En este día tan gris, con la triste noticia de la muerte de esa querida actriz que es Norma Pons, que me dejó con las ganas de verla en esa Bernarda Alba de Muscari (estaba en mi lista de obras para ver), me dispongo a emplomarlos otra vez con mi crítica de "Company". Les aviso para quienes gusten del teatro musical que esta obra se está dando en el teatro Apolo sólo los martes y por sólamente 9 funciones (ya deben andar por la 4° o la 5°) a un valor de 200$ ya que para esta no hay descuento por Tickets. Así que dispuesto a ver un musical emblemático me fui el martes pasado dispuesto a ver lo mejor en este tipo de teatro que tanto amo. La fiesta empezó en la platea ya que a dos filas de mí estaba Carmen Barbieri con su nuevo novio treinteañero y un séquito de personas, y justo delante de mí estaba Marta González (de vestido largo, de cola, como para una fiesta) acompañada de Jorge Lafauci. Por supuesto que no caí en la cholulería de ir a saludar a nadie. Pero vayamos a la obra.
Cuando "Company" se estrenó en 1970, no fue un gran éxito (tampoco un fracaso), pero influyó en el futuro de Broadway. Era una de las primeras obras donde la trama no se anteponía al propósito, al concepto. Y no sólo el libro escrito por el actor George Furth fue brillante, sino también por esa partitura tan dramatúrgica compuesta por Stephen Sondheim y la puesta en escena de Harold Prince, tan abstracta como innovadora. "Company" es una de esas obras que todo amante del género musical ansió ver alguna vez. Sobre todo desde que se editaron dos DVD con las últimas versiones de Broadway (una nuevamente dirigida por Harold Prince en 2011). Salvo por el cercano montaje de "Sweeney Todd", Buenos Aires no albergó a ese teatro preciosista, de culto, del gran Stephen Sondheim. Sólo se vieron aquí, además, puestas de "Amor sin Barreras" y "Gypsy", que llevaron su rúbrica sólo en las letras.
La obra está compuesta por un puñado de viñetas (en su origen era un puñado de obras cortas), con un eje puesto en Robert, el personaje central. Él acaba de cumplir los 35, no está en pareja y transita ese dilema de continuar solo o encontrar a la persona que lo complete. Y tanto sus amigos casados como sus amantes serán factores decisivos para que la niebla de su mente se despeje y deje al descubierto su corazón. Por supuesto que todo esto contribuyó a amargarme especialmente la noche, ya que estoy atravesando por la misma circunstancia sólo que con 45 años y todavía el pescado sin vender...
Los temas de Sondheim son vitales en la propuesta, sus canciones son entretenidas, sabias, vitales. Amante de las polifonías, suele apurar rítmicamente la frase melódica para desafiar la habilidad interpretativa del artista. Compone en forma casi matemática, con melodías que no son fáciles de reconocer, sobre armonías sofisticadas.
¿Y qué decir del elenco? Que no pueden haber encontrado otro más exacto y perfecto. Está Alejandro Paker, gran protagonista de los musicales, en ese Robert tierno y cariñoso, amado por todos sus amigos y amigas. Lo secunda Cecilia Milone como esa Joanne borracha y madura que desprecia todo y que tiene a su cargo ese gran ícono de los musicales "Las damas que van a almorzar" (lo más aplaudido de la noche). Están también Natalia Cociuffo como esa Amy que duda en dejar a su novio en el altar cantando una letra casi imposible. Y también Vanesa Butera como la amante gordita que se cree el centro de New York y que derrocha gracia y talento ("esa chica es famosa porque es hermosa", "no, es hermosa porque es famosa", decía el gran Bertold Brecht, y Vanesa es la regla que lo confirma), y está Magalí Sánchez Alleno y muchos y muchas más que conforman su rueda de parejas amigas y ocasionales novias/amantes. En fin, una fiesta para el musical. Es de lamentar que se dé un sólo día a la semana y tan pocas funciones, lo que pasa es que cada uno está embarcado en otros proyectos y se dejan ese ratito, ese recreito de los martes para jugar, para divertirse y encandilar a un público emocionado que les ruega que vuelvan. Ah, en el intervalo la orquesta toca música de Piazzolla en vivo. Gracias de nuevo por leerme hasta el final.
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