sábado, 29 de septiembre de 2018

Mi crítica de "Niní en el Aire" (Teatro)

Hoy, después de la torrencial lluvia que azotó la Capital Federal, fuimos con mi amiga teatrera Amalia, a ver esta gran obra de teatro. En "Seis Personajes en busca de un Autor", Pirandello ponía en escena a seis personajes que buscaban a un autor que contara sus vidas. En "Niní en el Aire" pasa algo similar, hay un puñado de personajes, que son hijos de una gran autora, una escritora y actriz que les dio vida, pero la creadora está muerta. Y los personajes también. Son fantasmas que habitan un viejo estudio de radio que se está desmantelando para construir ¿un edificio de departamentos? allí. Sólo viven en el alma y en el corazón del público, de esa parte del pueblo que gozó y se divirtió y reflexionó con ellos hace ya muchos años. Nadie los había vuelto a poner en el aire, hasta que por una magnífica idea de Jorgelina Aruzzi (actriz y dramaturga) y Ciro Zorzoli (director y co-escritor de esta obra), vuelven a resurgir con toda la fuerza de antes para regocijar al público durante una hora y media. La autora y demiurga que creó a esos seres (mitad personajes y mitad personas) es María Esther Traveso, más conocida como NIní Marshall (1903-1996), creadora infatigable, dueña de un sentido del humor blanco, ingenuo, sin ninguna grosería y apto para todo público, que ejercía cátedra desde su autoría. Y lo que se trata ahora es de que esos personajes no mueran ni caigan en el olvido. Tarea que resulta fácil porque ellos ya son parte del alma del público. Y así desfilan en el cuerpo y la voz de la excelente Aruzzi, Cándida, esa inocente chica que maneja mal el idioma; Catita, la empleada española que dice "burradas" que ya integran el imaginario popular; la Niña Jovita, esa señora mayor y soltera, fea y casamentera empedernida que no encuentra la horma de su zapato (cualquier zapato le va bien); la refinada snob Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunset Crostón y toda su troupe de inefables ricachones; Doña Pola, la inmigrante judía interesada solo en amasar fortuna y hasta, por un instante la niña Gladis Minerva Pedantoni; para regocijo de todos. El grueso del libro es de la propia Niní Marshall y hay mechados comentarios de Aruzzi (Mónica dirá que tiene el dedo dolorido porque "hoy anduve de timbreo" y la Niña Jovita acota "quien invirtió en esperanza recibirá esperanza") todas frases que los argentinos conocemos bien.
Claro Jorgelina Aruzzi no está sola: la acompañan el excelente pianista y actor Pablo Marcovsky en el rol de Goyena, el pianista de la radio, y el co-actor Mariano Torre (Miranda), que sirven de gran puntal y sostén para la actriz. El vestuario de ella es un vestido negro sobre el que se va poniendo distintos aditamentos, como sombreros, tocas, anteojos, que revisten el papel del personaje que interpreta. Entre uno y otro personaje no hay solución de continuidad y se mimetiza enseguida con una nueva personalidad tan fuerte como son las criaturas de Niní. También se deja en claro que la Marshall fue la primera mujer en escribir sus propios textos y crear sus personajes, en medio de un mundo monopolizado por los hombres y antes de que existiera el voto femenino. Realmente Niní Marshall fue un prodigio de talento y de observación de costumbres y sutilezas que sólo su mente podía capturar. Como afirmó la psicóloga Ana Padovani: "hizo un trabajo interesantísimo con la palabra. Ella lograba un bordado textual a partir de la observación minuciosa de las corrientes inmigratorias, de las formas de hablar, de sus costumbres. No tiene una producción literaria en el sentido estricto pero considero que tiene bien ganado el status de escritora". Y acota María Moreno en un reportaje de "Página/12": "la actriz llevaba sus registros orales a un grado de exageración tal que, no sólo se volvían críticos sino que terminaban constituyendo, lejos de rasgos típicos, singularidades fecundas en creación e ingenio".
La labor de la Aruzzi no recurre a la mera imitación, sino que es un ejercicio de poner el personaje a expensas de su creación personal, no se limita a copiar, sino a enriquecer las creaciones con rasgos de su propia personalidad de actriz. Yo no tuve muchas oportunidades de ver a la gran Niní encarnar a sus personajes (con excepción de ese gran fresco que es "Y se nos fue re depente" y algún otro programa grabado para la televisión), pero Amalia, que sí los vio, asegura que hay mucho de creación personal en este recorrido por las distintas caras de la creadora. Chistes que parecen gastados suenan como nuevos en la boca de Aruzzi, y hay una gran cantidad de ocurrencias que nunca había oído antes, como la que dice de una señora casada hace 75 años que nunca pensó en el divorcio, pero sí en el asesinato. Y otras perlas que tal vez no signifiquen nada para los jóvenes de hoy, pero que en su época sonaron como excelentes remates, recurriendo a instrumentos que ya están fuera de uso.
El estudio de radio va siendo progresivamente desarmado por un actor sin letra, que no los ve, porque son los fantasmas del pasado, hasta dejar devastado el ambiente y tapar el piano (con Marcovsky) y la batería (con Torrre). Sobre el final, Cándida/Aruzzi nos deslumbran con uno de sus sketchs más celebrados, el del ballet "La muerte del cisne" y lo hace con tutú y todo, con innegable gracia. La pericia que tiene la actriz para decir sus parlamentos es asombrosa y hace que suenen tan bien en su boca como lo hicieran en la de Niní. Llegamos a la conclusión que los espíritus de los creadores y sus personajes no morirán nunca mientras haya alguien que los recuerde y pueda reírse de sus ocurrencias.
El acento de los personajes, su tipología física y su contextura está maravillosamente logrado por un excelente trabajo corporal de Aruzzi y por la mano maestra del director Ciro Zorzoli, quien logra un trabajo pleno de efectividad y de momentos mágicos y para el recuerdo. Queremos mucho a Niní, es cierto, porque no sólo fue una gran creadora sino también porque fue una persona buena y de perfil bajo, que nunca sobresalió más allá de su trabajo, y como decía ella, su labor consistía en la observación, en el escuchar lo que se decían las mujeres en la peluquería, en el colectivo o en la placita que quedaba enfrente de su casa a dónde iban las sirvientitas a hablar de sus novios. Todo un retrato de sociedad y de época que hoy sigue vigente. Hasta se la censuró porque decían que deformaba el lenguaje... ¡¡¡ella, que lo que más hacía era dar una clase del buen decir y de los buenos modales al extraer sus opuestos!!!
Es, definitivamente, un espectáculo para el recuerdo, por sus tres excelentes intérpretes (los dos varones no se le quedan atrás) y agradezco la oportunidad de haber podido verlo porque es un baño de inspiración y buen humor, dentro del espectáculo de la chabacanería y la grosería que se monta hoy en día en pseudo programas "humorísticos" que se ven por televisión.
¡¡¡Gracias Niní!! ¡¡¡Y gracias Jorgelina!!!
Y gracias nuevamente por leerme hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 15 de septiembre de 2018

Mi crítica de "Tango Corrupto... y a otra cosa mariposa" (Teatro- Musical)


Teatrix lo hizo de nuevo. Esta vez estrenó (como obra restaurada) el musical "Tango Corrupto... y a otra cosa mariposa" y es verdaderamente excepcional. Con un cantor tanguero, Oscar Lajad, una cantante invitada, María José Rojas, de indudable acento orillero, dos bailarines que "le sacan viruta al piso": Rosalía Álvarez y Nicolás Tabares y una mini orquesta denominada "La Desvelada" (piano-contrabajo-violín-bandoneón) se arma el show. Y es un show eminentemente tanguero, si bien esto sólo es en mitad cierto. Digamos que la mitad de la música, porque para la letra se ha elegido textos de canciones sumamente populares, y hasta podríamos decir que son lúmpenes dentro de la música pop. Sí, porque van desde Raffaella Carrá hasta Rodrigo, desde Gaby, Fofó y Miliky hasta Ráfaga o las Ketchup. Y lo más admirable es que quedan bien. Se lucen como verdaderas letras de tango. El tango, música orillera en sus orígenes si las hay (sólo comparable con el jazz tocado por los negros de Nueva Orleans), tiene toda una tradición de amores contrariados y desgarrados, traiciones, engaños, el amor por la "viejita" y la fidelidad a los amigos. Todo eso aparece en estas letras que han decidido incorporar a la música tanguera y aparecen hasta destellos poéticos de esos que aparecían en los más sublimes exponentes de la tradición. Por eso me surge una pregunta: ¿es que estas letras se corresponden con el espíritu tangueril o es que una música adecuada, una voz de arrastre canyengue y melodioso pueden volver tango a cualquier esperpento? Porque esto último es lo que parece primar. ¿Qué tiene en común Gilda o Rodrigo con el tango? A primera vista nada. Pero es que esta combinación nos da toda la apariencia de correspondencia. Por eso sospecho que es más la entonación, la mirada que se pone sobre las canciones elegidas lo que las vuelve "barro del mismo fango". 
Y empieza el espectáculo (grabado este año en Córdoba, en una especie de café concert) con la mismísima "Fiesta", que popularizara la Carrá. Al principio no se nota que está cantando esta canción, sólo cuando llega al estribillo ("Qué fantástica, fantástica esta fiesta, esta fiesta en la que descubrí su amor...") advertimos que estamos siendo vilmente engañados en nuestro oído musical. Y que todo en la velada va a seguir por el mismo rumbo. Y ya nos preparamos para escuchar las letras de Serrat, Sabina, Alberto Cortéz o Víctor Manuel, con su poesía indudable... pero eso no llegará nunca, y todavía no hemos descendido a lo más abyecto del lenguaje musical de nuestros tiempos. Por eso lo de corrupto. Porque lo que se corrompe es el lenguaje, el decir, el cantar, con letras aparentemente tontas o simples pero que guardan un destello de verdad en su alma. Es -salvando las distancias- como lo que hizo Jairo con "Corazón Contento", de Palito Ortega, que, cantada en otro tono, con otros acordes y respetando la letra, la elevó a una verdadera joya musical (búsquenla por favor en el CD. "Propio y Ajeno", no se van a arrepentir).
Sigue el espectáculo intercalando pequeños monólogos entre canción y canción, como aquel en que se reconoce salteño, y que la culpa de ser tanguero la tuvo el borracho Don Pachao, ya que días antes de parir le dijo a su madre, "ese chico que lleva en su vientre va a salir cantor de tangos". Y así resultó. Otro de los monólogos hace referencia a la forma de pedir un vino que tiene un porteño, un cordobés o un sanjuanino. El salteño lo pide con un desborde de poesía en su decir: se trata de decir lo mismo pero de otra forma. Y de eso es de lo que se trata este espectáculo. Seguimos con "Beso a beso", que hiciera famosa Paloma San Basilio y el tema siguiente es un cuarteto: "Lo mejor del amor", de Rodrigo, y hasta adquiere su poesía con los acordes tangueros y nos olvidamos que es un abyecto engendro musical. Como la canción que sigue: "Chindolele" que expresa un ritmo alegre que rompe un poco con el lamento del bandoneón y hace participar al público. Tal vez lo más surrealista de la noche llega con "Hola Don Pepito", de los payasos Gaby, Fofó y Miliky, que hasta queda bien y no desentona. Mientras, los bailarines hacen alardes de piruetas y firuletes, de buena presencia ambos.
Interviene María José Rojas para cantar la canción más famosa de Myriam Alejandra Bianchi, más conocida por Gilda: "No me arrepiento de este amor", y desgrana todo su erotismo y sentimiento en unos acordes bien de fuelle; continuará la misma María José con "Livin' la vida loca" que popularizara Ricky Martin pero sin desagradar al oído y en forma de valsecito criollo aparece "Don" (de "Miranda!") !!!, acompañada nuevamente por Oscar... y resulta que queda bien!!!
Sigue cantando Oscar Lajad y es el turno de "Sobreviviré", versión en castellano popularizada por Gloria Gaynor y es otro golazo, para internarse en el bajofondo de "Mentirosa", de los cumbancheros "Ráfaga" y ¡también suena bien! ¡¡¡Pero lo que hace este tipo es increíble, lograr que yo acepte escuchar temas que nunca habría pensado oír y que hasta me gusten!!! Luego desciende al lugar infantil, el de "Cantaniño" con "Como bolita" y vemos que también tiene componentes propios del género. Para irrumpir luego María José con otro éxito infantil: "Tengo el corazón con agujeritos", de "Chiquititas" (aunque se pronuncie "ahujeritos") y descubrimos que tiene versos de profundidad temática que pasaban desapercibidos (juro que las canciones no han sido modificadas en su letra).
Sigue una coreografía con los cuatro bailando (pareja de bailarines y dúo de cantantes) y cantando un extraño tango, mitad en castellano y mitad en inglés que ha sido creado para este espectáculo. Parece que se viene el final del espectáculo. Hay elogios para todos de parte de todos y el endulce del oído para las mujeres del equipo. Pero todavía no es momento de despedidas. El público aplaude y agradece el haberse visto engañados en su buena fe, el de haber pasado casi una hora y media escuchando sus temas favoritos en el lugar más insospechado.
Sigue la ronda de temas con "Ciega, sordomuda", de Shakira, en las voces de Oscar y María José, y descubrimos que la colombiana podría haber sido una gran tanguera. Para seguir luego, él solo, con "A quién le importa", que había sido interpretada por Thalía. Y en un bis, llegamos tal vez a lo más bizarro, el éxito del verano "Aserejé", de las españolas "Las Ketchup" con su texto imposible de descifrar y del cual no faltó quien dijera que contenía mensajes diabólicos. Y unido a esto viene María José a cantar el último éxito: "Despacito".
Con esto acaba el show pero no nuestro deseo de seguir escuchando estas extrañas versiones en la voz de uno de los últimos tangueros, que evoca a San Pugliese en sus últimas palabras. Un gran espectáculo sin lugar a dudas. Muy original y singular y la adaptación de las letras se debe toda a la mano maestra de Oscar Lajad. Realmente, para recomendar. Y no olviden que pueden ver el show haciendo click en el "Ver Obra"
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 8 de septiembre de 2018

Mi crítica de "Pelonintensivo" (Teatro-Unipersonal Musical)


Ahora Teatrix estrena este unipersonal del excelente actor y cantante que es Roberto Peloni, género al que se le acerca recién después de haber ganado el Hugo de Oro por su actuación como el enano Lord Farquand en el musical "Shrek". Insiste en que tuvo que hacer este unipersonal por impulso de Patalano, ya que todo el mundo conocía su trabajo pero no lo relacionaba con su nombre. Esto no es del todo exacto ya que yo siempre le presté atención y supe de inmediato que Roberto Peloni era ese excepcional travesti que animaba "El Cabaret de los Hombres Perdidos", entre otros hitos memorables.
Pero así las cosas, incursionando en el mundo del "uni". Actor venido del under y que saltó a la notoriedad hace pocos años con trabajos como los nombrados y que volvió al teatro "off" con obras como "La Parka". Acá interpreta cinco personajes disímiles, y si bien no es el género que a mí más me gusta, este de la puteada gratuita fuerte, le reconozco una gran ductilidad para encarnar personajes y develarlos a la hora de la verdad. El libreto es de él mismo junto con Sebastián Meschengieser y el aporte autoral de Elio Marchi y más la colaboración artística de los valorados Malena Guinsburg y Claudio Tolcachir. La dirección no se especifica pero se supone que es de él mismo.
En realidad el proyecto nace como un homenaje a los 50 años del café concert nacional. Todo está unido por una entrevista realizada off escenario, con dos cámaras, por él mismo a un tal "Ricardo" Peloni, en donde no se lo deja intervenir, como en esos programas de conductores egocéntricos y cuando se lo interroga está todo errado el material. Sólo nos deja escuchar una muy buena versión de "Saber por fin quien soy", del Johnatthan Harker del "Drácula" de Cibrián. El primer personaje que presenta es con nombre y apellido: "Tetiano Telechea", un niño esperpento, un chico con grandes pechos de los que emana leche y que está a la espera de hacerse una mamografía. No es un transexual, sino una especie de hermafrodita de la naturaleza, que ha venido a este mundo con el sólo objeto de ser burla de sus compañeros de clase y despreciado por las chicas, de entre las cuales, de una de ellas, estuvo a punto de recibir un beso. Se queja de su madre que lo crió a base de comidas prefabricadas y de sus compañeros que no lo eligen para jugar al fútbol y de sus compañeras, quienes ninguna se enamoró nunca de él. Desgrana comentarios muy sutiles sobre la marginación del diferente -en este caso con creces dado el volumen de sus pechos- y sobre el bulling que sus congéneres le hacen. Se anima a interactuar con el público y hasta a bailar con una señora un bolero cantado por él. Sin mencionar que riega a todos con la leche que brota de sus pezones.
El segundo personaje es otro ser andrógino, una lesbiana peronista y machona que ha formado pareja con una tal Carito y que se reúnen con bombo y todo para ir por un choripán a los actos partidarios y cantar corrillos en contra de Macri. Están esperando un hijo, ya que su compañera -esto tanto en sentido civil como partidario-, ha sucumbido a la idea de hacerlas "mamás". Es también de mucha efectividad este personaje, sobre todo por su doblez de mujer con caracteres de hombre (todo lo contrario al anterior) y por su mirada misógina de la sociedad.
El tercer personaje -tal vez el menos logrado- es un "Donald Trump" devenido a conductor televisivo, el "Donald show", donde se dedica a contar chistes xenófobos y de características nazi-fascistas a pesar de una voz en tiplete que descoloca. Con nariz de payaso y cabellos blondos -que no serán tan perfectos como la imitación de Alec Baldwin-, le da el fisic du rol a este Trump del subdesarrollo que no duda en catalogar de imbécil a todo el que piense distinto de él.
En el cuarto papel arma a una portera de un hospital (en realidad todo el show transcurre dentro de las paredes de un nosocomio) desdentada y muerta de hambre, pero "contenta" porque le han dado finalmente el cambio de horario que tanto quería, de 8 de la noche a 8 de la mañana, para poder viajar más cómoda y dormir colgada del pasamanos del tren, aunque denuncie el peligro que se vive en las calles a esas horas. A pesar de ser muy religiosa, de besar cada dos por tres su crucifijo y desear  bendiciones para todos, tiene un hijo en la cárcel (el Alfredito) y dos hijos llamados Abel, ya que como son pobres, carecen de nombres para elegir. Lleva un órgano para entregar, aunque el hambre se lo hace ver pasándole el pan al "juguito". Es bastante logrado este rol y gana uno de los aplausos más grandes de la noche. Toda su presentación tiende a enmarcar con el humor negro y hace patente su vocación por encarnar papeles de mujer.
En última instancia se presenta como el verdadero Roberto Peloni, con corbata descolocada y una muy prolija pollerita escocesa y ejecuta algunos chistes que apuntan a su desconocimiento a nivel masivo. Termina cantando a voz en cuello una canción de su creación que también lo coloca en el borde de su sexualidad. Pese a todos los baches en cuanto a humor, el saldo del breve show es positivo (tan sólo 73 minutos, y eso con los agregados entre personajes) y es recomendable para el público adulto. Todavía queda mucho Peloni para seguir disfrutando.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).