viernes, 31 de marzo de 2017

Mi crítica de "Florence Forrest Jenkings" (Cine)

Llevada al cine por el talentoso Stephen Frears, la apasionante vida y obra de Florence Forrest Jenkings ya había sido material de una obra de teatro ("Souvenir", que en nuestro ámbito hiciera Karina K, extraordinariamente), con la que se cruza en más de una oportunidad., aunque tienen diferente autoría. Si bien la pieza teatral se apoya un poco más en las arias y fue escrita por Stephen Temperly, la obra cinematográfica juega con el grotesco y está firmada por Nicholas Martin. Florence Forrest Jenkings existió realmente y vivió de 1868 a 1944, muriendo a la edad de 76 años y fue considerada la peor cantante de ópera (y de todo lo que cantara) de la historia.
Pero plantéemonos, ¿qué era lo que movía a su público a seguirla? ¿Compasión? ¿Piedad? ¿Extrañeza? ¿Curiosidad? ¿Morbosidad? Nunca llegaremos a saberlo, pero tenía un séquito de admiradores que la seguían a todos lados y soportaban estoicamente sus agudos y desafinaciones terribles. Cantaba para públicos moderados, pero cuando alquiló el Carnegiee Hall con sus 3.000 localidades dando 1.000 invitaciones para los soldados, se planteó la gran duda, ¿cómo reaccionará el público masivamente? Y lo que primero la recibió fue un arsenal de risotadas proviniendo de los soldados, que al final de la velada se convirtió en una ola de aplausos. ¿Qué enigma, qué extraño magnetismo tenía esta mujer de 76 años para convertir cada desastre en un éxito?
La película puede considerarse, no una comedia, sino más bien un grotesco, difícil de dirigir (y de digerir) ya que el personaje juega con el patetismo todo el tiempo. Meryl Streep es una actriz enorme y sale adelante con este difícil rol que la llevo a su 20° nominación para el Oscar, rompiendo tímpanos con su voz gastada y desentonada de soprano errante. Hugh Grant, en el papel de su marido, St Claire Bayfield también sale airoso, en ese papel que ya ha cultivado otras veces de aristócrata chanta, aquí preservando a su amada de toda mofa y mala crítica que se le pudiera hacer. También sobresalen Simon Helberg como Cosmé McMoon, el pianista que se sube a ese barco sin rumbo que es acompañar a la estrella patética con su inquebrantable fidelidad. Y Bayfield está casado a su vez con Kathleen (Rebecca Ferguson) con quien realmente disfruta de pasarlo bien juntos. Florence, con esa torta mal puesta que le han dado por peluca, oculta una pelada y una gravedad por haber padecido de sífilis contagiada por su primer marido la noche de bodas (el sr. Jenkings) y trayéndole incontables padecimientos. Lucha contra sí misma, porque cada recital que da mina su salud, y el médico le aconseja reducir los esfuerzos. Pero ella ha nacido para la música (de joven fue pianista también) y con ese áurea de ingenuidad de torre de cristal que tienen algunos artistas, sigue para adelante alterando oídos.
Pero esta obra sería una comedia si no existiera esa posibilidad de desbarrancarlo todo si alguien le dijera que en realidad canta mal. Hay un código de silencio que no está permitido romper, y todos sus seguidores lo saben, menos los soldados que se ríen a voz en cuello cuando ella lanza sus gritos. Cuando canta en el Carnegiee Hall, el cronista del New York Post se retira antes de terminar la función, y así como otros diarios la alaban, éste le ha escrito una crítica lapidante. Es por eso que su marido se despierta bien temprano y compra todos los ejemplares de New York Post que hay en todos los kioscos a la redonda para tirarlos a la basura. Aunque ella lea uno y todo precipite su muerte: la sentencia de que es una pésima cantante. Incluso esa tarde, cuando interrumpe su té con amigas para ir hasta el baño, un par de muchachos la felicitan por su talento cómico y le dicen que nunca se habían reído tanto en una función. Eso es lo primero que amenaza con sacarla de su eje. El problema es que para ella, dentro de su cabeza, canta bien. Esto está expuesto en el momento de su muerte cuando canta una canción, vestida de ángel, a la perfección, para su amado. ¿Cuál es la distancia entre el "freak" y el perfecto nos quiere plantear esta película? Así como se hace motivo de culto a las películas berretas de clase b, el público ovaciona y sigue a esta cantante. Pero, ¿en realidad la escuchan? ¿o están enamorados del mito? Sólo una voz se atreve a levantarse para decirle "che mina, sos una vergüenza".
El papel de Hugh Grant es el de ese actor frustrado que cuida y promociona a su estrella más allá de los límites de la cordura, hasta la lleva a grabar un disco, que sus seguidores reciben como regalo de navidad y que la radio transmite difundiendo a "la gran cantante". Él se desvive por su esposa, si bien lo de ellos es un amor platónico, nunca tuvieron sexo, debido a la enfermedad de ella, y cuando ella se duerme, él parte hacia su otro domicilio conyugal. Parece que ella conoce este juego y lo acepta. El rol del pianista es otro bicho extraño que ronda por ahí. Feo, bajito, enjuto aunque joven trabajaba tocando el piano en bares por monedas, hasta que se ve catapultado a la fama con Florence, para quien hace una audición, quedando él. Aunque a la salida de la primera audición no pueda contener la risa en el ascensor lleno de gente y sea tomado por loco. Pero él decide seguir el juego. Juego siniestro sin embargo, porque no se podía creer que esa muralla que se impone entre Florence y la realidad no fuese nunca franqueada. Ella en un momento le pregunta a su marido: "¿todo este tiempo se han estado riéndose de mí?" Y eso es lo más patético del caso, saber que uno es atracción de circo cuando cinco minutos antes se creyó Messi. Así transcurre esta maravillosa película de Stephen Frears, quien supo hacer películas magistrales como "Relaciones peligrosas", "Mary Reilly" o "Philomena". Un director para tener en cuenta.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 25 de marzo de 2017

Mi crítica de "La Momia" (Teatro)

Fui ayer a ver "La Momia" porque baja de cartel mañana y tenía en el tintero ir a verla. No me gustó. Más allá del diseño de producción, de la iluminación, el vestuario, la música (prestada) y los trucos de magia, la forma de contarla, los chistes y la mayoría de las acciones me parecieron vulgares, bajas y procaces. Y no es que uno sea un viejo beato ni se asuste por una puteada, pero así como me encantó "Todas las Rayuelas", que tenía más malas palabras que esta, "La Momia" me pareció de bajo vuelo poético y creativo.
Las actuaciones están muy bien y no las reprocho, empezando por Romina Gaetani (Margaret, la heroína de la historia), que nunca fue santo de mi devoción pero debo confesar que acá está muy bien, con su peluca rubia y sus chillidos y tonos justos y variados, con un muy buen desplazamiento escénico y secundada por quien hace de su padre, ese gran actor que es Alberto Fernández De Rosa (Maurice Trelawny) desplegándose en varios papeles, desempeñándose muy bien en todos (el cuidador del museo y uno de los caballos). Seguimos por Adrián Navarro (Sosra, el sacerdote egipcio condenado a vivir por 5.000 años) en un papel siniestro, muy bien maquillado y luciendo pelada y barba, maneja bien los tonos de lo terrorífico y lo cómico. Fabián Mazzei (Malcom Ross) ese abogado inglés, algo estirado, un poquito gay, de acento muy cómico y muy logrado que será el eterno pretendiente de Margaret. Mariano Torre se destaca en el audaz y aventurero Basil Corbeck, otro que disputa a Margaret, y que se luce también en el ama de llaves, esa mujer petisita (que lo obliga a actuar en cuclillas y con pasito corto y rápido), con bigotes y nariz a lo Groucho Marx, es lo más logrado en efecto cómico de toda la obra. Y dejo para el final al dudoso Daniel Campomenosi (el Inspector Doolan) de una comicidad barata y poco efectiva.
Para los inquietos, les digo de entrada que momia, lo que se dice momia, no se ve ninguna, sólo por cinco segundos la momia de la reina Tera, a quien se busca para devolverle la mano con siete dedos y anillo con la maldición que le ha llegado por correo a Mr. Trelawny y por la cual su mano ha sufrido un corte casi total, si no hubiese quedado unida por un tendón. La obra busca combinar humor y terror, como lo hicieran en su momento "Los 39 escalones" y "La dama de negro", ambas protagonizadas por Fabián Gianola y Nicolás Scarpino, con mucha mejor suerte que esta. Y es que en "La Momia", el terror no es tal. Y la comicidad tampoco. Tiene un humor muy básico por momentos y muy escatológico en otros. Y no es que me asuste de nada, vuelvo a decir, pero me parece de muy mal gusto ver a la ama de llaves regocijándose con los deshechos de una escupidera y planeando hacer un pastel con todo eso. O cuando Mr. Trelawny exclama: "Quisiera ver ese anillo" y Basil Corbeck diga: "Ya lo estoy viendo, y es una preciosura", mirándole el traste en primerísimo primer plano a Romina Gaetani (que no está para desaprovecharlo tampoco, dicho sea de paso). Hay errores garrafales en el uso del lenguaje, como repetir no sólo una, sino cuatro veces: "Voy de Margaret" o "si yo tendría que..." (cuando todos sabemos que es "Si yo voy a lo de Margaret" y "Si yo tuviera (o tuviese) que..."), errores que no sólo pueden achacársele a la traducción de Pablo Rey sino también a la dirección de Alejandro Lavallén y al elenco todo, donde parece que nadie sabe hablar castellano.
La ambientación está muy bien y utiliza todo el ancho del escenario del Metropólitan para explayarse, tanto en la residencia de los Trelawny como en la tumba egipcia, con elevada profusión de utilería y un buen uso de las sombras chinescas, así como de los trucos de magia (cuando el ama de llaves se empeña en vomitar escarabajos, uno tras otro, saliendo de su boca, o como cuando  Sosra le arranca los ojos a Basil).
La obra pertenece al desconocido (al menos para mí) Jack Milner y está basada en la novela "La joya de las siete estrellas", de Bram Stocker (el autor de "Drácula") y adaptada con "humor" al teatro. El argumento nos refiere a una maldición del antiguo Egipto, tierra de faraones, que se agita de nuevo en la vida. Un abogado respetable,una bella heredera y su padre, un egiptólogo, un hombre de 5.000 años en busca de un antiguo amor y la tumba de la reina Tera serán los andamiajes de esta historia que transcurre entre el sopor, el aburrimiento y alguna que otra sorpresa interpretativa. La mano con siete dedos de la reina Tera ha sido remitida a Mr. Trelawny y siendo posteriormente robada, éste deberá viajar a Egipto con toda su compañía para tratar de recuperar la mano y devolvérsela a la reina para revivirla y tratar de sustraerla a la maldición de la Momia que se encauza en la palabra "Hasnama". También intervienen un torpe inspector no sacado precisamente de Poe ni de Connan Doyle, un aventurero que baila danzas exóticas y un atildado abogado enamorado de Margaret, quien le ha dado su amor a los dos hombres. Con la vuelta a la vida de la reina, el espíritu de esta ocupa el cuerpo de Margaret y llega a tener un buen encuentro sexual con Sosra (que la esperó 5.000, no cualquiera...), devolviéndole después el cuerpo a su legítima dueña.
Para favor de la obra y de los actores, debo decir que, como en sus predecesoras obras de terror-cómicas, cada uno de los intérpretes actúa varios papeles, con igual solvencia, papeles menores, pero que exigen otra caracterización y otro lenguaje diferente, lo que habla de un buen montaje escénico. El director Lavallén hace lo que puede con este texto, dotándolo de cuanto de brillo puede sacarle y extrayendo en los pequeños detalles su cuota de buena voluntad. Más no se pudo. Bueno, que no tengo un año con suerte en el teatro, me vuelvo mufado de ver estos espectáculos, salvo honradísimas excepciones que ya hice notar acá. Me parece que es un mal año para el teatro, por lo que vamos viendo...
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 23 de marzo de 2017

Mi crítica de "Pieza Plástica" (Teatro)


De nuevo Teatrix nos sorprende, esta vez con el estreno de una obra vanguardista de Marius von    
 Mayenbruy, tipo de teatro que no es de mi agrado y por lo tanto me va a resultar difícil (por qué no, imposible) una crítica. El teatro de la vanguardia tiene un lenguaje y reglas particulares que no comparte con ningún otro, ni costumbrista ni naturalista, así que lo primero que hay que hacer, pagar el peaje que nos permita al acceso de esa forma de comunicación. No es difícil cuando se ve una sola obra y de estas características. Creo que lo primero que hay que hacer es registrar qué sensaciones despierta en el espectador (así como la pintura vanguardista y el arte en general). A mí me disparó una profunda angustia, hasta el punto que tuve que ver la obra con una interrupción de por medio.
Los personajes son cinco: el matrimonio formado  por Ulrike (Brenda Gandini) y Michael (Joaquín Berthold), médico él, artista ella, con un hijo que está en el borde de la pubertad-adolescencia: Vincent (Santiago Magariños), un tanto "freak". Completa el elenco la empleada doméstica de la familia, Jessica (Shumi Gauto) y un artista comunista que quiere revolucionar al mundo y al arte, Serge Haulupa (Julián Calviño). Debo decir que la eficientísima y arriesgada dirección corrió por cuenta de Luciano Cáceres.
La escenografía es una pared blanca con cinco puertas por las que van a salir los cinco personajes a su tiempo y que se abren y se cierran con una velocidad pasmosa. Todas las intervenciones son muy rápidas, así como el lenguaje que se habla, un lenguaje un poco extraño, tal vez queriendo remedar el de las regiones centrales de Europa y en el caso de la empleada con un fuerte aire latinoamericano, que podría ir desde lo boliviano a lo colombiano. En un sexto espacio de la escenografía se proyectan todo el tiempo videos, ya sea un pez dentro de una pecera, ya sea tomas de la "realidad" de lo que está pasando en escena.
El matrimonio de Michael y Ulrike no podemos decir que sea calmo, más bien todo lo contrario, se la pasan discutiendo por pequeñeces y de allí pasan a la cachetada abierta en un instante... y son muchas las cachetadas que se pegan. Todos los personajes están trabajados con algún modo de expresividad personal y tienen características que los diferencian los unos de los otros notablemente. Hay cierta ingenuidad en Michael, casi rayana con la estupidez, al principio, y una desmedida cuota de ferocidad que bien puede convertirse en amor de un momento al otro en Brenda Gandini. Vincent registra todo con su cámara filmadora, y son esos los videos que vemos proyectados en la pared, y tiene una cierta ambigüedad que se desatará al final cuando aparezca travestido. Jessica, callada, que "no piensa en horas de trabajo", tiene dos trencitas sobre la cabeza, muy particulares y habla con el giro idiomático antes enunciado. La explosividad de Serge Haulupa es total y está todo el tiempo al borde de la sobreactuación, marcado así por el director. Es un tipo narcisista y egocéntrico que piensa que el arte nació con él y que todo en el arte tiene que ser subversión de los códigos.
Se trata muy mal durante todo el tiempo a la empleada Jessica por parte de Ulrike, ya sea por su olor hediondo, lo que la hace llegar antes al trabajo para darse un baño, o recibir de regalo una bolsa con ropa para los pobres. Michael también la utilizará, cuando, excitado por el vestidito que le han hecho poner, la "apoye" y tenga un orgasmo frotándose contra ella. La venganza llegará al final por propia mano de cocinera de Jessica. Los movimientos entre la pareja principal parecen sacados de los payasos circenses, unidos de los brazos para propinarse cachetadas, o bien llegando a derribar al otro al piso con una complicada maniobra e insultarlo con muchísima furia. Hay un componente de amor-odio entre los dos, casi podríamos decir que tienen una relación amorroidal...
Michael es designado "Médico sin fronteras" y enviado al África por una comunicación que debe aceptar o rechazar, por supuesto, por un miedo total a contraer alguna enfermedad, la rechazará. Frente al desasosiego de su esposa, que, al ser secretaria de Serge se ha convertido en uno de sus tantos objetos sexuales, ya que él no puede trabajar con ninguna mujer que no lo atraiga sexualmente y a la cual no pueda poseer. Esa es su concepción del hecho artístico. Para él un hecho artístico significa Jessica recogiendo comida del piso que Michael le ha tirado a Serge con indudable bronca. Esa limpieza ya vale como expresión de la cultura. O fabricar un instrumento que arroje latitas al vacío. Digo que la decisión de Michael de no ir al África decepciona mucho a Ulrike quien quiere seguir disfrutando abiertamente del sexo con su empleador. El "comunismo" de Serge le hace decir cosas como estas: "¿tu mujer? ¿y desde cuando es tuya? ella se pertenece a ella, vos no tenés por qué obedecerla".
El clima de la obra, como dijimos anteriormente es sumamente ligero y hasta alocado. Las puertas no cesan de abrirse y cerrarse sin confundirse jamás. Hay un aceitado mecanismo de relojería que impera en todo el juego escénico que funciona a la perfección. Los intérpretes están muy bien preparados para decir parrafadas largas sin respirar y sin saltearse ni una coma, es todo un gran trabajo el que han elaborado entre los cinco y el director. Se puede amar u odiar a esos personajes que muestran todo el tiempo más bien su lado oscuro y más personal. Habría muchas cosas para señalar pero por la rapidez con que son dichas es imposible de retenerlas todas.
Una obra diferente para experimentar en un lenguaje que no siempre nos resulta amigable ni abierto a la comprensión. Pero es un buen intento.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

Mi crítica de "Todas las Rayuelas" (Teatro)

Shakespeare dijo cierta vez que "la vida no deja de ser un drama porque alguien ría ni deja de ser una comedia porque alguien muera". De eso se trata "Todas las Rayuelas", de contar un tema trágico de nuestro pasado próximo, pero mediante el humor. Podemos decir que hay un 75 % de humor y un 25 % de drama en la obra. Y el humor tampoco parte de lo cómico, sino generalmente de procesos dramáticos, así como el drama no está tan acentuado tampoco. Toca una vez más el tema de los desaparecidos durante la dictadura del 76 y del exilio, pero lo hace tangencialmente, sin golpes bajos ni la moralina a la que nos tienen acostumbrados tantas obras, películas y documentales, y lo hace descontracturado, como una de las desgracias más de la vida. Carlos la Casa, su autor, es un joven dramaturgo que ganó el concurso Contar 3 con el que varios empresarios teatrales premian una obra inédita de jóvenes autores argentinos para exponer en la avenida Corrientes, así como hace dos temporadas ganara "Bajo terapia". A esta no le fue tan bien ya que el domingo baja de cartel. Y es una lástima porque merecía mejor destino.
Yo fui a verla en un día malo para el teatro: el día del paro y marcha de los docentes en Plaza de Mayo, por lo cual el teatro estaba semivacío. Cuando yo fui a sacar mi Ticket a Diagonal Norte y Cerrito todavía se escuchaban a los presuntos maestros con sus bombos y sus pifilcas, sus zampoñas y sus trutrucas... Y digo que es una pena que el teatro estuviese ocupado en un 15 % de la sala porque es una obra valiosa que merecía mejor suerte.
La obra nos habla de los vínculos y qué hacemos o qué nos pasa con ellos. Habla de un vínculo muy fuerte como fue el de Lisandro (Hugo Arana) y su esposa Sandra (desaparecida) con quien tuvieron una hija, Carolina (Heidi Fauth) con quien regresa a reencontrarse con ella su padre después de 30 años de vida en Holanda y España. No le es fácil entrar a su amado país, porque es detenido en la aduana por "portación de libros". Sí, en su valija sólo lleva innumerables ejemplares de "Rayuela", de Cortázar. No explicaré en esta nota el sentido de esos libros ya que es el misterio del argumento. Una obra de teatro tiene que "contar", y esta excelente obra realmente cuenta. Y mucho. No bien llega al aeropuerto, Lisandro (nombre emblemático que remite enseguida a De la Torre), anciano escritor es detenido y puesto en custodia de Alberto (Daniel Dibiase), un policía aéreo que enseguida le deja su puesto a Gabriel (Esteban Meloni) ya que él tiene que viajar a ver unos terrenos que compró en la costa y dónde piensa edificar con la esposa arquitecta de Gaby, Fernanda (la siempre excelente Paula Ransenberg, a quien elogié en "Nerium Park"). Solos, Lisandro con Gaby, éste le propone darle 3.500 euros si lo saca de allí, lo lleva a su casa ya que no tiene dónde ir y lo ayuda a encontrar a su hija, de quien no tiene ningún dato. El insobornable policía aéreo es pronto corrompido y por la plata hace todo lo que Lisandro le pide. Se lo lleva a su casa, donde Fernanda está por partir un fin de semana a un simposio entre arquitectos y le cae muy mal la visita del viejo. Gaby empieza a buscar el paradero de Carolina con el falso dato de que hace dos años partió como mochilera hacia Bolivia y ahí se perdió su rastro. Entre tanto quieren encarcelar a Lisandro por haber robado en España, y Alberto le da 48 hs. para entregarlo a la embajada. Lo cierto es que Gabriel ya ha dado con Carolina, sólo que ella no quiere ver a su padre. Ella es pintora y enseña en escuelas. No quiere verlo por el hecho de que él la haya abandonado siendo chica, dejándola a cargo de una tía y hubiese huído a Holanda. Carolina tiene un novio al que ve poco y nada porque se la pasa dejándola (ahora está volando hacia París).
Lisandro no cree en la hipótesis de que se haya difuminado en Bolivia y le pide a Gaby que siga buscándola. Este acepte, viendo si la puede convencer de ver a su padre. Lisandro desconfía que la relación entre Gaby y Fernanda sea tan buena y le mete la duda sobre el fin de semana de simposio. La escena cuando se fuman un porro, a instancias del viejo, que le hace probar por primera vez a Gaby, es desopilante. Para él también era su primer porro, no quería morirse sin saber cómo te pega la marihuana. Terminan los dos tirados por el piso hablando estupideces. Hay entre escena y escena una muy bien montada proyección en las paredes de imágenes que remontan a Lisandro, una mujer e infinidad de libros "Rayuela" cayendo por todas partes.
A la vuelta de Fernanda (quien no traga al viejo) éste le cuenta que se fumaron un porro con su marido. Ella se enoja de cómo hicieron eso, y él le contesta que los sacó de la bolsita que guardaba ella en el armario. Donde también encontró otra cosa... debajo del doble fondo de un cajón. Ella enmudece y habla de unas fotos desnuda que se sacó con Alberto, su amante y jefe de Gaby. Luego de eso a Lisandro le da un infarto y Fernanda lo lleva a internar y lo deja. Llama a Gaby y él justamente está tratando de convencer a la inalterable Carolina de que vea a su padre. A la noche, en un confuso episodio (Fernanda cree que Lisandro le ha contado a su esposo lo de su amante), Fernanda acepta todo delante de Gabriel y le dice que se va a ir a vivir con Alberto. Él, que no sabía nada se ve profundamente perturbado. Entratanto cuida a Lisandro en el hospital y empieza a leer "Rayuela". Se presenta Carolina en la sala de internación y se produce el reencuentro con el padre, primero de modo muy tímido hasta que irá aflojando la bronca.
Lo que sigue son datos que no conviene revelar aquí, sobre cómo conoció Lisandro a Sandra, cómo nació Carolina, cómo leían juntos "Rayuela" y cómo se la llevaron a ella una noche.
La obra es sumamente conmovedora y hasta a mí me arrancó alguna lágrima. Debo decir que había muchos pañuelos y muchas lágrimas en el público que desocupaba el teatro. Porque es una obra que habla del amor, de lo perdido, del destino, de lo inexorable, lo que nunca recuperaremos, y finalmente, de una despedida, de la muerte.
La labor de Hugo Arana es encomiable tanto como la del resto del elenco, subrayando la de la maravillosa Paula Ransenberg. La dirección de Andrés Bazzalo es interesante y sensible (que no sensiblera) y da en el clavo en más de una oportunidad. Es una obra para recomendar, y como baja de cartel el domingo les imploro que se apuren a verla, ya que es sumamente emotiva.
Esperemos que el concurso Contar nos siga entregando obras como esta (ya que rechazaron cuatro mías) y siga engalanando la avenida Corrientes con autores nacionales.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 21 de marzo de 2017

Mi crítica de "En lo Profundo del Bosque" (Cine)

Acabo de ver esta hermosa y valiente película de Patricia Rozema. Rozema es canadiense de origen y va a cumplir los 60 años el año que viene. De ella se estrenaron antes que esta sólo dos películas, que yo recuerde: "Yo escuché a las sirenas cantar" (1987) y "Cuando cae la noche" (1995). Siempre trató temáticas feministas y del amor de las mujeres en todas sus variantes. En "Cuando cae la Noche", que vi y me apasionó, describe el amor lésbico entre una profesora de latín de un colegio católico y una artista de circo, con toda delicadeza, erotismo y sensualidad. Todavía recuerdo con lágrimas en los ojos la escena de la muerte del perrito de la protagonista, al principio de la película y cómo lo entierra en la nieve, para luego, cuando el amor entre las dos mujeres se ha producido, resucitar y cuando viene el deshielo, levantarse y salir corriendo pleno de alegría.
Pero en la película que nos convoca hoy se cuenta la fortaleza y las viscisitudes del amor entre hermanas, ese amor sano, fuerte y poderoso en medio de la tragedia. La familia vive en una hermosa y gran casa en medio del bosque con todos los implementos tecnológicos. Nell (la hermosa y autoproclamada gay Ellen Page, un desperdicio, vea) y su hermana mayor Eva (Evan Rachel Wood) viven junto a su padre Robert (Callum Keith Rennie) en perfecta armonía, hace poco que la madre ha muerto y Robert las trata con profundo cariño. Eva es bailarina y está ensayando para una difícil prueba, ya que por edad es "vieja" para la danza, mientras que Nell prepara su ingreso a la facultad de medicina. Nell tiene un romance con Eli (Max Minghella) un chico del pueblo con quien se ve los fines de semana. Pero un buen día les cortan la energía eléctrica, un corte que reíte de Edesur y Edenor, afecta todo el país (por lo menos hasta Boston) y dura 15 meses (hasta lo que se cuenta en la película). Hay que ver cómo una cosa tan nimia como quedarse sin luz afecta toda la vida: no hay música, no hay celulares, ni Internet, ni comida, se saquean los supermercados, el auto no anda, etc. Este desastre me hizo acordar mucho a la novela de José Saramago "Ensayo sobre la ceguera", en donde a partir de irse quedando ciegos los habitantes de una nación empezaban a faltar las cosas más elementales porque todo dependía del esfuerzo humano.
Bueno, así que se quedan sin luz y lo que parecía que pronto se iba a solucionar empieza a adquirir ribetes trágicos. La comida se agusana y escasea, Eva se queda sin música para ensayar, sólo se oye su metrónomo, que yo interpreto como el tic-tac de la vida, sobre todo cuando Eva, desesperada, lo arroje contra una pared. Pero al poco tiempo, el padre, cortando árboles con una motosierra tiene un accidente y se lastima una pierna y muere desangrado, ante la impotencia y el llanto de sus dos hijas que lo amaban. La cámara-ojo de la directora no pierde ningún detalle y justamente, utiliza al máximo los planos detalle, como una lágrima que cae de un ojo, un párpado, un mechón de pelo, una brizna de hierba. Las chicas se quedan solas y tienen que empezar a sobrevivir por ellas mismas. Todo se vuelve más complicado. Todo ruido se vuelve sospechoso y Nell empuña el arma de su padre, una escopeta, para estar preparada a lo que suceda. Poco tiempo después se les aparece Eli, que viene a ver si están bien y si su novia todavía sigue vive. Se instala en la casa con ellas. Pero no pasará mucho tiempo para que ante Eva constituya una molestia, porque hay que repartir la escasa comida, y hasta el dentífrico empieza a faltar. (Cuando van al baño se limpian con hojas de árboles). Ningún detalle escapa a la astuta visión de la directora. Pero Eli piensa en partir. Hasta Boston caminando, donde le dijeron que hay luz. Serán unos seis meses de marcha. Invita a su novia y a la hermana a ir con él. Nell acepta y prepara su mochila, pero al poco rato de partir sabe que no puede abandonar a su hermana y abandona a su novio. Como comprar preservativos también se hace imposible, Nell teme por un presunto embarazo. Nell vuelve corriendo a brazos de su hermana. Por suerte libros quedan y en ellos reconocen el aspecto medicinal de las diversas plantas y empiezan la recolección. Eva coloca sábanas en todos los ventanales de su estudio de danza para que no pueda ser observada. 
Pero un buen día en que Nell está recolectando frutos, aparece Stan, un antiguo pretendiente de Eva, quien está hachando madera, y así nomás, de buenas a primera, la viola, constituyendo este uno de los momentos más fuertes del film, por los gritos desgarrados y desgarradores de ella. Luego se va con la camioneta de ellas. Nell acude enseguida ante los gritos y Eva empieza con fobias. Primero a salir de la casa y luego a tocar gente, no puede tener ni el mínimo contacto con su hermana. Cuando un día Nell se lastima la espalda y Eva debe hacerle masajes es tan fuerte la tensión a tener que tocarla que rompe en llantos. Tiempo después descubre que está embarazada como fruto de la violación. Nell empieza a ver las técnicas abortivas en sus libros de medicina pero Eva quiere tenerlo igual.
Como lo que comen es insuficiente para alimentar al feto que está dentro de Eva, y Nell sabe que necesita comer carne, sale un día armada a cazar un chancho salvaje. Entre llantos logra matar uno (porque está en contra de ella la muerte de todo animal) y el punto más alto de la imposibilidad de ver esta película viene con el carneo al animal. Primero lo abre y lo eviscera, siendo muy repugnantes estas escenas. Después lo troza hasta que se convierte en comestible. Por fin un día Eva siente que el bebé ya viene, y justo se les desploma un pedazo de techo, por lo que deciden ir a refugiarse a "la casa del árbol". Allí, con la ayuda de Nell, Eva tendrá a su bebé.
Rozema ha filmado "cine catástrofe" con sólo dos protagonistas, ya que todo va para mal. El niño por suerte nace bien y Eva empieza a amamantarlo. Cuando regresan a la casa ven que hay moho por todas partes y que eso es un caldo de cultivo para el bebé, entonces a Eva no se le ocurre mejor idea que prender fuego la casa. Primero sacan todos sus objetos queridos y luego, con un bidón de nafta incendian la mansión, y se van los tres a vivir a la "casa del árbol". Han pasado quince meses sin electricidad y no se sabe cuándo va a volver, como tampoco se sabe por qué Eva eligió destruir el lugar donde fueron tan felices ellas dos junto a sus padres.
Es una película valiente porque habla de enfrentarse a la vida cuando todo se nos niega y de que lo único que nos puede salvar es el amor y la complicidad del otro para apoyarse y tirar juntos para el mismo lado. Si bien es una película muy agradable de ver, por su tono bucólico y su excelente fotografía, están esos dos momentos incómodos que señalé. Para los de estómago fuerte la recomiendo fervorosamente.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 18 de marzo de 2017

Mi crítica de "El Ciudadano Ilustre" (Cine)

Acabo de ver "El Ciudadano Ilustre" de Gastón Duprat y Mariano Cohn y me pareció una maravillosa película. Bueno, ya nos tenían acostumbrados a su trabajo los directores de "El Artista" y "El Hombre de al lado", otras extraordinarias obras. Bien merecido tiene el premio a Mejor Película y Mejor Actor en Venecia. Lo que nos sucede con Oscar Martínez es un caso de acostumbramiento. Ya estamos familiarizados con su forma de actuación, tanto en el cine como en el teatro o la televisión que nos resulta natural que actúe bien, que sea lo que es, un gran actor, un actor natural. Pero para ellos, que se ve que no lo han visto antes, constituyó toda una revelación este genial actor argentino. Realmente está muy bien en la película, aunque no difiere tanto de otras actuaciones, pero es como dije antes, la costumbre de verlo nos opaca la maravilla.
Y qué decir de "El Ciudadano Ilustre"... ¿Que es una película engañosa porque todo era falso o que era plenamente coherente con el pensamiento de su protagonista, Daniel Mantovani, que en la literatura (como en el cine) todo es ficción, que los personajes no reflejan otros reales sino que es pura inventiva de la cabeza del escritor?. Sea cierta o ficticia la historia de "El Ciudadano..." ejerce una especie de embrujo cuanto más avanza en una trama que al principio parecía un tanto anodina, pero sobre todo porque está resignificada por su final, un final que no está bien delatar en estas líneas. Pero toda la película, Mantovani se la pasa dictando cátedra sobre la invención del autor, sobre la distancia entre realidad y ficción y que en los buenos autores, todo lo que se lee, ha salido de la cabeza puramente de su autor. Salvo la anécdota que contaba Facundo Cabral de cuando le dieron el Premio Nóbel a García Márquez, que al enterarse la noticia todos los periodistas corrieron a la casa de su madre, y ella confesó: "No sé lo que dirán por ahí pero lo que sé es que el Gabo tiene muy buena memoria, porque todo lo que escribe se lo contaron".
Anécdotas aparte, para los que de una forma u otra estamos metidos en el mundo de la literatura, esta película resulta un manjar exquisito por todas las definiciones que se dan sobre el tema a lo largo de la trama. Como la tan discutida teoría de si la infelicidad produce mejores artistas que los estados de bienestar. Afirmada y negada en la película por el propio Mantovani. Como el pretexto de que el chico que repartía en bicicleta de uno de sus libros era o no el padre de aquel gordo medio salame que lo invita a su casa a comer. 
La anécdota gira alrededor de Daniel Mantovani, un reconocido escritor que vive en Europa y que resulta galardonado con el Premio Nóbel. Enseguida es contactado por todos los medios del mundo y, cinco años después de haber recibido el premio, invitado por su pueblito de Buenos Aires, Salas (otra ficción dentro de la realidad) a visitarlos y a ser declarado Ciudadano Ilustre. Pronto se decide Mantovani a volver por cuatro días con una serie de eventos por cumplir, cuando se sube a un avión y, después de un accidentado viaje hasta su pueblo natal en remise, desembarca en él. Mantovani es un desestabilizador, un subversivo de la palabra, sabe que el arte tiene como misión inquietar, mover las aguas quietas de la laguna, como ese pueblo que nació y morirá de la misma forma y con las mismas gentes, y al que reniega de pertenecer. Al llegar es bien recibido por el intendente, un tal Cacho, que ostenta en su sala las fotos de Perón y Evita (lo cual ya plantea un estado del mundo) y que lo acoge con bombos y platillos celebrando la deferencia de su visita. Lo llevan desde la intendencia hasta la sala en donde lo van a condecorar en el camión de bomberos, a sirena batiente para que... nadie en la calle repare en él (es más, no hay gente en la calle). Los títulos con los que empieza cada capítulo ya nos da una idea de que se trate de una novela. Por fin llega al auditorio y -con bastante gente en la sala- lo condecoran ciudadano ilustre.
Allí se encuentra con un viejo amigo, Antonio (Dady Brieva) quien le cuenta que se casó con la que era novia de Daniel, Irene (Andrea Frigerio), desde hace 25 años y con quien tiene una hija. Lo invita para el día siguiente a cenar a su casa junto a Irene y su hija. Ya en sus clases magistrales da cátedra sobre literatura y el rol del escritor en la sociedad, y deja el final abierto a preguntas. Allí sólo una atractiva chica demuestra interés por preguntarle, a lo que él responde afirmándose y negándose al mismo tiempo. Horas después esa chica golpeará la puerta de su cuarto de hotel para leerle desde la puerta un escrito de él en el que afirmaba lo que antes había negado y se introduce y empieza a besarlo en la boca. Finalmente terminan desnudos en la cama luego de tener sexo y Mantovani debe excusarse por teléfono de ir a una reunión en su honor.
El paso siguiente es oficiar de jurado para una muestra pictórica donde deben (él y dos personas más) proclamar al ganador. Ninguno de los cuadros vale nada, y menos el del patrocinador del evento, un tipo con el que conviene quedar bien porque es "uno de los pesados" del pueblo. Finalmente queda deslumbrado con una simple pintura realizada sobre un cartel de vaya a saberse qué, pero eso es lo que lo fascina. Como rechaza la obra del auspiciante, empiezan las persecuciones y las amenazas soterradas y no tanto.
La noche en que va a cenar con Antonio e Irene ve llegar a la hija de estos, Ruth, con su novio y descubre que es la chica con la que él se acostó la noche anterior. Ella volverá a intentarlo en su habitación de hotel, pero Mantovani finalmente la rechazará. A partir de conocer este dato, tanto Antonio como Irene se vuelven una amenaza para él, también. Y todo termina cuando es abucheado por el "artista" de cuadros la velada que declaran los premios y ve que él no ganó y le arroja huevos e insultos y amenazas al por mayor. A partir de allí debe huir del pueblo. Pero todavía se deben una cacería de chanchos salvajes con Antonio y el yerno de éste. No vamos a develar más nada de esta atrapante película que sorprende por un final inesperado, en el que descubrimos que hemos sido unos meros títeres de los directores, pero no a la manera de mofarse de nosotros, sino de querer regalarnos un final más feliz del que se esperaba.
10 puntos para este film argentino y para sus realizadores e intérpretes. Totalmente recomendable. Ya se puede bajar de Internet.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 17 de marzo de 2017

Mi crítica de "Gilda. No me Arrepiento de este Amor" (Cine)

Es muy difícil hablar de un personaje que generó tanto amor en sus seguidores y en la gente de a pie al que yo no puedo adscribir porque hacía un tipo de música que a mí no me gusta y por lo tanto no fui partícipe de ese amor. Una persona que llegó a inscribirse dentro de los mitos populares contemporáneos y hasta a recibir la calificación de "santa".
Debo decir en primer término que la película de Lorena Muñoz es excelente, guste uno o no de esa clase de música. La historia se inscribe en las típicas tramas de "ascenso y caída" del héroe y podemos relacionarla con las versiones de "Nace una estrella" o "My fair lady" (acoto que el autor del libro de "My Fair Lady" -"Pygamlion"- George Bernard Shaw es la única persona que ostenta un Nobel y un Oscar, por su carrera como escritor y por la adaptación al musical, respectivamente). Es una película triste "Gilda" porque todos sabemos el final, que acá sabiamente está al principio. Sí, la película comienza con el ataúd de Gilda visto desde dentro del coche fúnebre y todos sus fans agolpados afuera, bajo una lluvia torrencial, junto a trozos de noticieros en off que informan de la muerte de la cantante en un choque de frente con un camión. Después procederemos a conocer la "biopic" de esta Miriam Alejandra Bianchi, apodada Gilda y los tropiezos por los que tuvo que pasar hasta convertirse en la estrella que fue. Un destacado para su actriz, Natalia Oreiro, que se preparó durante toda su vida para este papel, y ha llegado a un grado de mimetización tal con el personaje que hasta canta igual. Cuando un actor encarna un papel de tal modo que al tiempo de estar viéndolo nos olvidamos del actor para creernos el personaje es cuando estamos en presencia de un enorme actor (o actriz). Y acá pasa eso. Para empezar que Naty Oreiro está irreconocible y a la que vemos es a Gilda, con sus gestos, su forma de moverse, su voz, y segundo, que la película consta con un guión atractivo que hace interesante la anécdota, trascendiéndola y componiendo un estado de cosas. La película habla de los tropiezos, de caerse y ponerse de pie nuevamente para seguir dando pelea, como dice la canción de Lerner "Campeones de la vida". Habla de cómo una maestra de jardín de infantes, no conforme con la vida que lleva porque "quiere hacer algo". Algo para sentirse querida por la gente. Y si bien esta música es la que escucha la gente de más bajo estrato social, fue también la adoptada por el presidente Macri en su campaña electoral y cantada a voz en cuello por él y la vicepresidente en el balcón de la Casa Rosada. Así que algo debe tener. Es cierto que su hit "No me arrepiento de este amor" es pegadizo, pero tampoco es Machado... (La canta mejor la Oreiro que Macri, por otra parte).
Bueno, Miriam se presenta a un aviso buscando cantante y con su timidez a cuestas canta "Paisaje", de Franco Simone. Por supuesto que queda elegida, pero se le impone que cante cumbia. Tras varios traspiés (canta en clubes de mala muerte donde no es escuchada por nadie) con su tecladista Toty Giménez y representante. Llega a conocer a un tipo poderoso de la movida tropical que luego de rechazarla, acepta tomarla y le ofrece una banda de músicos que son unos verdaderos lúmpenes. Al principio la explota en el orden dinero (es ultra conocido que en nuestro país se queda con la mayor parte el productor y al cantante y a los músicos le dan migajas, no sé cómo será en otra parte del mundo)pero finalmente se independizan (digo "ellos" porque va siempre acompañada por su tecladista y representante, con quien vive una historia de amor, paralela a su matrimonio) y logran meter varios hits. Hasta que Gilda compone "No me arrepiento de este amor" y con eso la pegan para toda la vida. En su periplo llega a cantar en cárceles de hombres, en donde comparte el escenario con varios presos "desatados". En uno de sus recitales ve a una niña llorando y al final de cantar la busca. La madre le explica que su hija estuvo muy grave y que le ponía siempre sus discos y que su música la salvó literalmente. Entonces la madre le dice que ella es diabética y que le toque la cabeza para bendecirla. Ahí se hace un click en la vida de Gilda porque se da cuenta que se ha pasado de rosca con la música. La empiezan a venerar. Ella huye de esto pero queda entrampada en sus propios milagros. Se la empieza a adorar como a Gardel, Evita o "el potro" Rodrigo. ¿Cómo es posible ganarse el amor de tanta gente y pasar indiferente ante ese hecho? (Lo digo por mí). Es francamente un mito popular el que se ha creado y encima le hacen fama de milagrera y se le levantan altares. Es de máximo interés como una simple cantante pueda despertar tanto furor y adoración en el pueblo.
La película de Muñoz es interesante porque trabaja con la parte humana de la cantante y no se regodea en sus éxitos sino más bien en sus fracasos: un matrimonio que hacía agua, un ACV que lo toma a su marido a quien ella ayuda aunque ya no lo ama, su tirante relación con su madre que nunca quiso separarse de su padre aunque se llevaban mal, las trampas y engaños que les hace el zar de la bailanta como dejarle el micro sin frenos. Pero también llegan los discos de oro y los discursos emocionados, el fervor en todo lugar en que se presenta, etc. Y hablo del interior de la cantante ya que las escenas más impactantes (en su relación con su marido o con su manager) están rodadas en interiores justamente. Ella vive en su humilde casa de Devoto y nunca se le ocurrió mudarse de allí (por lo menos eso es lo que cuenta la película). Son muy explícitos todos los interiores de la casa y el de su propio corazón en donde impera la solidaridad sobre todas las cosas (cuando el micro se queda sin frenos lo primero que hace es preguntar a sus músicos si están todos bien). También hay una escena de Gilda borracha o drogada, que demuestra los avatares del éxito. Y la canción final que es una canción de despedida en lo que sería su último show. Una gran película para pensarla y tratar de entender un poco ese fanatismo que se da con algunos elegidos y que pueden llevar a la adoración total. Recomiendo fervientemente "Gilda. No me arrepiento de este amor" Aunque prefiramos la 7° de Beethoven...
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 13 de marzo de 2017

Mi crítica de "Dignidad" (Teatro)

Estaría en un mal día Ignasi Vidal, el músico, actor, cantante y autor, creador de esta obra, cuando la escribió. Y en otro mal día la excelente directora Corina Fiorillo (ACE de Oro el año pasado), directora de las grandiosas "El Principio de Arquímedes" y "Nerium Park", cuando aceptó dirigirla. 'Ta que lo tiró, que no pego con ningún estreno provechoso, vengo con mala suerte este año con las obras, de cuatro que vi sólo una valió la pena (y la plata). Vayamos al principio. Me vendieron la obra esta, "Dignidad", como un thriller político de gran suspenso... De thriller no tiene nada, de política sí y de suspenso... ya es caricaturesco a esta altura. Se está utilizando mucho el término "thriller" para designar a las obras en cartelera y nos olvidamos que en su primera acepción, se denominaba thriller a las películas que generaban emociones fuertes en el ámbito sentimental, con el tiempo se denigró a las películas de suspenso y más con el tiempo se confundió "thriller" con "gore". Quedémonos con la acepción de la obra con fuerte contenido de suspenso. "Nerium Park" era un thriller hecho y derecho. Pero que me vendan esto por thriller... ¡por favor! acá al máximo la cosa se pone pesada cuando sube el volumen de las voces hasta convertirse en grito conventillero y se arremete con insultos de albañal.
Lo malo de "Dignidad" no es que sea ni buena ni mala, sino que no aporta nada nuevo al mundillo de la política que intenta transmitir. Ya sabemos que hay políticos corruptos como también sabemos que hay unos pocos honrados, que no quieren ensuciarse por las fechorías de sus compañeros. En un país como el nuestro, donde la corrupción es la moneda corriente con que se manejaron los políticos hasta ahora (y digo hasta ahora, pareciera o quiero creer que estamos entrando en un paréntesis) con cifras recontra millonarias, donde un empleado de banco o un jardinero pueden ser los tipos más influyentes del país a nivel plata o una ex presidenta puede aumentar su patrimonio indefinidas veces por fondos tragados del Estado, ¿nos vamos a asustar porque un candidato a vicepresidente haya gastado doce millones de pesos en comidas y en viáticos? Es como que ya no nos asustamos de nada, y esa "dígnita" que utilizaban los romanos donde la corrupción imperaba, pero cuando se salía de sus cauces y el pueblo reclamaba justicia, se le quitaba la "dígnita" al acusado, embargándole sus bienes, su honor y hasta lo pagaba con la vida misma.
En esta anécdota, dos amigos de la adolescencia, Francisco y Alejandro (Roberto Vallejos y Gustavo Pardi, respectivamente) son dos candidatos a presidente y vice por un partido que proclama "¡Ahora viene el cambio! ¡Cambiemos!". Pero en una noche en que ambos se quedan trabajando, se reúnen para charlar y mientras bajan una botella de whisky (que toman como si fuera agua) y cuando se les acaba siguen con agua (como si fuera whisky) empiezan a sacar los trapitos al sol. Alejandro dice haber descubierto a uno de los popes de la moral dentro de su partido intercambiando material pornográfico en su computadora, con fotos de él desnudo, en orgías con lustrosos mancebos. Todo esto no es sino la chispa para que Francisco empiece a recriminarle supuestas malversaciones de fondos, mal uso de los dineros públicos en comidas, lujos, viáticos. Y que él, por no embarrarse con todo eso piensa renunciar a la candidatura del partido, dejando todo en manos de una tal Irene, del bando opositor. Y le dice a Alejandro que tiene todo preparado para una entrevista con el dueño de un gran periódico al día siguiente para denunciar todo aquello.  Pero todo lo mencionado es sólo la punta del iceberg de todos los traspasos que ha hecho Ale de dinero, por ejemplo en una cuenta a nombre de una prima, en la que figuran los famosos doce millones. Francisco quiere empezar por cambiar él, y si tolera todo ésto será un corrupto más, por eso es que decide renunciar. Y lo impulsa a renunciar también a su amigo, y es más, lo induce al suicidio para blanquear su nombre, con una declaración jurada de todo lo que robó y donación a obras de caridad. El final de la obra no se los pienso contar pero termina con una muestra de ambición, traición y cinismo puro al más fiel estilo de los políticos vernáculos (no todos, aclaro).
La obra está estructurada como una pieza corta, de aproximadamente una hora, pero se le va de las manos a la directora cuando se imprime más velocidad a la acción, empiezan los exabruptos, los insultos y todo se convierte en una pelea de verdulería de barrio, con perdón de las verdulerías. El desempeño de ambos actores es desparejo. Mientras que Roberto Vellejos tiene más aplomo y mayor solvencia escénica (ayer un resfrío conspiró contra él haciéndole usar pañuelos descartables durante toda la obra y hablar a media voz), Gustavo Pardi es un verdadero desastre. Su forma de hablar es más bien coloquial, canchera, como alguien que se parara en un escenario por primera vez e hiciera todo de taquito. No tiene manejo de la voz, ni ahí hubo trabajo, ni una mínima impostación. Es la línea que divide entre un actor y un no-actor. Y me extraña en él, ya que fue el actor que el año anterior hizo "Poeta en Nueva York", de Lorca, con un excelente trabajo y ganando el Florencio Sánchez a Mejor Unipersonal. Son las cosas inexplicables. Además se utiliza tanto el lenguaje coloquial porteño ("pero no, boludo....") que empasta cualquier posible representación.
Ya lo dije, la obra me decepcionó al máximo porque la verdad es que iba con mucha expectativa y hasta tuve que sacar la entrada dos veces, porque la vez anterior no pasó el colectivo en una hora y perdí la entrada. Así que doble decepción. Una lástima.
Quedan pocas funciones de "Dignidad" pero mi recomendación es negativa en absoluto. Disculpen los involucrados en ésto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 9 de marzo de 2017

Mi crítica de "Nada del Amor me Produce Envidia" (Teatro)


Teatrix estrenó hoy este gran texto de Santiago Loza y estupenda actuación de María Merlino. Con sólo 50 minutos, este unipersonal sabe atrapar y emocionar lo suficiente como para dedicarle un caluroso aplauso. Si bien el titulo es un poco aleatorio para un tema tan conciso, sirve como gancho para el gran público. Nos enfrentamos a otro texto depurado y preciosista de Santiago Loza ("Todas las Canciones de Amor"), para exquisitos del lenguaje y buenos gustadores del teatro bien dicho. María Merlino compone a una costurera de la década del '40 o del '50, con su modo de hablar afectado, tal vez influido por las películas de la época y con un cantar que imita el de Libertad Lamarque, estrella adorada por la costurera. La trabajadora tiene un léxico pulido y se nota que es culta y que no le interesa la política ("A mí con el General o sin el General me da lo mismo, yo no me meto en esas cosas, total, en qué cambia mi vida. Yo evito el tema del General con mis clientas"), y sabe que es mejor tener la boca siempre cerrada para que uno no diga cosas de las que pueda arrepentirse. Entre unipersonal y musical (canta algunos temas popularizados por Libertad Lamarque, como "Besos Brujos","Envidia", "Suavemente" o "Loca") entonando con la misma voz aguda y emulando a Lamarque, le da empuje al unipersonal, que aunque no peca de aburrimiento, tiene el sello distintivo de una época ceñido a las canciones.
La historia es la de una costurera de barrio que un día ve entrar a su local a su ídolo de las películas: Libertad Lamarque quien le encarga un vestido. La ve más chiquitita de como salía en las películas pero aún así le adjunta propiedades de semidiosa. Dice que eso es la elegancia, una mujer que parece no pisar el cielo e ir flotando como los ángeles, que así se debe vivir en París y que ella tiene eso que se llama fineza. Compra la mejor tela, a la que dedica todo un parlamento, y le compone el vestido a Libertad. Ella se lo prueba y le dice que está muy bien pero que hay que hacerle algún retoque. La costurera -sin nombre, que habla a un interlocutor imaginario que adopta la presencia de su maniquí- dice que qué falta agregarle si está perfecto. "Algo falta", le contesta Libertad. 
Poco antes que vuelva a buscar el vestido se le presenta en el local la misma Eva Perón, "descendiendo" (hace hincapié en esta expresión) de su auto como una diosa y elogiándola por las cosas que oyó hablar de ella. Viene en busca de un vestido. ¿Y en cuál repara? En el mismo que está asignado a Lamarque. "No está en venta", balbucea ella, quien se siente una alimaña al lado de una mujer como Evita. "No me importa, quiero este", ordena ella. El secretario le pasa un sobre que dice "Información Confidencial" y lo abre y ve que son las medidas del cuerpo de Eva. Finalmente se va, estrechándole la mano y apretándola fuerte como un hombre, de forma que le hace sentir todos los huesos.
Difícil decisión, ¿a quién darle el vestido? ¿A la una o a la otra, ambas admiradas? Pero lo que diferencia al hombre de las demás especies es su capacidad de elegir, de decidir, de tomar decisiones. Y ahí ella conoce la borrachera del poder. De ella y sólo de ella depende la asignación del vestido. "Yo", se repite un millón de veces sintiéndose dueña de un poder que no conoció nunca en su vida de costurera. Y de noche se desnuda y se pone a bailar frente al espejo, colocándose luego el vestido. Pero así como se le asignado la capacidad de elección se la ha puesto también en un compromiso terrible. Sobrepasada por ese peso no tiene mejor idea que volcarse sobre el vestido todos los frascos de alcohol que encuentra y los perfumes, luego con un solo fósforo, le prende fuego (con ella dentro) convirtiéndose en una antorcha humana. Y se inmola dentro de su vestido que cosió con tanto esmero y troncha toda una vida útil, que recién ahora había empezado a cobrar relevancia. Y corre por las calles cual tea encendida, dicen que se tiró al río para apagarlo, pero ya era tarde, poco es lo que quedaba del vestido y de su carne. Termina en tragedia una historia que empezó como la más mundana de las narraciones. Y al final la vemos a ella, con el vestido puesto y cantando otro tango.
La dirección de Diego Lerman es precisa y ajustada, a la vez que le da plena libertad a Merlino para darle alas a su creación, pero la ajusta a un modo de hablar muy propio de la época (o por lo menos difundido en el imaginario colectivo por los documentos fílmicos, las películas que han quedado de esta) que lo encierra dentro de un cauce muy preciso y acotado. El espacio de trabajo es reducido, tan sólo un cuadrángulo donde se ubica la máquina de coser y el maniquí, pero que la actriz hace suyo recorriendo cada rincón, cada milímetro (incluso parándose encima de la máquina) para aprovecharlo. ¿Y qué decir del milagro de actuación que creó María Merlino? Que ha marcado una huella indeleble, propia de los grandes, un sello propio al personaje que lo distingue de todos los demás que anden por ahí. Con su hablar, con su dicción, con su gesto canoro y sus posturas lo convierten en un referente propio de la actuación. ¡¡¡Bravo por ambos!!! constituyen una magnífica dupla, sumados al texto exquisito de Loza hacen de éste un unipersonal fundamental para la historia del teatro argentino y de la actuación.
Celebro haber visto esta obra, y desde ya la recomiendo a todos los que les guste el buen teatro.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 6 de marzo de 2017

Mi crítica de "El Hilo Rojo" (Cine)

La película choronga del año. Disculpen que robé el término a los críticos de "El Amante/Cine" pero es que me iba justo para calificar este film, ya que definen (ellos) como película "choronga" a aquella que pretende explicar todo el funcionamiento del mundo y apenas pueden contar una historia endeble. Y lo que es más. Aburrida. El hilo rojo del título hace referencia a una vieja tradición que dice que aquellos que están predestinados a amarse por siempre volverán a encontrarse aunque el azar trate de separarlos (que no el destino). Y acá la cosa no termina bien. porque justo a punto de escaparse juntos, ella decide volver con su marido. Lo que funcionaba en una gran película como "Los Puentes de Madison", acá parece una estudiantina. Y les quiero decir que, para mi mal, no es verdad lo del hilo rojo...
Pero para algo sirvió la película y fue para consolidar la pareja de Eugenia "la China" Suárez y Benjamín Vicuña (hasta el día de hoy, no me hago responsable por lo que pase mañana). La ligó Vicuña, que acá se la da de macho recio, de galán experimentado (que le tiene miedo a los aviones y tiene que tomar dos somníferos antes de volar), se llevó el premio mayor que es la preciosa "China" Suárez.
La chispa del amor "adolescente", que no pasa de una atracción, un metejón puede consolidarse en el tiempo como "un amor más allá de todas las barreras". Ellos se conocen de muy jóvenes (ella tiene 23, él otros tantos) en un vuelo del que ella es la azafata y él el miedoso galán maduro. Se miran, se sonríen, se gustan y a los 13 minutos del film ya se están chuponeando aspaventosamente en la cabina de azafatas. El azar (ese temible enemigo de la seguridad) los separará a la bajada del vuelo, donde planeaban encontrarse.
Siete años más tarde, la vida los presenta casados, cada uno por su lado y con hijos. Ella, Abril Saguier está junto a un astro de rock, Reilly (Bruno para los íntimos, el actor Hugo Silva) con un hijo de dos años. Él, Manuel Cáceres, enólogo de prestigio, está casado con Laura (Guillermina Valdéz, la mujer de Tinelli, con su horrible cara de boca colagenada y mucho colágeno más), una exitosa fotógrafa de tapas de discos de rock, entre otras muchas opciones, con una hija, Rita, de cinco años. Quiere el Destino (ahora sí entra en juego) que la pareja central viaje a Cartagena de Indias juntos (ella como azafata, él a promocionar sus vinos), y allí se encuentren, y se digan que se han buscado dos años sin saber nada el uno del otro y que ahora los dos hicieron su vida. Hay que soportar los histeriqueos de Abril frente a los avances de Manuel para verlos en una fiesta colombiana en el hotel charlando (e histeriqueando) hasta por fin besarse nuevamente. Luego de muchas idas y venidas, la pareja saldrá a recorrer la ciudad al día siguiente.
Hago un alto. Es notable el grado de locura de la sociedad actual ya que tres de sus cuatro protagonistas están llenos de tatuajes, los de Abril ya los había reconocido él en el avión primerizo, y uno que tiene el la cadera, que dice Makluf (algo así como "lo escrito, escrito está", le sirve a él para ponerle el nombre a su bodega. Que el astro de rock esté todo tatuado no sorprende, pero que las dos mujeres (y son de verdad) luzcan múltiples simbolitos, escritos o nombres en su piel hace pensar un poco, ¿no? Bueno, retomo, salen a caminar por la ciudad de Cartagena (de la que se ve muy poco, siempre es la belleza de ambos protagonistas lo que se quiere resaltar en pantalla) hasta que los agarra la lluvia, y en unas escenas de estética de comerciales los vemos besarse bajo la lluvia y finalmente, hacer el amor de parados, con toda la furia, bajo un puentecito. Esto los lleva a la habitación del hotel, donde siguen fornicando como conejos y ella le plantea: "si siguiéramos un día más así o dejáramos todo para dentro de un año darnos la oportunidad de empezar una vida juntos ¿qué elegirías?". Parece muy simple la respuesta pero él le dice que no sabe, y justo en ese momento lo llama la esposa. Abril los oye hablar, muy románticamente y le dice que quiere terminar todo ya porque en realidad no se conocen. ¿Qué sabe él de ella y ella de él? Bastante a mi entender, como para continuar con la relación. Lo que a ella le molesta es que le moleste que él tenga una vida. ¿Y ella qué? Lo que hay que reconocerle a la "China" es que es muy buena actriz y que llorar le sale bárbaro, porque se despacha con todo. Se separan.
43 días más tarde el Destino (¿o el Azar?) volverá a reunirlos, esta vez con cónyuges incluidos. Porque Laura está fotografiando la tapa de un disco de rock con los astros y sus esposas... Y allí está Reilly y Abril, y llega al estudio subrepticiamente Manuel. Cuando se ven se producen relámpagos, truenos y tormentas. Y obvio que de ahí se van a seguir fifando. Debo aclarar que la casa nueva de Manuel y su esposa en San Isidro está inmaculada, parece sin uso, como salida de una revista de decoración, puro uso efectista de la escenografía.
Ahora deciden blanquear la situación, y si bien cuando Manuel vuelve al estudio de fotos, Laura le muestra una serie de fotografías que les ha tomado a él y a Abril charlando muy románticamente durante la sesión, y él reconoce que está enamorado; cuando Abril llega a su casa llorando a mares le dice a su esposo que le han robado, para luego decir la única mala palabra de todo el film: "Me cogió un tipo". Y le dice que se va.
Es de noche, llueve a cántaros y por el celular Abril y Manuel se escriben y quedan dónde encontrarse. Hasta allí llega Manuel, esperándola bajo la lluvia, como bien corresponde a película comercial. Abril llega en un remise, lo ve y le escribe "Hoy no puedo" y le dice al remisero que vuelvan. Chan chan. Ahí terminó la historia de este amor como no hay otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal... ¿Tanto escenografía kitsch para nada? ¿Ni una buena Almodóvar? Los diálogos son totalmente desatinados, las acciones, histéricas e impulsivas, la historia, aburrida por todos sus momentos muertos y para lucimiento del cuerpo de la "China". ¿Hacía falta hacerme perder una hora y media de mi vida en esto? Las actuaciones son pasables, pero la dirección de Daniela Goggi (que ya había dirigido a la "China" en "Abzurdah") faltó a la cita, o bien se perdió entre tanto beso y piel desnuda (para al final no mostrar nada). No recomiendo "El Hilo Rojo", la gran película "choronga" del año.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 4 de marzo de 2017

Mi crítica de "Kóblic" (Cine)

Vi el opus 2016 de Sebastián Borensztein y debo decir, que más allá de unas cuantas críticas malditas, es una excelentísima película. Como siempre, Borensztein consigue sacar el no-Darín en sus películas y hacerlo crear un personaje, que en este caso tiene pasado, presente y futuro, tiene una historia, bhá, y está muy bien construido desde el punto de vista puramente actoral. Pero esta vez el festival empieza con la actuación-Oscar Martínez. El Pedro Belárdez que compone, el comisario del pueblito de Colonia Elena está para todos los Oscars. Verlo a Oscar Martínez en plan hijo-de-re-mil-putas-maldito es puro goce. Bien decía Hitchcock que para que una película fuera buena había que tener al mejor de los villanos. Cada segundo que está en pantalla se agradece, con su peluquín, bigote, cara mal afeitada y dientes postizos y matando a un perro porque le ladra, es una verdadera fiesta.
El inicio de la película anuncia que durante la dictadura militar una práctica constante eran los "vuelos de la muerte". Y justamente el film empieza con Darín (Tomás Kóblic) aprestándose para comandar uno de esos vuelos. Pero no se asusten, no hay más que eso. Sólo algunos segundos de flashbacks en toda la película, pero de lo que trata el film en sí es de una historia de amor, celos, venganza y muerte. Kóblic llega a Colonia Elena huyendo de su pasado como militar de la dictadura, en plena época idem. Llega para buscar refugio en lo de un amigo, Alberto, que se dedica también a los aviones, para colaborar con él y de paso "borrarse" del panorama castrense. Enseguida es bien acogido por su amigo y le da como tarea fumigar unos campos a bordo de una avioneta. Les recuerdo que Borenstein es un apasionado de los aviones, incluso pilotea él mismo, es por eso que conoce tan bien este mundo y trata de meterlo en todas sus películas. Pero pronto la avioneta empieza a fallar y tiene que hacer un descenso apurado en medio de la ruta. Allí casi atropella al comisario, que como dije es un ser sucio y despreciable (en el doble sentido de las palabras), que conoce por su amigo que es un cuatrero y le ha robado todo su ganado. Enseguida se presentan y Belárdez lo acerca con su auto hasta la comisaría. Pero pronto, por una llamada que Kóblic hace a Buenos Aires, llega hasta los oídos del comisario que aquel es militar, lo que lo inquieta bastante y lo manda a investigar, por las dudas que le quiera mover el piso.
Pero acá empieza la historia de amor. Kóblic va a buscar una garrafa a la estación de servicio y le dicen que se paga adentro. Adentro, la vendedora es la encantadora Nancy (Inma Cuesta) (presten atención, directores, porque es un rostro muy cotizado para el cine argentino, es realmente hermosa y acá está muy seductora). La atracción ocurre en un instante, y como Tomás no tiene cambio chico ella le dice que se la debe. Cuando se encuentren por la calle, más adelante, él se la paga. Él vuelve al negocio con cualquier pretexto y ya allí se besan. De eso a la cama hay un sólo paso. La diferencia con otros hombres, que ella no ha conocido, es que por primera vez alguien se interesa por sus intereses, por lo que ella piensa y quiere conocer de ella, mientras que él quiere ocultar todo su pasado. A la noche de haberse acostado con él, ella está en su cama matrimonial y vuelve su concubino, un gordo desagradable y prepotente que lo primero que hace es manosearla y reclamarle sexo. Ella se niega, encerrándose en el baño, pero el gordo tira la puerta abajo y la faja. Al día siguiente será más intenso su encuentro con Kóblic.
Omar Olivera Montes (el gordo) sospecha de que ella lo está engañando, y va a decírselo al comisario, quien no sabe qué pensar. Ella lleva el mismo apellido que su concubino porque además de gordo y desagradable... es su tío. El comisario empieza a recelar de Kóblic y se lo nombra como principal sospechoso. Omar, enloquecido, sale a matarlo. Se enfrentan en el hangar de Alberto y cuando lo va a matar suena un disparo por detrás y el gordo cae muerto. Ha sido Luisito, empleado de don Alberto que ha visto la situación. Ahí Kóblic toma el arma y le dice que se olvide de lo que hizo, que toda la responsabilidad es de él. Por la noche lo lleva hasta un sitio apartado, hace un pozo y lo entierra, dejando su auto en la puerta de un supermercado. Esta desaparición llega enseguida a oídos de Belárdez y llama a un abogado para que Nancy haga su denuncia. Ésta, de mala gana, la hace. Alberto le dice a Tomás que huya a Mendoza, que allí tiene contactos que podrán ayudarlo. En una confusa escena lo vemos subir a un micro y acomodarse en él, para qué, si después sigue en el pueblo. Hacen el amor con Nancy, de apurados, parados en la camioneta de Alberto y Kóblic le dice que se tiene que ir. Ella le pide que la lleve con él. Éste le dice que cuando las cosas se aquieten volverá a buscarla. Ella llora un poquito y se va.
Entretanto Belárdez asesina a Alberto por no querer darle datos sobre Kóblic, éste descubre el cadáver, tirado en el extremo del campo y todo el pueblo asiste a su entierro. Ah, una escena conmovedora es cuando Tomás sube a Nancy a una avioneta y la hace recorrer los campos desde el cielo, con gran cantidad de aves rosadas que vuelan allí abajo, copiada sin duda de la escena del vuelo en "África Mía" donde Dennis (Robert Redford) la invita a Karen (Meryl Streep) a recorrer los lagos en su avioneta mientras allá abajo pasan millares de flamencos volando. Claro, acá se hizo con un poquito menos de plata, pero el mensaje se entiende igual. ¿Se entiende?
Un viejo camarada militar se le presenta a Kóblic y le dice que no deje perder su carrera por un error, que al día siguiente lo quiere ver vestido de militar y volver a presentarse a las fuerzas. Y al día siguiente se viste de militar sólo para... ir a pegarle un tiro en la frente a Belárdez, por la muerte de su amigo. Luego quema el traje. Tiene un incidente con tres miembros de las "fuerzas" que van a matarlo, pero él se les adelanta y los rocía con plaguicida y los duerme con cloroformo. Luego los dejará atados en un avión sin piloto del que él se lanza en paracaídas. Sabemos que se arrepintió de su vuelo de la muerte, que se negó a abrir la puerta para que lanzaran al mar a los detenidos, y que por eso fue apartado de la Armada. Y además lo sabemos por la cara de asco que pone Darín en toda la película, como si todo oliera a podrido en Catamarca (perdón, quise decir Dinamarca). Una película que prometía más de lo que da, pero lo que da está muy bien. Sin golpes bajos (las películas acerca de la dictadura son propicias para ésto), sin escenas incómodas (las que más duelen, obviamente son las de los detenidos tirados al mar, pero que son chispazos breves) y muy bien conducida por la sabia mano de Borensztein, que sabe entretener sin aburrir durante poco más de hora y media. Basta decir que la interpretación de Inma Costa logra conmover y enamorar, sin grandes despliegues. Y como dije antes las actuaciones, sobre todo la de Martínez está para el medallero completo. Totalmente recomendable y ¡fuera! esas malas o tibias críticas.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).