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Entre las virtudes que tiene "Teatrix" es que nos permite ver obras a las que nunca accedería, como es en este caso el teatro para chicos. Mi experiencia en teatro infantil es nula, ya que no ví obras infantiles, no conozco los códigos y nunca me atrevería a trabajar en una, ya que los chicos son el público más exigente que hay: al chico no lo podés engañar, lo tenés que tener todo el tiempo despierto y lo tenés que bombardear con entretenimiento contínuo para que no se aburra. Mi única experiencia consiste allá por mis 20 años cuando llevé a los hermanitos de una amigovia a ver a Fabián Vena en "Frankestein, el monstruito" (claro, el monstruito era él), cuando todavía no era conocido y trabajaba en el IFT por 2 $. De esa me acuerdo bien y con gratitud. Pero lo que sucede es que yo me crié viendo teatro para grandes... Cuenta la leyenda que yo de bebé nunca la dejaba a mi mamá ver un programa de TV completo porque lloraba o hacía lío. Pero una noche, a mis 6 meses, en que transmitían "Hamlet" por Alfredo Alcón mi mamá, fanática del Gran Alfredo me sentó en un sillón y me dijo: "Esta me la dejás ver completa porque te reviento..." No sé si fue por la amenaza, por la fascinación que me produjo, por el magnetismo Alconiano, pero me quedé absorto y en silencio durante las dos horas y pico de la obra con los ojos como platos mirando Hamlet... ese fue mi comienzo con el gran teatro.
Entre las virtudes que tiene "Teatrix" es que nos permite ver obras a las que nunca accedería, como es en este caso el teatro para chicos. Mi experiencia en teatro infantil es nula, ya que no ví obras infantiles, no conozco los códigos y nunca me atrevería a trabajar en una, ya que los chicos son el público más exigente que hay: al chico no lo podés engañar, lo tenés que tener todo el tiempo despierto y lo tenés que bombardear con entretenimiento contínuo para que no se aburra. Mi única experiencia consiste allá por mis 20 años cuando llevé a los hermanitos de una amigovia a ver a Fabián Vena en "Frankestein, el monstruito" (claro, el monstruito era él), cuando todavía no era conocido y trabajaba en el IFT por 2 $. De esa me acuerdo bien y con gratitud. Pero lo que sucede es que yo me crié viendo teatro para grandes... Cuenta la leyenda que yo de bebé nunca la dejaba a mi mamá ver un programa de TV completo porque lloraba o hacía lío. Pero una noche, a mis 6 meses, en que transmitían "Hamlet" por Alfredo Alcón mi mamá, fanática del Gran Alfredo me sentó en un sillón y me dijo: "Esta me la dejás ver completa porque te reviento..." No sé si fue por la amenaza, por la fascinación que me produjo, por el magnetismo Alconiano, pero me quedé absorto y en silencio durante las dos horas y pico de la obra con los ojos como platos mirando Hamlet... ese fue mi comienzo con el gran teatro.
Pero vayamos a criticar esta obra dirigida y puesta por Héctor Presa. Presa se destaca en la puesta de obras de teatro para chicos y sabe manejar los tiempos y el movimiento y colorido escénico con maestría. Acá además aderezada (bhá, es la columna vertebral de la obra) con las canciones de la gran María Elena, con las que sí me crié (y como yo tantas generaciones de chicos y grandes) y que sigue plenamente vigente. Hoy disfruto de las canciones para grandes que compuso María Elena, y de vez en cuando me doy alguna vuelta por versiones nuevas de aquellas tradicionales canciones para chicos.
Acá la anécdota es mínima. Cuatro "chicos" (3 mujeres y un varón) van a visitar a María Elena y de paso se convierten en sus asistentes y la ayudan a ordenar canciones, melodías, poemas o cuentos. No sé por qué misterio cósmico todas las "chicas" (ya bastante grandes) de los musicales para niños parecen trolas en pleno ejercicio, y los varones, gays asumidos. Y esta no es la excepción. Las chicas visten unas polleritas muy cortas con calzas debajo para que no se vea ningún pedazo indecente de piel y cuando les corresponde son ingenuas, dicharacheras, movedizas o saltimbanquis. Ellos son: María Elena (Lali Lastra), Pepa (Guillermina Callicchio, debe ser hija del gran Omar Calicchio, la que más cara de pícara tiene y la que mejor se desempeña), Enrique (Adán Colaciatti), Jacinta (Angie Otero) y Manuela (Julia Saggini). De las pavadas, equívocos, chistes e "inocentadas" no voy a hablar ya que no poseo el código para descifrar ese mensaje porque es otro el código con que manejan la información los chicos de 6 o 7 años (a los que va dirigido este espectáculo), pero reconozco que es muy efectivo ya que los pibes se ríen durante los 50 minutos que dura la pieza (eso sí, debe ser corta) y se saben de memoria las canciones y las cantan con los actores. Así pasan, entre otras "A ver, a ver", "Canción para tomar el té", "El reino del revés", "Canción del Perro Salchicha", "La Vaca estudiosa", "La Reina Batata", "El Brujito de Bulubú" y termina con un enganchado entre el hermoso son cubano "Para los Demás" (de las canciones para grandes) junto con "Manuelita, la Tortuga", con grandes coros de chicos y muchos aplausos. Las canciones son el alma de la fiesta que se arma allí porque son la esencia de la Walsh (que alguien comentó que huía aterrada cada vez que se le acercaba un chico). ¿Dije que no iba a hacer la crítica de esta obra porque carecía de medios? Bueno, sigo carente, pero algo me salió. Las chicas y el mancebo cantan muy bien (aunque con voces aniñadas, cosa que jamás entenderé, por qué a los chicos hay que hablarles como pavotes) y también se las arreglan con el baile (aunque son saltitos los que pegan). Todos brindan simpatía, sonrisas y "buen humor" a granel y los chicos aplauden contentos cuando finaliza una canción o al final del show. Las canciones son casi constantes y agradecemos el buen gusto que siempre inspiró a María Elena Walsh para escribirlas. La banda musical es otro lujo ya que pertenece a Ángel Mahler. Lo que no se nos informa es quien escribió el sesudo guión. En fin, una obra infantil que sin llegar a las alturas del gran Hugo Midón, entretiene, y lo que es más importante, hace acercar a los chicos al fenómeno teatral, les va inculcando desde muy niños que es bueno, lindo y sano concurrir a un teatro a estar piel a piel con gente que conoce su oficio y que en los tiempos de Shakespeare no se los enterraba en campo santo...
Gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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