sábado, 21 de diciembre de 2019

Mi crítica de "Los Albornoz (delicias de una familia argentina)" (Teatro)


Ahora Teatrix nos somete al suplicio de tener que ver esta comedia de última (iba a poner de cuarta, pero me pareció muy alta la vara), bueno es saber que existen Los Macocos para no ir a verlos jamás. Habiendo tantas buenas comedias en el teatro argentino, tener que soportar esta porquería, llena de guarangadas totalmente gratuitas, actuaciones sobreactuadas (permítaseme el oxímoron), altisonantes y desfasadas, un argumento endeble y chistes de churrasquería, no tiene perdón de Dios (o del Diablo, vaya uno a saber). Los integrantes de esta banda de delincuentes son cuatro, a saber: Martín Salazar, Daniel Casablanca, Marcelo Xicarts y Gabriel Wolf, con la lamentable dirección de Sebastián Irigo, alguien que no sabe un ápice de lo que es el teatro ni el buen gusto. Una basofia por donde se la mire, se hace interminable la hora y diez que dura el espectáculo, aunque se escuche al público reír con ganas y rubricar cada "ocurrencia" con un aplauso.
Voy a ser breve en explicar el (escaso) argumento. La familia Albornoz está integrada por el padre, Pedro, la madre, Graciela, dos hijos Carlitos y Noemí y la abuela Dora. De buenas a primera el padre recibe un telegrama de despido de su trabajo y tiene que soportar los inefables insultos de su suegra (siempre muy subidos de tono). Consecuencia, le da un ataque y queda inmovilizado con un respirador que cuesta 2000 $ diarios mantenerlo. Pronto se hace imposible pagar los servicios y vienen a cortarlos, pero la abuela vende los servicios prostibularios de su nieta en favor de que no le suspendan los suministros. Loo único que la interesa a Dora es no quedarse sin cable para no perderse su programa del adorado Ernesto, un comerciante de la televisión que hace de su vida un show (hasta tenemos que verlo sentado en un inodoro haciendo sus necesidades). pronto hacen efectiva la amenaza y cortan todos los servicios. Ell hijo empieza por vender su sangre, luego su riñón y por último su córnea, hasta quedar de él sólo su cerebro y un ojo, mantenido en un frasco con formol. La hija, cansada de tanto tragar esperma (así como se los cuento), decide irse de su casa y hacerse de la Policía Financiera Argentina, por lo que termina arrestando a su propia madre y abuela. Este es el "ingenioso" argumento de una "comedia costumbrista" desmedida, histérica, procaz y totalmente prescindible. 
Las actuaciones presentan vergüenza ajena y son por demás ridículas y reiterativas. El ritmo de la obra, si bien es sostenido se vuelve cansino y ataca los nervios. Pueden pasar sin verla tranquilamente, de todas formas yo acá se las envío por si quieren comprobar lo que les digo. Nada más. R.I.P.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 19 de diciembre de 2019

Mi crítica de "La Mecánica de las Mariposas" (Teatro-Brasileño)


Ahora Teatrix ha importado una nueva obra del teatro brasileño. Se trata de "La Mecánica de las Mariposas", obra dramática con texto de Walter Daguerre y dirigida por Paulo de Moraes (¿tendrá algo que ver con el gran VInicius?). La obra no es fácil de aprehender en una sola visión porque transita pro caminos diferentes, juega alternativamente con los mitos de Rómulo y Remo como así también con Abel y Caín y hasta con Edipo y Yocasta. Igualmente, gracias a la polisemia de los vocablos, las mariposas en cuestión pueden ser aquellas que la madre adora en su jardín y cultiva, o esa pieza de la moto de Remo, esa que falta en su carburador para poder arrancar y llevarlo de viaje iniciático por América del Sur. También es muy explícita la referencia a la vuelta del hijo pródigo, aquella de la Biblia. Sí, porque Rómulo y Remo (así se llaman los hermanos, bautizados por un padre ateo y comunista a quienes en una primera opción se iban a llamar Isaac e Ismael) son mellizos, han pasado su infancia jugando juntos pero uno de ellos decidió irse un día a recorrer mundo (Rómulo) y vuelve veinte años después a buscar su lugar. Claro, eso no le será fácil porque Remo se quedó. Y se quedó con un odio y un rencor difíciles de sobrellevar, con su profesión de mecánico y casándose con la primera novia de Rómulo, Liza, veterinaria ella y cuidando de la madre, Rosa o Rosalía, que coquetea con la demencia.
La vida en el taller no es sencilla, Remo debe convivir con su conciencia de haber visto morir a su padre, de tristeza o de melancolía tres años después de que su hermano partiera, dejándose estar sobre un sillón prendido a la televisión. También debe luchar con su esposa, quien por esas cuestiones de la competencia de quienes han estudiado, se siente un escalón por encima de su marido. Y está empeñada en abrir un emprendimiento en su granja, algo que ayude a las mujeres del pueblo a salir de la chatura: una iniciativa de exportación de tejidos con la adecuada recolección de lana y esquila de las ovejas. Para eso es fundamental la mano de Rosalía, hábil tejedora quien va a aportar su experiencia, más allá de su locura. Pero la vida se ve trastocada cuando, de improviso llega Rómulo, convertido en escritor de libros en inglés, sí, porque ha fundado su prestigio allende los mares y es conocido mundialmente como Romuld Wolf, seudónimo con el que homenajea a Virginia.
Y la vida no será la misma porque los dos hermanos pronto se enfrentan, uno con el odio y el otro desde la pasividad de quien sabe que está en falta. Remo le achaca la muerte de su padre y el haber robado para irse, son cosas que no pudo superar. Recordemos que en la tradición romana, Rómulo mató a Remo de una pedrada en la cabeza, cosa que este Rómulo hizo con su hermano al superarlo por medio de su ilustración y desplazarlo al lugar de un simple mecánico. Es más, el romance con Liza nunca terminó, y ahora juntos nuevamente, a ella se le vuelve a encender la llamita de la pasión, harta de la bestialidad y poca sutileza de su marido. Por eso que, una noche, después de fumarse juntos un porro de marihuana, Rómulo y Liza se entrelacen en las redes del amor. Y justamente sean observados por Remo, quien los hecha de su casa.
Antes de ese suceso, hubo que lidiar con el enamoramiento de Rosalía de su propio hijo, a quien confundió, desde su insanía con Otto, su marido, alguien que físicamente era muy parecido a Rómulo. Y así lo tomo entre sus brazos y lo besó apasionadamente, lo llevó a ver el jardín en el que había esparcido las cenizas del difunto y luego lo arrastró a su propia cama. Eso ante la mirada atónita de Remo y Liza quienes temen romper el hechizo diciéndole la verdad, aunque finalmente, luego de la traición entre cónyuges saldrá a la luz. El 16 de junio es el día en que Rómulo se marchó y tres años más tarde es la misma fecha en que murió su padre. Él  anota todo en su librito de apuntes, convencido que esa fecha es una cábala mágica que debe utilizar para alguno de sus libros. Él le ha traído un montón de sus publicaciones a su hermano, quien no puede leerlas porque están escritas en inglés. Rosalía reacciona impávida ante la fulguración de que quien está entre sus brazos no sea Otto sino Rómulo. Poco a poco va a ir entrando en razones, si bien nunca abandona su limbo. Liza deja el hogar después de haber sido descubierta entre las piernas del cuñado, por lo cual muestra un sincero arrepentimiento, declarándole a Remo que todavía lo ama. Él hace de tripas corazón y la manda de paseo con emprendimiento y todo: él es quien debe permanecer en la casa para atender el taller y ocuparse de su madre.
Remo había ganado la moto de manos de un viejo loco al que ayudó a reparar su remolque, que vivía en el bosque y al que todos tenían poro un ser siniestro que había matado a su esposa. Pero Rómulo vendrá a demistificarlo: le dice a su hermano que el viejo no era loco, sino simplemente un hippie que había quedado solo en el mundo después de la muerte de su esposa, y con quien él aprendió el amor por la literatura: fue el viejo el que le acercó los primeros libros de escritores importantes (entre ellos el "Fausto" de Goethe, que ahora reposa encima de una mesa) y quien le hizo interesarse por el rock y las canciones en inglés, con él recorrió los recuerdos de Woodstock y los míticos albums de los Beatles, los Rollings y demás personajes. Y fue justamente donde el viejo tenía su trailer que Rómulo puso su carpa después de haber sido echado de la casa por Remo y ahí,  justamente, donde dejen a su puerta la mariposa que le hace falta a Remo para completar su moto, y que Rómulo venga a ofrecérsela como gesto de reconciliación. Por fin Remo puede hacer funcionar la moto y decide emprender su viaje ritual por Sudamérica y reconciliarse con su hermano. No, no crean que todo termina mal, ellos se funden en un abrazo fraternal que servirá para restañar viejas heridas. Claro, la aparición de la mariposa no fue mágica, todo tiene una explicación que no conviene develar acá.
Liza le ofrece acompañarlo a Remo en su viaje, pero éste le dice que no, que mejor se quede a cuidar de su madre y a seguir con sus proyectos de exportación de tejidos, que lo espere para su regreso. Y así será que Remo se convierta en escritor, enviándole su libro a su hermano desde lo más profundo de América...
Todo termina en paz y la fábula de los constructores de Roma amamantados por una loba termina bien, diferenciándose de la leyenda.
La realización de esta grabación fue hecha en San Pablo en el 2012, pero recién ahora llega a las pantallas de Teatrix, por donde la pueden ver todos los  que hagan click en el "Ver obra". Los actores están bien, sin descollar ninguno, se dejan ver, como todos los elencos brasileños que pude ver por esta aplicación. Los nombres de ellos (sin saber qué personaje hace cada cual) son: Ana Kutner, Eriberto Leao, Otto Jr. y Suzana Faini. Ahí tienen una buena obra, consistente, con pasables actuaciones y con una dirección que apunta más al texto que a los sentimientos. Que la disfruten.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 14 de diciembre de 2019

Mi crítica de "Un Día Lluvioso en Nueva York" (Cine-Woody Allen)

Acabo de ver,  esta, la última película de Woody Allen, fechada en el 2017 y recién permitido su estreno debido a todos los problemas que tuvo Woody con el vacío que se le hizo en la industria del cine por las declaraciones de su hija adoptiva. Cierto es que parecía un film condenado a dormir el sueño de los justos en un cajón, pero afortunadamente distribuidores de nuestro país decidieron estrenarla, conjuntamente con algunas ciudades de Estados Unidos y con Francia. Si bien Woody se encuentra dando loa toques definitivos a su nueva película "El festival de Rifkin", filmada en el País Vasco, parece haber encauzado su ritmo de trabajo después del traspié que la hija de Mia Farrow le hizo pasar, con sus declaraciones de abuso sexual cuando era una nena (que ya fue absuelto por la justicia de su país en esos tiempos). Lo realmente importante es que nos encontramos acá en el justo terreno de Allen: la comedia, aquel que nunca debió haber abandonado. Si bien tuvo romances con temáticas más serias, como el crimen, la culpa, la religión, etc., Woody volvió a su gran amor, la comedia de enredos sentimentales, en la cual se defiende como pez en el agua.
El director acaba de cumplir sus 84 años, pero sigue filmando como si tuviera 30, rodeado de mujeres bellas (acá particularmente Selena Góemz y Elle Fanning, muy hermosas las dos), hablando de sexo y tomando como personajes centrales a jóvenes de veintipico de años. De nuevo nos encontramos con diálogos rápidos y abundantes (es clásica la verborragia de sus personajes), en su mayoría brillantes, y puedo decir, sí, que esta es una de las mejores películas que nos ha brindado en estos últimos 15 años. Acá, como es frecuente en sus películas de los últimos 25 años (donde fechamos su casamiento con su hija adoptiva Soon-Yi, de quien sigue enamorado y le ha permanecido fiel),la fidelidad reina por sobre la trama de engaños y desengaños que viven sus personajes. Hay escarceos amorosos fuera del noviazgo, como en todos sus films, claro, pero se resuelven de la manera más honesta posible. Hasta para que aparezca la aventura extra-noviazgo se debe dar por finalizado este último. Siguen brillando los personajes conflictuados, envueltos en dilemas éticos o morales, los temas de la religión, el sexo o la muerte, todos tratados bajo la óptica de gran humorista. Como hemos hablado siempre el humor salva, es una gran fórmula para vencer los problemas cotidianos o aquellos más trascendentes y universales, afortunadamente Woody ha vuelto al camino de la comedia para tratar sus reflexiones y nos regala frases de por sí inolvidables y que ya pasarán a integrar el gran archivo de "frases-Woody".
Acá acompañamos a una pareja de novios en su viaje a Nueva York, venidos desde la universidad de Yardley, en el oeste americano. Ellos son Gatsby Welles (el desgarbado y flacucho Timothée Chalamet y su pareja Ashleigh Enright (la Aurora de "Maléfica", la bella Elle Fanning), ciudad en donde viven los padres de él, a quienes no tolera demasiado, y a dónde arriban por un reportaje que debe realizar ella para el periódico de la universidad al cineasta Rolland Pollard (Liev Schreiber). Por supuesto que Ashleigh admira a este director, estudiante de cine ella, de quien conoce toda su filmografía, así como la de consagrados e históricos directores europeos u orientales. Y encontrarse con él supone la máxima aspiración a que puede esperar una chica de provincias. Por eso se deja seducir prontamente por este realizador de mediana edad que no está conforme con su última producción. Por eso es que los planes de ver Nueva York con su novio se desdibujan a medida que va pasando el día (lluvioso, para colmo), ya que el cineasta la invita a ver su film en compañía de su guionista, Ted (Jude Law) y los tiempos se dilatan. A Woody siempre le gustó filmar en días nublados o de lluvia, le escapa al sol como a la peste, y acá se dio el gusto de ubicar temporalmente a sus seres en un fin de semana completamente pasado por agua.
Pero todo se complica cuando Rolland desaparezca de la proyección, agobiado por las dudas y ella y el guionista deban salir a buscarlo. Claro, la tarea no es fácil porque supuestamente ha salido para emborracharse, y en los sitios donde suele frecuentar no está. Entre tanto Gatsby visita a su hermano Hunter y a la novia de este, el cual ha decidido suspender el casamiento porque no soporta la risa de ella, es más, lo deserotiza completamente. Se encuentra con otro amigo que está realizando un cortometraje y le propone salir en la película, pero allí debe compartir un beso con la actriz Chan Tyrell (Selena Gómez), quien es la hermana de una antigua novia suya. El beso sale algo forzado al principio, mientras ella se burla de él y su noviazgo con una chica de Colorado, pero en la tercer toma él se ablanda y logra besarla con la pasión necesaria para dar por buena la copia. No tararán en arreglar para pasar juntos el resto del día, un día en que la chica de Colorado está muy atareada buscando a su entrevistado y así se lo deja saber a su novio por celular. Llueve, para colmo, como para que sea más romántico el ambiente. "No siempre llovía en mi barrio, pero lo recuerdo así porque es más romántico", nos dice la voz en off de Woody en el comienzo de "Días de Radio" (1986), así que ya hizo su declaración jurada.
Van juntos a la casa de ella para que se cambie, y allí él aborda el piano y se pone a tocar y a cantar un tema sentimental, con lo cual logra sonsacarle a Chan que ella siempre estuvo enamorada de él... Pero la cosa no pasa a mayores, esa tarde deberá encontrarse con una nueva conquista, un dermatólogo presentado por una amiga. Y construyen juntos un guión que transcurren en un día de lluvia y dónde él es abandonado por su novia y se encuentra con su nueva prometida debajo del reloj que hay en el Central Park, justo a las 6 de la tarde... Van juntos a un museo de arte en donde todo termina de complicarse, él que no pensaba ir a la fiesta que realizan sus padres, se encuentra con una pareja de tíos que han viajado para dicha fiesta y lo hacen hablar con su madre prometiéndole que irá, junto con con su novia, la cual se encuentra muy atareada con Ted, el guionista. Juntos están buscando en auto a Rolland, y ven justo a la esposa de Ted, quien dijo que salía de compras, meterse en el departamento del mejor amigo de él. Gran conmoción, éste la enfrenta y Ashleigh baja del auto, con lo cual la cosa se complica aún más. Pero todo esto está jugado en tono de comedia romántica, rápida, alocada, de gags ingeniosos, con el estilo del mejor Woody. A Ashleigh le falta conocer al actor Francisco Vega (Diego Luna) para enamorarse perdidamente, quien, junto con la píldora del día después es lo mejor que le ha pasado al mundo. 
Chan y Gatsby se separan y cada cual sigue su vida (si se vuelven a encontrar o no es obra del azar, del destino o de la sutileza de Woody, quien nos reglará un final a toda orquesta), mientras Ashleigh sale en los noticieros como la nueva pareja de Francisco Vega, y esto llega a ojos (y oídos) de Gatsby, quien piensa que su novia lo abandonó. Algo hay de cierto porque ella decide acompañar a la casa a Vega y acostarse con él... lo que no está en los planes de ninguno de los dos es que la novia de éste volverá antes de su viaje.
En fin, una película tan desopilante como divertida y plena de ingenio, donde cada línea de diálogo está donde tiene que estarlo y juega un rol importante dentro del guión general. Para disfrutarla en grande y reencontrarse con el mejor Woody, aquel que nos entregara títulos tan importantes en el pasado (sin llegar a esos niveles, lógico), pero nos regala un pasatiempo más que estimable. Vuelve al jazz y a las mejores creaciones para este género y vuelve a Nueva York y a sus paisajes icónicos (ahora bajo la lluvia, que si bien no es cantando, como en la memorable película de Stanley Donen, sí con una parla abundante). Ojalá que Woody siga en esta senda de la comedia que es en definitiva lo que lo hizo un gran director y un gran humorista (y humanista, término que va de la mano).
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 17 de noviembre de 2019

Mi crítica de "Un Enemigo del Pueblo" (Teatro)


Bueno, llegó por fin el tan esperado estreno de Teatrix, una obra polémica si las hay. No podemos ser tan inocentes de no entender que cada nueva reposición de la obra de Henrik Ibsen se utiliza con fines absolutamente políticos y tendenciosos. Cuando estaba Kristina en el poder la hacía Brandoni, ahora que está Macri, la hace la dupla Leyrado-Rizzo (sí, aquel que lloraba en los canales de televisión de que gracias a Macri estaba sin trabajo, mientras tenía tres obras en cartel). Cómo no involucrarme, cómo no sentirme tristemente dolido e insultado cuando el Dr. Tomás Stockmann (Leyrado) le dice al pueblo en la asamblea que la mayoría se equivoca, y que él es quien tiene que "enseñarles a pensar", para terminar yéndose enojado y diciendo "ustedes votaron como el culo". Sí, porque yo fui uno de los millones que en la última elección voté a Macri, no por ser éste un factotum del buen gobierno, sino porque me parece que en gran cantidad de medidas acertó su estrategia aunque se haya equivocado en las menos, y porque entre las opciones para defender nuestra República me parecía la más viable, no solo él sino toda la gente que lo acompaña. Pero bien, ahora perdimos y la fórmula guiada por Juan Leyrado y el director-actor-adaptador Lisandro Fiks deben estar muy contentos que ganó Albertito junto con la gran dama Kristina. Vamos a ver cómo sacan el país a flote ahora que tienen el poder. A ver si ahora se da el sofisma de que la mayoría se equivoca también. Por lo pronto ya no hay más hambre, los sindicatos aceptaron todo, rechazaron los aumentos de sueldo y Baradel anuncia que las clases van a comenzar en término. Que suerte, estamos en el país de las maravillas ahora. Ahora somos todos peronistas...Pero cuidado, tenemos mayoría en el Congreso y ahora van a tener que consensuar para aprobar las leyes o para hacer lo que se les canten las ganas... Bueno, me saqué la bronca por la obra, que me pareció un verdadero agravio a la mayoría y su voto y al valor de la democracia.
Pero vamos a la obra. El Dr. Stockmann, médico, es hermano de Pedro (Raúl Rizzo), el intendente del pueblo de las Termas del Sol, no lejano a Buenos Aires (la adaptación quiere que todo ocurra aquí y en la actualidad, para contextualizarnos, ¿no?), un lugar que todas las temporadas veraniegas es visitado por miles de turistas por sus curativas aguas. Pero quiere la suerte, que esas aguas estén contaminadas, en gran parte por una antigua curtiembre que llegó a ser propiedad del padre de Juana  (Viviana Puerta), esposa del médico y que tuvo que vender. Hay también un joven periodista que opina que "la tierra debe ser para el que la trabaja", Juan Grabois, no, perdón, Víctor (Bruno Pediccone) y va a resultar tan falso en su ideología como todos los hipócritas que lo rodean. Por supuesto que está Pedro, quien sostiene que no hay que decir nada de lo de la contaminación al pueblo porque entonces van a perder visitantes en las vacaciones y toda la mano de obra que trabaja en el complejo. Está también Paula, hija de Tomás, que trabaja como educadora en una escuela y sostiene que a los chicos se les enseña igual que hace 80 años atrás, y va a convertirse en la vocera de las ideas de su padre. Lo que Tomás pretende es que se cierre la temporada advirtiendo a todo el mundo que las aguas producen enfermedades y que envenenan, para prevenir en lugar de curar, aunque haya que buscar otra napa de agua y levantar todas las cañerías, con un costo aproximado de cinco millones de dólares. Los hermanos se enfrentarán a muerte (¿acaso Caín no hizo lo mismo con Abel?) y de aquí procede la tensión de toda la obra, la cual está bien construida, no voy a negar un clásico del teatro universal, que junto con "Casa de Muñecas" y "Peer Gynt" constituyen las obras más conocidas de Ibsen.
Está también el siniestro editor de "La voz del pueblo", paradójico nombre del diario local, el Sr. Velasco (Lisandro Fiks), quien es dueño de parte de los terrenos vendidos para la construcción de las termas, y comanda todo en el diario. El informe que Stockmann tiene preparado para editar y que se lo ha confiado a Víctor, quien a su vez pretende a Paula, está cargado de datos contundentes acerca de la nocividad de las aguas y sus problemas. Está listo para ser editado, pero se presenta en el diario el mismo intendente pidiendo que no lo publiquen y sí una carta firmada por él, donde aclare que todo lo que piensa difundir su hermano es mentira. Que de publicarse ese escrito tendrían que cerrar las termas y todo el pueblo se quedaría sin trabajo y habría que aumentar los impuestos para mantener el gasto de la intendencia (¿les suena, a nivel país?). Por supuesto que estos amables burócratas y enemigos de la democracia optan por guardarse el informe y no publicarlo, aunque llegue el mismo Dr. Stockmann y reconozca que allí está su hermano, y que si no le publican en el diario va a emprender él una cruzada para informar al pueblo del peligro que corre. Aunque tenga que reunirlos en la plaza para decirles sus verdades. Hasta acá todo muy bien. Pero resulta que Paula consigue el salón de actos del colegio en donde trabaja, y se lo prestan al padre. Ahí se cierra el telón y atril de pie, Stockmann hace participar al público de su pretendido discurso. Este es interrumpido por el arribo de Pedro, más el sr. Velasco y Víctor, quienes tratan de copar el discurso. Y lo logran, negándole el derecho a hablar de la contaminación. Finalmente el público decide que Stockmann hable, y cuando lo hace, dentro de las restricciones impuestas, les dice que este sistema de la democracia no sirve, ya que siempre ganan los peores, y que es él quien les va a enseñar a pensar para votar. Que ellos piensen por sí mismos y no terminen siendo "pensados" por otros, que les sugieren su voto. Que no repitan más lo que escuchan por radio o televisión sobre las obras de los gobernantes y su derecho a la reelección. Que hay que castigar a los que quieren manejar al pueblo para que se los elija... Por supuesto, todo está dentro del marco de la obra, y va dirigido al trío Pedro-Velasco-Víctor, pero viniendo de quien viene, un K como Leyrado o Rizzo (acá haciendo el papel de malo, para que sea más obvio), es una franca alusión al gobierno de Mauricio Macri. Y esto es lo que me molesta, el oportunismo de haberlo presentado acercándose a una elección presidencial tan importante como fue la pasada, y siendo aplaudidos por la mayoría del público cómplice (hay quienes no aplauden). Finalmente juzgan que Stockmann se ha convertido en un "enemigo del pueblo" por sus fervorosas declaraciones.
Al día siguiente le apedrean los vidrios a Stockmann, su hermano viene a pedirle que abandone el pueblo y la casa, a lo que él le contesta que no quiere verlo nunca más, y la parejita Velasco-Víctor llegan con la ayuda del diario que acepta publicar su informe con tal de que a ellos los ayude en su campaña electoral, para la que se lanzan en oposición de la reelección de Pedro. Por supuesto que el médico los echa de su casa. Y para completar el cuadro de situación, el padre de Juana ha comprado todas las acciones de las termas, que habían caído, dejándoselas en nombre de Juana Y Paula, como su única fortuna, ahora que la han perdido. 
La obra se sostiene y está bien actuada, es innegable la maestría de Leyrado para estas cosas, aunque el payaso de Rizzo insiste en sobreactuarlo todo, buscando el efecto cómico que no es tal, como es su (mala)costumbre. Los papeles de los demás están convincentes, luciéndose Romina Fernándes en el papel de Paula, la verdad le pone garra y verdad a su protagónico. Una pena  que esté utilizada con tan innobles propósitos.
Y como no soy egoísta pueden ver la obra completa haciendo un click al lado del título.
Y gracias por leerme hasta aquí nuevamente, aunque esta declaración me quite lectores de ahora en más.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 12 de noviembre de 2019

Mi crítica de "El Cuento de las Comadrejas" (Cine)

Recién llego a mi visión de "El Cuento de las Comadrejas", varios meses después de su estreno en cines pero es que ahora logro bajarla de internet. Y debo decir que disfruté en grande de esta película del genial Juan José Campanella, con un ritmo perfecto, actuaciones magistrales y diálogos de antología. Todo en este film, basado en "Los muchachos de antes no usaban arsénico" de José Martínez Suárez, esta construido con un motivo, nada está dejado al azar. Así, la construcción de un guión aceitadísimo y con varias vueltas de tuerca finales, colabora para que su visión sea expectante y disfrutable. No menor es el mérito de la dirección, que otorga imágenes elaboradas y sugerentes, por no hablar de otras de una construcción astuta (el travelling hacia atrás que atraviesa la ventana, en el final, es una de ellas), la superposición de Mara en el fílmico, joven con esa cara de ella misma de vieja, hablando al unísono es otra proeza, así como la sobreimpresión de Mara en el espacio para luego desaparecer le dan el carácter de fantasmagórico que sugiere su presencia, y como estas está plagado de escenas sugerentes e ingeniosas. El maquillaje de los actores, que los envejece impiadosamente es otro logro como así la ambientación en esa vieja y señorial casona da todo el ámbito barroco y siniestro de la narración. Por no decir que la obra toda está plagada de diálogos ingeniosos, mordaces y de un sutil humor negro que hacen de esta película una obra maestra de comedia negra (con perdón de la redundancia).
Mara Ordáz (Graciela Borges, nunca mejor) es una gran actriz venida a menos (a vieja) que aún vive en la memoria de los cinéfilos argentinos, y que ha sido una de las dos actrices extranjeras capaces de llevarse el Oscar por su actuación (la otra fue Sofía Loren, en la ficción, claro). Vive en una mansión señorial bien acorde con su estilo ampuloso junto a su marido, Pedro de Córdova (Luis Brandoni) y con los maridos de sus fallecidas hermana y mejor amiga, Martín (Marcos Mundstock) y Norberto (Oscar Martínez) guionista y director de sus películas, respectivamente. Su marido fue en otros tiempos un gran actor quien también supo acompañarla, aunque ahora se dedica a la pintura y la escultura, desde su silla de ruedas, impedido por un accidente que casi les cuesta la vida a él y a Mara. Los tres viejos son bastante macabros y disfrutan con su personal sentido del humor torturando a esa vieja actriz cazando ratas o comadrejas, según el caso y con su filoso arsenal de frases construidas para la ocasión. Así disfrutan de sus días, alejados del mundo, desde que Martín cambiara su profesión de guionista por la de documentalista, comprometiéndose fuertemente con los reclamos sociales, lo que hizo que la dictadura lo agregara a sus listas negras. Norberto, en adhesión con su amigo también dejó de trabajar.
Hasta que un día llegan a la casa, extraviados, una pareja, Francisco (Nicolás Francella) y Bárbara (Clara Lago), quienes dicen reconocer a Mara y haberla admirado desde siempre. Paulatinamente van infiltrándose en la vida de este extraño cuarteto hasta lograr seducirla (Francisco) e invitarla a comer a restaurantes carísimos. Sólo para convencerla de que debe vender la casa y mudarse con su marido a un lugar en el centro, desde donde pueda volver a actuar, ya que el séptimo arte la reclama. Claro, hay que deshacerse de los otros dos... Y nada más apropiado que un geriátrico. Como esa heroína de "El ocaso de una vida", Norma Desmond, Mara Ordaz, se deja conquistar por el joven galán y sueña con cambiar su destino de vieja retirada y volver a brillar. Incluso él llega a proponer que se divorcie de su marido. Todo es perfecto para el engaño. La camarera del restaurante demuestra su devoción por Mara y dice conocer todas sus películas, pero cuando ésta va al toilete, se demuestra la farsa y la complicidad con Francisco: son sólo actores que están desempeñando un papel para despojar a la vieja actriz de todo lo que tiene. Ordáz sigue convencida que todo marcha viento en popa y firma un contrato con el farsante que la compromete a vender su casa. Aunque ella cree estar sólo ella a nombre de la casa, cuando, buscando la escritura, descubre que la comparte con Pedro, su marido.
A partir de allí la batalla que se entabla entre los dos viejos echados de la casa en venta y los nuevos intermediarios de los compradores, será a muerte, creándole miles de infortunios a éstos como asustarlos mediante un partido de pool que Martín deja aventajar a Bárbara para ganarle en el último tiro y dándole una lección muy clara y concisa de cómo se debe observar al rival, o metiendo una tarántula en el tubo de la escritura para que pique a Bárbara.
Mientras se citan diálogos autorreferenciales al oficio del cine, por parte de los entendidos, y se realizan maniobras desde el guión y la dirección que dejan ver la pericia imaginativa de Campanella para autoparodiarse, Francisco sigue haciendo de galán, hasta que, en una de las visitas al restaurante, Mara descubre a la camarera (fulgurante mi novia Luz Cipriota) mintiéndole acerca de sus películas, con lo que se da cuenta que todo es un gran engaño. Entre llanto y desesperación increpa a Francisco el haberse burlado de ella y renuncia a la venta de la mansión... pero el certificado ya está firmado, y para desarticularlo debe pagar una suma que ella no está en condiciones de afrontar. Así es como se hace a la idea de vender un brazalete muy costoso, regalo de uno de los actores que trabajaron con ella, una conquista que hizo palidecer al mismo Pedro, quien siempre se sintió celoso de dicho actor. Pero el obsequio fue enterrado con una de las esposas de los viejos, y ésta, permanece dentro de una de las estatuas que adornan el lujoso jardín. En una noche tormentosa deciden rescatarlo, entre los tres viejos y serruchar la mano de la difunta. Por fin logran hacerse del brazalete y este es entregado. Norberto visita a Bárbara en el complejo de oficinas que regentea, y allí se da cuenta de que ella también ha estado estudiándolos, sus filmografías, como así la de Mara. A pesar de un intento de seducción por parte de la estafadora, Norberto sale airoso y planea la venganza.
Y los tres inofensivos viejitos de aire siniestro y actitudes despectivas llevarán a cabo la más retorcida de las revanchas, que incluye la preparación de un veneno, armas, simulaciones, papeles estudiados, falsas actuaciones y muertes igualmente equívocas. Todo está listo para la gran fiesta actoral. No es mi deseo revelar acá cual va a ser el final de esta farsa, pero les advierto que será grandiosa y de gran efecto salvador para aquellos que parecían condenados al fracaso más absoluto...
Para qué hablar de las actuaciones del cuarteto que lleva la voz cantante, a Graciela Borges, que nunca fue santo de mi devoción, se la ve espléndida, en el rol de esa vieja estrella acabada pero no por eso menos vigorosa, su talento en este film es inconmensurable. Luis Brandoni demuestra con sus ojos todo el amor y la veneración que siente por su esposa, así como su deterioro físico de paralítico no permite otra demostración que esa. Oscar Martínez demuestra que siempre fue un actor brillante que no le teme a los desafíos y está perfecto en esas miradas siniestras y en el manejo admirable de la voz. Y Marcos Mundstock realiza su canto del cisne, antes de que ese maldito tumor cerebral lo alejara de los escenarios, demostrando que está a la altura de sus compañeros, en un rol de difícil y compleja composición. Francella y Lago se demuestran solventes junto a ese cuarteto de glorias nacionales y componen a dos estafadores tan odiables como queribles.
Y nuevamente Campanella se lleva los laureles, comprobando que es uno de los mejores directores argentinos vivos que jamás haya dado el cine nacional. Todo un film para el regocijo y para el placer. Y para varias (o muchas) risas cómplices, junto a este terceto de asesinos sin mácula, que es mejor no cruzarse...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 10 de noviembre de 2019

Mi crítica de "Cabaret" (Teatro-Musical)

Por fin pude ver esta puesta de "Cabaret" que honra a la ciudad de Buenos Aires. No habiendo visto ninguna de las anteriores (me quedé con ganas de ver la de Karina K y Alejandro Paker, que debe haber sido inmejorable), es una grata sorpresa para mí encontrarme con esta obra original con libro de Joe Masteroff y música de John Kander y letras de Fred Ebb, que llevara al cine en 1972 el inolvidable Bob Fosse con Liza Minelli, Michael York y Joel Grey. Acá nos encontramos con una nueva versión, esta vez de la mano de Florencia Peña y Mike Amigorena (excelentes, ambos) y la dirección artística de Alberto Negrín con la dirección de actores de Claudio Tolcachir, quien ya había debutado en su dirección de musicales con "Sunset Bulevard". Pero estamos frente a la inmensa e imperecedera "Cabaret", estamos en Berlín, en 1931, y el cabaret donde transcurre la pieza, el Kit Kat Club es esa vidriera donde se puede percibir la llegada del nazismo al mundo contemporáneo. Igual que en "El huevo de la serpiente", aquel magistral film de Bergman en donde, por los experimentos realizados en humanos se podía respirar la venida del Mal, acá, este cabaret es el "huevo de serpiente" que permite ver cómo arriba el antisemitismo y sus consecuencias. Porque en el "Kit Kat Club" todo es alegría, desenfado y promiscuidad pero a través del personaje de Clifford Bradshaw (Juan Guilera) ese escritor norteamericano, novelista frustrado que encuentra el amor en una turbia cantante del cabaret, la inglesa Sally Bowles (Florencia Peña) es que tomamos la real dimensión de todo el horror que se avecina. Clifford llega a Berlín y enseguida se hace amigo de un alemán, Ernst Ludwig (Rodrigo Pedreira), que va a ser la piedra de choque que represente todo el odio del Fhürer. Pronto será su alumno de inglés, y más tarde, cuando ya el romance con Sally esté consolidado, y se necesite dinero para sobrevivir, lo contratará para contrabando en París. Mientras tanto todo es alegría en el cabaret, y allí podemos asistir a los números musicales más conocidos a través del cine y coreografiados por Fossey ideleblemente: el "Bienvenidos", aquel inolvidable "Mein Herr" de Sally Bowlea (acá sin sillas), el inconfundible "Two Ladies" o el grato "Money, Money". También pasarán  "Que no se entere mamá", "Quizá esta vez" en la voz inconfundible de Florencia Peña, una trabajadora del musical ya memorable. O la exquisita "Y qué" en la voz de Graciela Pal, como Fraulein Schneider, la dueña de la pensión donde para Bradshaw. La señora Schneider tiene un inquilino muy amable, mayor igual que ella, frutero, quien siempre le está regalando alguna fruta de estación, con quien pronto inicia un romance (otoñal), Herr Schultz (Enrique Cragnolino), excelentes ambos también, y pronto vendrá la intimación de casorio.
Pero hay un detalle (pequeño), el señor Schultz es judío. Y en la fiesta de antelación del casamiento, Herr Ludwig se lo hace notar, de modo intimidatorio y con un brazalete de la SS en su manga. Para prevenir lo que se avecina, y que fraulen Schneider ve claramente, ya que no es ninguna tonta, rechaza el matrimonio entre ese hombre de buenos modales y sentimientos y ella, mujer sola y necesitada de compañía, porque no quiere atar su vida a la de un judío. Allí, en la recepción de la boda, su también inquilina, la promiscua fraulein Kost (Alejandra Perlusky) entona aquel himno que hace erizar los cabellos y poner la piel de gallina "Mañana me toca a mí", que comienza como el canto de un niño y va tomando énfasis hasta convertirse en una marcha militar trágica con todos los ribetes del nazismo. Ese es el signo decisivo que hace tomar a todos (menos a Sally) conciencia de lo que se viene.
Emecé, el personaje de Mike Amigorena, es el maestro de ceremonias de este cabaret, papel ideal para cualquier actor cantante que quiera sacar lustre. Y este es el mayor lucimiento que Amigorena ha tenido en su carrera, parece un papel ideado exclusivamente para él. Es tanta su entrega que se adueña por completo del alma y la figura de ese Emecé, tan ambiguo como demencial, que de presentador acabará como un refugiado más de campo de concentración. La plasticidad de Amigorena en sus movimientos hace que parezca de goma, y es el lucimiento mayor y mejor de toda la obra (a Peña ya la conocíamos de tantos musicales así que no es sorpresa alguna, si bien su desempeño es perfecto), pero al no ser actor de musicales exclusivamente, Amigorena resulta la gran revelación. Florencia  Peña, por su parte, constituye otro eje fundamental para esta puesta, ya que su Sally Bowles adquiere trascendencia dentro de los papeles trágicos del musical. Acostumbrada a la mala vida, encuentra su amor en Bradshaw y su esperanza de redención al quedar embarazada, aunque a ciencia cierta no puede saber quien es el padre de la criatura. Y su novio le hace jurar que tendrán al bebé. Pero cuando es despedida del cabaret y debe pasar a vivir con él, todo se precipita, cuando éste, decepcionado de su amigo Ludwig por conocer de cerca las ideas de Hitler (Bradshaw se interesa por la política y acaba de leer "Mi lucha") y presumirlo como la encarnación del Mal, renuncia al contrabando de mercancía que éste le ofrece en el exterior para sobrevivir. Decide huir de Berlín junto a Sally,  pero ella, es reclutada nuevamente para cantar en el cabaret, y no ve la realidad tan clara como su pareja y opta por quedarse. Bradshaw quiere huir a toda costa, y la noche anterior a hacerlo, recibe una brutal paliza por dos de los matones de Ludwig. Herr Schultz se despide también, se va a otra parte de Alemania, convencido que un cambio de gobierno no es tan dramático como lo pintan y que todo volverá a su cauce normal. Sally vuelve de abortar a su bebé, y ha dejado su tapado en la casa del médico como paga. Llega tambaleante y llorosa, y su gran oficio la hace enfrentarse a la canción final, ese emblemático "Cabaret" ("vengan al cabaret, la vida es un cabaret") que tanto cantó Liza Minelli, con toda la garra y las fuerzas necesarias para levantar al público en una ovación general. Florencia Peña está cubierta de tatuajes, y no hace nada por disimularlos, sino que los exhibe desenfadada e impunemente, orgullosa de ellos. El cuerpo de la actriz, a pesar de sus operaciones, sigue apareciendo abundante y voluptuoso, y es una perfecta encarnación de lo que Sally Bowles debe ser: una chica sobre todo carnal y exuberante, así que la elección es perfecta.
La orquesta de jazz suena exacta, y es conducida con pericia por Gerardo Gardelín, sonando muy bien, así como el diseño de iluminación de Mariano Demaría y el vestuario siempre correcto de Renata Schusseim. La coreografía es de Gustavo Wons, un gran seguidor de Fosse y el ejemplo más acabado que tenemos de su arte acá en la Argentina (todavía recuerdo con placer y emoción su espectáculo "El gran final", dedicado a Fossey), y es más que adecuada a lo que genera el espíritu de una nueva puesta en escena de "Cabaret". Y para el diseño de escenografía y sala de Alberto Negrín no puedo sino dejarle mi mejor aplauso, ya que han transformado el teatro "Liceo" en un gran cabaret, con sus mesitas dispuestas para el show, su acondicionamiento de la sala para que todo nos retrotraiga a ese Berlín de principios de los 30, con su lujo y sordidez al mismo tiempo. Es extraordinario lo que se ve en el espacio de la sala.
En resumen, es un gran espectáculo "Cabaret", si bien pienso que sus precios son un poco altos para el momento económico que estamos pasando, lo cierto es que el teatro se llena cada noche y estaba hasta el tope. Pues ¡bienvenida sea esta nueva puesta de "Cabaret" y que finalice con el mismo éxito con que comenzó! El que no la haya visto todavía no tiene más que salir corriendo y pedirse una entrada. Para no perdérselo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 4 de noviembre de 2019

Mi crítica de "National Pastime" (Teatro-Musical-Mexicano)


"National Pastime" es una comedia musical estrenada en los Estados Unidos y luego adaptada por el teatro mexicano, con letras y músicas de Albert Tapper y un moderado libreto de Tony Sportiello, que en realidad no es más que lo que su título enuncia: un "pasatiempo nacional". La mediocre calidad de esta obra sin ninguna sustancia más que la de pasar un rato, se ve de lejos, y si bien tiene un buen elenco mexicano no logra emparejar el nivel de calidad con otras propuestas del mismo género. Las risas son endebles, algo que representa el pecado máximo que pueda cometer una pretendida comedia; la música es buena pero no logra imponer ningún tema con el que salir bailando del teatro (o de la pantalla); las letras no exudan originalidad ni poesía, en fin, que se queda a mitad camino de todo cuanto se puede pretender de un buen musical.
La idea de importar esta obra ha sido de Teatrix, que viene de editar éxitos notables entre sus novedades, y en esta ocasión parece haber equivocado de rumbo, por complacer al teatro mezcalita. La acción transcurre en Iowa en el año 1933, más exactamente en una radio denominada la WZBQ con un equipo profesional tan absurdo como ineficiente, con dos cronistas, Lawrence y Martin, un administrador, Barry, una telefonista absurda, Betty Loo, una secretaria gordinflona enamorada de Lawrence, Mary y una recién llegada, hija del fundador de la radio, quien la abandonara de niña y nunca se ocupó de ella, Karen Slow. La radio está hundiéndose y para reflotarla, la arribada tiene la idea de inventar un equipo de baseball apócrifo que se convertirá en ídolo de multitudes al ganar todos sus combates, los Coogars de Baker City. Estamos en pleno período de la depresión norteamericana por la caída de la Bolsa, y todo parece ir de mal en peor, el público norteamericano está aburrido y desesperanzado y necesita de nuevos incentivos, es por eso que la llegada de un nuevo equipo de baseball puede levantarle el alicaído ánimo. Y la idea es fenómena. Todo funciona a las mil maravillas con el nuevo invento. La audiencia aumenta, los llamados se extienden por todo el país, la moral americana se insufla de nuevas energías... sólo que hay que alimentar la mentira.
Y para eso se recurre a dos gángsters que en el pasado fueron ayudados por Karen a limpiar sus culpas; Joe y Vinny, dos tipos tan rudos como simpáticos, que se harán pasar por jugadores del equipo cuando sean necesarias las entrevistas. Mientras tanto las tres chicas de los anuncios corean los mismos con voces simpáticas y entradoras, Betty Loo sueña con estar en Hollywood y Lawrence tiene serias dificultades para conquistar a su amada Mary, sobre todo por su inagotable timidez y por la presencia casi omnisciente de una madre con quien vive y que se cuela en todas las citas. Martin, a la vez es un inepto que no sabe nada de baseball y debe aprenderlo todo desde la base, cometiendo, ambos, los más garrafales errores al transmitir los partidos. Mientras tanto el jefe de la radio, Barry, vivirá un intenso romance con Karen, con quien deshojan juntos chalas de choclo para calmar los nervios. Todo va viento en popa en ese idilio hasta que él decida decirle a ella que su padre dijo, quien la conocía bien desde las sombras, que ella renunciaría en la primera de cambio. Ahí Karen se decepciona de Barry y decide retirarse del negocio, fiel a su estilo de gran "dejadora" de puestos. Pero los Coogars siguen ganando y son todo un éxito, y como dijera Mirtha Legrand, no se debe abandonar un éxito, así que cuando él llegue con un álbum de recuerdos que el padre de Karen ha juntado toda la vida para ella, y además un anillo de casamiento, ella debe replanteárselo todo.
Se suma a los enredos que Joe, el mafioso contratado para hacerse pasar por beisbolista,enamore a Mary pasando por "sobre el cadáver" de Lawrence y su madre. Al combo se suma un reportero de la revista "Life" que ha llegado para enamorar a Betty Loo, y de paso, conseguir un reportaje con los Coogars de Baker City.
Pero el reportero no viene solo, sino que lo hace de la mano de un influyente petrolero de la zona de Minessota y vienen dispuestos a conseguir su entrevista. Todo va bien hasta que el despechado Lawrence, al ser prepoteado por Joe, decide "matar" al Joe jugador de los Coogars, el bateador estrella, y todo el país llora por él. Esto, lejos de romper el romance del público con su ídolo, hace arder los teléfonos de la radio en busca de noticias y consuelo. Pero claro, ahora se han quedado sin representante del equipo, y por lo tanto sin nota para los periodistas. Joe se vuelve a su ciudad natal dejando en reserva a Mary, quien retorna en brazos de Lawrence, quien de una vez por todas va a dejar a su madre. El desenlace no se hace esperar, hay que decirle la verdad al notero de "Life" y al petrolero, pero ¿cómo, sin develar la mentira? Entre los reporteros de la radio se disfrazan para hacerse pasar por una liga internacional de centros de baseball para dar la noticia de que no pueden presentarse, pero son descubiertos enseguida. Entonces deciden revelar la verdad: los Coogars no existen, pero ¿no lo difundirá el petrolero? Junto con el periodista de "Life" reconocen que lo mejor es mantener el orgullo patriótico en alto y preservar el nombre de su equipo para la nación entera aunque estos no existan. Y lo convencen. Todo resuelto. Lawrence y Mary se arreglan, Barry y Karen se casan, Betty Loo se va a Hollywood y todos felices. Se ha terminado la farsa y con ella la comedia.
Ha sido una experiencia de casi dos horas y media, que transcurre rápido, si tiene algo a favor es que es llevadera, pero nos preguntamos sobre los mecanismos de los musicales. ¿Vale cualquier idea (léase excusa) para hacer un musical de éxito (no así de calidad)? ¿Es cuestión de poner unas cuantas canciones con musiquita pegadiza para que funcione? ¿Hay que convocar grandes equipos sobre el escenario para hacerlo más atractivo? ¿Es suficiente con todo esto? Y yo contestaría que no. Que además hay que tener algo que decir, una esencia que transmitir, sin por ello caer en el horrible simplismo de que todo debe tener una "moraleja" (lo que se lleva a patadas con el hecho artístico). No todo es canto y baile para ser exitoso. Digamos que este musical tiene la virtud de estar muy aceitado y no encontrar "ruidos" en su puesta, y que no recurren al cambio de escenografías lo cual ya es todo un acierto. Sumado a ello que las melodías de ragtime o de jazz que forman su disco duro son bastante atractivas. Es una suma, acá falta el elemento que trascienda la anécdota, lo cual lo hace muy pobre en estructura y sólo consigue "divertir" (verbo que significa "alejar de lo importante"), lo que le resta puntos a la propuesta. Pero en fin, los mexicanos se la arreglan bastante bien para poner en escena este musical yanqui de segunda línea.
Habrá a quien le guste. Recuerden que pueden verlo haciendo click en el "Ver obra" que figura acá arriba. Hay para todos los gustos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 25 de octubre de 2019

Mi crítica de "El Diccionario" (Teatro)


En este nuevo acierto de Teatrix, nos vemos deslumbrados por la obra de Manuel Calzada Pérez, con la extraordinaria interpretación de Marta Lubos como esa María Moliner Ruíz, la mujer que emprende la titánica tarea de construir un Diccionario del Idioma Español, confrontando con el de la Real Academia de la Lengua, debido a la inexactitud de éste en algunos de sus conceptos. La acompañan Roberto Mosca como su marido, el catédrático Fernando Ramón Ferrando y Pablo Flores Maini como su médico neurólogo. Es para mí muy difícil hablar de este tema ya que aborda una problemática como la de la arterioesclerosis (así denominada en los años 70, en los que transcurre la acción, si bien se retrotrae al 66 y al 39), pero hoy llamada abiertamente Alzheimer. Y es porque mi madre se encuentra transitando la primera etapa de dicha enfermedad que se me complican las cosas y se me hace un nudo en la garganta ante tan explícita exposición. Trataré de ser, igualmente, lo más claro y objetivo que pueda. 
María Moliner es una Lic. en Filosofía que se encuentra enfrascada en dar forma a un colosal diccionario de usos y costumbres del idioma español, pero está perdiendo la memoria de algunas palabras. Hecho crucial y terrible para alguien que ha dedicado su vida a la explicitación del lenguaje el pasar por el tamiz del olvido este mismo instrumento de comunicación. Porque su afán es el de exponer a través de la palabra y lograr la comprensión por parte de la gente. Porque como ella explica bien en un momento "quien domina la terminología detenta el poder" El lenguaje nos hace libres, nos da la capacidad de pensar, de entender, de volar. Es por eso también que durante la época terrible de la Guerra Civil y de Franco fue censurada y obligada a replegarse. Ella y su marido además adscribieron siempre a la República, se los tildó de "rojos" y de subversivos y hasta se les impuso interrogatorio y tortura para delatar compañeros. Todo eso es revivido por María cuando el médico la somete a un inocente interrogatorio para comprobar sus facultades mentales, atada al cablerío de los sistemas de análisis, ella confunde las preguntas del galeno con las del dictador, tendientes a la delación y a la autoinculpación por el sólo hecho de manejarse en el mundo de las palabras. Sabemos que la cultura siempre ha inquietado a los tiranos de turno, y la época franquista no es la excepción. Por supuesto que los pronósticos del médico no son en absoluto tranquilizadores: en una primera etapa van del olvido de palabras, nombres y hechos hasta desarrollarse en una etapa posterior a la pérdida del control total del cuerpo y vivir postrada y prácticamente como un vegetal. Esto angustia en demasía a María, quien no le comunica a su marido que está viendo al médico, mientras aquel va perdiendo la visión hasta quedar totalmente ciego. Es una metáfora del no ver, el mundo de tinieblas en el que se están colocando ambos, un mundo oscuro que no tiene vuelta atrás y que desemboca en la incomunicación total, algo incomprensible para quienes se han desarrollado en el mundo de las ideas, desde esa constructora del lenguaje hasta ese marido, catedrático de física nuclear dedicada a la comprensión de la mente.
Nos hallamos en un sistema de ideas y es a través de ellas que se maneja Oscar Braney Finn para dirigir su obra. La acción transcurre en tres espacios bien diferenciados, a la izquierda el consultorio del médico, a la derecha la casa del matrimonio, donde María se dedica a su trabajo y -como no- al zurcido de medias rotas. El medio está reservado para un espacio de transición el cual no deja de tener su valor. Al principio, al narrarle María Moliner al médico su ocupación actual, que ya le ha consumido 15 años de su vida, éste la cataloga como un deliro léxico-patológico que llama de "Don Quijote" para transformarse en una obsesión compulsiva con delirios de trastorno psicótico. Cuando le pregunta a qué se dedicó toda su vida ella contesta "librera", justamente porque se ha olvidado el término: "bibliotecaria". Y en 1939 es obligada por el alto cargo oficial a callar durante tres años y guardarse de trabajar. Es por eso que, ante la visita de Franco a Valencia ella opta por salir al balcón junto a su marido para saludar al Genralísimo, como así a quemar libros "prohibidos", aún contra su voluntad, tratándose de lo que más ama. Incluso ha enseñado a sus hijos una nueva forma de lenguaje, desde ahora el cura será el "sacerdote" y todo lo prohibido se reemplazará por lo políticamente correcto. 
Pero a partir de que le llegue un ejemplar del diccionario al médico, dedicado por su paciente, éste cambiará el diagnóstico adjudicado, rompiendo las hojas del protocolo, y pasando a admirar verdaderamente a aquella valiosa mujer que dedicara 15 años de su vida a dar exacta dimensión a la palabra (por ejemplo se cambia la definición de "matrimonio" dado por la Real Academia, ya que lo estigmatiza como "unión duradera de por vida", a lo que Moliner se replantea que por qué debe ser de "por vida"). Cuando su marido pierde la vista (en tiempos de Franco ha perdido el cargo, por lo cual odió siempre a ese dictador), ella le confiesa tener problemas de memoria y estar visitando al médico, por lo que ésta le dice "yo seré tus ojos", "y yo seré tu memoria", le acota él. "No, porque querrás acordarte sólo de lo que te conviene", le dice ella; "bueno, una memoria selectiva", acota su marido.
Lo cierto es que quien se maneja en un mundo de símbolos, al padecer de Alzheimer, son estos los primeros que se pierden, siendo lo último la música, la cadencia de las canciones de la infancia, le dice el médico. La obra se desarrolla en un ir y venir de tiempos, no es cronológica, y por eso asistimos después a sucesos que ocurrieron antes y en principio a los más nuevos. María ofrece su discurso postrero a la Real Academia, cuando ya su enfermedad ha tomado cariz de gravedad y debe retirarse de su cargo, en una alocución, que, si bien no deja de ser brillante, deja ver los deterioros que su estado ha ejercido sobre ella. La vemos en última instancia cuando ya el marido ha muerto y María, víctima del párkinson además, deja caer sus fichas al suelo y se pierde recostada sobre sus piernas y cantando una canción de cuna. En ese momento llega el médico a hacerle una visita -quizá la última- y ve en cuan desastroso estado se halla. Le hace algunas preguntas a las que ella ya no atina a contestar. El logo final nos indica que María Moliner murió en 1981, a los 80 años de edad, aislada por completo del mundo y en una entrega de total abandono. 
El público aplaude emocionado y fervoroso ante tamaño desafío para Marta Lubos, una mujer de edad que se ha cargado a cuestas tan difícil interpretación y que la ha resuelto de manera brillante y emotiva, lo que fue coronado por un premio ACE y un María Guerrero a su actuación. La verdad es que es una performance como no se ha visto en el teatro alternativo hace años y que deja a todo el mundo conmovido. Excelente obra y son también muy buenas las actuaciones de Mosca y de Flores Maini. Para no dejar pasar. Y no olviden que pueden verla haciendo click en "Ver obra".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 14 de octubre de 2019

Mi crítica de "Entre Ella y Yo" (Teatro)

En primer lugar debo decir que asistí a una velada de teatro sinigual, con un texto magnífico y un par de actores que se sacan chispas (excelentes los dos). Me estoy refiriendo a "Entre Ella y Yo", obra de Pablo Mir y dirección acertadísima de Diego Reinhold, con la dupla Sebastián Presta-Soledad García. Junto con "Petroleo" hice un combo buenísimo este fin de semana. La obra no da para disquisiciones metafísicas ni filosóficas, es simple pero muy efectiva en su comicidad. Se trata de la simple historia de una pareja enfrentados a hacerse un test de embarazo y ver si están esperando un hijo o no. Se manifiestan todos los miedos, las dudas y contradicciones típicas de esta situación, hábilmente orquestadas por un texto que no da respiro. Como es bien sabido, Valeria debe hacer pis en la tira reactiva de embarazo y esperar cinco minutos para ver la reacción. Serán los cinco minutos más largos de sus vidas, ya que entre minuto y minuto se presentan a la mente de ella y Diego, su pareja, todo tipo de pensamientos y fantasías alucinatorias que desfilan corporizadas ante nuestros ojos. Son cuatro las ensoñaciones, cada una perteneciente al minuto que pasa, y hay una profusión de cambio de vestuario entre una y otra, así como de actitud escénica de ambos actores, muy bien resueltas por parte de una dirección ágil y siempre atenta al detalle y al comentario mordaz.
Lo primero que se establece (ya que de entrada nos instalamos en el foco del conflicto) es si Valeria sabe correctamente hacerse el test, lo cual manifiesta muchas dudas por parte de Diego, así como de temores hacia la paternidad y su reproche por no haberse cuidado en su momento, sin lo cual no deberían estar transitando por semejante situación. Él es escritor, que lucha para poner en práctica sus cuentos mediante una computadora portátil, mientras que Valeria es chef y no quiere resignar su carrera a la maternidad. Las dudas sobre si tenerlo o no van a ir y venir según de terribles sean las pesadillas que sufren el uno y la otra, la conclusión es que no están preparados para ser padres ("cualquiera puede ser padre, cualquier pelotudo puede tener un hijo", se dicen alternativamente en sus momentos de aceptación).
Entre minuto y minuto se le aparece a Diego la opción de cuidar a su bebé, que llora sin cesar y al que coloca frente a la computadora para ver una película pornográfica, ante la sorpresa atónita de Valeria, que regresa, muy sexy, de atender sus asuntos. Por supuesto que vendrá el reproche y la descalificación por ser un padre degenerado que expone a su hijo ante tamaña porquería y decide irse de su lado llevándose al pequeño Pedrito, de tan sólo tres meses. Por supuesto que todo eso no ha sido más que un mal sueño, en seguida se vuelve a la realidad al contar otro minuto. Es entonces cuando le toca el turno a Valeria, quien dice y se queja de no ser una buena madre porque quiere silencio en su casa, frente al bebé que no para de llorar, Olaf, en este caso. No quiere pasar por un embarazo en donde se le caigan los pechos, se le abulte el vientre y necesite hierro para que no se le caigan los dientes. Además está le horrible situación de la foto playera en biquini y Diego besándole la panza, cosa que siempre odió en las embarazadas. Aparece Diego, completamente vestido con un osito y llevando en un moisés a Olaf, ante lo cual ella exclama lo feo que salió su hijo, con el pelo crecido, una cabeza desproporcionada y un rostro espantoso. "Ya sé que vos no sos ninguna belleza, pero creí que tu hijo iba a ser mejor. Se parece a tu madre". Le dice a un padre completamente baboso por su pequeña criatura. 
Entre minuto y minuto, Diego hace partícipe al público, haciénonos aplaudir a aquellos que son padres y por otro lado a quienes no lo somos. Afortunadamente el grupo de no-padres somos mayoría, lo que lo reconforta y dice "cuánta gente inteligente", porque dicen que ser padre te cambia la vida... ¡tener una moto también te cambia la vida... yo no tengo afinidad con los chicos que veo por la calle, salvo que la madre esté buena... ahí sí les hablo, que lindo el gordo, qué tiempo tiene, cómo se llama, cuánto pesa... en fin, boludeces... nunca pude tener nada que no se me muriera, sólo crié una planta, de marihuana, le sacaba fotos, la subía a facebook, todos me decían "es igualita a vos, qué grande que está, cómo crece", y al mes se me secó... Estas son algunas de las reflexiones que Diego se hace, sumado a que Valeria le diga que tuvieron un gatito y lo supieron cuidar bien, salvo que se les murió, porque saltó al balcón de un vecino en un octavo piso. Todo sería cuestión de poner una alambrina en el balcón. -Y no sé- confiesa Diego. "¿Vos que preferís, poner una almbrina o que tu hijo se te mate por saltar del balcón?" "Me hacés cada pregunta más difícil", contesta sueltamente él.
Así las cosas, vamos al tercer momento de ensueño diurno de él. Sucede que está muy cansado de no tener vida sexual con su esposa en los últimos seis meses, desde que naciera Fiona (ahora es una nena). Su mujer se mete en la cama cansada, dependiendo de cada movimiento o suspiro de su hijita. Diego, muy sexy con sus calzones floreados y caliente como una pava la insta a tener sexo. Ella se entrega, siempre pendiente de su hija. Lo hacen de varias maneras, sin satisfacerse con ninguna, hasta que ella le pide que le chupe los pechos. A eso Diego se niega rotundamente porque sale leche de ellos, "estamos a diez centímetros de la pedofilia", le arguye. Pero ella insiste, hasta que él acepta. Cuando él empieza a succionar, Fiona se despierta y Valeria sale disparada, él desesperado le propone todo tipo de cosas y posiciones pero su esposa no transa.
Estamos ahora viviendo la adolescencia de Fiona, sus 18 años, cuando ella vuelve tarde una noche a la casa, nuevamente interpretada por la eficaz Soledad García. Su padre se despierta angustiado porque ella no vuelve, y en ese momento llega, ensordecida por sus walkman. Cuando logra extraerle alguna palabra, todas son respuestas monosilábicas de una adolescente embrutecida, "tipo, osea, todo ok.". Diego le pregunta si no le hizo nada a su auto, a lo que ella le responde que le hizo un bollito. Justamente porque estaban manejando con su grupo de amigos todos fumados y uno de ellos le estaba "chupando las tetas" cuando lo chocó. A lo que pasa a revelarle que está embarazada, no sabe bien de quién ya que estaba en una fiesta negra con varios a la vez. "Está entre cuatro", le responde muy avispada, a lo que el padre explota de furia. "No importa, ya nos vamos a ir mi Antoine y yo a casa de alguien que nos quiera bien", le dice. "Antoine le pusiste al bebé? Y no sabés de quién es... ¿pensás tenerlo?" "Obvio -responde ella- cualquier pelotudo puede ser padre". Ahí se acaba el sueño de Diego.
Ahora asistimos al de Valeria, en dónde se muestra cansada y con ruleros, de forrar cuadernos para Dieguito, cuando entra Diego, de peluquín y bigotes, con traje y corbata y le anuncia que se va a ir de la casa porque tiene otra mujer, con la que puede hacer cosas que con ella no, como por ejemplo, hablar. Es muy gracioso cuando se le despega el bigote a Presa y debe continuar con su texto, haciendo alusiones al mal pegamento del adminículo. Después que se va, se le aparece a Valeria el fantasma de su propia madre, una hippie que muriera cuando ella tenía 15 años, esta vez en el cuerpo de Sebastián Presa. Mantienen un agitado y enternecedor diálogo, para dar fin a los ensueños.
Finalmente ha llegado el momento de la verdad, y plenos de amor, los dos se zambullen en el baño para ver el resultado del test, que como es lógico, no voy a revelar acá. Una excelente comedia para disfrutar de ella quienes sean padres como los que no. Lleva ya su quinta temporada de éxito a sala llena. Los actores están formidables y se lo pasa muy bien. La recomiendo enfáticamente.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 13 de octubre de 2019

Mi crítica de "Petróleo" (Teatro)

Un paraje agreste. Frío de bajo cero. Provincia de Neuquén. Un pozo de extracción de petróleo. Cuatro hombres aguerridos trabajando en el pozo...
Este es el punto de partida de una obra inusual. Divertida, potente, desacostumbrada, movilizadora. Sobre todo podo porque son cuatro chicas las que se ponen en la piel de esos hombres, y lo hacen a la perfección, creando personajes masculinos que rompen cualquier arquetipo de hombre. Son "machos", pero que dejarán aflorar sin embargo sus partes femeninas durante el transcurso de la pieza. De eso habla esta obra. De una situación de encierro, límite, en un paisaje desolado y abandonado de la mano de Dios, en donde se encuentran cuatro hombres rudos y toscos, separados de sus familias y en un ámbito propicio para los desbordes. La bisexualidad que todos llevamos dentro es el leiv motiv de la pieza -si bien hay muchos más-, pero se impone como marca de fábrica de estas maravillosas "Piel de Lava", tal el nombre artístico que se ha dado este cuarteto de jóvenes y talentosas actrices, cuyos nombres son, por riguroso orden alfabético:  Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes. La obra les pertenece en autoría y dirección, junto a Laura Fernández, y se nota un trabajo minucioso de composición de escritura y ni que hablar del entrenamiento físico y vocal para definir a estos cuatro hombres embrutecidos por el trabajo petrolero.
El grupo se formó en el 2003 y desde entonces han presentado cinco espectáculos los cuales les pertenecen en escritura conjunta y dirección: "Colores verdaderos" (2003), "Neblina" (2005), "Tren" (2010), "Museo" (2014) y este "Petróleo" de 2018. Lo presentaron por vez primera en el teatro Sarmiento y recién este año pueden acceder a la avenida Corrientes, con muchísimo éxito (bien merecido). Durante las casi dos horas de espectáculo asistimos a charlas entre los cuatro trabajadores del petróleo, chicanas entre ellos, machismos no disimulados, peleas abiertas y, paso final, un travesitsmo que da paso a la ambigüedad sexual en la que están ocultos los cuatro personajes (no olvidemos que son compuestos por mujeres). Los nombres de ellos cuatro son: el "Carli" (el líder natural del grupo, excelentemente delineado y trabajado por... no sé cual de las cuatro actrices ya que en el programa de mano no se transcribe la relación actriz-personaje), Formosa, Montoya y el nuevo, Paladino o "Paya". Este último va a ir escalando la posición de líder mientras transcurre la acción, y a través de írselo "robando" paulatinamente y sutilmente a Carli. "Paya" es mirado con recelo en la primer escena por el resto de sus compañeros al exhibir un tapado de piel con el cual cubrirse lo cual le da cierto aire ambiguo. Pero él arguye que es para su esposa, que se lo compró en Chile y que ella es albañil, apodada "la reina del fratacho". Así como todos van presentando a sus novias, Montoya es sospechado de mentir que tiene una ya que nunca se le conoció relación con mujer alguna. A pesar que este diga que su novia se llama Ayelén y que la tiene en foto en el celular para quien la quiera ver. Carli hace ostentación de machismo y con una voz masculina bien trabajada por la actriz que lo compone y un sonido de resoplar la nariz ya que tiene "una narina" obstruida. Todo no pasa, en el ámbito del dormitorio, de una cargada constante a los menos masculinos y un dejo de simpatía por Formosa, quien tiene el pelo encanecido por un susto que tuvo de chico y tener un soplo al corazón, que lo hace menos activo que los demás.
Ya en la cocina vemos que es Carli quien cocina para los demás, mofándose de que "estos chiquitos" sólo saben lavar los platos. Paladino hace alardes de buen cocinero y sale a la luz el tema de que a Carli le gusta orinar de sentado, una manía que, según él se refiere a que no le gusta hacerlo contra la pared porque no ve lo que tiene detrás. Todo no pasa de las constantes chicanas que se mandan unos a otros. Existe el fantasma del directivo joven, que viene habitualmente a dar órdenes y se va, dejándolos solos a merced del trabajo y las inclemencias del frío, y que según ellos, es un "borrego" que no va a durar mucho en el puesto. Pero después de cenar, se enfrentan en una pulseada Carli y Paladino... hasta que son interrumpidos por un brusco corte de luz. El generador ha fallado, y hay que salir en la noche helada a repararlo. Es finalmente Paladino quien se encarga de ello. Cuando se quedan los otros tres solos en el interior del trailer que sirve de cocina sale a la luz, paradójicamente en plena oscuridad, el tema traído por Formosa de que existe una presencia fantasmal que recorre los yacimientos, y que mientras estuvo trabajando en otro de ellos, pasó lo mismo con el corte de luz y mientra sus compañeros salían al exterior, él vio aparecerse al espectro del "ruso", "el anarquista" muerto que acabó con la vida de sus amigos y le lanzó una fría y aterradora mirada a él, lo que lo escandalizó. Su piel era blanca como la nieve y no había dudas de que estaba muerto. Todo esto lo dice en la oscuridad total, alumbrándose con los celulares. De pronto vuelve la luz, y Paladino entra victorioso, ganándole unos porotos al "macho alfa" de Carli. Prosigue la pulseada y Paladino logra imponerse sobre Carli, quien la ha apostado el 10 % del sueldo, representado en la bendita tarjeta Fallabela que tiene repleta de puntos. Las conversaciones ambiguas no dan tregua, así como el humor, que es un humor que es una comicidad bien construida, inteligente y que va a reparar en los pequeños detalles, gestos e inflexiones (bien por el trabajo de dirección). Formosa hace notar su soplo al corazón y se disculpa por no haber salido al frío del exterior. Pero vuelve a fallar la luz. Y así como están los cuatro, acaban saliendo a ver el generador.
Paladino es el que "sabe" todo, y les recita que ese generador no va a durar mucho tiempo más ya que es viejo y está anquilosado. Carli trata de argumentar sobre cómo arreglarlo pero el socio ya le ha captado su capacidad de dirigir, y se impone como el nuevo líder a seguir. Como la correa se ha roto, el "Paya" Paladino, extrae un corpiño de entre sus ropas y le saca un elástico con el cual reemplazar la correa. El generador funciona durante un momento pero se vuelve a cortar. Y aquí se instala el verdadero conflicto de la obra, apareciendo casi al final: deben optar por sacar el generador de la bomba de extracción e implementarlo para darse luz y calor en el interior o permanecer bajo cero toda la noche. Y se realiza la asamblea. Lo que tiene que decidirse por votación. Allí vemos el tironeo entre dos fuerzas opuestas que constituye en núcleo de toda progresión dramática, el "conflicto" teatral. A todo esto, Montoya, que ha sido por siempre el más cuestionado en su masculinidad, aparece en pleno desierto helado, vistiendo un vestido sin mangas y con lentejuelas, con el que se dispone a producir el quiebre. Aclara que es afeminado y que no tiene novia, y se va para adentro. Antes cantan los cuatro, por primera vez en verdadera confirmación de amistad un rock siguiendo la "respiración" del pozo el cual les brinda el ritmo de la música. Y se viene la votación. Para Carli prima el trabajo, la responsabilidad y el próximo retiro, así que es contrario a apartar el generador de sus funciones habituales. Pero todos los demás asumen que lo necesitan para pasar la noche, así que ganan la votación.
Una vez instalado, en el interior del trailer reina el calor de hogar. Y mientras Montoya aún no se ha quitado el vestido y se unta con cremas para la piel y se pinta la boca, Formosa exhibe unas piernas femeninas y Paladino está sentado con las piernas abiertas en posición de danza. La ambigüedad se ha convertido en el eje por el cual van a pasar sus vidas a partir de ahora. Incluso Carli se ve tentado a ponerse tacos altos, con los cuales se siente muy cómodo. Cuando Paladino se da vuelta (se ha soltado el pelo largo de mujer), se le ve, por debajo de sus medibachas, un traste abultado de mujer. Todo se ha convertido en el reino de la bisexualidad, ya no sabemos quien es hombre y quien no. Todo está sobre el borde de lo anormal, sino supiéramos que los cuatro varones están interpretados por cuatro chicas. Incluso Carli, deposita su "miembro" de goma arriba de la mesa...
Una excelente performance de maestría actoral es la que muestran las chicas de Piel de Lava durante estas casi dos horas, en donde no han dejado de hablar con voces graves o cascadas y tener movimientos masculinos. Un gran placer que podemos disfrutar sólo a fuerza de talento y sin golpes bajos por parte de este grupo inteligente, y sobre todo sensible, de cuatro actrices que demuestran que la calidad no está alejada del buen gusto y del trabajo del verdadero actor. Un placer.
Y gracias poro leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).