miércoles, 22 de septiembre de 2021

Mi crítica de "Díganlo con Mímica" (Teatro)

 Fui a ver hace dos semanas esta exitosa comedia de Nelson Valente y debo reconocer que me dejó con gusto a poco. El elenco está bien, todos hacen su esfuerzo por brillar y todos gritan mucho, si bien el que se luce es David Masjanik, el único que construye un personaje dentro del total. Vuelvo a decirlo: la obra se sostiene gracias a las actuaciones. Lo más original de todo resulta ser la canción compuesta para el saludo final por Rubén Rada (y cantada por él), sobre la base de "Muriendo de plena", uno de sus mayores y mejores éxitos. Veamos por qué falla, el material no es lo suficientemente gracioso, los chistes no son efectivos más allá de la sonrisa leve o la risa de compromiso. El público celebra, sin embargo, porque "una vez que uno sale al teatro..." o por el precio de la entrada, vaya a saber uno. Los que sí la encontraron cómica son los de AADET, que la eligieron como ganadora del "Contar 7" aquel concurso para autores nóbeles argentinos... Pero, ¿qué tiene de nóbel Valente? Eso queda en el misterio, de todas formas no se puede comparar con valores como "Bajo Terapia" o "Todas las Rayuelas", ganadoras con más fortuna de las primeras ediciones.

La obra no hace reír además porque aborda un tema muy bajo vuelo: discusiones de pareja, ya sean hétero u homosexuales. Y eso aburre. ¿Para qué ir a buscarlas afuera si uno las puede vivir en su casa?
Pero vamos a la obra. El matrimonio compuesto por la Peti y el Pela, o Pauli y Sebastián, mejor dicho (Andrea Politti y Carlos Belloso), reciben cada sábado a dos parejas amigas para jugar a Dígalo con mímica, juego en el que se dejan la vida. Ellas están formadas por Moni y David (Ileana Calabró y David Masjanik) y Luciano y Rodrigo (Gabriel Beck y Diego Gentile), estos últimos invictos ganadores de los encuentros del juego, lo cual saca de sus casillas a todos los demás.  Por supuesto que Pauli critica a todos sus amigos antes de que lleguen como buena hipócrita y chusma de barrio que bien podría haber sido interpretada por Niní Marshall, mientras su marido se esfuerza por arreglar la guirnalda de luces. Ella prepara comida de más ya que Moni y David son "unos muertos de hambre" que no tienen nada para comer en su casa y van a saciar su apetito allí. Por fin llegan: la intempestiva Moni, furiosa, al teléfono y el depresivo David, el personaje más rico dramáticamente y mejor jugado, es un personaje tridimensional, con su angustia siempre alerta y con su cóctel de Alplax. Enseguida llega la pareja faltante: los gays Luciano y Rodrigo, una dupla joven y de fuertes vínculos (según parece). Claro, porque nada es lo que parece en esta comedia del grotesco, en esta comedia de máscaras que se caen, todo parece frágil detrás de los potentes lazos que pretenden demostrar.
Por fin después de una larga introducción -el conflicto, motor de lo teatral, parece no llegar nunca- comienza el juego que los convoca, y es acá donde aparecen los gags más reideros de la obra, por ejemplo cuando David debe representar "Titanic" para que la abstrusa Moni lo adivine, contando toda la película en sólo un minuto. Por supuesto no lo logra. Los ganadores vuelven a ser Luciano y Rodrigo, los que parecen tener un código tácito, amparándose en que "practican toda la semana". Ësto inflama la sangre de los demás llegando desde el insulto a la agresión física. Y es allí cuando asoman los ajustes de cuentas.
La llama que enciende la mecha es la pasiva -casi catatónica- actitud de David ante la visita a sus suegros el domingo, lo que hace estallar la relación de la Peti y el Pela, quién tampoco soporta a su familia política, sólo que en este caso es recíproco. Todo será puesto en su lugar por la intervención de Luciano, el que afirma que en su pareja reina la paz, que todas las decisiones son consesuadas y que se rigen por el principio de la libertad... Todas esas afirmaciones calmas y sabias quedarán sepultadas bajo la catarata de reproches que tiene Rodrigo para con él, definiéndose como un sometido al que nunca se le preguntó nada. La velada concluye en el más desbaratado caos, con varias vueltas de tuerca: las parejas se reconcilian después de la tormenta, en donde por medio de un brindis Sebastián les jura fidelidad eterna, para, acto seguido los eche a todos blandiendo una botella y una silla en cada mano. Finalmentee el Pela y la Peti se quedan solos, juntos, brindando por su amor. El gag que bien podría haber llegado al final queda sin resolución. Pero ya nadie ni nada volverá a ser igual después de esa reunión. Las fachadas han caído.
Nelson Valente se demuestra como mejor director de actores que libretista y trabajó con un elenco sin fisuras en donde la acción está cronometrada al segundo (ese reloj que marca el minuto justo para el juego) y donde nada se dejó librado a la improvisación ni al titubeo. Lástima, podría haber sido mejor con más puntería en los diálogos.
Y gracias por leerme hasta acá y espero sus devoluciones.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 18 de septiembre de 2021

Mi Crítica de "El Método Moldavsky" (Teatro)

 Hace una semana fuimos con mi amiga Ana a la avant-premier de este nuevo show de Roberto Moldavsky. Debo decir que yo nunca había visto un espectáculo suyo y que la impresión fue como la que viví dos veces anteriormente: cuando vi por primera vez en vivo a Les Luthiers y a Geretto, que estaba frente a la perfección del humor. Digámoslo sin más, que me hizo llorar de tanto reírme. El tipo es astuto y sabe fijarse en los pequeños detalles de las cosas cotidianas, es un fino cristomatizador de la realidad y sabe encontrarle la viñeta cómica a cada drama. Como hábil transitador del más acabado humor judío sabe cómo hacer reír con la desgracia, con el fracaso, con la tragedia, ponerse en el lugar de la víctima, del pobre fracasado, del débil, el perdedor.

También aprovecha su rol de vendedor de ropa del Once y lo deja ver desde los primeros momentos; cuando después de reprocharnos que todos los que estamos ahí fuimos gratis por el club La Nación y que va a tener que hacer la unción sin cobrar un solo peso, empiece a observar la ropa del público. Sí, porque desde un monitor instalado entre bambalinas y a telón cerrado va a hacer foco sobre cada espectador para opinar sobre su ropa: si es de segunda marca, si lo engañó el vendedor, si es muy audaz para ponerse esos tonos y sobre todo, si usa "animals prints". Por supuesto todo dicho desde el respeto, el mejor sentido del humor y la complicidad de sus espectadores.
Está, felizmente, acompañado por la Valentín Gómez, una orquesta de exquisito gusto musical y que suena muy bien, cuyos integrantes son todos judíos, menos uno, de apellido Ramírez, a quién insiste que se haga un pequeño recortecito para ser admitido en la comunidad.  El humor de Moldavsky se apoya, en este show, sobre tres pilares funcionales: los políticos, la pandemia y las pequeñas cosas. Sobre la política, no deja a nadie en pie, ya que arrasa tanto con el oficialismo como con la oposición. Recuerda cuando Alberto dijo "vamos a encerrarnos por dos semanas, hasta que pase el virus" y cae en las repetidas veces en que tuvo que salir a dar explicaciones, desde el vacunatorio vip hasta el cumpleaños de Fabiola. Tampoco se salvan Cristina, Kicilof o Máximo. El peronismo es el partido más golpeado en el decir del humorista, quien habla de exportar la idea peronista a otras naciones y hasta llegue a postularse como presidente peronista de Israel, para lo cual prepara una insólita danza iddish.
Afirma: "Miren como financió la deuda Guzmán, tan bien que ya los paisanos están buscando en los registros de apellidos: éste tiene que ser judío... no como hizo Kicilof que es de los nuestros y pagó todo al contado y con intereses... ¡un judío no paga nunca al contado!". También cae bajo sus dardos la oposición. "Larreta se excita cambiando de mano las avenidas del centro. Miren lo que hizo con Córdoba: un carril para la bicisenda, otro para los colectivos, otro para taxistas, otro para los que no estén seguros de querer ir por Córdoba... ¡ya no podés doblar a la izquierda sin llevarte puestos dos Rapi y dos Pídalo ya!"
Pero la cosa no termina allí. Sigue con las conductas durante la cuarentena... "¿Se acuerdan que había tres formas de salir? Una era salir al súper -hace como si balanceara una bolsa y no bien lo paran muestra la bolsa-, otra era sacar el perro. Había gente que lo sacaba veintidós veces al día. Se lo prestaban en los consorcios... le daban diurético para que no parara de mear. Y la otra era cuidar a un viejito... yo le ofrecí a mi tía Frida y me sacó cagando: Hace treinta años que no te acordás de mí, desgraciado..." "Los hombres llegaban, se desnudaban en la puerta, le prendían fuego a la ropa mientras le pedían a la esposa que lo manguereara con lisoform y lavandina..."
Y llegamos al final del show después de 70 minutos de ocurrencias y carcajadas, atravesando jugosos diálogos en complicidad con su hijo Eial, quien figura como co-guionista del espectáculo, donde sin duda alguna lo más sabroso son los monólogos. Y terminamos todos cantando "Dale alegría a mi corazón" del asqueroso de Fito Páez. Aunque es otra historia.
Gracias por haberme seguido hasta acá y espero sus devoluciones.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).