Hola a todos de nuevo. El jueves me dispuse a ver "Manzi..." antes de que baje definitivamente de cartel. Pero... ¿la historia de un tanguero? De entrada me proporiconaba dudas ya que no soy muy afecto al tango (claro, hay tangos que me gustan y mucho) y me parecía que la obra daba para contagiar la melancolía y la nostalgia (ese "Edipo cornudo", como lo define Pinti) que tiene el tango. El tango está considerada en el mundo una de las cinco mejores músicas que existe. Por su complejidad, por la profundidad de sus letras (cada tango es un poema, frente a tanta imbecilidad de cancioncitas tontas empezando por las canciones populares norteamericanas y por la estridencia del rock, que tampoco está entre mis favoritos) y por la cadencia de su ritmo. Que Homero Manzi fue uno de los grandes letristas del tango nadie lo pone en duda, tal vez junto a la dupla Gardel-Lepera y Discepolo, los tres más grandes. Y allí fui, a enfrentarme con el tango.
De entrada me sorpendió el decorado despojado (tan sólo una mesa y dos sillas y el lugar reservado para la orquesta: piano-violín-bandoneón) y me pareció que todo el peso ibaa a estar puesto en el texto y en el trabajo de los actores. Que Jorge Suárez es un actor enorme, con enormes posibilidades ya lo había dejado demostrado en obras como "Bienvenida a Casa", "El método Gronholm", "Gorda", "Espejos Circulares" y en ese monumento de actuación que fue la creación de Freud en "La última sesión de Freud", que ofreció el año pasado y el anterior y que le valió el ACE a mejor actor (merecidísimo). Pero acá encima canta. Y no lo hace bien... lo hace extraordinariamente, desde lo más profundo de su ser, con garra, con coraje, con pasión, sacándole todo lo vetusto del tango y convirtiéndolo en una declaración de principios, en grito de guerra, en canción de protesta si se quiere. Julia Calvo es grande y lo acompaña perfectamente como esa Nelly Omar que fue su amante, pero la mujer más importante de su vida y con quien compartió penas y alegrías, un segundo hogar y sus últimos momentos. Y también está Troilo, su amigo y hermano en la vida y en el arte, quien musicalizara varias de sus creaciones. Y está la nostalgia, la melancolía, pero también el humor ("Tu melena de novia en el recuerdo y tu nombre flotando en el adiós", le dice Troilo. "Florando... florando... es algo que crea flores, que al irse deja flores en el recuerdo", le acota Manzi. "Pero nadie sabe lo que quiere decir. Millones de argentinos van a cantar 'flotando en el adiós", el retruca Troilo). La obra se presenta como un musical, se intercalan fragmentos hablados con tangos cantados por Manzi o por Nelly Omar (es muy aplaudido y festejado el dueto que hacen cantando "Ninguna" y "Cuando tú no estás" al unísono, con la misma música y sacándose chispas en ternura y actuación). No son actores cantando. Son cantantes actuando, tan grande es la presencia de las voces en la escena y su impronta en el éxito de la obra. Está el costado político: Manzi era radical y estuvo preso durante el golpe de Uriburu pero se pasará a las filas del peronismo porque "Perón es Yrigoyen", dice, festejando que un nuevo líder entendiera el lenguaje del pueblo. Y la casualidad (o no) lo llevará a morir en el mismo hospital en dónde está internada Evita, también moribunda.
En fin, que no falta nada, excelentes actuaciones, una música que emociona y arranca aplausos en la platea a cada momento, poesía, historia, y una resolución escénica muy bien organizada. Recordemos por último que Manzi fue el autor de símbolos patrios ya, como "Sur", "Malena", "Ninguna", "Barrio de Tango", "Che bandoneón" o "Fuimos", tangos que terminaron creándonos una idiosincraicia, una identidad como argentinos y proteños. Sólo le pedimos a estos dos actores que sigan cantando, que sigan inventando, que sigan jugando, y por último, que nos contagien un poquito de su talento y grandeza a los que seguimos el camino de la actuación (así, con minúscula, porque la de ellos es con mayúscula)
Gracias una vez más por leerme, y discúlpenme a los que les emplomo el día, pero soy un animal de teatro, y en el teatro me siento como en mi casa.
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