Me siento ante la computadora sin tener en claro sobre qué es lo que voy a escribir. Es tan rica la biografía de Charles Laughton y de su esposa Elsa Lanchester que me siento abrumado por el material que ofrece la obra. Ayer a la noche, con este frío inesperado en noviembre, vea usted, me dirigí al Teatro Nacional Cervantes para asistir a esta enternecedora obra musical de Fernando Albinarrate, con los grandes Omar Calicchio (Laughton), Laura Oliva (Lanchester), Julieta Nair Calvo (Sandra y personajes femeninos) y Dennis Smith (Andy Jenkings y personajes masculinos). De más está decir que me enamoré perdida y eternamente de Julieta Nair Calvo porque es una belleza, una musa, canta baila y actúa excelente y es hermosa y tiene un cuerpo increíble. Bueno, pero dejando de lado las cuestiones personales, quiero decir que la obra me encantó (en parte se debe su ritmo y consistencia a los actores y a su director Javier Daulte). Debo decir antes de seguir adelante que la crítica de La Nación, Susana Freire, es una burra, ya que en su crítica nombró dos veces como Manchester a la conocida (no por ella, según vemos) actriz Elsa Lanchester. Saldadas mis cuentas, vamos por el título: "Ni con perros, ni con chicos, ni con Charles Laughton" era una célebre frase que decía Alfred HItchcock debido a que no se podía trabajar con ninguno de estos tres entes porque acaparaban toda la atención de público aunque estuvieran en un modesto segundo plano. Algo parecido pasa con Calicchio, con su cuerpo robusto y gordo, luchando contra él, devora cada minuto que está en escena, muy bien secundado por Oliva y los otros dos, pero él es un monstruo de la actuación musical. Tiene todos los matices en su voz, puede pasar de una canción feroz a una dulce melodía navideña casi sin transición. Además, actuando también es un grande. Muy buen trabajo de Laura Oliva que se tuvo que poner en la piel de esa antecesora de Niní Marshall, ya que recorría América con sus unipersonales plagados de personajes de una gracia sinigual (empezó como cabaretera). Lanchester venía de una familia socialista, filo-comunista, con muchas libertades para pensar y actuar. Laughton era el gordito típico de una típica familia de granjeros católicos en Inglaterra de fines del siglo XIX (1899-1962). Elsa lo sobrevivió mucho (1902-1986). Se conocieron y se casaron. Se llevaban muy bien hasta que Laughton empezó a despuntar su homosexualidad latente y comenzaron a gustarle los chicos... mayores de 18 años. Elsa nunca le hizo problema. Siguió siendo su compañera hasta el final, trabajaron juntos en cine, en teatro, colaboraban en la construcción de sus personajes, fue su enfermera, secretaria, y se puede decir que vivió casi toda su vida siendo "la esposa de...". A Elsa la podemos recordar en su memorable papel de la novia de Frankenstein (por el cual se hizo famosa) aunque compartió cartel con su marido en la comedia de suspenso de Billy Wilder (basada en una novela de Ágatha Christie), la excelente "Testigo de Cargo". Charles filmó dos películas con Hitchcock: "La posada de Jamaica" (última de su período inglés, que fue un rotundo éxito por parte del público y la crítica) y "El Caso Parradine" (ya en Norteamérica, que fue un rotundo fracaso por parte del público y la crítica), es memorable su "Jorobado de Notre Damme" y se lo recuerda especialmente por el Oscar que ganó en 1933 por su Enrique VIII. Elsa también brilló (muy anciana) en la comedia de detectives de Neil Simon "Crimen por Muerte". Pero lo que quedará imborrable en la mente de todos los cinéfilos es la única película que Laughton dirigió: "La Noche del Cazador", con un terrible y psicopático Robert Mitchum y una amable y enérgica Lilian Gish, junto a dos niños que el predicador (Mitchum) quería torturar y matar hasta que le dijeran dónde estaba el tesoro que había escondido su padre. Es una verdadera obra de arte debido a su fotografía, sus diálogos, su suspenso y la brillante dirección de Laughton. También se recuerda en la obra el disgusto que tuvo con von Steimberg y su "Yo Claudio", a causa de que al director no le interesaba entender al personaje. Laugthon era un apasionado en la comprensión psicológica de cada alma a la que le "prestaba el envase" (como diría nuestra Elsa), y si bien no estaba en contra del Método stanislavskyano se lo tomaba muy poco enserio porque decía que esos actores no sabían interpretar.
Bueno, hasta acá un breve pantallazo de la historia fílmica de estos dos genios, la obra habla de todo esto y de muchas cosas más, como el amor entre esposos más allá de las circunstancias, de la fe en el trabajo, del arrepentimiento que tuvo Laughton por estar en Nortamérica filmando y no entre las filas de soldados en la Gran Guerra, de su adopción como ciudadanos americanos, de su desprejuiciada homosexualidad, de su amistad con Bertold Brecht y su creación del "Galileo Galilei", una obra pensada para Laughton que se vio abortada... Las canciones son rítmicas y pegadizas, algunas baladas tristes como "La Noche del Cazador", "Villancico" o "Despedida" pero la mayoría al son del jazz y del charleston (bien de la época). La orquesta está conformada por un piano, un cello, un saxo tenor y un clarinete, bajo la dirección del autor.
Y me quedan doscientas cosas en el tintero... vieron que yo no sabía por dónde empezar a hablar de Laughton y de Lanchester... pero la pasión por su legado fílmico me pudo. La sala del Cervantes es chica, tiene sólo tres filas de butacas, con sus sillas tapizadas en rojo, todo muy íntimo y hasta los actores ofrecen una copa de champagne a los privilegiados de la primera fila en un "descanso" de la compañía (la canción "Un poco de champagne...").
Bueno, la recomiendo muy enfáticamente, pasé un muy buen momento y la magia del teatro me hizo enamorar de nuevo.
Gracias por leerme hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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