Ayer fui a ver el musical-cómico "50 Sombras!" basada en la exitosa novela de E. L. James "50 Sombras de Grey". Coincidí con el estreno de la película, tan esperada (que no pienso ver ya que dicen que es malísima) y varios meses después de haber leído el sobrevalorado libro. Yo pienso que "50 Sombras de Grey" es como las canciones de Pimpinela: no se los puede tomar en serio desde el vamos, sino estamos perdidos. Cuando los entendemos como subcultura, como parodia, como juego, ahí podemos empezar a disfrutarlo. Les digo la verdad, el libro que tiene más de 100 millones de copias vendidas en todo el mundo y que -dicen- hizo mojar a más de 60 millones de mujeres, a mí no me hizo parar ni el reloj. Sinceramente no le encuentro el erotismo de un libro que se basa en el sadomasoquismo y en un porno left. Dicen que es sexo para amas de casa... vaya a saber qué quisieron decir con eso, lo cierto es que los tres libros de la saga, después del estreno de la película volvieron a encabezar la lista de best sellers. No lo comprendo.
Pero la obra de teatro es diferente, porque se mete de lleno en el goce, en el juego que propongo yo. Después de venir de ver dos obras donde el sexo era el centro de atracción y desencadenaba los dramas ("Bajo Terapia" y "El Principio de Arquímedes") ¡¡¡por fin una obra que se ríe del sexo!!! El sexo siempre se ha tratado por señores con corbata, entre puntillas, como algo delicado y de lo que hay que hablar poniéndose serios. No se dan cuenta que el sexo es goce, es diversión, es placer, y como tal merece ser tomado en broma. No recuerdo en el cine tampoco experiencias que jugaran con el sexo tales como "Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo... pero temía preguntar" (Woody Allen- 1972) o "¿Dónde está el piloto?" (Jerry Abahams y David Zucker, 1980) dos obras que lo hacían con calidad, con altura, sin caer en el golpe bajo ni en la grosería. No hablemos de la Nueva Comedia Americana porque hace gala de todo lo desagradable que se le puede unir a una función tan sublime como la sexualidad, con recetas escatológicas y francamente desagradables que no son de mi gusto (Jude Apatow y los hermanos Farrelly son dos dignos exponentes del género y los que se llevan los mejores billetes). Así que hoy por hoy, la batalla está perdida. Pero esta obra recupera el goce de la sexualidad, y lo hace de un modo inteligente, burlándose de sus propios códigos ("Por suerte esto es un musical -dice en un momento Anastasia Steel, la protagonista- porque si fuese una novela sería una muy mala").
De entrada fui a pelearme a la boletería del teatro. Porque debajo del nombre gigantesco de Fabián Gianola, en la marquesina, figura en letras más chicas el de Josefina Scaglione, la co-protagonista, y déjenme decirles que Josefina, luego de debutar en la calle Corrientes con "Hairspray" pasó a Broadway a protagonizar a la María de "West Side Story" ("Amor sin Barreras") durante más de un año. O sea que debemos considerarla una embajadora cultural argentina (además estuvo nominada para un premio Tony y otros importantes) y a la vuelta a su país no se le dio la importancia que se merece. Además está muy bien en la obra: puede conjugar la ingenuidad de una chica virgen de 21 años y la perversidad de una sado-masoquista entrenada por su tutor. Es hermosa, delgada, tiene muy buen cuerpo, una voz extraordinaria y un desplazamiento coreográfico impecable. Pero sin embargo es Gianola el convocante, sus caras de "gracioso" hacen partir en dos a la platea, y cada "ocurrencia" suya es festejada con el aplauso. No digo que me caiga mal, pero no es para taaaaaaaaaaaanto.
Pero vayamos a la obra. Tres amigas (las estupendas María Rojí, Gabriela Bevacqua y Silvana Tomé -la graciosísima gordita de "Mamma Mía!" y de "Avenida Q"-) se disponen a leer y ser las comentaristas de "50 Sombras de Grey" cada vez más entusiasmadas y calientes por lo que leen influyendo en el público para que todas las mujeres se "toquen" al leerlo, igual que se tocan ellas. La acción comienza y pronto Anastasia Steel cae rendida a los pies del perverso y seductor (y millonario) Christian Grey. Desde el comienzo él la someterá a todos sus deseos más bajos, él dice que no puede "hacerle el amor" sino "cogerla" (todo con muy lindas canciones, eso sí), pero como sabemos que el hombre es un animal atravesado por la cultura (y aquí la cultura del dolor) no se trata sólo de coger, sino que se hablará (o se cantará) sobre consoladores, látigos, esposas, vendas para ojos, cera derramada sobre pezones, lluvia dorada, bolas chinas, plumas de faisán para excitar el clítoris... y fisting. Es justamente el fisting anal (introducir el puño del hombre en el ano de la mujer) lo que hará tambalear las convicciones de Anastasia y la hará dudar de firmar el contrato. (Hay un contrato escrito por el cual ella debe someterse a todos los deseos de Grey -que incluyen molerla a palos- con tal de tener el amor y la fidelidad de él) Parece ser que cuanto más la ama, Christian más quiere torturarla. No se asusten, no hay escenas comprometidas, todo se ve desde la imagen de la parodia. Incluso Christian se ríe del término "sexo vainilla" con el que muy seriamente el Christian del libro se refiere peyorativamente al sexo tadicional, creando una escena francamente graciosa "yo prefiero las merengadas..." dice. Está el personaje sumamente cómico y ridículo en el "amigovio" paraguayo de Anastasia, una brillante creación de Juan Bautista Carreras. Hay también homenajes a otros musicales famosos, como es la escena del bote en las catacumbas que remite a "El Fantasma de la Ópera" y la marcha en el mismo lugar con la bandera extendida de la célebre escena de "Los Miserables". La música se complementa bien con el canto (la orquesta en vivo) y todos cantan muy bien. Se pasa un rato agradable burlándose de un libro por lo demás pomposo y se disfruta de excelentes intérpretes.
Ah, para dejar tranquilas a las mujeres acá Anastasia se queda con Christian (a diferencia que en el libro) so pretexto de que cuando él se esté propasando mucho ella le avisará y el parará. Pero no deja de tratarse a la mujer como objeto. Esa es mi principal crítica, y de la cual, parece que todas las mujeres que leyeron el libro, disfrutan. Allá ellas. Después en la vida cotidiana uno no puede decirles una palabra que no les gusta porque se ofenden...
Gracias por leerme hasta el final, y eso que esta vez fui largo.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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