El Gran Rex está lleno de bote a bote. Yo estoy con mi amiga Amalia, con quien elegí ver por segunda vez este espectáculo de Les Luthiers. Ellos siempre fueron una de las formas más acabadas de la alegría y el regocijo de vivir. Pero esta noche hay algo incómodo. Se mezclan la alegría con la tristeza. Y es que hace casi un año que no está Daniel Rabinovich con ellos (con nosotros). No se puede ser plenamente feliz cuando ha muerto el amigo. Y es que Daniel era el integrante justo para Les Luthiers. Era el más histriónico, el más gracioso, el que mejor sabía hacerse el bobo o llevar una conversación hasta el extremo de lo imposible, quien hacía esos juegos de palabras increíbles que desataban la carcajada a cada nuevo trastabilar de Daniel, uno de los que mejor cantaba (desde bolero hasta ópera), quien tocaba más cantidad de instrumentos (formales e informales). Todo eso se perdió de un plumazo aquella mañana de agosto en que nos despertamos con la triste noticia (yo me acuerdo que fue un viernes y no pude ir a terapia por el dolor que sentía) y nos quedábamos para siempre sin la jocundidad y la inteligencia infinita del humorista fino, aquel que bordeaba siempre el doble sentido sin traspasarlo jamás ("Ya sé, capitán, vayamos disfrazados de prisioneras y una vez a bordo, les atacamos", "No, imagínate lo que nos harían si se dieran cuenta de que no somos mujeres". Rabinovich (en voz baja): "Ps, peor lo que nos harían si no se dieran cuenta"). Chiste perfecto, redondito, efectivo, sin caer en la grosería y a punto de caer en ella. Este chiste en boca de Daniel funcionaba de maravilla.
Pero hoy venimos a tomar examen. Porque están los dos reemplazantes de Rabinovich: Martín O'Connor y Tato Turano. Es cosa difícil reemplazar un personaje en una obra y más acá, donde el reemplazo no es de un personaje sino de una persona. Había que inventar otro Luthier que tuviera el mismo discurso delirante de Daniel y a la vez no quedarse pegado a él. Y tengo que decir con profundo orgullo que lo logran. Uno tiende a olvidarse de quien ocupaba esos papeles porque ahora están encarnados con soltura, destreza y profesionalismo. O'Connor reemplaza al Daniel parlante y cantante y Turano al Daniel músico. Y la inteligencia y profundo amor de estos muchachos los llevan a hacerlo bien. O'Connor tiene mucha gracia espontánea y sabe hacer suyas las palabras del otro, tiene a su vez una voz excepcional, forjada por la comedia musical y se posiciona con total comodiad en el papel de Ramírez en la inefable "Radio Tertulia" (Nuestra opinión, y la tulia), que es la columna vertebral del espectáculo, así como en la zarzuela náutica "Las Majas del Bergantín" o la cumbia epistemológica "Dilema de Amor". Tato Turano, por su parte , conoce el mundo de los instrumentos y puede manejarse a la perfección con la tuba, la batería o el "calephone" (especie de tuba hecha con un calefón). Prueba superada ampliamente por los dos.
El programa es extenso (casi dos horas) y comienza con la Radio Tertulia en donde se irán hilando los sucesivos números musicales, sumados a los propios de la radio (el desopilante trío "London Inspection") con un también imperdible reportaje en "inglés" a los integrantes del trío en conexión desde Londres ("qué inglés cerrado. Estos me parece que son de Temperley", dirá Murena (Mundstock). Comienza por la ya citada "Las Majas del Bergantín", un fragmento de zarzuela que data de 1980 y todavía sigue vigente, haciendo partir de risa a los que la contemplamos. Siguen en pie Francisco "el estampao", Aníbal, "El insatisfecho", y los mellizos Julio y Agosto. Y el Capitán ("¡Es inútil!", "Sí... pero es el capitán"). Continúa un número tocado con todos elementos del baño, es "Loas al Cuarto de Baño" (Obra Sanitaria), que se ejecuta con "Calephone", "Lirodoro o Lira de Asiento" (una lira hecha con la tabla de un inodoro), el "Nomeolbidet" (un complejo artificio que toca Maronna empuñando un bidet con manivela) y la "Desafinaducha" (otro invento realizado con una ducha que, mientras vierte agua va tocando campanillas a su paso). Es uno de los puntos altos del programa. Sigue con las "verdades hindudables" del Swami Maharishi Sali Baba (un López Puccio inigualable) que vendrá a revelar verdades sobre el ser humano y el Cosmos. Sigue la banda de sonido de la serie "Deber Imposible", rebautizada "Imposible de ver", en el capítulo "¿Quién Mató a Tom McCoffee?", que aunque la haya visto decenas de veces sigue tendiéndome a la carcajada, con esa pianista negra ciega que, como es ciega, no sabe que es negra (ella cree que es hija de polacos) ¿Humor surreealista? Podría ser. Una extensa y deliciosa obra donde impera el jazz y el blues.
Continuamos con el estreno de este espectáculo, la "Receta Postrera", un enfrentamiento gastronómico entre las ancianitas Clarita y Rosarito, armadas por un instrumento a base de sartenes, que, al oprimir sus asas tocan un cómico sonido que les permite tocar su vals comestible. Sigue la bossa libidinosa "Amor a Primera Vista" tocada por el famoso guitarrista nacido en Bahía... Blanca. Y que cuenta cómo consiguió seducir a la esposa de uno de los guitarristas de Les Luthiers, para luego llevarse a la del otro. Va llegando el espectáculo a su fin y estallan las palmas para acompañar la cumbia epistemológica "Dilema de Amor", una cumbia villera sazonada con nombres de filósofos y epistemólogos famosos por parte del solista, lo que crea una gran confusión en los instrumentistas y coreutas que le adjudican al verbo "epistemologar" el significado que todos nos imaginamos. Y finaliza el espectáculo con lo mejor (musicalmente) de la noche, el ten-step "Pepper Clemens Sent the Messenger, Nevertheless the Reverend Left the Herd" (todo con "e"), cuya traducción es "Snerf el Mequetrefe, ese Repelente Vejete Verde". Si es original en la música lo es también en la parte leída que ofician Mundstock y O'Connor y que provoca que se junten gran cantidad de instrumentos informales sobre el escenario, y que sean ejecutados todos consecutivamente. Lo que empieza como una pieza barroca para órgano alterna con los latines (violines de lata) y se vaya complementando con la Flauta Bunsen, las bocinetas, la tuba, el piano y por último la Tabla de Tocar (una tabla de lavar con múltiples anexos) que los cuatro luthiers músicos tocan terminando en un jazz desenfrenado.
Y "fuera de programa" el r.i.p. al rap "Los Jóvenes de Hoy en Día", que demuestran que a sus 70 años López Puccio está ágil para saltar y rapear como el más afiebrado de los jóvenes.
Bueno, pasamos una noche magnífica en compañía de estos amigos de toda la vida (empezaron ellos dos años antes de nacer yo, así que me acompañaron durante toda mi existencia) y que ya cumplen casi 50 años de vida como grupo.
¡¡¡Larga vida a Les Luthiers y que sigan llenándonos el alma de juventud!!!
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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