jueves, 5 de mayo de 2016

Por qué me negué a ver "Esquizopeña" (Teatro)

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Teatrix agregó en estos días y como promoción hasta el 30 de junio el espectáculo del difunto Fernando Peña titulado "Esquizopeña. Intimidad rioplatense". Empecé a verla, no sin prejuicio (cuando todavía estaba vivo había alquilado un video de un espectáculo suyo en el que se pasaba mitad del show luciendo su pene en la mano), y todo venía bien con un número musical con tres chicas divinas hasta que apareció el "divo". La carga de puteadas al cuete (no estoy contra la puteada, me encanta Pinti que es un bocasucia de primera pero ahí la mala palabra tiene algún sentido, putea contra presidentes, ministros, diputados o toda clase de políticos o ciudadanos que nos hacen pasar la vida mal), éste empieza desde el comienzo diciendo que todos somos unos grandes soretes y empieza a explicar minuciosamente cuál es la diferencia entre unos y otros, y parece que va a fundar su espectáculo en demostrar eso. En seguida se mete con cuanto ícono nacional hay no sólo en el mundo artístico, desde Cipe Lincovsky, hasta China Zorrilla, metiéndose con Santo Biasati, Magdalena, Giordano, Gasalla, Perciavale y otros engendros sexuales de curiosa apariencia como él. No, en eso es justo, dice "los travestis somos los peores s... que hay". Después deja explícitamente la "enseñanza" de que Cipe Lincovsky vive borracha y que su boca es una gran vagina (lo dice con otros términos más elocuentes) y todos los derivados que puedan imaginarse de esa hipótesis. Así con todos, va demoliendo emblemas con la misma seguridad que una pieza de dominó tira a las demás. Pero cuando se mete con el público y a uno por ser electricista hace que toda la sala le grite "h de p" y otras barbaridades y barbarismos peores, abandoné la "sala" de mi computadora, al ver como el público se moría de risa de las ocurrencias de este fantoche y sus desvaríos sexuales, siendo no sólo cómplice sino patrocinador para que durante las casi 3 hs que dura el espectáculo arroje su carga de violencia, sadismo y atropello. Lo repito, no me asusto de tres o cuatro malas palabras bien dichas porque no soy una vieja estreñida, pero la catarata de barbaridades que dice este travesti es mucho para el buen gusto de quienes solemos acudir a la sala de un teatro buscando cultura, distracción, diversión, aprendizaje, consuelo, algo que nos mime el alma o nos haga pensar descarnadamente.
Digo yo, era necesario tildar de "genio" a este exhibicionista desproporcionado y transgresor trasnochado y velarlo en el Congreso Nacional mientras que a Alejandro Doria (que tuvo la desgracia de morir el mismo día, con mucha menos prensa) que hizo la mejor película argentina de todos los tiempos "Esperando la Carroza" se lo vele en una sala de velatorio particular.
No queda más que decir. Al que le gusta comer mierda, que la coma. Yo paso.

 El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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