Por fin llegué a ver "Lluvia de Plata" (me la debía desde abril) y me sorprendió gratamente esta segunda obra que veo de Sebastien Thiéry (la anterior fue "¿Quién es el Sr. Schmitt?") que sigue la misma línea con final "inesperadamente" trágico y reflexiones varias sobre la condición humana. Para mí que la ando galgueando con el tema de la plata y que cada vez se hace más difícil llegar a la mitad del mes, ver brotar plata del suelo fue todo un tema de envidia... o no tanto, debido a sus consecuencias.
Debemos decir ante todo que estamos ante una obra que combina lo fantástico con el más puro realismo mágico, ya que las cosas más inverosímiles son aceptadas como naturales. Al principio la pareja conformada por Loló y Bruno se ve intrigada por la aparición de un billete de cien francos arriba de su mesita ratona, luego serán varios miles y luego pasarán a cientos de miles. "¿Que está pasando? ¿Qué nos está pasando?" es la pregunta que se formulan ellos y la gran pregunta del espectáculo. No sólo de dónde proviene ese dinero sino por qué, quién, cuándo, son las preguntas que se hace esta familia sin hijos de corte socialista que hasta ha enseñado a cantar la Internacional a su empleada, también socialista. ¿Qué nos está pasando? porque la presencia de plata (de mucha plata) parece trastocarlo todo: la convivencia, los valores morales, las ideologías. Parece un premio donado por un ser superior, dictamina Bruno, quien padeció la pobreza en su juventud y debió hacer muchos esfuerzos para recibirse de médico anestesista mal remunerado. "Al fin alguien se acordó de todos nuestros padecimientos", él lo considera como una justificada reparación de su vida de privaciones. Y es ahí cuando decide gastar el dinero y darse todos los lujos de que se vio privado. Le compra a su esposa un hermoso vestido de 7.500 euros, más una cartera valiosa, más los zapatos que ella siempre quiso sumado a una cena con caviar. Pero ella reniega de todo eso: "Es dinero sucio, ¿no hablabas siempre de la igualdad?" y se niega (en un principio) a ponerse el vestido porque considera obsceno utilizar un vestido de 7.500 euros. Ahí nos topamos con las declaraciones que hacía Kieslowski, el gran maestro del cine polaco cuando le preguntaban sobre el costo de las películas. "Gastar demasiada plata en una película es obsceno. Si yo me tomo un café por 5 dólares está bien, pero si yo pago 200 dólares por ese café, ese café es obsceno". Y ahí empieza la debacle del pretendido izquierdismo de Bruno, al envilecerse, al obsesionarse por el dinero, renegando de todos los valores que proclamó durante su vida y gastando plata a rolete. Al fin y al cabo es lo mismo que le pasa a muchos izquierdistas, que, al decir de Pinti: "Los comunistas son comunistas mientras no tienen dos pesos en el bolsillo. Cuando tienen más de dos pesos dejan de ser izquierdistas". Y ahí aparece el verdadero tema de la obra: ¿se puede uno olvidar de quién es, de lo que piensa, siente o proclama debido a un factor externo que le cambia la vida? Nada lo detendrá por obtener más plata (el papel moneda de uso legal sigue brotando de los pisos como si de alfalfa se tratase), hasta el desenlace final de corte trágico. Aún cuando el vecino de arriba, el Sr. Tourette (un policía) acusa que le están desapareciendo misteriosamente todas sus posesiones y sospecha que ellos se las están robando y viene a interrogarlos. La obra, como es normal ya en Thiery está poblada de situaciones cómicas y hay muchas risas con altura, está muy bien planteada y tiene una estructura sólida.
Por alguna misteriosa razón (sospecho que más de enganche comercial que otra cosa) está prohibido revelar el final, el cuál no es tan sorprendente si consideramos el devenir de los hechos (es muy similar al del "Sr. Schmitt"). Lo que parece impuesto ya que todas las obras tienen un final sorpresivo o inesperado, que debería estar vedado su desenlace.
La dirección de actores de Arturo Puig es asombrosa. Ya había dado muestras en "Le prenom" (todavía en cartel), pero acá hasta logra que me interese por Luciano Cáceres (un actor insoportable para mí), que no sólo pasea su "belleza" y su musculatura en escena, sino que se revela como un comediante al que vale la pena seguirle los pasos. No ví la versión anterior con Muriel Santa Ana (que es una actriz a la que admiro y me parecen perfectos sus trabajos, además de que como mina está muy buena) y lo lamento mucho, pero la visión de Puig es tan amplia que hace de Carola Reyna "la" actriz para este papel, pareciera que Carola hubiese nacido para encarnar a esa Loló, un poco zonza, distraída, delirante pero bien plantada en sus convicciones morales. Luciana Lifschitz se luce en su papel de esa empleada doméstica italiana (que habla todo el tiempo en italiano) y con pocas luces. Guillermo Arengo (el actor, autor y director de tantos éxitos del teatro off), como el vecino policía es otro puntal para la obra, luce toda su autoridad encima del escenario como ese monstruo del espectáculo que es.
Queda por recomendar a los que todavía no hayan visto "Lluvia de Plata" como un espectáculo de la mayor calidad artística y humorística que sospechamos durará un tiempo más en la cartelera porteña (aunque en la función a la que asistí el domingo pasado no pasaba de la fila 8). ¡¡¡Corran a verla!!!
Y gracias por leerme hasta el final nuevamente.
(El Conde de Teberito) El crítico imparcial (no me paga nadie).
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