Hasta 1975, Woody venía haciendo películas en tono de comedias alocadas o satíricas, si bien cada una de ellas era un guiño sobre directores o películas importantes en la historia del cine ("Citizen Kane" en "Toma el Dinero y Corre", "El Acorazado Potemkin" en "Bananas", Antonioni en "Todo... sobre el Sexo...", Bergman en "Amor y Muerte. La Última Noche de Boris Grushenko") y hasta se quejó porque la gente sólo se reía en "Amor y Muerte" y no se detenía a ver su contenido metafísico y espiritual.
Pero en 1976, Woody dio "El gran salto". Sería contratado por Martin Ritt para sólo actuar en una comedia dramática. He aquí el gran salto. Woody Allen sin escribir o dirigir, en una película que trata sobre un tema serio, con un suicidio de por medio y que encima termina mal. Y además debe hacer reír.
Pero veamos cómo es la risa aquí. Por supuesto que el guionista no se ríe del "macarthysmo" ni de la caza de brujas, sino más bien toma seriamente ambos temas y pone a un actor cómico en el centro de la historia para que, tangencialmente, haga reír. Se ríe de su incapacidad para escribir guiones de TV, se ríe de situaciones ridículas, como cuando es encerrado en un cuarto aislado para escribir en el momento, o en su romance con Florence. Se encuentra Woody con que se puede ser gracioso tocando un tema que no lo es, y aún así, salir a flote. Esto influirá, definitivamente en toda su filmografía posterior, de allí la importancia que vamos a darle a esta película en su carrera, film bisagra y emblemático, en la obra de Woody Allen. Además compartirá cartel con su amigo Michael Murphy ("Manhattan") y con otro gran ícono cómico haciendo un papel dramático, el siempre eficaz Zero Mostel.
La trama central es trágica. Pero la elección de Woody Allen para encabezar el reparto la hace más potable, unida a la patética actuación de Zero Mostel, quien realmente había estado en una "lista negra", al igual que su autor (Martin Ritt) y el guionista Walter Bernstein. La actuación de Mostel será una de las más recordadas de su carrera.
El nombre y el año de los "tachados" aparecen al final del film, dando esto una mayor credibilidad a la situación y se siente la atmósfera de sutil revancha por parte de estos. Ello dará a Woody la capacidad para escribir, de ahora en adelante comedias dramáticas, que hacen reír mucho, pero tienen un trasfondo de drama o de tragedia. Fruto de esto será su tetralogía inmediatamente posterior: "Annie Hall" (1977), "Interiores" (1978), "Manhattan" (1979) y "Recuerdos. Polvo de Estrellas" (1980).
"El Testaferro" es un film doloroso, ya que está facturado por personas que realmente estuvieron en las famosas listas negras de esa luctuosa página de los Estados Unidos, al finalizar la película no sólo aparecen los nombres del director, productor, guionista y actores, sino que además rectifica el año en que estos estuvieron censurados. Incluso, a mediados de los 70, este no era el tipo de film que gustaba a Holywood y todos fueron delicadamente presionado para evitar la experiencia de filmarlo. La inclusión de Woody les dio el incentivo que la película necesitaba y él quiso aclarar que su intención era apoyar a las víctimas de McCarthy: "Me acuerdo haber oído de la lista negra cuando iba a la escuela, me hizo comprender del todo sus implicaciones. Viendo en retrospecitva lo que ahora conozco como historia, eran unos tiempos horribles. El guión expresa mis sentimientos políticos aunque yo no lo haya escrito".
Luego comentaría que su papel en "El Testaferro" tampoco era la posibilidad de actuar "Hamlet", y que la sola razón por lo que lo hizo era porque valía la pena. El film deja sentado su necesidad de asociarse políticamente a una idea en momentos de disturbio social: "Sabes que siempre estás buscando un punto medio para bailar alrededor de él -le dice Alfred a Howard-. Esta vez no hay punto medio".
No obstante, siendo "El Testaferro" una película angustiante, la actuación de Woody Allen lo hace olvidad inmediatamente. Algunas de sus frases parecen escritas por él ya que son típicas del "humor-Allen". Florence le dice que escribe bien sobre "personas", a lo que Howard, hinchado de autosatisfacción responde: "Bueno, yo creo que si vas a escribir sobre seres humanos lo mejor es que sean 'personas'". Flirteando con Florence le dice: "en mi familia el peor pecado era comprar al por menor". Woody debía lograr que la luminosidad que irradia Woody Allen se metiera en la piel de Howard Prince, en vez de encarnar su propia personalidad dentro del personaje del guión, del modo que el film necesitaba de su calidad de "estrella" para levantar los ánimos del mismo y que no cayera en el vacío. La transparente concepción de Woody como intérprete fue lograda de manera admirable para alguien que nunca había interpretado otro papel que el de él mismo, escrito por él y para él. El guionista Walter Bernstein comentó que sería complicado para Woody trabajar en una película en su mayor metraje, ya que todos se acercaban al film por Woody Allen y él no podía defraudar a su público.
"El Testaferro" tenía que aunar la idea de la "caza de brujas" macarthysta con una delicada e imperceptible mirada de manera que muchos de los que habían sufrido la persecución trabajaban en la película y eran judíos. A Howard Prince no le faltan motivos, además de los políticos para oponerse a la "caza de brujas". "El judío -según palabras de George Steiner- es un reproche viviente". En el marco cultural de los años 60 uno de los motivos primarios y más poderosos era el de recuperar la cultura étnica e histórica, para no perder la identidad personal, con los modernistas corroborando que esta aceptación personal era ideal para el personaje de la vida moderna que nos da la opción ofreciéndosela a todos. La interpretación de personajes como los de Howard Prince o Alvy Singer (en "Annie Hall") arrastró a una toma de conciencia a la preocupación de todo el cine de los años 70, en ese momento en que las películas estaban diseñadas para un sector concreto de la platea tales como las películas destinadas a los negros o para los judíos. Allen insiste en no ser únicamente un cómico judío, ya que se resiste a etiquetarse étnicamente, una forma nada convencional para quien desarrolla un humor tan individualista. Sin embargo, sus condición hebrea es una forma especial de su manera de ser y como tal, le da cauce cómicamente, dándole un matiz particularmente agudo a su inteligencia. "Por cada diez judíos que sufren y protestan -dice un proverbio- Dios creó al undécimo para que los haga reír". Es notorio que cuando Woody se vale del pasado, los resultados son siempre alentadores. "El campo de concentración era la verdadera prueba. Hay quienes delatan a su mejor amigo y hay quienes se comportan con un valor increíble".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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