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Después de incontables desventuras para ver "Priscilla", que incluye un día de función en pleno partido del mundial, un corte de luz en el teatro (sin generador eléctrico), y un robo de billetera con la entrada (además de documentación, dinero y demás pertenencias) y habiendo gastado entre todo como 1000 $, conseguí ver "Priscilla". Grande fue mi decepción ante el megaevento del año en la Av. Corrientes. Sí, "Priscilla" es pura cáscara, es un envase sin contenido alguno. Explico, en lo formal todo está muy bien, la música es muy linda, la escenografía de Ana Repetto también, la dirección musical de Gaby Goldman es brillante, la coreografía de Elizabeth de Chapeaurouge también y la producción se gastó toda. Pero la historia no deja nada, es más, deja un feo sabor por las groserías sin sentido y la falta de inteligencia de la propuesta.
La historia es simple. Tick (formidable Alejandro Paker) es un transformista que tiene una ex esposa y un hijo al que no conoce, quien le propone que cruce medio desierto de Australia para irlo a conocer (ya tiene 14 años). Él se encuentra en una encrucijada. Para ello recurre a una vieja drug queen, Bernardette (Moria Casán) cuyo marido acaba de morir, y a otro gay de nombre Adam a acompañarlo en la aventura. Como premio hay trabajo asegurado con un show que montarán los/las tres en el casino de la ex esposa de Tick. Se pelean, se amigan, se suben a un viejo camión al que bautizan "Priscilla" y se internan en el desierto australiano. Como es lógico vivirán "las mil aventuras", que incluye quedarse varados en medio del desierto, llegando por fin al casino y produciéndose el esperado encuentro, que es muy bien tomado por el niño quien dice admirar a su padre y le recomienda que se busque un novio. Para eso tenemos que soportar 3 hs de espectáculo con una música altisonante (sí, la graduación está por varios decibeles arriba de lo aconsejable para la audición normal) y los aplausos del cholulaje para cada aparición y "ocurrencia" de Moria.
Y en la Casán estriba el principal problema. Si bien Moria parece un travesti viejo, no es creíble que haga de un hombre que se transviste. No hay trabajo vocal ni gestual, cantando es un perro (sí, el año que viene me lanzo yo a hacer un musical) salvada sólo por las dúctiles voces de Paker y Juan Gil Navarro (otro puntal del espectáculo). Pero Moria no sólo es grosera sino que además es ordinaria y poco femenina, y no soy un exquisito al que ofendan las malas palabras (soy admirador de Pinti, el gran bocasucia nacional, pero Pinti las dice con un sentido, es para hablar de políticos, tortura, detención, corrupción o simplemente como muletilla de una inocencia que nos hace pensar en un niño transgresor). No, lo de Moria es peor, cosas como (a la gorda dueña del bar): "¿Por qué no agarrás ese repasador que tenés ahí, lo hacés un bollo parecido a un tampón y te lo metés bien en el culo? Es la única vez que vas a sentir placer en tu vida" ¿Con qué necesidad? Para despertar la risa fácil de los adictos a la pornografía. Porque yo la escuché a la Casán decir cosas subidas de tono en "Brujas" (que ví 5 veces) pero que no chocaban, ¿por qué? porque era una comedia inteligente, el contexto era otro. Acá la inteligencia brilla por su ausencia. Los chistes no son efectivos. Las bromas sobre sexo tampoco (digo yo, ¿hoy en día puede haber un público que se ría por ver a dos hombres haciéndose los maricones?). Pero por suerte tenemos la música. La selección musical tiene los mejores temas bailables y cantables de la década del '80 ("Say a little prayer", "I will survive", "Girls just want to have fun" y otros) que son muy agradables de oir y cantar (algunos en castellano, otros en el inglés original) y hasta una de las cantantes del coro de 3 (las que aparecen siempre suspendidas del aire, como tres ángeles, lo mejor del show sin lugar a dudas -Karina Hernández, Silvina Nieto, Gisela Lepio, vale la pena mencionarlas-) se larga con "Sempre libera", el aria para soprano del 1° Acto de "La Traviata", que se ve opacado por los gestos obscenos que Gil Navarro hace desde el techo del camión como contrapunto "masculino" a la cantante lírica. Otro problema es que no se entienden bien las letras de las canciones (en castellano, en inglés ni hablar) no sé si por el ruido que mete esa música o por un simple problema vocal del ensamble.
Pero si tenemos que hablar de actuaciones tanto Alejandro Paker como Gil Navarro están excelentes en sus drug queens, con sus performances femeninas, sus falsetes y todo tipo de inflexiones de voz y de posturas. El más sobrio y por ello respetado es un digno Omar Calicchio, quien hace del hombre sensible enamorado de Bernardette a quien entrega su corazón (me hubiese gustado mucho ver la versión de Pepe Cibrián Campoy). El resto del elenco está para cantar y bailar. Moria, como dije al principio, un desastre (mi paradigma de mujer humorista es Gabriela Acher, que es muy cómica, irónica, fina, inteligente y no acude a recursos bajos). La dirección corrió por cuenta de Valeria Ambrosio, que ha dado muestras de talento en sobradas oportunidades ("Mina... che cosa sei", "Ella", "Pimpinela, la familia", "Rent" o "Las mujeres de Fellini" -en estas dos últimas la disfruté yo-) podría haber dado muestras de mayor profundidad, si bien el resultado general es fastuoso.
Mi recomendación, si tienen que ver un buen espectáculo, no gasten tanta plata en este (las plateas salen 380$) y vayan a ver a Les Luthiers que saben entretenerlos mejor y con mucho mayor vuelo.
Gracias por leerme hasta acá.
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