él, con un bloqueo de escritor, no es capaz de escribir, aunque ya haya recibido un adelanto de su promotor. Se marcha de la fiesta ofendido porque Amadeo le echa en cara que ya no escribe como antes. Entonces se encierra en su casa hasta que alguna idea brote en él. Es muy particular cómo (al comienzo de la película) la dueña de casa y el comerciante que vende en la vereda se intercambian, a los gritos, auspicios sobre el guión que Enrico está escribiendo: una crítica literaria sobre la sociedad actual y, subraya la patrona, "con música de Armando Trovajioli", como la propia película lo es. Finalmente, ante el llamado de Amadeo, Enrico improvisa un guión de lo más cómico para que lo interprete Sordi, logrando así, humor bajo presión. La historia de Luigi (Mastroianni) transcurre entre la denuncia política como periodista que es, columnista de un diario, arrojado a la calle por sus comentarios, y la historia de desencuentros con su ex mujer, Carla (Carla Gravina), también brillante periodista a quien él ha impulsado a formarse. Ahora ella ha remontado vuelo propio y se ha alejado de él, quien sin embargo le suplica que vuelva a su lado, desamparado como un niño. Es brillante la situación de la cena entre los dos con el mozo con Parkinson, brillante apunte de Scola, que como dije siempre de las canciones de Víctor Manuel, se describen con apenas uno o dos trazos, logran pintar toda una situación. El trabajo de Marcello, con su voz siempre seductora, su rostro amable y su gestualidad salvan al episodio de caer en lo anodino.
Es el turno de Sergio Reggiani, con su Sergio Stiller, un asesor de programación de la televisión estatal, su labor consiste en analizar el contenido de los programas, series y películas venidos desde el exterior, a ver qué aportan a la cultura italiana. Sergio vive obsesionado por su peso, se lo mide en cuanta balanza encuentra y como este oscila, se obsesiona. Es recibido por el superior quien le pide las observaciones sobre una serie norteamericana de la que él da mala referencia porque, como comunista que es, se siente amenazado por la fuerte influencia nociva que dicha serie puede producir sobre la juventud de su país. Mientras escucha estas opiniones, el jefe de programación hace que una secretaria le corte las uñas de los pies (otro efecto notable del mago sempiterno Scola). Le informan a Sergio que un nuevo observador se mudará a su oficina próxima, y para esto corren los tabiques movibles de la suya y lo ponen "de cara a la pared" haciendo una reforma de achicamiento. Sergio desecha el sustancioso almuerzo de dos aceitunas y unos garbanzos por su problema de peso. Al cabo de la jornada está tambaleante y flojo, casi por desmayarse y mientras recorre el set donde se filma "El viaje del capitán Fracassa" (una idea que Scola retomará como tema de una película propia diez años más tarde) se cae muerto bajo la nieve del estudio.
El scketch protagonizado por Tognazzi presenta a Amadeo, productor de cine, flotando en medio de su piscina lujosa en su mansión lujosa, pero en donde vive con su mujer Enza (Ombretta Colli) con quien mantiene un distanciamiento frío. Son todas mujeres más jóvenes las que acompañan a los hombres de este film, como una constante, y para recuperar su amor alicaído Amadeo opta por teñirse el cabello. Finalmente aceptará darle el gusto a Enza, actriz, a quien sólo hacía pasearse desnuda por sus películas cuando era más joven, y financiar una película de un brillante nuevo director para que ella actúe. Pero este film resulta una insufrible cosa intelectualoide que Amadeo está lejos de poder comprender, aclamado por todos, menos por él, contrata nuevamente a Enrico para que deje de escribirle comedias y se dedique al drama.
En la fiesta una jovencita Giovanna(Sandrelli) se tona agresiva con el diputado comunista Mario (Gassman) sólo para sentirse un poco más segura de lo que su inseguridad se lo permite. Pronto lo llama por teléfono para disculparse y comienzan una relación que será de amor, clandestina porque tanto ella como él son casados, lo que llevará a Mario a un problema moral sobre si dejar a su mujer, ya madura, con quién ha compartido amor, sueños, penas y alegrías y sumarse al tren de los rejuvenecidos por el amor. Se lo plantea a Giovanna y en una ensoñación piensa que lo comparte ante la asamblea general del partido. Es fotografiado con la joven saliendo de un departamento que un camarada le prestara. Todo termina en el statu quo, sigue con su esposa sin modificar nada de su triste y vulgar existencia.
Pero en el final, ya reunidos los cuatro amigos les tirará la bronca sobre ellos por verse y saberse igual que sus compañeros de fiesta, unos desasosegados que han rebajado la moral de los principios del comunismo dejándose influir por la época nefasta en la que están viviendo. Esto nos muestra por qué la película le ha salido así de agria al camarada Scola: porque ve resquebrajarse el mundo que alguna vez soñaran dentro de una moral que tiende a salvarse individualmente en vez de pensar en el conjunto. De todos modos al término del film se desata la tormenta (de estos tiempos, parece mostrar Scola) y todos se refugian en el interior, cantando alegremente en derredor de un piano.
Un reparto de lujo para un film que  como el mundo, no es lo que podría haber sido.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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