Debe haber estado en un muy buen día Karina K cuando decidió dedicar su vida al canto y a la actuación. No sólo es una de las cantantes de musicales más importantes del país (lo comprobamos quienes la vimos en "Victor/Victoria", "Souvenir", "Cabaret", "Te quiero. Sos perfecto. Cambiá" o "Sweeney Todd") sino que es una actriz inmensa. "Al final del arco iris" es sin ir más lejos el testimonio de un período de tiempo en los últimos meses de vida de Judy Garland (otra enorme). Yo no ví a Judy Garland más que en películas, pero mi imaginario destaca que debe haberse movido, caminado, hablado y llorado igual que como lo hace Karina K en el escenario. Ella no imita a la Garland. Ella "es" Judy Garland. Su andar eléctrico, su manera de hablar apresurada y a los borbotones, su aspecto cínico, sumado a su adicción por los hombres jóvenes, el alcohol y las drogas (que terminaron matándola) además de su estilo canoro son idénticos en el escenario que debieron haberlo sido en la vida real. La anécdota es simple. Judy llega a un costoso hotel de Londres en compañía de su nuevo amante Micky Dick (quien sería su último esposo, un casamiento que duró tres meses, hasta su muerte) y con la complicidad de su pianista y ayudante gay Arthur para dar una serie de conciertos en la capital inglesa. Asistimos a algunos de estos conciertos (todos con final desastroso), con la voz inalterable e idéntica a la de la protagonista de "El mago de Oz", pero sobre todo a su desesperación y ataques por la prohibición impuesta por su amante de tomar alcohol e ingerir pastillas. El resultado es desgarrador, ruega, suplica, se arrastra, chilla, llora y por fin consigue que Micky afloje y le dé cuantas anfetaminas y whisky ella quiera. Judy Garland, para quien no lo sepa fue la musa de quien fuera su marido desde 1945 hasta 1951, el prolífico director de musicales (no sólo musicales filmó, sino también comedias y dramas) Vincente Minelli, con quien filmó entre otras "Meet me in St. Louis", "The Clock" y "El Pirata". Asimismo fueron los padres de otra de las adictas más famosas de Hollywood, Liza Minelli. Pero de esto no se habla en la obra, sí de su muerte a los 47 años, en 1969 debido a una sobredosis.
Como decía, la interpretación de Karina K no da respiro, es intensa, pasional, plena de matices y con muy buenas escenas de canto, también están Antonio Grimau haciendo del ayudante gay, un tanto sobreactuado y remarcado en sus modismos, aunque viendo a los gays que pululan por el mundo del espectáculo podríamos decir que se queda corto. Y está también Federico Amador (mucho gusto) haciendo ese Micky Dick al que le falta un poco más de tormento (correctito). Como plus tenemos un ensamble de jazz en vivo (piano, cello y batería) con el maestro Alberto Favero en piano. Lo que no me pareció adecuado es la traducción de las canciones del inglés al castellano, ya que uno está tan acostumbrado a escuchar esas versiones en el inglés original que es un desperdicio traducirlas (y además, seamos francos, ciertas canciones norteamericanas, es mejor que no sepamos lo que dicen, por la zoncera de sus letras).
La obra es impagable, con todo un público aplaudiendo de pie al final y el recuerdo imborrable de esa gran intérprete (en el más amplio de los sentidos) que es Karina K. Ah, además adelgazó bastante para este papel, se muestra muy delgada cuando ella es una persona de contextura robusta.
No se la pierdan, una maravilla. Y gracias por leerme hasta el final.
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