Una película valiente es esta del cubano Tomás Gutiérrez Alea, co-dirigida por Juan Carlos Tabio, ya que se expone a criticar el régimen castrista desde el propio interior de Cuba en 1993, año en que Fidel todavía estaba en su esplendor. Gutiérrez Alea, nacido en 1928 y muerto en 1996, a los 68 años perteneció a una generación que reivindicó la Revolución Cubana, siempre con un ojo puesto en la situación política, social y económica de su país. Fue miembro de una corriente que tuvo su esplendor en la isla entre 1960 y 1970 denominada Nuevo Cine Latinoamericano y que tenía como principio estar lejos de los dictámenes de Hollywood y del cine de autor europeo, Consideraba al cine como una herramienta fundamental para el cambio social y político y hacía que el espectador se considerara inmerso en la trama. Jugaba a que el espectador se viera interpelado desde un análisis del problema del que no había una solución clara, y hacía de éste un actor del cambio social. Y fue crítico del sistema dentro del sistema mismo, con esta "Fresa y Chocolate".
¿Para qué va a pedir helado de fresa habiendo de chocolate?, espeta David (Vladimir Cruz) acerca de Diego (Jorge Perugorría), aquel joven gay que se ha sentado a su mesa el mismo día que su novia Vivian se casa con otro. A partir de allí va a entablarse entre los dos hombres una relación de tira y afloje por parte de ambos, cada cual cediendo parte de su terreno adquirido. David es un representante de la juventud revolucionaria, que está muy conforme con el estado actual de las cosas en Cuba, y su antagonista, justamente es un literato, un pensador, que pone en cuestión todo lo que sucede allí, empezando por un estado de cosas que no le permite elegir libremente su sexualidad, como todo lo que no se puede elegir libremente aún hoy en la isla. Porque vayamos a la historia, la revolución cubana anduvo bien mientras estaba presente el Che (no olvidemos que el Che era un guerrillero, que si bien tenía ideales románticos en su juventud, era eso, un sujeto que portaba armas y mataba en pos de sus ideales, algo no muy noble por cierto), pero cuando cayó en manos de Fidel Castro, sustentado por la Unión Soviética detrás, todo empezó a tener un olor a desconcierto. Para sostener lo que digo recomiendo la lectura del excelente libro de Marcos Aguinis "La pasión según Carmela", en donde pinta muy bien el clima social de la época en Cuba.
Pero vayamos al film, Diego es un revolucionario a su manera, porque se enfrenta él solo al régimen y lo pagará con el exilio (hay buena parte de "El Beso de la Mujer Araña" en esta relación entre homosexual y revolucionario, que si bien no se sella con un beso como en esta acá es un abrazo lo que pone paréntesis a la relación). David es virgen de mujeres, su contacto con su novia Vivian terminó frustrado por la incomprensión, y buscará refugio en Nancy (Mirta Ibarra, esposa en la vida real del director), la jefa de seguridad del edificio en el que vive Diego, y con quién vivirá una buena historia romántica, luego de brindarle su sangre por transfusión cuando ella quiso suicidarse cortándose las venas. Nancy es la amiga y confidente de Diego, que como todo gay que se precie tiene en una mujer de más edad a su consejera. David se considera un materialista dialéctico, práctica que será puesta en tela de juicio por Diego, burlándose de él y de todo un régimen en decadencia que sólo juzga las vidas de las personas, les prohíbe pensar diferente y los tiene sumergidos en la cuasi miseria (este es el pensamiento que Gutiérrez Alea nos quiere transmitir). Por cierto que el comunismo quedó atrás en la historia de la humanidad, puede haber servido en las luchas de barricadas que alentaba Karl Marx, pero en estos tiempos en que la jornada laboral es de 8 hs. y no de 12 como en aquella época de explotación y cuando existen los sindicatos, las obras sociales y la salud estatal es toda una gran anacronía. Además el comunismo nunca vio con buenos ojos a los gays, tomándolos como seres desviados y no como una elección sexual posible y limpia.
Es entre estas dos grandes y disímiles formas de pensar que se debatirá el espectador de ésta, la primera película cubana nominada para el Oscar (Jorge Perugorría consiguió un empuje muy grande a su carrera luego de este film, convirtiéndose en estrella internacional). Diego es amante de la Callas, de escritores cubanos en el exilio y de Oscar Wilde y García Lorca a quienes lleva como estandartes de su homosexualidad. Por supuesto que el lazo entre los dos hombres se da por una novela de Vargas Llosa que Diego le promete a David, lectura que estaba prohibida en Cuba, y por la que logra llevarlo hasta su "guarida", como llama a su redil de escritor.
Para David, que siempre ha sido un correcto heterosexual, su cercanía con el muchacho gay lo pone en guardia un poco desmesurada, le agarra como un ataque de homfobia cuando el otro pretende seducirlo, tal vez porque en su interior sea un homosexual reprimido (desde el psicoanálisis podría explicárselo así), si bien no tiene problemas en andar en cueros o en slip teniendo estrecho contacto con su amigo hétero, lo que nos hace sospechar más aún. Finalmente los embates seductores de Diego cesan, elevando una tregua que sólo puede dar paso a cedérselo a su amiga Nancy y así sublimar su deseo. Al fin y al cabo, después de habérselo propuesto ella, será quien le haga perder la dolorosa virginidad a David con sus avances de seducción. Hay de por medio un amigo escultor, ex pareja de Diego, que produce imágenes religiosas católicas, lo cual pone en guardia a David, tomándolo como otro subversivo. Y hay un asunto con una embajada a la que adscribe Diego, que alertará las antenas del amigo de David y lo instará a que lo vigile de cerca, tanto como para ir a trompearlo en una ocasión y sorprender a su amigo David llevándole flores a Diego, con lo cual pone en duda su hombría. Finalmente la embajada concreta su acción: es en un auto de esta que ve David bajarse a Diego, y este le dice que es porque debe abandonar el país. Porque lo han dejado sin posibilidad de trabajo intelectual, confinándolo al área de la construcción. "¿Qué voy a hacer yo con un ladrillo en la mano?" ladra Diego llorando. Y es por eso que se despide de su amada Cuba (porque la ama, a pesar de sus instituciones) y se va a brindar con la "bebida de los enemigos", el whisky, a mejores horizontes.
Una historia que nos lleva a pensar, a quebrar fronteras y límites entre lo aceptable y lo repudiable y hacer que los personajes se replanteen una ideología (que son las hijas putas de las ideas) ya perimida. Y todo filmado desde el vientre del cocodrilo, de ahí su valor como documento histórico y de valor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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