Me ví compelido a ver esta película por iniciativa de mi gran amigo Miguel, quien me requirió para hacer juntos un tratado sobre política y arte y quiere que yo dé mi opinión sobre diversas películas. Así que allí me fui, a recorrer el texto de Scott Fitzgerald (el que confieso, no leí, no hay tiempo para leerlo todo en esta vida, y uno hace sus elecciones) a través de la mirada de alguien tan extremista como Baz Luhrmann. Debo reconocer que no la vi en su momento (2013) por la cantidad de malas críticas que recibió, y que a mí no me disgustó, pero tampoco me enloqueció.
Vamos por partes. Toda la película es un extenso flashback de un relato que está escribiendo Nick Carraway (el insoportable Tobey Maguire, con su perenne e inmutable mueca de sonrisa aún en los momentos más dramáticos) en un sanatorio en el que se ha internado por alcoholismo, desórdenes nerviosos y otras bellezas. "Mi padre me dijo que yo debía fijarme en lo mejor de las personas", comienza el relato en voz de Carraway, quien llegara a ser el gran amigo y compinche de ese misterioso Gatsby.
La película está hecha enteramente por computación, totalmente digitalizada y yo, como principio, estoy en contra de las películas "artificiales". Pero decir que por eso Luhrmann es un mal director es como decir que James Cameron o Peter Jackson también lo sean. Por la misma razón que no me gustaron "El Señor de los Anillos", la saga de "La Guerra de las Galaxias" o "Avatar" ("Titánic" me gustó bastante, eh). Y debo reconocer que nadie como Luhrmann para despilfarrar efectos especiales en mostrar una fiesta "salvaje" de los años 20 en Norteamérica, con todo el fasto, el despliegue, el uso de la música y las posiciones de cámara que ya lo habían hecho famoso en "Moulin Rouge!" (la cuál me encantó). Es el director indicado, pero ya cuando los planos de toda la película empiezan a durar entre 2 y 5 segundos y ¡corte! a otro plano empieza a cansar. El ritmo es vertiginoso y el montaje tan excepcional que deja boquiabierto. Pero no es una competencia de técnica lo que estamos juzgando sino un hecho artístico. Y sobre todo con un final trágico como el que acá se cuenta (un verdadero "melodrama" ya que el término se utilizaba en sus comienzos para definir los dramas con música). Las tomas aéreas de New York, las carreras de los coches, las fiestas, todo está digitalizado y montado a un ritmo alucinante (que hace alucinar, en el verdadero sentido). La presentación de Jay Gatsby en medio de fuegos artificiales y remarcado por la "Rhapsody in Blue" es hermosa, pero igualmente falaz.
La historia es la de la amistad entre Carraway y Gatsby (Leonardo Di Caprio, de él voy a hablar más adelante) y la relación que une a éste con la prima de aquel, Daisy, casada hace cinco años con el millonario Tom Buchanan, pero que se vio separada de Gatsby por la guerra y nunca dejó de amarlo, y su "feliz" reencuentro cuando éste ya es un millonario que reíte de los K... Encuentro que la llevará a separarse de su marido y planear su vida junto a Gatsby, pero que los conducirá a la tragedia. Leonardo Di Caprio es un actor enorme, que se consagró con esta película (ya se había consagrado en "¿A quién ama Gilbert Grape?" y "Mi vida como hijo", dos películas de su niñez/adolescencia), le bastan dos escenas para deslumbrar, cuando arremete con aires de toro para su reencuentro con Daisy en la cita del té en la casa de Nick y cuando se le avalanza al marido de Daisy con la furia de golpearlo y se contiene en el intento. Estas escenas lo muestran como el nuevo Marlon Brando y es inevitable que durante toda la película nos haga recordar a Robert Redford (quien hiciera la versión original junto a Mia Farrow) en algunos gestos cómplices que lo hacen muy semejante. Por eso, a Di Caprio deberían haberle dado el Oscar mucho tiempo antes y no esperar a ganarlo por ese mamarracho de "El Reventado", o "El repartido", o "El Renacido", o como se llame... Carey Mulligan como Daisy, esa "rubia algo tonta", como lo que ella espera para su hija, sale airosa de su papel y exige una entrega también importante.
Gatsby representa el Sueño Americano, y lo ha ido construyendo a través del contrabando de alcohol y de sus negocios turbios con Wolfsheim, otro mafioso y corrupto igual que él (¿de dónde es posible sacar tanto dinero, en todos los órdenes de la vida, si no es a través de la corrupción?) y vive anhelando ver ese esperanzador "rayo verde" en el horizonte al igual que los protagonistas de la película homónima de Eric Rohmer. Rayo que por fin alcanzará a ver Carraway.
En resumen, que me parece que no hace falta de tanto desborde tecnológico y pirotécnico para contar una historia que en sí es una tragedia, si bien en manos de otro director hubiese sido una película más, era necesario que Luhrmann se pusiera al timón del proyecto para contarla, pero se podría haber ahorrado unos cuantos millones de dólares sabiendo dosificarla mejor y unos cuantos dolores de cabeza (y de ojos) al pobre espectador desprevenido.
Gracias nuevamente por leerme hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente). Espero que esto te aclare dudas, Miguel.
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