sábado, 14 de mayo de 2016

Mi crítica de "2 Días en New York" (2011) (Cine)

Por fin pude ver la tan demorada por mí secuela de "2 Días en París" de, por y con la talentosa Jullie Delpy, continuación de la otra pero esta vez el marco de referencia y de residencia es New York en vez de la Ciudad Luz. Marion ha cambiado no sólo de residencia sino también de novio, ahora comparte piso y cama con un afroamericano de nombre Mingus (Chris Rock) y los dos días fatídicos son los de la visita de su familia francesa a la capital de la cultura (un padre viudo, con todo el espíritu lúdico a flor de piel, una hermana exhibicionista y un futuro cuñado drogón). Marion comienza y termina su película contándosela como un cuento de títeres a la que al final sabremos es la hija de la pareja (mulata). Una de las cosas que más asombra en el film es que todos tomen con tanta naturalidad la unión y enamoramiento de la rubia francesita con un negro como el carbón que no habla ese idioma, cosa que debería ser, por otra parte, lo más natural si no existiesen los prejuicios de unión de razas o de religiones (hasta de bandos políticos enfrentados). Todo está aceptado en la ciudad de New York y nada asombra a nadie.
Mingus trabaja como periodista en un programa radial y su sueño es entrevistar a Obama, sueño que va configurándose realidad; y Marion busca abrirse camino en el mundo de la fotografía y las exposiciones artísticas. Es por ello que para su primera muestra "vende el alma" (concretamente) por 5.000 dólares (puestos por el actor y director Vincent Gallo, de breve intervención en la película). Es que Marion no cree en la existencia del alma, así que eso es como un juego para ella, juego que le sale mal debido al pobre monto de dinero que recolecta. Pero lo principal es la familia... Convive con su novio y sus tres visitantes, más dos niños propios y ajenos en su piso de New York hasta que la situación se hace insostenible para Mingus (que debe soportar hasta que la hermana de ella utilice su cepillo de dientes eléctrico como vibrador junto a su novio) y éste le suplique que los mude a un hotel. El padre no, que a su edad siempre está dispuesto para hacer bromas o maldades, como esa de rayarle la limusina a un millonario con una moneda, o la de andar desnudo en el baño sauna.
Pero lo que prevalece en esta comedia (sí, porque de eso se trata) es el humor y amor con que la actriz/autora/directora trata a sus personajes. Está visto que Jullie Delpy es la Woody Allen con faldas, y no duda en poner un gag detrás de otro, todos de efectividad y conjugarlo con situaciones dramáticas. Es mucho lo que aprendió Delpy de su colega neoyorquino, si bien aquí todo pasa sobre el tamiz de lo francés en lugar de lo judío. Y Delpy sabe escribir, ya lo había demostrado en sus anteriores "Dos Días en París", "Le Skylab" y la recién estrenada "Lolo, el Hijo de mi Novia", además de la colaboración con Richard Linklater y Ethan Hawke para darle forma y color a esas maravillas que fueron "Antes del Amanecer", "Antes del Atardecer" y "Antes del Anochecer", que para mí ya son películas de culto, y a las que frecuentemente vuelvo para refrescarme el alma.
Decíamos que lo importante es la familia (como dirían los Campanelli), ya que a pesar de aguantarles las mil y una, en el momento cúlmine del film, cuando Marion se suba a un alto tejado para salvar a la paloma que ha quedado enganchada y esté por caer al vacío, serán las manos de toda su familia quiénes la salven del golpe mortal. Decimos que Marion (Delpy) es el alter ego de Woody porque es una chica nerviosa, neurótica, insegura de sí misma (capaz de agarrar por las solapas al crítico despiadado que está elogiando su trabajo, por las dudas nomás), capaz de fingir un tumor cerebral que le da un mes de vida ante la vecina que quiere desalojarla, una mujer que recorre un camino distinto al del resto del mundo. Y hay golpes maestros como cuando se finge atacada por el tumor o cuando se pierde en la calle en esa noche de Halloween donde los rostros enmascarados le devuelven como un espejo su distorsionada y apesadumbrada vida, o cuando trata de explicarle a sus hijos porqué es malo andar disfrazado de muerto. Sin hablar del último de los gags, el de la "paloma vengadora".
Jullie Delpy se ha instalado ya en el lugar de los directores sólidos, aún con sólo cuatro largometrajes a sus espaldas, diciendo en un reportaje que dirigir, es para la mujer 1.000 veces más difícil que para el hombre. Pero sus productos dan muestra cabal que tiene qué decir y sabe como hacerlo, recurriendo en todos los casos a un sentido del humor entre irónico y nostálgico, pero siempre chispeante. Recomiendo esta película como así todas las demás en que dirigió o colaboró (como en los casos de "Antes del...") o en las que simplemente trabajó (no podemos olvidar su eficaz colaboración con el maestro polaco Kryzstof Kieslowski en "Blanc", de su trilogía de colores). Así que véanla si la encuentran por cable o si la pueden conseguir bajar como hice yo. Dentro de poco mi crítica de "Lolo".
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario