Con casi todas las obras de teatro podemos decir que nos encontramos ante una metáfora para explicar el mundo, la vida, el amor, etc. No sucede lo mismo con "Casa Valentina". Tiene poco de metafórico o metonímico. No sirve más que para explicar un fenómeno único y muy poco difundido entre nosotros (cada vez lo va siendo más): el mundo de los cross dresser. "Casa Valentina" nace y muere en sí mismo, se podría decir que es un sistema cerrado. Y la obra misma sirve para autojustificarse, para explicarle al público ignorante -a través de un hecho verídico ocurrido en la década de los 70 en Estados Unidos, donde esta práctica ya era habitual- lo que significa ser un/una cross dresser. Básicamente son aquellos hombres, heterosexuales, casados, con hijos, con una carrera, una familia, que utiliza un día a la semana o al mes para vestirse de mujeres y explorar su lado femenino. Apoyándose mucho en la idea de que todas las personas tenemos una mitad masculina y otra femenina, explotan el tema de la búsqueda de lo femenino en cada uno.
Fuimos un grupo de seis amigos, invitados por Fabián Vena, amigo del secundario los que nos sumamos al espectáculo. Es cierto que Fabián ya había pasado por una experiencia "travesti". Sucedió en el viaje de egresados de 5° año. Se presentó a la "Fiesta del Mariposón" que auspiciaba un conocido boliche y lo hizo con total entrega y profesionalismo. Ya había empezado a estudiar teatro y lo tomó como un desafío: vestirse de chica y comportarse como tal, sin exagerar nada ni caer en la "mariconería" fácil. Me acuerdo que yo lo asesoraba en lo que era actuación y otra chica en vestimenta y maquillaje. Salió impecable, tanto es así que esa noche -muy provocativa "ella"- la sacaron a bailar 13 muchachos, que cuando estaban por irse a los besos él los detenía diciéndoles "pará, que me llamo Fabián". De más está decir que ganó el primer premio y con eso un viaje extra a Bariloche para toda la división que nunca se concretó. Pero él ya se había fogueado. Una de las pruebas más difíciles fue entrar al baño de mujeres...
Pero fuera de la anécdota, volvamos a la obra, un grupo de actores a las órdenes de José María Muscari (¿quién otro podía animarse?, aparte de que le gusta trabajar con elencos multitudinarios) se calza cada noche los tacos altos, la peluca y el vestido y se lanza al ruedo para hacer "Casa Valentina". Se nota que la pasan bomba. No tanto el espectador, que tiene que soportar casi una hora y veinte de explicaciones sobreentendidas, que los cross dresser tienen familia, carreras, que no son gays ni homsexuales y que pueden compartir el secreto con sus mujeres, con quienes salen como amigas a comprarse ropa juntas. Las explicaciones abundan y llega un momento en que cansan. Sólo en la última media hora se desata el conflicto verdadero, que hay un caso "policial" a descubrir: a manos de uno de ellos -Valentina, justamente, quien comparte la velada con su esposa y anfitriona- le han llegado fotos pornográficas de encuentros de hombres vestidos de mujeres en las que uno de ellos se pasa manoseando el miembro de otro miembro (perdonen la repetición pero no pude sustraerme al juego de palabras) del "staff". Queda por descubrir quien es ese gay encubierto que está metiendo los pies en el barro.
Entre tanta cosa asiste también Georgina (Fabián) quién ha conseguido la legalización para su práctica ante las leyes pero para llevarla a cabo deben formar una comisión presidida por Valentina con nombre, apellido y dirección de cada uno de los integrantes, a lo que se oponen. Lo demás es puro barullo. Bailes sin fundamento (el trío de bailarinas haciendo play-back es lamentable), personajes que bien podrían no haber estado que en nada amputarían la obra (la "Marga" de Pepe Novoa es absolútamente innecesaria, así como la "Gloria" de Diego Ramos, a no ser por su desborde de energía y sensualidad). La pata cómica de la obra se apoya en Roly Serrano, que es un militar en el día y una Pupé de noche, sostenida sobre todo en su alusión a su sobrepeso y lo bien que lo pasa como mujer. A Gustavo Garzón en su Valentina se lo ve muy deteriorado físicamente, flaco y demacrado, lo que nos hizo sospechar que tenga alguna enfermedad. Boy Olmi, otro puntal decisivo para la estructura dramática, compone a Gogó sin fallas, sobre todo apareciendo vestido de hombre y travistiéndose en escena. Nicolás Scarpino (otro gay declarado, igual que Diego Ramos) se muestra cómodo en su Miranda, la "nueva" y por lo tanto tímida y a quien hay que "arreglar" para que no parezca "una evangélica". Pepe Novoa también borda con presencia de vieja actriz del teatro nacional a su Marga. Y por último, Fabián está muy "legranesco" en su composición de Georgina y aporta tonos e inflexiones interesantes.
Una cosa que llama la atención es que hoy en día se piense (o por lo menos lo piensa el director) que resultaría provocativo ver a hombres vestidos de mujeres en un escenario. Llama la atención que se piense que va a llamar la atención... nada más alejado. Estamos en pleno siglo XXI y ha pasado mucha agua bajo el puente como para que nos escandalicemos por ver falsos travestidos. Muscari dio un paso en falso con esta obra, quizá por su falta de desarrollo, es una pieza que no empuja para adelante, más bien se queda estancada la mayor parte de su duración y los actores hacen lo imposible para sacarla a flote. Sabemos de las audacias de Muscari, un hombre que puede poner el más puro García Lorca junto con una recua de ex vedettes "extinguidas", pasadas los 60 y 70 años. Pero bueno, aún así "Casa Valentina" sigue llenando todas las noches y siendo un éxito de público y crítica...
Una palabra sobre el autor. Harvey Fierstein es un conocido homosexual newyorquino que peleó por hacerse escuchar dentro del teatro norteamericano y defendió los derechos gay, es el creador entre otras cosas de la adaptación musical de "La jaula de las locas" y toda su obra gira sobre la temática gay.
Me quedaba en el tintero hablar sobre las actrices: María Leal como esa Rita, esposa de Renzo/Valentina es una gran actriz que supo conmovernos el año pasado con "La Señora Klein" una obra plena de matices, acá se la ve algo más lineal y trabajando sobre el mismo tono, pero no sale desmerecida. Y de Mariela Asensio es poco lo que podemos decir porque su rol como la hija del juez se limita a unos cinco minutos.
Bueno, en resumen, para mí, "Casa Valentina", un 4 sobre 10. Aprueba justito.
Gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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