martes, 29 de diciembre de 2020

Mi crítica de "El Plan Rodolfo" (¿Teatro?)

https://www.teatrix.com/ver/el-plan-rodolfo


 No me agarra más Juan Paya y sus chantadas de cuarta. Esta es una producción que difundió Teatrix pero que fue filmada de apuro con la excusa de la navidad con un teléfono celular y tres actores -a saber Juan Paya, NIcolás Maiques y Pedro-. Digo que no me agarra más porque no pienso ver ningún espectáculo más que venga con esa firma porque son mediocres, chabacanos, idiotas, sin ideas, descerebrados y lo peor, muy, pero muy groseros en balde. Las malas palabras abundan en la poca más de media hora que dura el episodio de telenovela que se nos presenta en tres capítulos, y con la gracia que puede tener un colegial bocasucia al que le han prohibido decirlas. Escupidas una tras otra, con poca sutileza, sin sentido y sin la gracia de, por lo menos, un Pinti -que las dice con fundamento, aparte-. Eso no sería lo peor, sino el banal argumento de esta producción de entrecasa hecha entre dos amigos y el hijo de uno de ellos. 

Juan hace de Juan, el hijo de Sofía, la abuela de Pedro, hijo a su vez de Juan. Juan está desesperado por conseguir una novia y las busca chateando y las desecha por el simple hecho de ser de Mataderos e hincha de Chicago. La madre, en cambio, se ha enamorado de Rodolfo, el viejito jubilado vestido de Papá Noel en la esquina, a quien su nieto pretende secuestrar para quedarse con todos los juguetes. Este es el punto de partida y el de llegada de esta singular serie televisiva que no presenta ningún conflicto con lo que podamos definirla como estructura dramática. La abuela es censurada por su hijo por el hecho de enamorarse a su edad -está tan mal caracterizado Maiques como Sofía que en realidad sólo parece un hombre con peluca- y ella le reprocha que no encuentra a su mujer ideal. Pero las cosas no seguirán así, de buenas a primeras Sofía se pelea con Rodolfo sin motivo ninguno y cuando lo llama por teléfono para reconciliarse, este le dice que se fue a tomar el té con una amiga de ella y ésta lo putea de arriba abajo. Sin mencionar el rosario que le dedica a su amiga. Este es el argumento de "El Plan Rodolfo", una cosa que podría haber escrito un chico de 13 años y aún así lo criticaríamos. Evidentemente Juan Paya no tiene vena de autor, y menos de actor, ya que es lamentable su interpretación, así como la de Maiques y la presunta desfachatez del pequeño Pedro -un actor que ni se presenta con su apellido-. Para mal de males, la dirección también es de Paya... y ya no hay escapatoria alguna. Sólo tiene en su haber la escritura de "Chicos católicos", que era pasablemente aceptable; lo demás es basura y de la rancia. No la vean ni aunque venga regalada -como es el caso- porque es un bodrio que se olvida tan fácilmente como se la vio, sólo que deja el regusto amargo de haber probado algo podrido.
No digan que no se los avisé.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



domingo, 27 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Te aconsejo que me Olvides" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/te-aconsejo-que-me-olvides


 Primera producción integral de Teatrix, esta para los tiempos de pandemia y a todo trapo. Lástima que los resultados no fueron los deseados. El equipo creativo es de primera: Betty Gambartes en libreto y dirección general y Diego Vila también en libro y dirección, la misma dupla que en Manzi, la Vida en Orsai. El elenco también era un lujo, encabezando, Raúl Lavié, que con sus ochenta y tantos sigue exhibiendo una voz poderosa y bien templada; Ivanna Rossi, con su cálida voz y todo su carisma y Marcos Montes, un afinado desfachatado. Para completar el equipo contamos con dos bailarines de primera: Melody Gelatii y Esteban Domenichini. Todo se conjugaba para ser un espectáculo brillante. Con tangos varios, algunos muy conocidos y otros no tanto, que van hilvanando una historia de amores y desamores.

Primero es Cipriano -Marcos Montes- el que se hace abandonar por la chica -Rossi- que de ahora en más pasaremos a llamar la Morocha Argentina. Escenitas de llantos, celos y demás, para meterse enseguida con Jacinto -Lavié- quien al poco tiempo también decide terminar el romance porque ella no se lo merece. El ha nacido para la timba, los burros, el café con los amigos, y es mucha mujer para él. A partir de ahí perdemos el rumbo, porque ya no sabremos quién está con quién y a quién hay que dejar. Se reiteran las situaciones sin fin y parece que cambiaran los personajes pero no, siguen siendo los mismos, así que qué querés que te diga, ya no entiendo más nada. Hay una sucesión de tangos que van tejiendo el argumento -algunos tangos reales y otros escritos para la ocasión-. Puedo distinguir Alegre mascarita; Ventarrón; Yo no sé qué me han hecho tus ojos; Ahora; Victoria; Piantá de aquí; Grisel; un dúo muy lindo de Nostalgias y Garúa, cantados al unísono como en Manzi...; Mientras fumo; otro dúo con Los Mareados y Rubí, realizados por Lavié y Rossi; Dos almas; Cuatro palabras; Tomo y obligo; Por una cabeza y Amor, amor, amor.
Como siempre es un lujo escuchar a tan extraordinarios cantantes, tal vez Lavié sea la voz que mejor se conserva con el paso del tiempo en la Argentina, ya que Jairo -para mí el mejor cantante que tenemos- va perdiendo caudal de voz a medida que envejece. Ivanna Rossi tiene toda la frescura y la caradurez juvenil y la cosa canyengue del tango mientras que Marcos Montes aporta picardía y un buen caudal canoro. La dirección musical, por parte de un pianista y una bandoneonista es impecable y la dirección de conjunto no deja nada que desear. Salvo esas pequeñas confusiones del guión, que empobrecen el sentido de tan magno esfuerzo. Se nota que la preparación de este espectáculo se hizo a conciencia y llevó su tiempo, porque todo está muy bien aceitado y ensamblado -no parece un show hecho de apuro- y lo luce. Lástima ese pequeño-gran detalle, que opaca lo que podría haber sido un excelente espectáculo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito -un crítico independiente-.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Airefuego" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/airefuego


 Un nuevo acierto de Teatrix -entre sus alzas y sus bajas, que no dejan de preocuparme- fue juntar a Francisco Pesqueira y Thelma BIral en este recital de poemas y canciones, a la medida de ellos dos. La puesta en escena es simple, apenas dos sillones y una mesita con agua y copas, y un pianista con su órgano sobre un costado. Dicen que lo grabaron especialmente para Teatrix, yo no sé si antes tuvo su paso por el teatro, y de no ser así merecería que lo hubiese hecho, ya que es un espectáculo de la más alta categoría y con sólo dos materiales: la palabra y el canto. El espectro de autores es amplio y va desde García Lorca hasta Benedetti, desde María Elena Walsh a Félix Luna y Ariel Ramírez, pasando por toda una amplia gama de poemas y estados de ánimo, para empezar y terminar con ese clásico de clásicos que es "Doña Rosita, la Soltera", de García Lorca, en donde se luce indudablemente la BIral.

El diálogo es ameno y distendido, tal vez un poco sobreactuado con esa volubilidad que tienen los actores de exagerar cada recuerdo, cada palabra que se dice o cada sentimiento que se evoca, pero fuera de eso está bien manejado. El hilo de la conducción lo lleva Pesqueira, incluso ofreciéndole textos a Biral que ella desconocía o que no había leído previamente, como los de Simone de Beauvoir, Isabel Allende, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf o Emily Dickinson. Comienza hablando Pesqueira sobre su descubrimiento en su Córdoba natal, a los 8 años, en aquel glorioso 1978, en que se representaba "Doña Rosita" con dirección de Cecilio Madanes, producción de Oscar Pedemonti y la interpretación de Eva Franco, Carlos Muñoz y Maris Herrero y en el momento en que él decidió que quería ser eso: actor. Entra Thelma y ofrece parte de la obra en verso, con el soporte de Francisco. La dirección del espectáculo corrió de la mano de Emilio Samar y la música y teclado de Pepo Lapouble. Sigue Pesqueira cantando "Amo el amor de los marineros", de Pablo Neruda y luego pasan a hablar de sus respectivos padres y de su ascendencia: Pesqueira gallega, BIral italiana. Y de las cosas que se cantaban y contaban en sus respectivos hogares. Así Thelma (que por fortuna se ha recuperado lo más bien de su rotura de cadera, ya sin bastón), se anima a entonar la canzzonetta "Mamma", que cantaba su madre en referencia a la suya. y luego cantan y recitan "Luna de los gitanos", de nuevo de Federico, en canto de Pesqueira y recitado de Biral. El joven de 50 años va a recordar a su propia madre entonando "Me lo ha dicho la luna", un viejo cuplé que ella cantaba cuando él era niño.
Luego pasarán por la infancia y adolescencia de Thelma en Montevideo -aclara que es argentina- y su paso por el Teatro de la Comedia Nacional del Teatro Solís y cómo en los descansos bajaban a ver ensayar a la Comedia Nacional que ostentaba glorias como China Zorrilla y otros actores de primer agua en el Uruguay y en las butacas se encontraba la mismísima Margarita Xirgu dirigiendo, y cómo volvían a clase inspirados para repetir todo cuanto habían visto y oído en esa clase magistral. Para recordar a la poetisa uruguaya Idea Vilariño y su "Quisiera morir ahora", poema exquisito si los hay. Se definirán como hinchas furiosos de otro gran e ilustre uruguayo, don Mario Benedetti, y mientras Thelma recita "Hagamos un trato", Francisco canta "Te quiero", con música de Favero, en un amable contrapunto para terminar los dos al unísono.
Luego pasan a los poetas cordobeses, y mientras Pesqueira hace un chiste con Rodrigo, Biral recita "Eran las campanas", de Arturo Capdevila, otro magnífico cordobés, y Pesqueira la coloca en el balcón de Julieta y él asume el papel de Romeo para cantarle "Con mi serenata", de otro autor mediterráneo. Luego se transportan mágicamente a Buenos Aires y recorren la calle Corrientes para recitar y cantar "Te quiero Buenos Aires", de la maravillosa Eladia Blázquez. Thelma va a recordar cuando allá por los 70 convencieron a Niní Marshall para que hiciera el protagónico de "Coqueluche", la obra de teatro, siendo ella un papel menor. La dedicación conque Niní le enseñaba cómo debía decir un chiste, cómo rematarlo y cómo aplicarle su timming exacto. Las numerosas tardes que pasaron juntas tomando el té en la casa de Niní con el propósito de "pasar letra" y cómo le gustaban a ella las rosas y de cómo Thelma cada vez que podía le llevaba una. De allí derivará el poema "Rosas", de Juana de Ibarbourou y para que Pesqueira cante "El viejo varieté", que María Elena Walsh escribiera para una revista del Maipo. Francisco tiene tiempo para aclarar que los zapatos que lleva puestos son los mismos de cuando debutó, hace 35 años, sólo cambiada la zuela, regalo de su padre y los que usa siempre por cábala. A esto puedo agregarle que yo le gané. Los que uso yo para mis espectáculos son los mismos que me compré para bailar el vals en 6° grado, con lo cual los míos tienen sólo 40 años, y que también uso por cábala, cambiada también la zuela.
Pesqueira va a recordar que lo conoció a Alberto MIgré también en el Maipo y van a recorrer juntos temas musicales de sus telenovelas como "Quereme, tengo frío", de "Piel Naranja", "Rolando Rivas", el tema de Fito Páez "Yo vengo a ofrecer mi corazón" o el de "Una lágrima en el teléfono". Thelma acotará que su novela "Dos a quererse" también fue un éxito y recordarán su tema musical.  Después Pesqueira recorrerá la filmografía de Thelma BIral sin obviar ninguna, para detenerse especialmente en "Desde el abismo", quizá su mayor éxito, dirigida por Fernando Ayala y rememorarán su banda musical. Hablando de la valentía o la cobardía de los hombres, Thelma ofrece el poema titulado "Cobardía" de Amado Nervo. Y terminará con el poema de Alfonsina Storni "Quisiera esta tarde divina de octubre", excusa para que Pesqueira cante "Alfonsina y el mar" de Félix Luna y Ariel Ramírez. Vuelve a repasar su visión de "Doña Rosita" y darle el pie a BIral para que haga los monólogos más dramáticos y famosos de la obra para culminar con aquel poema que todos aprendimos en la primaria y que es ya un clásico: "La Rosa".
Todo está cuidado y estudiado al milímetro, nada en el recital molesta o desentona, y sirve para evocar la extraordinaria capacidad vocal de un Francisco Pesqueira en lo mejor de su carrera y para que Thelma BIral vuelva a brillar y a sostener la enorme actriz que fue y sigue siendo con lo mejor del repertorio poético argentino y español. Un espectáculo que es un verdadero lujo para quienes admiramos la poesía y el canto y un festival para los sentidos. Bienvenido sea a Teatrix y ojalá sigan brindándonos espectáculos como éste, filmados a propósito de la cuarentena.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Mi crítica de "La Bohéme, en tacos" (Parodia de ópera)

https://www.teatrix.com/ver/la-boheme-en-tacos


 Bienvenida sea la ópera a la plataforma de Teatrix, en este nueva modalidad de Teatro en Pandemia-Vía streaming. Lo curioso de esta puesta desde las casas de cada uno, es que se la ha dado un giro novedoso a la clásica y hermosa ópera de Puccini: se la hizo en una versión travestida. Sería algo así como una ópera drag queen. Algunos papeles de hombres -Rodolfo- son interpretados por mujeres y algunos de mujeres -Musetta, Marcella-, por hombres. Los demás hombres de la compañía presentan rasgos afeminados o son directamente travas. No deja de sorprenderme el por qué de este giro, ya que el argumento se mantiene intacto -aunque reducido de dos horas a una, con cortes en las arias-, si será para provocar, para escandalizar o directamente para aggiornarla. Ninguna de estas opciones me parece válida y suficiente, ya que ni escandaliza, ni provoca y para el aggiornamiento baste con reparar en el musical de culto Rent, que tomó el argumento de La Boheme y lo situó en la actualidad donde los personajes en vez de morir de tuberculosis lo hacen de SIDA. Es mucho más efectiva y más hermosa en su conjunto y en su exposición esta Rent que este mamarracho de ópera travestida.

Los cantantes no dejan de ser buenos, aunque me caben serias dudas de que sean ellos los que cantan, ya que hay una desincronización entre el movimiento de los labios y la emisión de voz, aunque esté tomado en el directo que lo permite hacer el streaming. Además una mujer como Laura Borja, haciendo de Rodolfa, tiene una buena voz de tenor, lo que me hace dudar que sea de ella -salvo que sea el caso de un transexual lírico, lo cual no sería asombroso dado la fisonomía hombruna de la cantante y el ancho de sus muñecas, dato con el cual se suele identificar a todos los hombres trans del mundo-. El caso de Mariana Carnovali (Mimí) es positivo, no sólo tiene una excelente voz sino que es hermosa, pero dada a reírse como una pánfila en todo momento durante el 1° acto (sí, reite ahora que después no te van a quedar ganas). Tanto Marcello (Alfredo Martínez) como Collins (Andrés Asencio) lucen masculinos en sus roles aunque con una leve tendencia a la femineidad en Marcello, que se empolva la nariz y se hace los rulos antes de cantar; el caso de Shaunard (Ferni de Gyldonfaldt), es abiertamente gay, así como Musetta, que es encarnada por otro hombre (Lucho de Gyldonfaldt), quien logra impostar su voz como una mezzosoprano muy desvirtuada. Pero el peor pecado, tanto en Rodolfa como en los hombres es la tendencia a la macchietta, al estereotipo de hombre o de mujer en sus gestos y actitudes. Rodolfa juntara siempre sus manos sobre el pecho, en un gesto casi paralizado mientras que los hombres travestidos o gays recurrirán a las peores poses de teatro de revistas que hicieran un ícono de los personajes homosexuales. Todo un gran fracaso, por donde se lo mire.
Se rescatan algunas arias que han quedado intactas y que son los pilares de la ópera, como "Che gelida manina", "Si, mi chiamano Mimí" o "O soave fanciulla" del 1°acto, todo un emblema a lo que a música operística se refiere y lo más transitado en los recitales de tenores y sopranos que contengan antologías. El "Vals de Musetta", del 2° acto, todo un símbolo del aria romántica por excelencia ha quedado perdido lastimosamente entre los estertores de un hombre que se desgañita tratando de cantar como mujer. En este 2° acto, también Marcello se ha cambiado a Marcella (Eddie Carmona), de pelo largo y barba, muy pintarrajeado, exhibiendo patéticos resultados. Y cuando digo patéticos no me refiero al sentido con que Tchaikovsky nombraba su 6° Sinfonía.
Del original de La Bohéme es muy poco lo que ha quedado, salvo algunos fragmentos conmovedores del canto, y repito, si es por transgredir, no veo el resultado y si es por incomodar, tampoco, ya que no sólo no incomodan sino que hacen que nos indignemos. Si es por "descontracturar" lo solemne de la ópera, les agradezco pero no hacía falta, prefiero quedarme con un drama bien cantado y bien representado que con este cocoliche mezcla de farsa y berreteada. Hay formas más inteligentes e interesantes de descontracturar el arte. Investiguen y aprendan. Por ejemplo los "Ballets Trocadero de Montecarlo" que es un grupo de hombres parodiando a las bailarinas de ballet pero lo hacen con tanto estudio, tanta técnica y perfección, además de verdadero sentido del humor, que da gusto verlos. Lo que podemos rescatar de esta puesta es su adaptación a estos tiempos mediante el uso del chat y los emojis en pantalla, que elevan un poco el hecho cómico del asunto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 14 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Ensayo: Tu Cuna fue un Conventillo" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/tu-cuna-fue-un-conventillo


 Seguimos con la modalidad "Teatro en pandemia. Vía streaming", esta vez con un clásico de Vacarezza, con la misma Compañía Argentina de Teatro Clásico, la que recientemente nos deleitara con "La Celosa de sí misma", acá con actores invitados para cubrir los doce personajes que impone la obra. Yo, debo confesar, no soy para nada amante del sainete, ni en mi casa ni en el teatro, así que me dispuse a verlo con los reparos del caso. Grata fue mi sorpresa cuando descubrí que no sólo no me aburría sino que hasta me despertaba algún interés. Por supuesto, los personajes son los prototípicos de una época pretérrita de nuestra historia, aquella donde se encontraban los inmigrantes conviviendo con los compadritos de un género musical que despuntaba, el tango. Ni más ni menos que los cuchilleros de Borges, que tanto aprecié en su literatura, acá redivivos en carne y hueso por la magia de la pandemia. Está claro que los actores no se saben la letra y deben leerla, pero aún así consiguen hacer ágil la acción y continua la trama. Está el clásico tanito de lenguaje cocoliche, así como el andaluz y su esposa, la gitanilla, como también los "taitas guapos" recién salidos de la cárcel o aquellos listos para encontrar riña en cualquier situación. La pieza cobra actualidad por el desempeño de las mujeres, muchachas de avanzada siempre dispuestas a cualquier entrevero con el galán de turno o a escaparse con alguien más rico o más sensual.

La obra se abre en Buenos Aires, en 1920, en el patio de un conventillo de Villa Crespo. Está cantando Rancagua (Andrés D'Adamo), un tanguero de ley, tan mal cantor como vago y cafisho, lo escuchan el criollo don Julián (Fito Yanelli) y su hija Rosita (Guadalupe Velázquez), quien le ceba mate, en compañía de don Antonio (Gabriel VIrtuoso), el tano querendón, como así el andaluz pendenciero el Palomo (Francisco Pesqueira), secundado por su mujer, la Encarna (no me voy a cansar de decirlo, la siempre hermosa Ana Yovino). Hay algunos cruces entre los dos extranjeros por defensa de sus nacionalidades y por el tema del alquiler de la pieza, siendo don Antonio el cobrador y el Palomo un mal pagador. Don Antonio le codicia la mujer al Palomo y finalmente va a tratar de quedarse con ella -con toda aceptación por parte de ésta- Enseguida hace su entrada Filomena, la "paica" de Rancagua, quien está cansado de mantenerlo (Jazmín Ríos) y quiere escaparse con el primero que encuentre, lo que ella ansía es su libertad, las luces del centro que la deslumbran, aunque siempre se siente atraída de nuevo por el conventillo. Hace su aparición Doña Prudencia (Irene Almus), esposa a la vez de don Julián y como buena vieja cuentera, siempre dispuesta a la farra con los muchachos del barrio que vendrán esa noche a bailar el tango y a propiciar alguna chuchilleada. Así aparece Rosalía (Mónica D'Agostino), la mujer del Gallo y la encargada de "despabilar" a Rosita y a llenarlas a ella y a su madre de regalos de cosas importadas y que les da un prestigio con el que ellas sueñan. Rosalía es la chica "bacana" que tiene un buen pasar y puede dar clase de distinción en la vecindad del conventillo. Cae también Maldonado (Alfredo Castellani, con quien en un momento compartí cartel), el padrino de Rosita y un hombre que se la pasó la mitad de su vida en la cárcel, y la otra mitad, escapando de la policía. Viene recién salido de la "gayola" y llega en son de paz, es un hombre bonachón y pacífico, así como de buenos sentimientos y recto -no sabemos por qué estuvo tanto tiempo adentro-, todos, como corresponde, con su lengue al cuello y su sombrero de guapo. Pero se aparece también el Gallo (Nelson Rueda) y su fiel acompañante Aberastury (Gastón Ares). Sumados al relator, Julio Viera y al director, Santiago Doria, ya tenemos al equipo completo de la obra.
Los movimientos son nulos y el vestuario queda acotado a algunos elementos distintivos, por lo cual se convierte en una emisión radial de teatro leído (puede ser de las que engalanaron "Las Dos Carátulas", verdadero semillero de los actores de nuestro teatro nacional). Pronto el Gallo busca riña con Maldonado, el que trata de sacarle la chica, pero luego, viendo que ella no tiene ningún problema de huir con él, se la devuelve al Gallo en un símbolo de código entre hombres -de aquella época-. Asimismo Aberastury le propone la libertad a Filomena y la espera en la esquina para lanzarse juntos a la aventura, pero ella, en el último momento, comprende que su vida le pertenece a Rancagua y aborta el proyecto, volviendo fiel con su hombre. El tanito don Antonio ya ha conseguido seducir a la Encarna y piensa hacer su vida con ella, lo que es rápidamente desmenuzado por el Palomo, quien luchará por su amor perdido. Y así, entre engaños y desengaños transcurre este sainete criollo a 100 años de su creación por Vacarezza. Una buena oportunidad de asomarse a nuestra cuna teatral rioplatense que tantos éxitos lograra en su época, aunque ahora haya caído en el olvido. En parte porque ya la inmigración ha cambiado de destino y son otros los aires que se respiran, y porque los viejos conventillos y los viejos guapos y tangueros se han extinguido. Por suerte existe esta agrupación teatral clásica, dispuesta a recobrar aquellos viejos textos, emblemáticos, que se ganaron su destino de clásicos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 8 de diciembre de 2020

Mi crítica de "La Hora de la Calabaza" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/la-hora-de-la-calabaza


 "La Hora de la Calabaza" es un corto unipersonal (no más de 50 minutos) protagonizado por Romina Richi, con la autoría de la experimentada Esther Feldman y la dirección del otrora director de cine Alberto Lecchi. Feldman es experta en asuntos de mujeres, y acá vivisecciona exhaustivamente el tema de la separación de las parejas. O mejor dicho, cuando uno deja al otro. Y lo hace con un texto atractivo, ágil, al que sin embargo se le extraña la falta de humor. Hay ironía, en cantidad suficiente, pero es escaso de la alegría que provoca la comicidad y la desestructura y el alivio gozoso sumado a la profundidad de campo que tiene el humor para tratar estos asuntos. Marlene es una chica atractiva que ha sido dejada por su amante y ha tenido que volver con su marido, y en esta cita imaginaria con quien fuera compañero de pasión va a pasarle factura de todo lo que falló en la relación. Esta es la clase de chica que no quisiéramos tener por novia, porque se vuelve muy humana, muy terrenal en su discurso, casi como si nos tuviera confianza de toda la vida a nosotros, el público, y va a exponer sin tapujos todo lo que le pase por la cabeza. El tema es que se vuelve muy poco seductora, muy lejos de ser la compañera sensual y sexy que quisiéramos para pareja: es casi "obsceno" su modo de expresarse, con tanta naturalidad. Marlene gusta de tomar vino con su pareja, quien prefiere un té (ya el abuelo le decía que hay que desconfiar de los abstemios) y, poco a poco va a ir emborrachándose mientras aclara el panorama de su cabeza. De entrada nos arroja a la cara que con la separación se empieza el desconocimiento del otro. Frase cortante como un cuchillo si las hay. Es que Marlene es la autora del libro que le da nombre a la pieza, mientras que su amante se jacta de no haber terminado de leer ningún libro en su vida... es un completo analfabeto cultural. Y sí, dice ella, debe haber gente que es culta aunque nunca haya leído un libro, debe haber, no sé dónde pero debe haber. Y el libro en cuestión trata de manera muy clara y al alcance de todos el mito de la Cenicienta. Qué pasó cuando dieron las 12 y ella se convirtió en una sirvienta más, con el pelo lleno de grasa y las manos con lavandina, su vestido hecho girones y con una calabaza tirada por ratones en lugar de una bella carroza. Ella huyó a tiempo de que el príncipe la viera tal cual era y se desenamorara de ella. Qué hubiese pasado si ella se hubiera quedado, ¿el príncipe la habría aceptado? ¿duraría la pasión? ¿sería capaz de soportar la realidad? Y con las relaciones humanas pasa algo parecido, sostiene la autora, la hora de la calabaza sucede cuando la construcción amorosa se cae. ¿Es posible sostener para siempre la pasión, la alegría del descubrimiento, la plenitud del encuentro? ¿Y hay cuerpo o persona que lo aguante? Lo que plantea Marlene son más preguntas que respuestas. Dice que su esposo le brinda después de tantos años amistad, compañerismo, comprensión, tolerancia, en fin, amor. Pero ¿por qué hay que renunciar al deseo, a la pasión, a la aventura, a la sexualidad? ¿No será posible hacer que las dos posturas coexistan o habrá que conformarse sólo con una? ¿Debe quedarse la pasión reservada para los amantes? Después de todo, está reconocido por un experimento producido en Norteamérica con unos investigadores encerrados por largo tiempo en una residencia, que la pasión es producto de un crecimiento proteico en el organismo. ¿Todo se reduce a eso, debemos confiar en nuestras proteínas para poder ser felices?

Lo peor de todo son los llamados "amantes nihilistas", que son los que sostienen que sin pasión no existe nada. Qué hacer entonces cuando falta ese componente. Porque para ellos, pasión es sinónimo de amor. Y en la vida diaria, la de los amantes, no es así. Raras veces el sexo se transforma en amor, sostiene la pensadora Marlene. Lo que sí sabe nuestra amiga es que una nunca sabe bien quién es hasta que no sufre por amor. Y ahí tenemos la verdad revelada: esta relación de amantes inconclusa se ha transformado en una relación de amor. Algo así nos proponía la obra de teatro y luego película "Una relación pornográfica", en donde una pareja que se unía por el diario para sólo tener sexo, con el paso de los encuentros terminaba enamorada.
Lo que sí sabe Marlene es que su pareja se incluye en la definición de "amado demagógico", partiendo de la base que la demagogia es una actitud política para seducir al votante y que haga siempre lo que quiere el político en cuestión: que le entregue su voto. En el terreno amoroso eso sería algo así como hacer todo lo que se hace para obtener la condescendencia de la mujer en toda ocasión. Que haga de los deseos del macho alfa los suyos propios, confundiendo así el deseo personal con el del otro. Son las que se ponen contentas porque lo ven estrenarse el pantalón que ella le regaló. Son las que nunca se quejan del regalo que él les hace. Son las que confunden sus deseos sexuales con lo que el otro quiere que haga para sí la dama en cuestión. Y para eso nos cuenta la historia de Camila y Esteban.
Richi pasa a encarnar ahora a Camila, una mujer de su misma edad. Se conocieron con Esteban cuando eran adolescentes y mantenían relaciones sin mucho compromiso. Andado el tiempo volvieron a encontrarse y, a fuer de ser él licenciado en economía y ella estudiante de derecho, decidieron que era hora de terminar con los juegos y enamorarse en serio. Así lo hicieron y se casaron. Pero él era un amado demagógico, que la llevaba a comer dónde él quería, haciéndole creer que era el gusto de ella, le hacía los regalos con igual procedimiento y se comportaba en la cama de la misma forma. Así, ella se recibió de abogada y a él le llegó una propuesta de trabajo muy tentadora en París, pasaría a cobrar en euros y podrían vivir cómodamente los dos. Sólo que ella debería sacrificar su profesión. Así viajaron y llegó el primer hijo. El segundo los encontró en otro rincón del mundo y así el tercero. Hasta que Esteban decidió que era hora de volver a la Argentina para educar a sus hijos. Cuando regresaron ella no recordaba nada de su carrera y su cuerpo se había desgastado tanto que Esteban la hizo someterse a diversas cirugías estéticas hasta quedar totalmente nueva. Ella tenía la autoestima bien arriba hasta que él decidió dejarla. Así empezó ella a juntar propuestas del corazón, a llenarse de amantes y aventuras, de sexo y regalos, hasta que se aburrió de tanto hombre y emprendió una travesía más larga y dificultosa: la de buscarse a ella misma. Y comprendió que siempre había estado supeditada al deseo de los otros sin cumplir realmente nunca los suyos.
Ahora Marlene comprendió que su amante era de esta clase. Con la publicación del libro logró acceder a una "cierta fama", que no es la fama total, sino simplemente lograr que cuando se va a comprar ropa, las vendedoras se codeen diciendo "ella escribió un libro que es bastante interesante". En eso recibe una llamada de su esposo, preguntándole dónde está y que la va a pasar a buscar. Ella parece haberse resignado a vivir con la tajada de vida que le corresponde y adaptarse a la situación de compañerismo. Y acepta que si su amante volviera, no lo aceptaría, pues no lo extraña, sino que se extraña a sí misma cuando estaba con él...
Romina Richi vive con intensidad y profesionalismo su trabajo en esta obra -pero que no cante, por favor, ya quedó en claro que no es cantante-, es muy bueno su desempeño, pero sin querer se convierte en esa bruja rencorosa que actúa con maldad el resentimiento de que su pareja la hay abandonado, y puede ser escalofriante el resultado. La grabación se efectuó este año, si bien es una obra del 2017 dada en el teatro Payró (acá, para dejar la impronta del tiempo y el lugar, entra con su barbijo para sólo sacárselo cuando va a empezar a hablar). De las virtudes de Esther Feldman como autora huelga hablar porque siempre ha dado certeza de conocer el mundo femenino como un genoma propio y Alberto Lecchi hace dinámica la puesta en escena en un ámbito cerrado como es el estudio de Marlene con una mesa, un diván y una biblioteca como único decorado. Y una botella de vino que siempre sirve para la ocasión. Aunque aquí no haya mucho por lo que brindar... O tal vez sí.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).


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domingo, 6 de diciembre de 2020

Mi crítica de "Ensayo: La Celosa de sí misma" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/la-celosa-de-si-misma


 Fruto de la prodigiosa mente de Tirso de Molina, un cura de hace 400 años atrás, llega esta obra, del ciclo "Teatro por streaming en pandemia", que Teatrix acerca a mi pantalla. Con un elenco formado por ocho actores y la dirección en silencio de Santiago Doria, quien sólo da unas breves indicaciones antes de comenzar y desglosa las escenas -no se ensaya la obra completa sino una sinopsis como para que pueda ser comprendida por el espectador-, la pieza se pone en marcha. Con escasos elementos de vestuario y sin ninguna escenografía, la pantalla dividida en una cuadrícula de 9 espacios y con apenas los movimientos imprescindibles, un texto en verso y en español antiguo, es muy poco lo que pude entender de la obra, máximo que se repasa a toda velocidad. Me pude enterar que hay una dama misteriosa y veleidosa que sólo enseña una mano, Magdalena (la bellísima Ana Yovino, que luce con su rostro tapado casi la totalidad de la obra), que enamora con ese solo rasgo a un joven y dado al amor Melchor (Andrés D'Adamo), quien tiene por escudero a Ventura (Paolo De Felice), quien le da sabios y prudentes consejos. A la vez, Magdalena tiene una ama de llaves llamada Quiñones (Irene Almés) quien actúa también para la pérfida y embustera Angela (Mónica D'Agostino) quien quiere hacerse pasar por Magdalena y casarse con Melchor, dado el anonimato de tan bella pretendiente. Esta a su vez tiene un hermano, Sebastián (Gastón Ares) y éste un escudero, Jerónimo (Francisco Pesqueira), entre quienes han armado toda la intriga amorosa, con tal de que Magdalena acabe casándose con Sebastián. Asimismo, el actor Gabriel Virtuoso encarna dos papeles, el del bonachón Don Alonso, propiciante de la boda entre Magdalena y Melchor y Santillana, un fraile algo tosco.

Pero el caso es que Magdalena no sólo ha mostrado su mano a Melchor, sino que lo hizo a la vez con ambos ojos, por separado, o sea que todo lo que sabe Melchor de su amada es que tiene una mano y dos ojos que lo han cautivado. Puede ser que así fuera la conquista amorosa hace 400 años, lo que hoy resuene como un amague idílico. Al mismo tiempo, Don Alonso ha sugerido a Magdalena, que en su actitud incógnita, adopte el nombre de Condesa de Chisinola, para desorientar más a Melchor que sí conoce el rostro de Magdalena y con quien planeaba casarse. De allí que la Condesa le dicte a su enamorado que se case con Magdalena pues ella en poco tiempo más debe viajar a Nápoles. Es por eso que una misma mujer se convierta en celosa de sí misma, dando título a la comedia de enredos que nos propone el bueno de Tirso. Siempre es apasionante asistir a un ensayo, más para mí en mi calidad de actor, pero esto de ver un ensayo por streaming, y con toda la obra "cocinada", superaba mis expectativas, nunca supuse que tendríamos que llegar a semejante artilugio. Decir que en la Compañía de Teatro Clásico, como se autodenomina esta formación, son todos excelentes, es una verdad de Perogrullo, pues salta a la vista la calidad de la formación escénica de todos sus componentes.
Poco más es lo que pueda agregar, porque, a más de decir que es una delicia escuchar el castellano antiguo tan bien pronunciado por estos actores y que la obra en verso tiene un plus pues debe esmerarse el autor en construir una trama que no sólo avance siempre hacia adelante, sino que además conserve la virtud estética de la rima. Digo que lo que pueda argumentar es muy poco porque no asistimos a una puesta convencional con movimientos, decorados y vestuario sino sólo al pasaje de letra por parte del elenco, y que ésta, por ser dicha en forma muy veloz no deja apreciar los verdaderos vericuetos del entuerto que propone el autor, lleno de suspicacias, dobles juegos, frases ingeniosas y malévolas complicidades. A lo que podemos asistir es a una idea de la obra pergeñada por Tirso de Molina, que, si bien no es acabada, deja entender su argumento principal y ver la pasta de los actores para montar una obra clásica en los tiempos que corren. Agradezcámosle a la pandemia que podemos tener el "texto" de la obra en nuestras casas. Que ya es bastante.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).