lunes, 13 de marzo de 2017

Mi crítica de "Dignidad" (Teatro)

Estaría en un mal día Ignasi Vidal, el músico, actor, cantante y autor, creador de esta obra, cuando la escribió. Y en otro mal día la excelente directora Corina Fiorillo (ACE de Oro el año pasado), directora de las grandiosas "El Principio de Arquímedes" y "Nerium Park", cuando aceptó dirigirla. 'Ta que lo tiró, que no pego con ningún estreno provechoso, vengo con mala suerte este año con las obras, de cuatro que vi sólo una valió la pena (y la plata). Vayamos al principio. Me vendieron la obra esta, "Dignidad", como un thriller político de gran suspenso... De thriller no tiene nada, de política sí y de suspenso... ya es caricaturesco a esta altura. Se está utilizando mucho el término "thriller" para designar a las obras en cartelera y nos olvidamos que en su primera acepción, se denominaba thriller a las películas que generaban emociones fuertes en el ámbito sentimental, con el tiempo se denigró a las películas de suspenso y más con el tiempo se confundió "thriller" con "gore". Quedémonos con la acepción de la obra con fuerte contenido de suspenso. "Nerium Park" era un thriller hecho y derecho. Pero que me vendan esto por thriller... ¡por favor! acá al máximo la cosa se pone pesada cuando sube el volumen de las voces hasta convertirse en grito conventillero y se arremete con insultos de albañal.
Lo malo de "Dignidad" no es que sea ni buena ni mala, sino que no aporta nada nuevo al mundillo de la política que intenta transmitir. Ya sabemos que hay políticos corruptos como también sabemos que hay unos pocos honrados, que no quieren ensuciarse por las fechorías de sus compañeros. En un país como el nuestro, donde la corrupción es la moneda corriente con que se manejaron los políticos hasta ahora (y digo hasta ahora, pareciera o quiero creer que estamos entrando en un paréntesis) con cifras recontra millonarias, donde un empleado de banco o un jardinero pueden ser los tipos más influyentes del país a nivel plata o una ex presidenta puede aumentar su patrimonio indefinidas veces por fondos tragados del Estado, ¿nos vamos a asustar porque un candidato a vicepresidente haya gastado doce millones de pesos en comidas y en viáticos? Es como que ya no nos asustamos de nada, y esa "dígnita" que utilizaban los romanos donde la corrupción imperaba, pero cuando se salía de sus cauces y el pueblo reclamaba justicia, se le quitaba la "dígnita" al acusado, embargándole sus bienes, su honor y hasta lo pagaba con la vida misma.
En esta anécdota, dos amigos de la adolescencia, Francisco y Alejandro (Roberto Vallejos y Gustavo Pardi, respectivamente) son dos candidatos a presidente y vice por un partido que proclama "¡Ahora viene el cambio! ¡Cambiemos!". Pero en una noche en que ambos se quedan trabajando, se reúnen para charlar y mientras bajan una botella de whisky (que toman como si fuera agua) y cuando se les acaba siguen con agua (como si fuera whisky) empiezan a sacar los trapitos al sol. Alejandro dice haber descubierto a uno de los popes de la moral dentro de su partido intercambiando material pornográfico en su computadora, con fotos de él desnudo, en orgías con lustrosos mancebos. Todo esto no es sino la chispa para que Francisco empiece a recriminarle supuestas malversaciones de fondos, mal uso de los dineros públicos en comidas, lujos, viáticos. Y que él, por no embarrarse con todo eso piensa renunciar a la candidatura del partido, dejando todo en manos de una tal Irene, del bando opositor. Y le dice a Alejandro que tiene todo preparado para una entrevista con el dueño de un gran periódico al día siguiente para denunciar todo aquello.  Pero todo lo mencionado es sólo la punta del iceberg de todos los traspasos que ha hecho Ale de dinero, por ejemplo en una cuenta a nombre de una prima, en la que figuran los famosos doce millones. Francisco quiere empezar por cambiar él, y si tolera todo ésto será un corrupto más, por eso es que decide renunciar. Y lo impulsa a renunciar también a su amigo, y es más, lo induce al suicidio para blanquear su nombre, con una declaración jurada de todo lo que robó y donación a obras de caridad. El final de la obra no se los pienso contar pero termina con una muestra de ambición, traición y cinismo puro al más fiel estilo de los políticos vernáculos (no todos, aclaro).
La obra está estructurada como una pieza corta, de aproximadamente una hora, pero se le va de las manos a la directora cuando se imprime más velocidad a la acción, empiezan los exabruptos, los insultos y todo se convierte en una pelea de verdulería de barrio, con perdón de las verdulerías. El desempeño de ambos actores es desparejo. Mientras que Roberto Vellejos tiene más aplomo y mayor solvencia escénica (ayer un resfrío conspiró contra él haciéndole usar pañuelos descartables durante toda la obra y hablar a media voz), Gustavo Pardi es un verdadero desastre. Su forma de hablar es más bien coloquial, canchera, como alguien que se parara en un escenario por primera vez e hiciera todo de taquito. No tiene manejo de la voz, ni ahí hubo trabajo, ni una mínima impostación. Es la línea que divide entre un actor y un no-actor. Y me extraña en él, ya que fue el actor que el año anterior hizo "Poeta en Nueva York", de Lorca, con un excelente trabajo y ganando el Florencio Sánchez a Mejor Unipersonal. Son las cosas inexplicables. Además se utiliza tanto el lenguaje coloquial porteño ("pero no, boludo....") que empasta cualquier posible representación.
Ya lo dije, la obra me decepcionó al máximo porque la verdad es que iba con mucha expectativa y hasta tuve que sacar la entrada dos veces, porque la vez anterior no pasó el colectivo en una hora y perdí la entrada. Así que doble decepción. Una lástima.
Quedan pocas funciones de "Dignidad" pero mi recomendación es negativa en absoluto. Disculpen los involucrados en ésto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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