Fui por fin a ver "El crédito", la tan esperada y ansiada comedia del autor de "El Método Gronholm", el catalán Jordi Galcerán, con dos actorazos de la talla de Marrale y Jorge Suárez. Que son buenos en comedia nadie lo duda, ya lo habíamos comprobado con Marrale en (por citar tres de las últimas) "Baraka", "Los Mosqueteros" o "Los Elegidos". El paso de Suárez por la comedia es más viejo y pasó por "Bienvenida a Casa", "El Método Grönholm", "Gorda", "Espejos Circulares" o por las más serias pero no menos comprometidas y excelentes "La Última Sesión de Freud" o "Manzi, la vida en Orsai", en donde componía a estos dos célebres íconos de la cultura con igual idoneidad y camaleonismo. Por eso no era sorpresa para mí encontrarme con esta obra, sabía por la calidad del autor, los intérpretes y el director (Daniel Veronese, excelente) que iba a ver un buen producto. El caso es que la obra es muy cómica y uno no para de reírse y de sorprenderse desde el primer momento al último. Como proclama el autor de "Lluvia de plata" y "¿Quién es el Sr. Schmitt?", acá tampoco debería contarse el final ya que es una sorpresa de las desconcertantes, y acá para nada trágica, una vuelta de turca más de la comedia.
El arranque ya lo conocía también, es el de un hombre que va a pedir un crédito a un banco de prestigio y como no tiene garantía no se lo quiere otorgar el gerente (con quien habla personalmente). Entonces este hombre (Antonio Vicente, desde ahora Antonio y el gerente Gregorio), le anuncia a su interlocutor que no le va a quedar más remedio que acostarse con su mujer (en realidad él utiliza un término mucho más directo y explícito), lo que hace reaccionar primero con risa a Gregorio, y luego se va alarmando más por la situación porque se da cuenta que está ante un seductor profesional (claro, la pinta no lo ayuda al pobre y desesperado Antonio, medio petiso, medio gordito, medio pelado y con un tono no demasiado masculino). Pero sigue negándole el crédito aunque su paranoia ya se ha instalado y duda de todo, de que tal vez conozca a su hermano, quien también ha sido abandonado por su mujer, de que tal vez se encuentre con su propia mujer y la haga abandonarlo, etc. Estos personajes me hacen recordar mucho a los de Harold Pinter, en donde el amo se convertía en esclavo y viceversa, el servido en sirviente y así sucesivamente. El caso es que entre primer y segundo acto, la mujer de Gregorio lo abandona efectivamente, por enterarse de que fue tan insensible que no le otorgó el crédito de 15.000 $ que le pedía el pobre Antonio y Gregorio se ve obligado a llamar a su antagonista para pedirle que le ayude a re conquistar a su mujer con ese don que él dice tener, y si eso fuera así le otorgará el crédito, no sólo por lo que él le pide sino por 30.000$. Lecciones mediantes, es ahora Antonio quien pasa a tener el control de la situación y a manipular a su adversario. Las situaciones que se van articulando en torno al conflicto son realmente eficaces y muy graciosas, está planteado desde el humor pero también desde la tragedia de los conflictos personales: el de Antonio, que necesita imperiosamente del dinero para subsistir y el de Gregorio que por su insensibilidad e incredulidad a perdido a la mujer que ama y se ve presionado por su hijo para que no le compliquen más la vida. Pero el humor no decrece, hasta lograr verdaderos estallidos de risa en la platea y aplausos sinceros ante respuestas o situaciones en particular, y una merecida ovación (y agradecida) de pie al finalizar la obra. Los recursos actorales son genuinos y muy bien trabajados (ambos actores proceden de la Escuela Nacional de Arte Dramático), desde el manejo del cuerpo y de la voz de ambos hasta los estallidos de ira de Marrale o la supuesta ingenuidad de Suárez, pasando por la intensidad de ambos, que se lucen con un texto muy bien aprendido y trabajado, sin fisuras, que escupen todo el tiempo a una velocidad impresionante que no deja respiro ente carcajada y carcajada. Por una vez nos vemos librados de las adaptaciones de Masollrens y Del Pino ya que esta adaptación es del propio Veronese.
El final, como dije antes no es tranquilizador (si bien conciliador) pero ayuda a poner un orden en la cabeza del espectador que no sabía muy bien lo que pasaba (no se preocupen, no lo voy a revelar). Como siempre pasa con estos espectáculos, los recomiendo a todo pulmón, ¡¡¡vayan a verlo porque lo van a pasar muy biennnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn!!! y porque además no debe faltar mucho para que baje de cartel.
Gracias nuevamente a los que se tomaron el trabajo de leerme hasta el final. (El Conde de Teberito, un crítico imparcial)
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