Pero vayamos de cabeza a la obra. Se eligió como director a Daniel Veronese (inmejorable apuesta) y un elenco de lujo, que resalta las virtudes del texto con actuaciones perfectas y hasta excelentes. Los nombro por orden alfabético: Héctor Díaz, María Figueras, Darío Lopilato, Manuela Pal, Carlos Portaluppi y Mercedes Scapola. Un lujo, mire. Se sacan chispas sobre el escenario y dan muestras cabales de lo que es un elenco bien ensamblado. La situación es por sí conflictiva: una terapeuta, Antonia (que no aparece) cita a tres de sus parejas consultantes para un ejercicio de terapia conjunta. Son ellos Ariel (Díaz) y Paula (Scapola), Roberto (Portaluppi) y Andrea (Figueras) y Tamara (Pal) y Esteban (Lopilato). No se conocen. Y deben soportar una sesión de 90 minutos ayudándose los unos a los otros, haciendo de sus propios terapeutas, según las indicaciones que deben seguir de unos sobres dejados por la profesional y que deben ir abriendo por orden. El contenido de esos sobres será el detonante de los numerosos conflictos. Claro que Ariel y Paula ejercerán de bastoneros (al final sabremos el por qué) y coordinarán esa especie de terapia. Ellos son profesionales, ella es una abogada prestigiosa. Claro que Tamara y Esteban son la parejita joven que por requisiciones de ella no se van a vivir juntos. Ella es arquitecta y él "comprador personal", nombre con el que identifica a su profesión, consistente en hacer compras a distintas personas por ellas y entregárselas a domicilio (compra desde verduras en el supermercado hasta un vestido de novia). Claro que Roberto y Andrea son una pareja despareja, él viajante y ella maestra, él muy cáustico y machista y ella retraída y callada, que está de licencia en su trabajo desde hace un año después de un intento de suicidio.
Todos arrastran suciedades y mezquindades así como virtudes y bondades. Se hablará de hijos irresponsables, hijos maltratados por los compañeros de clase, hábitos de trabajo, enfermedades, compulsiones (Esteban es un adicto al juego), ex parejas golpeadoras, infidelidades de todo color y tipo, y sexo... claro, el sexo es muy importante para la teoría freudiana, base de toda psicología, y el sexo acá jugará un papel fundamental, no sólo porque haya exhibiciones e inhibiciones a la hora de hablarlo según los participantes, sino porque, al fin de cuentas, una aberración sexual será la causa que haga desembocar esta comedia en el drama y proponga salidas legales y hasta policíacas. Pero el final no lo voy a revelar, ya que es sorprendente y muy jugoso. La última vuelta de tuerca es heredera directa del final de "Toc Toc" (más bien se trata de un plagio).
La obra transita el terreno de la comedia muy bien jugada por todos, pero tiene sus costados dramáticos también, alcanzando picos de honda emotividad. Los errores son pocos, pero es muy importante que al principio se equivoquen (no sé si fue sólo en esta función) al decir Antonio, por Antonia, lo que hace pensar que se trata de un psicólogo varón. Otro de los errores frecuentes es el taparse hablando, ya que hay mucho grito, mucho descontrol, y hay momentos en que se superponen las voces y es imposible oir el jugoso parlamento de cada uno, creando "ruido" (en el sentido semiológico o de teoría de la comunicación, que esto significa, o sea, la suciedad al enviar o decodificar un mensaje). Manuela Pal, a pesar de provenir de una familia de artistas (como dice el programa de mano) y de haber estudiado con Julio Bocca y Ricky Pashkus, no sabe moverse en el escenario todavía, no aprendió que cada desplazamiento debe tener un por qué en escena. Y la utilización del whisky como disparador de confesiones y desatador de lenguas es ya harto transitado por el teatro y el cine (yo también lo utilicé en alguna de mis obras, mea culpa). El registro vocal de Figueras, si bien se lo exige su personaje, está unos decibeles por debajo de sus compañeros y cuesta un poco escucharla (a pesar de su timidez, y en el momento en que se "desata" también se mantiene bajo) y su personaje recurre a la insólita costumbre de hablar en castizo e imitar bailes españoles cuando se emborracha (¡¡¡¿?!!!). Dejo para el final que Darío Lopilato es insoportable. Siempre me pareció un pésimo actor, el "cancherito", el que se las sabe todas, y de "Casados con hijos" (serie que tuve el honor de no ver, sólo espiarla por mi amor incondicional hacia Érica Rivas) a acá, frecuenta el mismo tipo de papeles. Pero el resto está impecable, desde Héctor Díaz (que todavía me hacía creer que era paralítico debido a su brillante interpretación en "El Comité de Dios") y Mercedes Scapola, una digna heredera de su madre (es hija de Mercedes Morán), que sabe pasar de la autoridad a la comicidad en un sólo instante, pasando por el imbatible Portaluppi que se transforma en el machista, prepotente y gracioso (cada aporte de él es magistral) hasta en ese ser que conjuga lo "siniestro" (en la terminología psicoanalítica es aquello que pertenece a lo cotidiano que, de pronto, al cambiar de aspecto, se vuelve amenazante) y María Figueras que de reprimida y callada a borracha y deshinibida hay un sólo paso. Manuela Pal está correcta pero me quedo con su actuación en "Los Elegidos", junto a Jorge Marrale, que de desfachatada mostraba las "chichas".
Muy recomendable esta obra, vayan a verla porque realmente es un empuje para los autores jóvenes y el teatro nacional (yo voy a presentarme también en el concurso ya que considero que mis obras bien están a la altura de ésta), con sólo decirles que en día miércoles trabajó a sala llena en el Metropolitan. Vayan a verla porque van a pasar además un muy buen momento (lo ideal es ir con la pareja ya que hay muchos temas movilizantes sobre ese vínculo). Y ahora me callo. Ya está todo dicho.
El Conde de Teberito (Un crítico independiente).
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