Ayer, perdiéndonos los goles de Argentina fui con un grupo de amigas (sus edades están entre los 60 y los 89, como ven, ninguna salida en plan nupcial) a ver "Ay! Carmela", la obra de teatro sobre la que se basó la aplaudida película de Carlos Saura con Carmen Maura y Antonio Resinés. Pero la obra de teatro es otra cosa... (puedo decirlo aun sin haber visto la película). Ver a Elena Roger en escena es algo parecido a haber experimentado un tsunami. Con su cuerpito tan delgado y menudo (de cerca parece una nena, y estábamos en primera fila) consigue lo que muchas actrices con físicos más privilegiados no logran: atraer la mirada del espectador casi magnéticamente, revolucionarlo, hacer que la chica fea que parece al comenzar la función se transforme en la más bella cuando ha terminado. Sí, porque Elena Roger consigue que cambiemos el punto de vista de la escena. La flacucha que empieza muerta la obra consigue ser una mujer sensual y altamente deseable cuando, al finalizar, se muestre con el torso desnudo (y debo decir que tiene un par de chichas envidiables y a pedir de boca). Es que ella se envuelve en una bandera republicana y antes de ser baleada se demuestra tal como Dios la trajo al mundo.
Hay que decir que su coprotagonista Diego Mariani, no se queda atrás y consigue escenas de alto poder hipnótico. Es un excelente actor (aunque desconocido) y no le faltan recursos para sostener la obra junto con la Roger. Y eso porque trabajan prácticamente sin escenografía, tan sólo un telón viejo, un baúl, un gramófono y pará de contar. Ella luce un "vestido español" hecho con una cortina y él presenta remiendos en sus pantalones desflecados. Y es que son un par de pobres tipos metidos a actores de variedades en la época franquista en España. Y hacen lo que pueden... Aunque no tienen muchas luces se presentan como opositores al régimen y será por eso que muera Carmela. Porque deben actuar para un grupo de falangistas liderados por Franco junto a un montón de soldados que serán fusilados al día siguiente, más exactamente en la localidad de Belchite (de donde es la "abuelita de Kundera" según la canción del Nano Serrat) sin tener demasiada conciencia de su actuación, que parece totalmente improvisada.
Debo decir que en cuanto a la parte de lenguaje se le notó grandes dificultades a ambos, deben hablar un castizo flamenco y Elena tiene ciertos problemas al pronunciar las "ce" ("ze") y él se decanta por un castellano neutro, aún con entonación pero que en nada se parece al andaluz que requiere la obra. Otro grave error lo ví en la extensión de la pieza, casi dos horas en donde priman los números de vodevil que representan ante la falange, pero eso detiene la progresión dramática, ya que son pequeñas obritas sin contenido o el celebrado cantar de la Roger (que hasta se da el gusto de cantar presumiblemente mal, con algunos tonos de falsete en su voz, ya que es una cantante de cuarta -en la obra-). El en-canto de Elena Roger es poderoso, se carga algunos pasodobles o cantar flamenco con toda afectación española, muy lejos de otras obras en que actuó como "Piaf", "Evita" o "Mina, che cosa sei", en donde cantó en francés, inglés o italiano. Como todos sabemos tiene una voz poderosa, límpida y cristalina llena de pequeños matices que hicieron más disfrutable la obra. Como actriz también es excelente tanto como su compañero, que se cargan al hombro todo el trabajo escénico dificultoso (salvando lo antedicho) y farragoso en sus tiempos y parrafadas, con un buen nivel de diálogo entre ambos.
En consecuencia, una obra valiosa, sobre todo por su contenido antibélico y el luchar desde donde se puede, cada uno en su pequeña e insignificante labor. Recomendable para todos aquellos que amamos el teatro y tenemos el privilegio de ver en nuestro país a una de las "divas" de verdad, reconocida internacionalmente y aplaudida tanto en Estados Unidos como en Londres. O sea, para no dejar pasar. Están los lunes y martes en "El Picadero".
Gracias por leerme de nuevo hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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