jueves, 23 de marzo de 2017

Mi crítica de "Todas las Rayuelas" (Teatro)

Shakespeare dijo cierta vez que "la vida no deja de ser un drama porque alguien ría ni deja de ser una comedia porque alguien muera". De eso se trata "Todas las Rayuelas", de contar un tema trágico de nuestro pasado próximo, pero mediante el humor. Podemos decir que hay un 75 % de humor y un 25 % de drama en la obra. Y el humor tampoco parte de lo cómico, sino generalmente de procesos dramáticos, así como el drama no está tan acentuado tampoco. Toca una vez más el tema de los desaparecidos durante la dictadura del 76 y del exilio, pero lo hace tangencialmente, sin golpes bajos ni la moralina a la que nos tienen acostumbrados tantas obras, películas y documentales, y lo hace descontracturado, como una de las desgracias más de la vida. Carlos la Casa, su autor, es un joven dramaturgo que ganó el concurso Contar 3 con el que varios empresarios teatrales premian una obra inédita de jóvenes autores argentinos para exponer en la avenida Corrientes, así como hace dos temporadas ganara "Bajo terapia". A esta no le fue tan bien ya que el domingo baja de cartel. Y es una lástima porque merecía mejor destino.
Yo fui a verla en un día malo para el teatro: el día del paro y marcha de los docentes en Plaza de Mayo, por lo cual el teatro estaba semivacío. Cuando yo fui a sacar mi Ticket a Diagonal Norte y Cerrito todavía se escuchaban a los presuntos maestros con sus bombos y sus pifilcas, sus zampoñas y sus trutrucas... Y digo que es una pena que el teatro estuviese ocupado en un 15 % de la sala porque es una obra valiosa que merecía mejor suerte.
La obra nos habla de los vínculos y qué hacemos o qué nos pasa con ellos. Habla de un vínculo muy fuerte como fue el de Lisandro (Hugo Arana) y su esposa Sandra (desaparecida) con quien tuvieron una hija, Carolina (Heidi Fauth) con quien regresa a reencontrarse con ella su padre después de 30 años de vida en Holanda y España. No le es fácil entrar a su amado país, porque es detenido en la aduana por "portación de libros". Sí, en su valija sólo lleva innumerables ejemplares de "Rayuela", de Cortázar. No explicaré en esta nota el sentido de esos libros ya que es el misterio del argumento. Una obra de teatro tiene que "contar", y esta excelente obra realmente cuenta. Y mucho. No bien llega al aeropuerto, Lisandro (nombre emblemático que remite enseguida a De la Torre), anciano escritor es detenido y puesto en custodia de Alberto (Daniel Dibiase), un policía aéreo que enseguida le deja su puesto a Gabriel (Esteban Meloni) ya que él tiene que viajar a ver unos terrenos que compró en la costa y dónde piensa edificar con la esposa arquitecta de Gaby, Fernanda (la siempre excelente Paula Ransenberg, a quien elogié en "Nerium Park"). Solos, Lisandro con Gaby, éste le propone darle 3.500 euros si lo saca de allí, lo lleva a su casa ya que no tiene dónde ir y lo ayuda a encontrar a su hija, de quien no tiene ningún dato. El insobornable policía aéreo es pronto corrompido y por la plata hace todo lo que Lisandro le pide. Se lo lleva a su casa, donde Fernanda está por partir un fin de semana a un simposio entre arquitectos y le cae muy mal la visita del viejo. Gaby empieza a buscar el paradero de Carolina con el falso dato de que hace dos años partió como mochilera hacia Bolivia y ahí se perdió su rastro. Entre tanto quieren encarcelar a Lisandro por haber robado en España, y Alberto le da 48 hs. para entregarlo a la embajada. Lo cierto es que Gabriel ya ha dado con Carolina, sólo que ella no quiere ver a su padre. Ella es pintora y enseña en escuelas. No quiere verlo por el hecho de que él la haya abandonado siendo chica, dejándola a cargo de una tía y hubiese huído a Holanda. Carolina tiene un novio al que ve poco y nada porque se la pasa dejándola (ahora está volando hacia París).
Lisandro no cree en la hipótesis de que se haya difuminado en Bolivia y le pide a Gaby que siga buscándola. Este acepte, viendo si la puede convencer de ver a su padre. Lisandro desconfía que la relación entre Gaby y Fernanda sea tan buena y le mete la duda sobre el fin de semana de simposio. La escena cuando se fuman un porro, a instancias del viejo, que le hace probar por primera vez a Gaby, es desopilante. Para él también era su primer porro, no quería morirse sin saber cómo te pega la marihuana. Terminan los dos tirados por el piso hablando estupideces. Hay entre escena y escena una muy bien montada proyección en las paredes de imágenes que remontan a Lisandro, una mujer e infinidad de libros "Rayuela" cayendo por todas partes.
A la vuelta de Fernanda (quien no traga al viejo) éste le cuenta que se fumaron un porro con su marido. Ella se enoja de cómo hicieron eso, y él le contesta que los sacó de la bolsita que guardaba ella en el armario. Donde también encontró otra cosa... debajo del doble fondo de un cajón. Ella enmudece y habla de unas fotos desnuda que se sacó con Alberto, su amante y jefe de Gaby. Luego de eso a Lisandro le da un infarto y Fernanda lo lleva a internar y lo deja. Llama a Gaby y él justamente está tratando de convencer a la inalterable Carolina de que vea a su padre. A la noche, en un confuso episodio (Fernanda cree que Lisandro le ha contado a su esposo lo de su amante), Fernanda acepta todo delante de Gabriel y le dice que se va a ir a vivir con Alberto. Él, que no sabía nada se ve profundamente perturbado. Entratanto cuida a Lisandro en el hospital y empieza a leer "Rayuela". Se presenta Carolina en la sala de internación y se produce el reencuentro con el padre, primero de modo muy tímido hasta que irá aflojando la bronca.
Lo que sigue son datos que no conviene revelar aquí, sobre cómo conoció Lisandro a Sandra, cómo nació Carolina, cómo leían juntos "Rayuela" y cómo se la llevaron a ella una noche.
La obra es sumamente conmovedora y hasta a mí me arrancó alguna lágrima. Debo decir que había muchos pañuelos y muchas lágrimas en el público que desocupaba el teatro. Porque es una obra que habla del amor, de lo perdido, del destino, de lo inexorable, lo que nunca recuperaremos, y finalmente, de una despedida, de la muerte.
La labor de Hugo Arana es encomiable tanto como la del resto del elenco, subrayando la de la maravillosa Paula Ransenberg. La dirección de Andrés Bazzalo es interesante y sensible (que no sensiblera) y da en el clavo en más de una oportunidad. Es una obra para recomendar, y como baja de cartel el domingo les imploro que se apuren a verla, ya que es sumamente emotiva.
Esperemos que el concurso Contar nos siga entregando obras como esta (ya que rechazaron cuatro mías) y siga engalanando la avenida Corrientes con autores nacionales.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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