martes, 31 de marzo de 2020

Mi crítica de "Hamlet" (Teatro-J. Furriel)

Ayer pude ver, en la opción nueva de "Teatro en casa" debido a la cuarentena que tenemos que disfrutar de la mejor manera posible, la versión del "Hamlet" inmortal de William Shakespeare que realizó Rubén Szuchmacher para el Teatro San Martín. Y debo decir con gran pesar que no hay nada memorable en esta puesta, ni el trabajo "consagratorio" de Joaquín Furriel, ni la adaptación a tiempos modernos, con un vestuario que no se explica en la versión clásica del bardo inglés, ni los demás trabajos, salvo el de Marcelo Subiotto como un cómico Polonio. Pero me detengo un momento. No puedo hablar, en verdad, ya que no vi la obra completa. Vi hasta el final del segundo acto (cuando se decide enviar al enloquecido Hamlet a Inglaterra), ya que me reservaba para ver el tercero hoy, y misteriosamente, la obra desapareció de la plataforma de libre acceso al Teatro San Martín. Así que me quedé con las ganas de ver cómo se trataba el desenlace. Ya que la obra me es conocida, no lo lamenté demasiado, pero quería ver el trabajo de los actores. Todos conocemos en líneas básicas la historia de "Hamlet, príncipe de Dinamarca": Claudio, el tío de Hamlet mata al padre de éste, su hermano, para quedarse con el trono del país y casarse con la reina, Gertudis. Hamlet habla con el fantasma de su padre, quien le dice todo, que fue asesinado arteramente y que ahora su lugar en la corona lo ocupa un traidor. Así como su amante esposa también fue cómplice y obviamente, también lo traicionó. Hamlet decide develar todo el entramado haciéndose pasar por loco y monta un tablado teatral (ayudado por una compañía de actores que ha llegado al reino) en el cual se representa ante el nuevo rey un drama exactamente igual del cual él participó, para hacerlo declarar su crimen.
Pero la interpretación de Furriel es más sosa de lo que se puede esperar para un personaje de tanta trascendencia en la historia del teatro sajón, tal vez la obra más famosa y más representada en el mundo. Furriel sabe darle un aire cómico cuando el director se lo impone, y sale airoso de estas lides, pero en su aspecto dramático, no alcanza el clima. Tal vez debió haber aprendido algo de su gran amigo Alfredo Alcón, a quien se lo puede criticar en sus actuaciones de los contemporáneos, pero en los clásicos no había con qué darle. Se extraña mucho la voz dramática de Alcón en un texto tan maltratado aquí, al que se ha convertido de un drama, en una comedia. Sí, porque ese es el clima que Szuchmacher eligió para esta puesta, algo liviano para darle aun público tan ansioso de ver comedias en el teatro, y que le huye al drama como al coronavirus. Las agachadas son festejadas con grandes risas por parte del espectador poco entrenado, y un personaje como el Polonio de Subiotto para a  ser el preferido por todos. A Furriel, vuelvo a decir, le sale mejor hacerse el cómico que un texto como el famoso "Ser o no ser", el que recita con una impavidez tal como si fuera la lista del mercado. Tal vez debería recordar al Maestro Alcón en esa dicción, o haber mirado atentamente al programa de Tato Bores durante la época de la dictadura, quien difundía este monólogo desde su lugar de humorista crítico de la sociedad.
Otra cosa es la adaptación a la vida moderna, con un vestuario que así lo marca, ¿por qué? ¿cuál es el sentido? Tal vez me perdí la clave al no ver el final, pero sospecho que no, que todo fue un acto de transgresión/inspiración de un director que tenía muy poco que contar. Así como la presencia del fantasma del padre. Está muy bien colgarlo del techo para que aparezca levitando, pero la voz de ese espectro.... es algo que uno nunca hubiese esperado oír de un ser de ultra tumba, es absolutamente farsesca y aflalutada. La actuación de Luis Ziembrowski en su Claudio está correcta, sin grandes aspiraciones, como así la de Eugenia Alonso en su Gertrudis. Belén Blanco compone una Ofelia con gracia pero sin sensualidad, algo elemental para hacer deseable su papel, aunque es de lo más digno de la obra, como todo lo que hace esta chica. Rosencratz y Guildestern tampoco tienen el brillo que hizo un nombre recordable de esos dos personajes. En fin, que no hay profundidad dramática en una obra que lo merece y lo acredita. La traducción respeta el original, pero la adaptación la desvaloriza al transformarlo en una farsa (quizá haya colaborado más el público  que lo que el director impuso), pero sea como fuere, soy de la opinión de que no es necesario "aggiornar" los clásicos, como se hace con tantas óperas, que adaptan a un tiempo diferente para el que fueron escritas una acción y una dramaturgia que así lo requiere. No obstante, en el caso de la música operística, algunas salen airosas.
En definitiva, un desperdicio de tiempo y esfuerzo en una puesta que no trasciende lo límites de lo comercial. Tal vez el hombre-masa que va al teatro necesite de un alivio al enfrentarse con una obra capital del teatro para no sentirse tan oprimido ni necesitado de alivio. Pero como dije antes: una lástima.
Y lamento igualmente no haberla visto completa para poder opinar con más autoridad.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



viernes, 27 de marzo de 2020

Mi crítica de "Comedia Sexual de una Noche de Verano" (Cine-Woody Allen-1982)

La que para muchos es considerada una película fallida de Woody Allen, es para mí una obra maestra de ingenio y una vuelta más al tema de la imaginación del prolífico Allen, a la que yo llamo "Apropiación Creativa de la Imagen", ya que por primera vez logra desprenderse de sus tópicos de siempre que no le permitían ir más allá y funcionaban como trabas -la ciudad de Manhattan, el temor a la naturaleza, la no creencia en el más allá- y se anima a filmar algo que le aterra: la naturaleza en todo su esplendor y recrearla con belleza y ya no como algo amenazante. Aquí comenzará una nueva etapa de su carrera, si bien no tiene esta película la profundidad de su obra anterior con la tetralogía "Annie Hall", "Interiores", "Manhattan" y "Recuerdos-Polvo de Estrellas", tampoco olvidemos que después de esta vendría inmediatamente "Zelig", esa obra maestra de argumento, humor y puesta en escena.
También acá hay un homenaje, dos en realidad: 1) a Bergman, con su "Sonrisas de una Noche de Verano", en todo aquello que se trate de infidelidades y de escenas bucólicas, claro que estos personajes son más divertidos que los de la pesadilla bergmaneana; el otro homenaje es 2) a Shakespeare, por supuesto, con su magia de los bosques, incluidos duendes y espíritus que aparecen aquí y allá.
Un tema aparte es la falta de creencia de Allen en espíritus o en algo superior: aquí queda demostrado que su personaje (¿él?) cree. Por eso decimos que entra en una nueva etapa de su carrera, por primera vez puede empezar a despegar persona de personaje y adscribirse a causas que no le incumben.
¿Por qué "comedia" y por qué "sexual"? Como comedia no funciona tan bien como otras anteriores, pero igualmente contiene varios gags -sobre todo visuales-, como por ejemplo, los producidos por sus inventos. Nos entra la duda de por qué "sexual". Si bien todos los personajes viven obsesionados por el sexo -Adriana con su frigidez, Dulcy con su obsesión, Maxwell como un Casanova compulsivo, Ariel con su fama de "comehombres", Andrew con sus frustraciones y Leopold con su apuro por casarse-, no obstante, llegarán a concretarse dos relaciones, la de Dulcy (Julie Hagerty) con Leopold (José Ferrer), una relación tan intensa que Leopold muere haciendo el amor, un momento de relación sexo-muerte en Woody Allen (recordemos que uno de sus textos emblemáticos era precisamente "Amor y Muerte"); la relación sexual que podrían haber tenido Andrew (Woody Allen) con Ariel (Mia Farrow) cuando se conocieron quedó trunca, y la que mantienen ahora no deja satisfecho a ninguno de los dos. La sexualidad que Andrew no puede encauzar con su esposa, la sublima en sus inventos, ya que pasa su tiempo libre inventando cosas, como la bicicleta voladora, el pelador de manzanas o la esfera que atrae los espíritus del bosque. Woody que siempre fue escéptico en cuanto al más allá subordina su creencia a favor de su relato para hacer su película.
Para P. Agustí: "En el norte del planeta el verano es distinto, es más largo el crepúsculo y la noche se parece mucho al amanecer. Tales noches norteñas son buena excusa para la juerga si el clima es agradable. Woody Allen, con la "Comedia Sexual de una Noche de Verano" trata de llegar al fondo de las relaciones en una de esas noches, mostrándonos sospechosamente la facilidad de la relación amorosa. Sus personajes, hombres y mujeres, son racionalistas, pertenecientes a profesiones como las finanzas, la medicina y la psiquiatría, y son indiferentes ante cualquier innovación moderna, como volar en bicicleta. Y aún así, todos se reúnen fuera de su ciudad para pasar un fin de semana. Se reúnen en una cabaña fuera de Nueva York, llegando en carros o autos primitivos, y en principio ninguno manifiesta que está triste a causa de su vida sexual.
Durante el curso del largo fin de semana, surgen muchos temas, pero uno de los más comunes es el fantasma de los celos en el varón. La mirada de estos tres hombres, cada uno emparejado con la maravillosa mujer de sus sueños, delata sus preocupaciones. Allen en sus ratos libres es inventor y tiene una esposa (Mary Steenburgen) que apoya sus experimentos. Ferrer, un viejo con algo de monstruoso tiene una hermosa mujer que se cuelga de su brazo (Farrow). Tony Roberts, un sátiro insaciable tiene una enfermera núbil (Hagerty) que jadea con el deseo.
¿Son estos tres hombres felices y saciados? No en este momento. Es la cosa más inevitable del mundo que  cada hombre se consuma de lujuria por poseer las mujeres de los demás. No es suficiente con tener un pájaro en la mano, hay quienes tienen también otro pájaro enjaulado. O, como dice David Merrik, quien observó una vez: "no es suficiente con triunfar. Mis enemigos, deben fracasar".
Desde esta simple e intrigante situación, Woody Allen hila una comedia de frustración e intriga sexual.
Con una banda de sonido agradable y similar a otras que hemos escuchado (aquí se trata en su totalidad de Félix Mendelssohn y su suite para "Sueño de una noche de verano"), la "Comedia Sexual..." utiliza la depresión domo llave y la une al desprecio y al sexo, aunque hay varios momentos en que Allen parece feliz dirigiendo la película. Yo no estoy muy seguro sobre qué tuvo en mente Woody cuando concibió este material, pero además de los ecos de Shakespeare, en la película hay sugerencias de John Cheever Wapshots y Jean Renoir, especialmente cuando ambos afirman que hay mucha gente bonita que hace cosas bonitas pero de poco provecho.
Para algunos, no es una película normal de Allen, pero es que ninguna lo es, ya que todas son agradablemente diferentes. No es una comedia impetuosa ni contiene realmente a Allen como actor principal, pero lo más probable es que él lo quiso de esta manera, ya que siempre ha manifestado que quiere hacer cosas nuevas, evitando así repetir las mismas cosas.
De cualquier manera, mi opinión personal es que la "Comedia Sexual..." no es diferente a ninguna de las otras películas y lo único que hace es llevarla por distintos terrenos que las antecesoras, aunque para muchos eso constituya ir a la deriva. Lo que sí parece no estar bien definido es su trabajo como director y a veces el espectador se pierde un poco en el argumento y no entiende a dónde quieren llevarlo. También puede confundir un poco el título del film. Es una película que habla de problemas de insatisfacción sexual y de adulterios, pero no deja ver ni un gramo de piel que pudiera dar satisfacción a quienes hayan entrado a verla de manera equivocada.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 26 de marzo de 2020

Mi crítica de "Amor y Muerte: La Última Noche de Boris Grushenko" (Cine-Woody Allen-1975)

En "El Dormilón" (1973), uno de los comentarios de Allen, dirigido tanto a Diane Keaton como al público decía: "Sexo y muerte, dos cosas que me han ocurrido una vez en la vida" A partir de ese chiste surgió la película que vendría a continuación, mostrando un tema esencial que ya había bocetado en su obra precedente, y que iría subiendo de status en sus largometrajes subsiguientes. El cine de Woody Allen trata, esencialmente, de esa relación entre amor y muerte de la forma de que sean las dos caras de la misma moneda. Está en claro que, lejos de ser un concepto nuevo, este contraluz fue una fuente de inspiración humorística inclusive en los clásicos de la literatura y el teatro: cuando los personajes de Shakespeare hablan de muerte constantemente hay una doble resonancia, porque la palabra "moribundo", en inglés, tiene significado de agotamiento después del sexo. Las variaciones son producto de la imaginación, como su universalidad (forma parte de una traducción cómica).
Woody comentó a Charles Moskowitz en un reportaje para el "New Yorker", en 1977, que sus tres primeros largometrajes integrales habían sido hechos de forma banal y distraídamente. "Sleeper", es un poco más irónico pero tiene su Talón de Aquiles, reflejando su concepción de cómo funcionaba la sociedad de entonces. En cuanto a "Love and Deth", también cae en ese déficit, referido al calor de la batalla y perecer en ésta y a lo efímero del amor. "Pero insisto -declaró Woody- "ninguna de las dos películas querían ser profundas. Sólo cosas menores". (Aquí debemos detenernos un momento. Woody asevera en otras entrevistas que fue justamente en "Sleeper" que se constituía en director de cine y en un diestro conocedor de la técnica cinematográfica, y se ofusca porque la mayoría de su público no vio en "Love and Deth" más que una comedia, y él pensaba en trascender con su mensaje).
"En cuanto uno quiere decir algo que tenga significado en la comedia, tiene que renunciar en cierto modo al humor. Hay que predisponerse para seguir el derrotero de escritores como Phillip Roth o Saul Bellow. Personas que pueden ser graciosas y satíricas pero lo que da sustancia a su obra es la intención que alientan de no ser divertidos en sus relatos.
"En nuestro tiempo, los cómicos de pantalla se interesan mucho por el mundo interno y psicológico. A su vez, los fantoches del cine mudo se interesaban por el mundo exterior y físico, sobre todo. en 'El Maquinista de la General' era el mundo de los trenes, en 'El Navegante' lo era el de los barcos. Harold Lloyd se colgaba de edificios altísimos. Hoy -sigue diciendo Allen- lo que realmente importa al público son los intereses y las sutilezas de la angustia psicológica de la neurosis. Estos no son temas para un cómico tradicional de cine".
Premiado con el Oso de Plata del Festival de Berlín de 1975 y Premio de la Crítica Internacional, Allen confecciona una sátira histórica de la literatura rusa, con referencias a Einsestein y a Bergman, dándole el peculiar sentido filosófico a toda la película.
Consciente de que sus seguidores más fieles están constituidos por el público europeo, ya que el reconocimiento en Estados Unidos le llegó tarde, se distanció, llegando hasta Europa para narrarnos esta epopeya en la que juntó a Napoleón con las teorías de Kafka, consigue un resultado más que potable.
Nuevamente nos trata de explicar su obsesión por la muerte y por la otra vida, así como su afición por las mujeres, a pesar de la poca fortuna que lo acompaña en ese emprendimiento. Comenzando, quisiera disentir con el crítico cinematográfico Douglas Brode, en el hecho de que esta película se exhibe como puente entre "El Dormilón" y "Annie Hall", con lo cual el cine de Woody Allen hace un vuelco radical, pasando del estilo payasesco de las anteriores a la comedia urbana de esta última. Para mi entender, la película bisagra no es esta sino "El Testaferro" (1976) que si bien no fue escrita ni dirigida por él, muestra cómo un problema profundo como lo fue el "macarthysmo" y las listas negras, se podía hacer algo rayano en la comedia por obra y gracia de su director (Martin Ritt), su guionista (Walter Bernstein) y su actor protagónico (Woody). Si "Annie Hall" fue lo que fue, no lo fue, sin duda por "Boris Grushenko". Si bien roza tangencialmente la seriedad comenzando con una sentencia aguda: "Estoy condenado a muerte por un crimen que no cometí. Bueno, como casi toda la humanidad", luego arranca con los mismos chistes ad absurdo probados ya con "Toma el Dinero y Corre", "Bananas", "Todo lo que Usted Quiso Saber Siempre sobre el Sexo*..." y "El Dormilón". Lo que aquí logra, sin duda, es su mejor equilibrio entre el chiste verbal y el gag visual (el tonto del pueblo que va a una convención de tontos del pueblo, me parece una idea magnífica). Las largas parrafadas sobre filosofía y epistemología que tiene con Sonia (Diane Keaton) carecen de sentido, lo único que demuestra es ver que tiene un gran conocimiento sobre el lenguaje que utilizan esas dos ciencias.
Woody Allen no ha logrado todavía su obra maestra, que sería con proximidad "Annie Hall", ni combinar todavía lo cómico con lo serio ("Manhattan", "Zelig", "Hannah y sus Hermanas", "Crímenes y Pecados", "Melinda y Melinda"), si bien aquí el trasfondo es dramático: la muerte de Boris, la muerte de Napoleón, la muerte de cualquiera, no alcanza a verlo tan fuerte como para ocultar su comicidad que se sostiene por sí sola en momentos brillantes que nos hacen olvidar que estamos ante una película "seria".
Woody entró en profunda depresión al ver que la gente salía del cine sin llevarse el atroz peso pesado de la desesperación ante la muerte. La película no parece más que una parodia genérica con más ambición intelectual que "El Dormilón", debido a que sus objetivos eran más ambiciosos, en esta se parodiaban las películas de Einsestein y las obras de la literatura rusa como "La Guerra y la Paz", de Tolstoy, combinado con temas existencialistas de Dostoievski.
El film es toda un declaración de principios: la dualidad de todo el proyecto no sólo lo hace divertido, sino que lo hace como una forma de presentar el pensamiento pesimista de Woody, el artista popular, y Allen, el intelectual existencialista para minorías que saldrá a la luz estrepitosamente con "Interiores". El film está literalmente repleto de dualidades, ya desde el título mismo ("Amor y Muerte") podemos observar que se va a ocupar tanto de la dualidad de la esencia del hombre con el punto de vista de Allen: el aspecto agradable del momento presente, en comparación con el elemento terrorífico de lo desconocido. El pobre Boris tiene una doble naturaleza: cobarde y héroe, pusilánime y aguerrido, encarna a un personaje que habla sobre los judíos, dejando al mismo tiempo ver que se trata de un judío.
En resumen, que estamos ante una gran y madura película de Woody Allen.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 25 de marzo de 2020

Mi crítica de "El Dormilón" (Cine-Woody Allen-1973)

La historia de "El Dormilón" es menos simple de lo que parece. De nuevo una película sobre política disfrazada de comedia. La anterior había sido "Bananas" y que no volvería a repetirse hasta el presente.
Miles Monroe es el dueño de un restaurante vegetariano llamado "La Zanahoria Feliz", que ingresa en un hospital en 1973 por una enfermedad leve. Lo congelan y despierta 200 años más tarde, en el mundo del futuro. Descubriendo que su país ha cambiado, sus amigos y familiares han muerto y su psicoanalista, freudiano ortodoxo, ya podría haberlo curado. El espacio escénico -despojado de elementos hasta la exasperación- parece un escenario de "2001. Odisea del espacio" o "La Naranja Mecánica", ambas de Kubrick.
Todo ha sido cambiado, existen robots para ejecutar las tareas del hogar, una bola de metal que actúa como droga con el sólo roce de las manos y hasta un aparato llamado "Orgasmotrón" en el que se tiene sexo en unos pocos segundos, ya que para esa época todas las mujeres son frígidas y los hombres impotentes -excepto los descendientes de italianos (tal vez una reminiscencia del Fabrizio de "Todo lo que Usted Siempre Quiso Saber sobre el Sexo*..."). Pero hay algo peor: cada casa tiene una pantalla de televisión enorme invadiendo el habitáculo, desde el cual todas las noches da su saludo de "buenas noches" el Gran Jefe, al mejor estilo de "Farenheit 451", de Ray Bradbury -recordemos también los escenarios de la película homónima basada en el libro, de Francois Truffaut-. El pensamiento de Allen acerca de los gobiernos dictatoriales y la revolución de las fuerzas opositoras es el mismo de "Bananas": ninguno de los dos gobiernos sirve, ya que cuando los revolucionarios toman el poder, se vuelven más dictadores que sus antecesores.
Pero vamos un poco a lo formal. Como en todas sus películas, Allen tarda en aparecer, esto es, primero se presenta a los médicos en Primeros Planos y, por último, envuelto en papel de aluminio para freezer, él, freezado con sus anteojos y todo. El público ya sabe qué esperar cuando aparece en estas condiciones. Como sabemos, hasta ahora, los personajes para los que escribe Allen son pocos, unido a su egolatría de ser él el principal en el film. Los protagonistas serán, pues, Miles Monroe (Woody), Luna (Diane Keaton) y un pobre y esquemático Erno (John Beck). La conspiración política es muy pobre en argumento respecto de films anteriores.
De todas las películas de Allen ésta es, a mi gusto, la más fallida -aunque todos afirmen que es en esta en donde nace el verdadero Director-, ya que aquí se recurre todo el tiempo al "slapstick" como medio de humor, un tipo de comicidad que lo desmerece.
Pero ¿qué es el slapstick? Cuando en una comedia la acción comienza a hacerse más veloz, se acaban las palabras y los cuerpos se aprestan a participar en una danza acelerada con el objetivo de destruirse los unos a los otros (mediante bofetones, empujones, patadas, tartas de crema, palazos o piquetes de ojos), podemos estar seguros, entramos en el territorio del slapstick. Es la forma más física -y baja, remarcan los teóricos del arte dramático- de la comedia, lo cómico primitivo, la pulsión anárquica copando el cine.
Allen quiere ser Chaplin, pero ¿para qué?, si puede emular perfectamente a Groucho o a Bob Hope con sus chistes verbales. Baste decir acá, que su humor se basa en las corridas, caídas varias y todo truco visual que se le ocurra, si bien el manojo de chistes que desgrana es de los mejores (cuando se le pregunta ante una foto de Nixon para que lo reconozca, él dice: "Era un presidente que, cuando salía de la Casa Blanca, todos iban a ver si faltaba el dinero").
Otra coincidencia con Chaplin en esta película es la creación de la música, interpretada y compuesta por él, junto a la "Preservation Hall Jazz Band" y la "New Orleans Funeral and Ragtime Orchestra" (recordemos que Chaplin componía y ejecutaba la música de sus películas). Cuando es enviado por Luna para que le cambien la cabeza de robot, las tenazas que utilizan para tal fin, son idénticas a las que usaba Chaplin en "Tiempos Modernos".
Al tiempo de ser descongelado, Miles Monroe se convierte en un peligro estatal, y como tal, es perseguido y denunciado por sus enemigos. En un "descongelamiento" que está entre los mejores gags visuales de Woody, ya que lo "desfreezan" envuelto en papel de aluminio, como aquellas comidas para tal fin, Miles, desde ya, se convierte en un enemigo público, ya que su vuelta a la vida fue hecha desde la clandestinidad. El ejército del Gobierno irrumpe en el hospital y toma prisioneros a los doctores, mientra él puede escapar. Para no ser descubierto, se disfraza de robot e irá a parar a la casa de Luna, una poetisa hedonista y superficialmente reblandecida, y será su robot de confianza, aunque al recibir invitados ponga todos sus abrigos en el incinerador, equivocadamente, y prepare un budín que se autococina, y se agranda, adquiriendo proporciones espantosas y al que Miles no puede controlar -como en "La Mancha Voraz", una película de terror-.
Cuando lo mandan a reparar huye y vuelve con Luna, pero ella lo denuncia. Miles la rapta y hace que huya con él, mientras trata de hacerla reaccionar ante la situación política que están viviendo. Luna no entiende nada, sólo quiere volver a la comodidad de su casa y de sus tontas poesías.
En el lugar del secuestro -en medio del bosque-, Miles promete a Luna volver con alimento, y aquí llegamos a la parte más surrealista de toda la película: Miles encuentra una granja que cultiva hortalizas gigantescas. Al tratar de robar una banana grande, pisa la cáscara y se resbala repetidas veces con esa cáscara gigante (una vez estaría bien, pero el fantasma de Chaplin...). Luna delata a Monroe, pero en el momento de ser capturado la atacan también a ella. Mas, debido a su traje inflable, logran escapar a través del lago, aunque las máquinas se vuelven contra Miles y todo falla (remitiéndose de nuevo al Chaplin de "Tiempos Modernos") Finalmente capturado, logra el gobierno hacerle un lavado de cerebro y se convierte en una finalista para Reina de la Belleza, siendo resultado ganador, debido a su vacío mental y a sus frases huecas.
"Bob Hope siempre fue un 'superschnook' -término yddish que significa persona bobalicona o inútil- Aunque la verdad es que no parece tan schnook como yo" -comentó Allen mientras filmaba "El Dormilón" en 1973-. "Yo parezco más schnooky, más intelectual, pero nuestro humor procede exactamente el mismo sitio. En sus películas más antiguas hay momentos en los que pienso que es lo mejor que he visto nunca. A veces, me cuesta mucho no imitarlo. Resulta difícil darse cuenta cuándo lo hago porque soy distinto a él físicamente y en el tono de voz, pero cuando sabes lo que hago, es absolutamente inconfundible".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (Un crítico independiente).

lunes, 23 de marzo de 2020

Mi crítica de "Sueños de Seductor" (Cine-Woody Allen-1972)

Allan Felix (Woody Allen), un cinéfilo empedernido, es abandonado por su mujer y encuentra consuelo en sus dos mejores amigos, el matrimonio Christie, Linda (Diane Keaton) y Dick (Tony Roberts). Estos le incitan a que busque una nueva compañera, pero a pesar de la ayuda del espectro de Humphrey Bogart (Tony Lacey), todos sus intentos fracasan estrepitosamente. Finalmente, se enamora de Linda, pero como ella todavía ama a su marido, Allan la abandona del mismo modo en que Bogart dejó a Ingrid Bergman al final de "Casablanca".
La película de Herbert Ross ("Momento de decisión", "La Chica del Adiós", "California Suite", "Footlose", "Flores de Acero") se basa en la obra de teatro que Woody Allen escribió en 1968, en un hotel de Chicago ("Play it again, Sam"), durante la temporada que actuó como cómico  en el club Mister Kelly's y que se estrenó -con un tremendo éxito- en el Broadhurst Theatre de New York, el 12 de febrero de 1969, con el propio Allen como actor principal junto a Diane Keaton y Tony Roberts, bajo la dirección de Joseph Hardy. En un principio, como ya había pasado con "Don't drink the water", Allen no quería actuar en la obra. Intentó conseguir a varios actores para ese papel, como Dick Benjamin, pero todos con los que habló ya estaban involucrados en otros proyectos y no lo pudieron hacer. Lo mismo le pasó con Dustin Hoffman, que en esos momentos estaba terminando de rodar "Perdidos en la Noche", de John Schlesinger (1968) y ya preparaba la película de Peter Yates "John y Mary" (1969), además de la obra de teatro Jimmy Shine. Así que una vez descartados todos los posibles candidatos, no tuvo otra opción que representarla él mismo, durante las 453 representaciones que estuvo en cartel.
La adaptación al cine también fue un proyecto ajeno. Sin ningún tipo de problemas le vendió los derechos cinematográficos a la Paramount por una bonita cifra y se desvinculó del proyecto. Pero fue el director Herbert Ross quien quiso volver a reunir al equipo artístico que había hecho funcionar la obra en Broadway. La versión de Ross aportó unas pequeñas pero significativas diferencias a la obra de teatro. "Play it again, Sam" comenzaba con Allan Felix viendo "El Halcón Maltés" en la televisión y acababa con Allan hablando de "La Reina Africana", lo que suponía un homenaje al mito de Bogart, más que a una sola película como "Casablanca" (principio y fin de "Sueños de Seductor"). Esto sugiere que mientras que Woody Allen homenajeaba al actor Humphrey Bogart, Herbert Ross dirigía su admiración hacia Michael Curtiz y su película "Casablanca" (1943). Incluso la escena final en el aeropuerto no existía en la obra de teatro. Si en "Sueños de Seductor", tras lograr vencer su adicción al espectro de Bogart, Allan Felix acaba solo, caminando entre la niebla, en la pieza teatral conoce a una chica linda e inteligente muy aficionada al cine. Lo que en la versión cinematográfica se intuye que pueda pasar, en la teatral se plasma claramente.
Otro cambio importante entre ambas versiones fue la ciudad donde se desarrollaba la acción, de Manhattan, se pasó a San Francisco. En principio los motivos fueron meramente técnicos: el personal de la Paramount en Nueva York estaba en huelga  y no se podía rodar allí. Herbert Ross eligió San Francisco por ser una ciudad mucho más romántica que Los Ángeles, que era la otra opción.
El estilo cinematográfico de Herbert Ross, un hombre de 45 años cuando se rodó la película, con una técnica ya formada, contrasta abiertamente con los inicios de Woody Allen, quien todavía estaba buscando su camino. Esto le dio un ritmo y una vitalidad muy diferente a la que el propio Allen le hubiera dado de haberla dirigido él mismo.
La cámara de Ross es bastante conservadora para el espíritu que necesitaba la película, ya que desarrolla en ésta diferentes escenas oníricas o imaginadas, no obstante utiliza en algunas tomas objetivos deformantes para el rostro de Woody o una cámara subjetiva o en contrapicado (de abajo hacia arriba según la línea de los ojos) en escenas en el aeropuerto entre Allen y Keaton. El vestuario parece un anticipo de lo que sería "Annie Hall", el cual marcaría toda una moda de los años 70, aunque aquí parezca un poco forzado. Y aquí tenemos también el triángulo actoral de ese film. Woody,, Diane y Tony Roberts, por lo que se puede identificar "Sueños de Seductor" como un anticipo de la gran película que sería "Annie Hall" cinco años más tarde.
En cuanto al guión, del mismo Allen, podemos decir que estamos frente a un prodigioso arsenal de frases cortas pero hilarantes, profundas observaciones sobre la incapacidad de la obra original, lo cual no impide que se respire un aire de libertad mayor que en la claustrofóbica obra de Allen. La actuación de los dos protagonistas es excepcional, lo cual convierte a Allen en un gran intérprete de sus propias obras, y revelando a la Keaton como una comediante nata, además de una actriz dramática de fuste -alternaba la filmación de esta película con la de "El Padrino", de Coppola en donde funcionaba en un rol dramático- Tony Roberts repetiría, más tarde su papel en todas las películas de las cuales participara, aunque no podemos decir que se trate de un mal actor.
Estamos aquí frente al primer gran hito de Woody Allen, aunque si bien ya había presentado "Toma el dinero y corre", "Bananas" y "Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo* pero no se atrevía a preguntar", éste es el primer trabajo en el cual se lo puede identificar como personaje/persona. En los antedichos films, el enclenque personaje ya estaba delineado pues se trataba de imágenes del perdedor, pero eran personajes atípicos -un presidiario, un revolucionario, un bufón, un espermatozoide-, y aquí se constituye como una persona normal y corriente, con un trabajo definido -es crítico de cine-, en el cual el espectador puede verse reflejado. Al mismo tiempo estaba construyendo un personaje que lo acompañaría a lo largo de toda su carrera, a punto tal que ya el público no podría separar al hombre, de la creación y a unir el "schlemiel" de Allen con su verdadera personalidad, involuntaria y erróneamente. Además el nombre de Allen para el personaje coincidía con su propio nombre: Allan Stewart Konigsberg, que aquí se llamará Allan Félix.
En síntesis, que "Sueños de Seductor" es el hito que impulsaría la carrera de Allen posteriormente, y un buen vehículo para acceder a su agudo y pulido sentido del humor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 22 de marzo de 2020

Mi crítica de "El Último Traje" (Cine)

Ahora, con la cuarentena, obligado a quedarme en casa, estoy aprovechando para ver mucho cine en DVD, así que hoy pude ver esta producción nacional que venía atesorando desde hace más de tres meses y no había podido ver. Además, quiero decir que si hubo alguien que se adelantó a todo el trastorno que causa una gran infección en masa y su contagio, fue el genial José Saramago, y recomiendo leer su "Ensayo sobre la ceguera". Es un libro preclaro donde anticipa todo el pandemonium que se manifiesta en una nación amenazada por el contagio, no sólo a nivel de salud sino en el de escasez de provisiones, de fármacos, a nivel institucional y de las simples medidas como son las de no tener agua, gas y luz. Lean este libro que abre los ojos frente a lo que pueda pasar en caso de que colapse el sistema.
Pero vamos a la película que nos reúne. Ágil, emotiva, humorística, diáfana, entretenida, sin golpes bajos, son algunos de los calificativos que se me ocurren para esta magnífica obra de Pablo Solarz. Abrahm Burstein es un anciano de 90 años, judío polaco, sobreviviente de los campos de exterminio nazis que vive en la Argentina. Está maravillosamente interpretado por ese actor con mayúsculas que es Miguel Ángel Solá, sin duda uno de los grandes de su generación y uno de los mejores actores argentinos. Tiene que lidiar con un maquillaje que lo avejenta una punta de años, con un acento que no es el propio, hasta aprenderse algunos parlamentos en yddish, y con una pierna que arrastra y a la que están a punto de amputársela. Todo un desafío para cualquier actor. Y él sale airoso sin más. Le ofrece al personaje una mirada activa, juvenil, no de adormecimiento que denota que la gente de esa edad puede ser lúcida aunque arrastre años. Miren la mirada de Mirtha Legrand sino, y van a ver una clara muestra de lo que expongo. Además le ofrece algo de viejo galán, algo seductor con su pañuelo al cuello y su buen traje, y un decir que no cae en la "machietta" de lo que sería un "viejo" de 90 años. Un desempeño extraordinario, que bien le valió el premio al mejor actor otorgado por el Instituto de Cine en el 2018.
Bueno, resulta que Abraham tiene unas hijas muy cariñosas que han decidido vender su casa e instalarlo en un geriátrico, por lo que la noche anterior al traslado, el hombre pone pies en polvorosa. Y se va con su valija y un traje a buscar a un amigo en Varsovia. El trayecto de la Argentina a Polonia será el argumento de la película, con sus debidas interrupciones forzadas y los personajes que irá encontrando en su camino, que dan color local a cada ciudad que toque. El viaje será de Argentina a España, pasando por París, Alemania y finalmente Varsovia. Si bien podría considerársela una "road-movie", es más bien el derrotero por el corazón y los sentimientos de un hombre lo que nos lleva en ese viaje de rutas, más que un simple deambular por caminos, además los trayectos se hacen aquí en avión y en tren, así que no entraría dentro de esa calificación.
Abraham es un viejo pícaro, que como buen judío trata de sacar el precio más bajo en sus transacciones, acentuando la carga humorística en ese slogan de las personas de esa condición, casi como un lugar común, pero son muy cómicos los pequeños engaños que hace para sacar tajada. Claro, el humor irá dando paso a la emoción a medida que avance el relato, sin caer en la sensiblería ni en el soborno emotivo. Alguien dijo que un buen actor es el que no llora, y acá Solá nos da ese gusto, pese a llevar en su alma historias tristes no derrama una lágrima en todo el trayecto. El vuelo de Argentina a España se realiza sin contratiempos, en el avión conoce a Leo (Martín Piroyansky), un joven músico, pianista él, al que luego necesitará. Abraham también es generoso con Leo, en el aeropuerto de España le piden que declare sus ahorros, y él no tiene un peso y debe ver a su esposa y a su pequeña hija, Abraham se conmueve y le presta su plata a cambio que se la devuelva. Enseguida ubica un hotel para pernoctar hasta su traslado en el tren a París, y allí conoce a la Sra. González (una ya hace tiempo envejecida Ángela Molina), una agria mujer que luego se transformará en una cordial anfitriona, la dueña del hotel, que lo invita a escucharla cantar en un bar a la noche. Allí es posible ver un cameo del director Pablo Solarz cantando la "Canción de las Simples Cosas". En ese bar ella le contará su desafortunada historia de tres matrimonios fracasados y descubrirán, a la vuelta al hotel que le han robado lo que el viejo llevaba ahorrado para el viaje. Debe ponerse en contacto pues, con Claudia, la única de sus hijas que vive allí, y con quien está peleado de larga data por un gesto de sinceridad mal interpretado que tuvo ella para con él. Claudia, interpretada por la argentina radicada en España Natalia Verbeke, lo recibe fríamente, sin hacerlo pasar siquiera a su casa ni presentarle a su hijita, a pesar de que el padre viene a pedirle perdón (y plata). Aquí hay un error de concepto en el film, ya que la hija ostenta en su brazo los números impuestos por el campo de concentración, igual que su padre, pero por la edad nunca pudo haber estado recluida allí. Finalmente le presta los mil dólares que Abraham necesita para llegar a Polonia (no dice el nombre de su país porque él no dice malas palabras). Y asunto concluido. Toma el tren a París despedido en la estación con emoción por Leo y la Sra. González de quienes se ha ganado el cariño (no así de su hija).
Llegado a la capital francesa lucha por hacerse entender en la ventanilla de embarque, de que quiere llegar a Polonia pero sin pisar suelo alemán, a quienes todavía odia como si estuviese a la vuelta de la esquina el abuso cometido por ese país hacia él. No logra que lo entiendan en su español, inglés o yddish, pero si es socorrido por Ingrid, una antropóloga alemana que sabe hablar el idioma hebreo por haberlo estudiado en la universidad. Pero él, al enterarse su nacionalidad no quiere saber nada con ella. Viajan en el mismo tren, y poco a poco se irán conociendo y ella se confesará arrepentida, como todo el pueblo alemán de hoy en día de los crímenes perpetrados en el pasado. Aún así no logra disculparla, pero el lazo se irá estrechando entre ellos, e Ingrid ideará una forma muy poética para que no pise suelo alemán. Claro, el viejo recapacitará y luego aceptará posar las plantas de sus pies sobre ese piso tan odiado.
Siguen los inconvenientes y en el tren que lo lleva a Varsovia se desmaya al alucinar que viaja con el ejército nazi, de resultas de lo cual será ingresado en un hospital de su ciudad natal. Allí contará con la ayuda de una joven y bella enfermera para llevar su entrega: el traje que le prometió al amigo que le dio asilo cuando él fue liberado del campo de concentración. Ese será el último traje que fabricará en su vida, y debe llegar sano y salvo a manos de ese hermano al que no ve desde 1945 pero que sabe que lo espera. 
Una película tan cálida como emotiva y apacible. Un ejemplo de cine bien hecho, que conmueve sin dejar por ello de divertir y de abrir caminos de entendimiento para una situación del pasado de la humanidad que es casi imposible de superar. Puro cine. Para no dejar pasar, aunque ya haga un par de años que se estrenó.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



sábado, 21 de marzo de 2020

Mi crítica de "Bananas" (Cine- Woody Allen- 1971)

Sigo con la reseña de mi curso-seminario "El Seleccionado Sub20 de Woody Allen" o las películas del neoyorquino que quedaron fuera del curso primordial. Esta vez con su segundo largometraje integral: "Bananas", de 1971.
Película de Allen con un argumento influenciado por la coyuntura mundial de la época: los levantamientos latinoamericanos y la guerra de Vietnam, lo motivaron al momento de redactar el guión y, aunque se alejó precozmente de la política, en sus primeros años de cineasta estuvo a favor de Jimmy Carter y de Lyndon Johnson y luego apoyó a Clinton y a Obama.
Es en este film en donde Allen aprende que en la comedia todo tiene que ir muy rápido, casi como en una película de acción, y que lo mejor es rodar muy de prisa, sin pensar demasiado las tomas, tratando de que el espectador quede enganchado desde los primeros minutos de proyección.
Como un aficionado a conocer el carácter latinoamericano, con excepción de los asuntos más divulgados, y contando con un presupuesto exiguo que lo obligaba a prescindir de la cantidad de extras que necesitaba, supo, no obstante, otorgar a la película un "timming" y una gracia superior a su película anterior (su debut como director: "Toma el Dinero y Corre").
"Bananas" se impone sobre la predecesora con algunas novedades. La principal es la política. No faltó quien, a propósito de esta incursión le haya reprochado la falta de humanidad de burlarse de un tema tan serio como fueron los golpes de Estado de América Latina. No obstante, en el film queda a las claras que Woody es un escéptico con respecto a los cambios revolucionarios -entiéndase por "revolución" un cambio de sistema gubernamental-, con la seguridad que la instalación de un nuevo poder por medio de los golpes de Estado sólo conlleva a la creación de un Estado dictatorial  por parte de los altruistas que arriben a la victoria. Asimismo, la burla hacia los focos de resistencia, fue el pie necesario para una nueva cantidad de críticas en contra de Woody, quien, pese al marcado carácter político del argumento, no arroja toda su satirización en este campo. Muy al contrario, es la sociedad norteamericana la que termina siendo puesta en la picota, la intervención de la C.I.A.: en el golpe militar en la República de San Marcos es clara y remite al dominio que, sobre este terreno, ejercen los Estados Unidos. La autocrítica llega de este modo a su punto más alto, minando al "stablishment" americano.
Aquí aparece por vez primera un trabajo ideado para el personaje de Fielding Melish (Woody Allen), el de probador de nuevas tecnologías. En películas más autobiográficas será escritor de TV, escritor literario, guionista de cine, crítico, director, y un largo etcétera. Que siempre lo incluyen como su propio personaje. Después de asistir a los títulos, lo vemos probando el "executor", una oficina ideada para que el ejecutivo realice deportes mientras trabaja, una crítica despiadada a la manía por el trabajo del cuerpo y los ejercicios intensivos de la vida actual. Mas la prueba es un desastre. Woody no consigue dominar el invento. Los problemas de Allen con las máquinas también quedan reflejados en este film (y prácticamente en todos). A pesar de que a Woody no le gustan las comparaciones con Chaplin, no se puede negar que esta secuencia se inspira en otra similar de "Tiempos Modernos" (Chaplin, 1935), en la cual el hombrecito se ve obligado a probar unas máquinas expendedoras de comida que permite a los empleados comer mientras trabajan para economizar tiempo. Incluso la similitud se estira hasta esa sonrisa airosa cuando todo marcha bien, la cual se congelará y transformará en una mueca asimilable a la de Chaplin cuando todo se convierte en un desastre. No sólo imita el gag de Chaplin sino que lo actualiza. "Las máquinas me odian", confiesa Fielding a su amigo. Y habla además de por sí mismo, por todos los personajes de Allen y, cabe presumir que, también, por el propio Woody Allen. La máquina más característica de Fielding, su Wolksvagen, está abollado, marcando que no se lleva mejor con la máquina cotidiana que con los mecanismos experimentales.
Estamos ante el segundo film integral de Woody Allen (actor-guionista-director), y el primero dedicado íntegramente a la política -el segundo será "El Dormilón" (1973)-. Este comparte todas las características de los demás films de Woody en el pasado y en el futuro: por ejemplo, el de no aparecer en la película de inmediato, sino pasados alrededor de cinco minutos y los títulos, y lo descubrimos semioculto bajo un escritorio. Otra constante sería que no es capaz de escribir todavía diálogos para más de dos o tres personajes por película, cosa que se revertirá a partir de "Annie Hall" y de "Interiores".
Algunos años antes de rodar "Bananas", Woody escribió un libro llamado "Como acabar de una vez por todas con la cultura", en la que aparecen varios temas precisos contra los que arremete, que lo definen como un entrenado en muchos temas. Entre ellos se encuentra el psicoanálisis, la filosofía, la mafia, las memorias de guerra, las biografías, Ingmar Bergman -presentando una maravillosa obra teatral corta bautizada "El Séptimo Sello", sátira de la película homónima de Bergman-, la tradición judaica, el ajedrez, lo regímenes de bajas calorías,, los libros de recuerdos, las películas de terror, los espectáculos de mimo, la historia de los grandes descubrimientos, las novelas policiales, y las revoluciones en Latinoamérica, que subtituló "¡Viva Vargas!"
Redactada en forma de diario y ridiculizando a la guerrilla -ya apuntada posteriormente en "Bananas"- y el fracaso de un grupo revolucionario por culpa de un aburrido narrador. Cita la canción "Cielito lindo", que aparece en varios de sus artículos.
El hecho de que Woody Allen fuera el sustituto norteamericano de los cómicos clásicos que pergeñaban sus propias obras, pareció acabado para que la mayor parte de los críticos, quienes pasaron por alto una serie de gags sin éxito, como el valor de un escritor satírico e imaginativo, tuvo que saldar cuentas, aceptaron su visión mundial como algo digno de mencionar. "Realmente precisábamos a Woody Allen y, si no hubiera aparecido, tendríamos que haberlo inventado. 'Bananas' es la cima del absurdo", escribió la crítica Bridget Byrne en el "Harold-Examiner" de Los Ángeles. "Variety" etiquetó a la película como "la última y estrafalaria incursión de Woody Allen en lo improbable".
Pero William Wolf de "Cue" preguntó: "¿Cuántos de los gags fallidos de Allen puedes tolerar junto a su genio? La cuestión de equilibrio planea sobre la última e irreverente cabriola de este hombre creativo y con talento". Esta última sería, en un futuro próximo y no tanto, la que seguirían las crónicas por venir de las obras que separarían a admiradores y enemigos de Allen. La mayoría de los difamadores señalan la sobreestimación de una gran cantidad de escenas cómicas en sus películas, al tiempo que defienden sus partidarios que  tanto en las películas de Chaplin como de los Hermanos Marx, hay muchos más fracasos de los que se cree. Su enormidad, al igual que la de Woody, se instala en el golpe global, así como en esos gags que sí funcionan, y no en pobres fracasos en un artista ingenioso y sanguíneo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



martes, 17 de marzo de 2020

Mi crítica de "Qué Hay de Nuevo, Pussycat?" (Cine-Woody Allen-1965)

Ya planificando mi ciclo de cine para agosto/diciembre, siempre que la pandemia nos permita realizarlo y llegar vivos, me dedicaré este año al "Seleccionado Sub20 de Woody Allen", es decir aquellas películas que quedaron afuera en mi curso inicial de Allen dado hace unos diez años. Comenzaré por su primer película como autor e intérprete: "¿Qué Hay de Nuevo, Pussycat?", dirigida con total impericia por Clive Donner. Pero vayamos al análisis.
Un psicoanalista con problemas matrimoniales y un tanto obseso sexual, llamado Fritz Fassbender, tiene como paciente a Michael James, redactor de una revista de modas, que sólo quiere ser fiel a Carol Werner -una profesora de la Berlitz- que desde hace años es su celosa pero paciente prometida, a la que él ha engañado con casi todas las mujeres de Europa. Sin embargo hay tres preciosidades que hasta el momento se le han escapado -Renée, Liz y Rita- y que trabajan cada una por su cuenta para obtener sus favores. Por su parte, Víctor Shakapopolis también está enamorado de Carol, pero pasa de los brazos de una chica suicida que se dedica al streap-tase a los de una burguesa distante que desea a Fassbender. Este laberinto romántico desemboca en un delirio incontrolado en el que finalmente todo el mundo resuelve sus problemas.
Se trata del primer guión que Woody Allen escribió para el cine. Es una historia disparatada, al estilo de las comedias sofisticadas hollywoodenses, en la que después de numeroso líos y enredos amorosos, el chico se casa con la chica, en un típico final feliz. El ritmo de la película es frenético: hay escenas de gente corriendo por pisos y calles, que entran y salen de los armarios, y persecuciones a lo "slapstick".
El productor Charles K. Feldman llevaba algún tiempo buscando un guionista que fuera capaz de adaptar a la gran pantalla una obra del escritor checo Leopold Bus-Fekere titulada "La mujer de Lot", sobre un Don Juan contemporáneo con gran éxito entre las mujeres. Aunque en un principio compró los derechos del libro pensando en el actor Cary Grant, el no encontrar un guión que le gustara, acabó postergando el proyecto. Entre los muchos guionistas que realizaron tratados sobre el texto original para Feldman, se encontraba el magnífico colaborador de Billy Wilder I.A.L. Diamond.
En principio, Feldman le sugirió a Woody Allen que reescribiera el guión de Diamond, pero él prefirió escribirlo directamente desde el principio. Descartado Cary Grant, el principal actor para la película era Warren Beatty. Charles K. Feldman insistió en utilizar  como título para el film el particular saludo que  Beatty usaba cuando alguna de sus múltiples amistades femeninas lo llamaba por teléfono: "¿Qué tal, gatita?" Tras la lectura del primer guión, Beatty se quejó de que su papel era mucho menos cómico que el del propio Allen Así que se tuvo que escribir una segunda versión. Estando en Londres, Allen se enteró de que Warren Beatty se había bajado del proyecto para rodar la película de Arthur Penn "Acosado" ("Mickey One") y había sido sustituido por Peter O'Toole que venía de rodar "Lawrence de Arabia" de David Lean (1962).
El principal problema con la película fue que tanto el director Clive Donner como las dos principales estrellas (Peter Sellers y O'Toole) se tomaron muchas libertades con el guión y cada uno lo alteró y lo corrigió a su gusto. Tanto fue así que hasta la mitad del rodaje Allen estaba tan harto de las continuas intromisiones de Feldman en su guión, que se negó a seguir reescribiendo escenas y se desvinculó de él, centrándose exclusivamente en su papel como Víctor Shakapopolis. Esto le dio luz verde tanto a Peter Sellers como a Peter O'Toole para hacer lo que quisieran con sus respectivos diálogos y situaciones. Aunque ambos han afirmado que acostumbraban a improvisar gran parte de los diálogos durante el rodaje, lo cierto es que hay muchas frases que suenan al más puro estilo Allen. Sin embargo, el resultado final que se estrenó en los cines no coincide ni remotamente con el guión que Woody Allen entregó al productor.
Este primer trabajo, por el que cobró 50.000 dólares, presenta ya muchos de esos temas en los que irá adentrándose y profundizando con los años, como los problemas de pareja, el psicoanálisis, las referencias cinematográficas, el sexo, la muerte, etc. Su prototipo de personaje torpe y cobarde aparece con todas sus características, y su refinado estilo humorístico mantiene esos reconocibles toques.
"Los productores nunca comprendieron el guión, ni una sola palabra. Y claro, yo no tenía voz ni voto. Sólo con alzar la voz, me harían callar o me expulsarían. Así, pues, no me gustó la experiencia y no me gustó la película".
"¿Qué Hay de Nuevo, Pussycat?" que costó cuatro millones de dólares (un presupuesto muy elevado para la época), se rodó en París durante seis meses. Se estrenó en julio de 1965 en Estados Unidos y fue un tremendo éxito -a pesar de que la crítica la puso por el suelo-, recaudando más de 17 millones de dólares y convirtiendo a Woody Allen en una nueva estrella a nivel mundial.
"Si me hubieran hecho caso a mí habría sido el doble de divertida y la mitad de taquillera".
La animación de los títulos de crédito estuvieron a cargo de Richard Williams, quien muchos años después se haría famoso por su espléndido trabajo como director de animación en la película de Robert Zemeckis "¿Quién engañó a Roger Rabbitt?" (1987)
Y hasta acá llegamos con esta aproximación al primer trabajo de Woody Allen en el mundo del cine.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 13 de marzo de 2020

Mi crítica de "Joker" (Cine)

Cuando ingresamos al mundo de "Joker" estamos accediendo a un viaje de ida sin retorno al peor submundo de la mente trastornada. Excelente es el film de Todd Phillips que consagró con el Oscar al mejor actor a Joaquin Phoenix, así como excelente es su labor. Ambos, director y actor se han confabulado para arrastrarnos a la peor de las pesadillas que podamos padecer. Y es que esta es la historia de un psicótico, de un enfermo mental que se solaza cometiendo crímenes en respuesta de como la sociedad lo agrede a él. Sí, porque Arthur Fleck ("Happy" para su madre, otra psicótica), es una víctima de un sistema desigual, que no tiene piedad para los seres marginados. El "Guasón" (nombre que se le dio en castellano) es principalmente un payaso, que trabaja de payaso y vive de payaso, con ínfulas de comediante que se ve haciendo stand-up en los locales nocturnos. Pero su coeficiente mental no le da para tanto y no puede desprenderse de su sucio cuaderno que oficia de diario, y en dónde él escribe sus chistes. La persona de Arthur me hizo acordar mucho a la de un primo mío (pongámosle Maxi de nombre) que si bien es deficiente mental no cometió ni cometerá ningún crimen pues su bonomía no se lo permite. Pero este primo que les cuento, Maxi, tiene la "habilidad" de ser imitador. Y hace unas imitaciones desastrosas, pero él no lo advierte y se cree un genio. Así se presenta a cada radio o canal de televisión que tiene a mano y es (desgraciadamente) recibido, un poco por compasión, otro poco porque hay que rellenar el "aire" con cualquiera que pase. Y me hizo acordar al Joker porque él también anota todas sus ocurrencias en un cuadernito, que lleva a todas partes, a ver cuándo le viene la "inspiración". Y tiene éxito. Tal vez para burlarse de él, tal vez porque se la juega, pero es muy conocido entre los dueños del éter. Y como verán, ahí no se acaban las coincidencias con el Joker. 
Arthur tiene una vida muy solitaria, vive con su madre enferma, a la que mantiene con sus escasos ingresos, sueña con aparecer en el programa de su ídolo, Murray Franklin (Robert De NIro), un conductor de TV que impulsa jóvenes talentos y al que mira siempre con su madre Penny. Un día, al comienzo de la película, es abordado por unos pequeños maleantes quienes roban su cartel publicitario con que el payaso se gana la vida. Los persigue y acaba recibiendo una golpiza de parte de ellos. Para colmo, el sistema social que lo atiende por su enfermedad le informa que dejará de prestarle el servicio, así como a toda la troupe de enfermos mentales que de ellos dependen. Es prácticamente abandonado a su suerte, sin darle la medicación y sin una escucha para su tratamiento. Así Arthur es descartado del sistema, como un trapo viejo que ya no sirve, y queda desolado y a la buena de Dios. Uno de sus compañeros payasos le regala un revólver para defenderse de posibles nuevos ataques, y así, con el arma en la cintura se presentará a alegrar niños cancerosos a un hospital en donde trabaja. Pero con la mala suerte que la pistola cae de su cinturón y es descubierto. Por supuesto, es echado de su trabajo. Y así, sin trabajo ni medicinas sale a buscar su suerte. Querrá esa suerte que en el subte se tope con nuevos maleantes, unos chicos ricos que están molestando a una mujer. Y como una de sus características es una risa incontrolable y estentórea, síntoma de su enfermedad, que no puede disimular y que sale a relucir en los momentos más inoportunos, se vea enfrentado a esa pandilla quienes nuevamente lo golpean. Pero esta vez él no se deja basurear. Y los mata a tiros. Como iba vestido de payaso, la policía se dedicará a buscar a un payaso como causante del homicidio.
Y de buenas a primeras toda la ciudad (o mejor dicho, los marginales de la ciudad) se transforman en payasos para ser paladines de la justicia por un crimen según ellos, justo. Y así, esta "corte de los milagros", sale a las calles, se topa con la policía, hace manifestaciones, provoca disturbios, y así el "joker" es asumido a ídolo popular. Una de las rupturas de la película, algo que nos hace ruido a nuestra conciencia de buenos ciudadanos y personas de bien. Claro, porque no somos marginales. Y esta suerte de populacho son muchos, y tienen peso en la sociedad.
Arthur se entera por una carta que su madre le envía al millonario  Thomas Wayne que es hijo de él, quien tuviera una aventura con su madre, de joven, y luego la desechó por enferma. Ahora es dueño del poder. Y hasta su mansión va a buscarlo Arthur y se enfrenta con su hijo de unos doce años, pero no se le permite la entrada. Aún así se las arregla para encontrárselo en el baño de una función de gala. Y éste le dice que no es su hijo sino que fue adoptado por su madre, algo que luego comprobará. La progenitora (Francis Conroy) es internada por un ataque cardíaco y llevada a un hospital. Allí obtiene Arthur el certificado de que su madre es psicótica, de que él es adoptado y que fue abusado de niño. Entonces no se le ocurre mejor cosa que ahogar a su madre con una almohada. Tiene una vecina, una hermosa mujer de color (negro) a quien se ha cruzado algunas veces en el ascensor, y con quien lo vemos tener un romance... Claro, nos enteramos después que eso es parte de su delirio psicótico y que el escarceo nunca existió. Se presenta en un night club como monologuista y produce un estruendoso fracaso. Fracaso que será tomado por el conductor de televisión para transmitirlo en su programa y burlarse de él. Y acá llega otra coincidencia con Maxi. Porque él fue llevado, en sus actuaciones en televisión hasta el mismo programa de Roberto Petinatto (el hijo del torturador), quien lo utilizó para mofarse a su costa. Claro, Maxi tuvo una difusión increíble y acabó llamando a Petinatto para agradecérselo, sin enterarse siquiera que iba en plan de burla. Arthur también es convocado al programa de Murray Franklin para ser utilizado. Y hasta allí irá pintado el rostro con el característico del "Joker". Pero no cuento más, porque el final es inesperado.
Una película que destila violencia, la sádica propia de Arthur y la institucional, de la sociedad y de los medios. Que hace una apología, si se quiere, de esa violencia, poniéndola como fuerza reivindicatoria. Una película incómoda. Que nos pone en el papel de victimarios y de jueces, que nos hace aborrecer de la violencia pero que a la vez nos fascina. Todos queremos muerto al Guasón pero todos quisiéramos ser alguna vez como él. Vengador por mano propia, es lo que propone el film y lo que seduce a la platea. Es, de entrada, una película muy poco recomendable para el público infantil, sólo debe ser vista y comprendida por el adulto. 
Estupendo el trabajo de Phoenix en la piel de ese psicópata al que no le tiembla el pulso al cometer los crímenes más sádicos pero que puede disfrazarse de alguien que, en definitiva, hace reír a los niños. Como su baile sensual, que esconde en su tensión toda la fuerza y la violencia reprimida, excelente es el manejo físico del actor. Como sus gestos desfasados, su carácter psicótico bien marcado y su carcajada histérica, que, sin llegar a las alturas de la de Tom Hulce en "Amadeus", es una marca de fábrica. Todo un hallazgo es este Joaquin Phoenix en la piel del "Joker" y bien merecido sus premios. La dirección de Todd Phillips también resulta vigorosa e incómoda para un espectador acostumbrado a que lo traten bien en el cine, y éste sabe cómo molestar. Un buen material cinematográfico que da para el análisis sociológico y proporciona mucha tela para cortar en esa marea de marginales que finalmente toman las calles incendiando y rompiendo todo a su paso y entronizando como a un dios al asesino serial en que se ha convertido Arthur ("Happy") Fleck.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).