El arte debe ser fatal.
Esto significa que en arte hay una sola manera de expresar las cosas, si cambiamos algo ya no produciría el efecto esperado. Si el Quijote no empezara diciendo: "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...", si se cambiara una sola coma al Quijote ya no sería El Quijote. Lo mismo ocurre con "Cien años de soledad" o con Mafalda. Y parece que la versión de "Esperando la Carroza" que se hizo en la película del genial Alejandro Doria (1986), la mejor película argentina de todos los tiempos, que yo debo haber visto por lo menos 40 veces, es la única posible y la definitiva. Por eso que meterse con un texto que ya está en la memoria colectiva de todos los argentinos es un riesgo mayor. En otras palabras, que después que cantó Pavarotti, que venga a cantar José García no tiene ninguna importancia. Y es que ese seleccionado que formaba la película (China Zorrilla, Brandoni, Gasalla, Tenuta, Betiana Blum, Mónica Villa, Julio De grazia, Andrea Tenuta, Pinti, Rossetto, Grandinetti, Lidia Catalano, Clotilde Borella, la mamá sorda del borracho Pinti, la profesora de francés, hasta la amiga de Matilde con un cuerpo espectacular y carita de monstruo) eran perfectos e insuperables, cada uno tenía la forma exacta de decir sus parlamentos y pareciera que esa forma es la definitiva y la única con que se puede decir "Esperando la Carroza". Por eso es que esta versión cae en lo obvio, las frases son las mismas (los chistes ya no causan gracia de tan escuchados que los tenemos) pero dichas sin la gracia que deberían tener. Pero voy a dejar de lado la referencia de la película ya que es un peso muy pesado, voy a dedicarme a criticar esta versión sin pensar en la otra, y agregando el plus de que es un musical.
Pero lo que Hector Presa no entendió es que esto es un grotesco y no una comedia costumbrista. En un grotesco todo debe ser exagerado, altisonante, al borde de la sobreactuación, con la puteada gruesa, maximizado. Nada de eso ocurre aquí, hay sí por ahí dos o tres escenas bien resueltas, gritadas, pero no al borde de la exasperación, condición sine qua non para un grotesco que se precie. Además, las actuaciones no son de adentro para afuera, no tienen carnadura, son pura cáscara, elemento que toda actuación debe tener para ser creíble (Stanislavsky dixit), no hay verdadera desesperación ni angustia en Jorge y Susana, ni son falsos snobs Antonio y Nora ni se nota el enojo ni la crispación al borde del delirio de Elvira y Sergio. Pero debo confesar que los números musicales levantan un poco la obra, son ingeniosos y si bien hay ciertos desniveles en las voces, el ensamble refuerza la creación. Las coreografías están bien ingeniadas y los intérpretes las superan con hidalguía. La escenografía está bien resuelta, con el sólo elemento del ataúd en medio de la escena, sirviendo de multiuso se logran muchas cosas interesantes.
Pero debo confesar que esta crítica partió de un equívoco en el teatro. Con mi corta visión y cierto ropaje que la ocultaba, yo pensé que Marina era Matilde, y me pareció que su trabajo era correcto. Pero maldecía el que no hubiese tenido un solo para cantar y expresar su voz. A la vez me decía, qué buen trabajo hace la actriz que hace de Susana, que buena voz que tiene (la mejor), qué buenos son sus movimientos para el baile, se nota que estudió clásico, qué buenos pasos de comedia... y resulta que cuando salgo me encuentro (para gran sorpresa y regocijo mío) que Susana era Marina. (¡Ay esos programas de mano que no traen información sobre el reparto!). Por una vez debo confesar que lo que le jugó en contra a Marina fue su belleza. Marina es una chica bellísima, de una belleza de esas que duelen y se pensaría que todo lo que ella haga está bien. Pero acá justamente, su juventud, lozanía y hermosura no van con el papel, de una Susana, avejentada por el sufrimiento, acongojada, arrugada, gastada, angustiada hasta el ataque de nervios. Habría que haberla afeado un poco para que no pareciera tan saludable. Del resto del elenco poco se puede decir, es más bien chato, no basta con vestir un overoll para demostrar que se tiene una condición social más baja que el resto de los hermanos, ni lucir finas camisas para ostentar un status más alto (el bailecito de Aitor Miguens como Antonio no aporta a que sea un gran actor, más bien lo ridiculiza). Y las actuaciones de Ornella Ortíz (Nora) y Sandra Plis (Elvira) dejan mucho que desear. Nora por ejemplo, no debería cantar, ya que tiene una voz no indicada para musicales (por respeto a la salud auditiva) mientras que la voz de Elvira no pasa de la medianía. Lo más gracioso de la obra son los apuntes extra diegéticos, aquellos que no están en la película y nos sorprenden favorablemente, como el caso de que Mamá Cora se instale en la platea y vaya a ver una función de teatro en su ausencia de la casa y pida hablar por el celular. Sin embargo se notan en Bárbara González (Mamá Cora) muchos tics de Gasalla en su composición. Si bueno es hacer la imitación de una persona real (desde "Amadeus", pasando por "Capote" o "Milk") no tan bueno es hacer la copia de un personaje ya elaborado por otro. Por eso es que reniego de mi pasado como imitador (cuando copiaba las imitaciones de Sapag, si bien hacía otras de mi propia cosecha, vg. Doña Petrona, Joan Manuel Serrat o Benny Hill).
En resumidas cuentas, que a Héctor Presa se le escapó la presa (espero que su trabajo con la Camerata Bariloche haya sido superior y superador), apto sólo para quienes no conozcan la película ni la historia de Mamá Cora y su familia. Sólo rescatable el trabajo de Marina Munilla como la gran, enorme actriz que es (y no lo digo por amistad ni por quedar bien, ya ven, partí de un equívoco) y la correcta interpretación de Agustina Di Vico con su gracia natural como Matilde. Y un buen aporte musical y ensamble vocal. Lo demás es un gas inerte.
Perdonen si fui muy duro pero es lo que yo ví, por ahí en otras funciones levanta más vuelo, y mis críticas no son para derrumbar sino al contrario, que puedan servir para elevar el nivel general del elenco.
Gracias nuevamente por leerme y por llegar hasta el final.
Un abrazo de hermano. Pablo.
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