viernes, 30 de marzo de 2018

Mi crítica de "Coco" (Cine-Dibujos Animados)

Vi la maravillosa "Coco", que con toda justicia ganó el Oscar a mejor producción animada, dirigida en este caso por Lee Unkrich y co-dirigida por Adrián Molina. Este film pertenece a la factoría Disney-Pixar, comandada por el talentoso Richard Lesseter. "Coco" es una historia compleja, pero que cala hondo y llega hasta el corazón. El verdadero protagonista de la película es Miguel, un chico mexicano de unos 10 años, pero su bisabuela Mamá Coco tendrá una presencia definitoria en la película, por eso el título del film puede prestarse a confusiones. Quien no quiera conocer detalles sobre el final del film, que no siga de estas líneas porque para poder analizarlo es preciso recorrerlo de punta a punta.
La anécdota se instala en tierras mexicanas, algo inusual para la compañía Disney-Pixar y narra la saga familiar de Miguel, cuyos ascendientes se remontan a su tatarabuela Imelda, su hija Coco y un marido que ha sido sacado de la foto porque los abandonó por irse con su guitarra a dedicarse a la música. Por eso la música es una palabra tabú para la familia Rivera, es algo así como una maldición. Y resulta que a Miguel le ha dado por inclinarse a ese arte y quiere ser cantante y guitarrista, como su admirado Ernesto de la Cruz, el cantautor más grande que haya dado la tierra mezcalita. La abuela Imelda, una vez dejada por su marido tuvo que rebuscársela por sí misma y se dedicó a la fábrica de zapatos, trabajo que ha ido pasando de generación en generación hasta llegar a los propios padres y abuela de Miguel, y quieren que su hijo continúe con la tradición y que ni se acerque a la música.
La calidad de los dibujos animados generados por computación es exquisita, y llega hasta el asombro, sobre todo en la escena dedicada a la Noche de los Muertos y la visita al cementerio, en donde la multiplicidad de detalles y la muchedumbre que puebla el santuario es tal que el detallismo se convierte en preciosismo. La visita a la Ciudad de los Muertos es de una imaginería visual que corta el aliento por su belleza de colores y figuras y puede quedar entre lo más logrado de toda la historia de la compañía Disney, esa fábrica de sueños que, desde que estrenó su primer largometraje, "Blancanieves y los Siete Enanitos" en 1937 viene acompañando multitud de infancias.
El tema de esta película es el festejo tan difundido en México del Día de los Muertos, y su demistificación de la muerte como algo terrible y angustioso, sino como un día para celebrar y recordar a las personas que nos precedieron en su viaje al Más Allá y el recuerdo con cariño y respeto. Los terapeutas que estudian el reciente "invento" de la "Decodificación" (a la que no llaman terapia) encuentran argumentos en esta película para sostener su postura. En breves palabras, la Decodificación (de la que no soy entendido no obstante mi paso por la facultad de Psicología) se basa en curar enfermedades somáticas del tratante, rastreando su pasado hasta remontarse a ancestros olvidados, como para buscar una justificación psicológica de esa enfermedad. Es algo parecido al otro "yeite" de las Constelaciones Familiares, pero con sutiles diferencias. Bueno, decía, han encontrado en esta película motivos suficientes para respaldar su teoría.
El caso es que Miguel averigua que su tatarabuelo, el que abandonó a su familia, no es otro que su ídolo Ernesto de la Cruz, de quien tiene todos los discos, se sabe de memoria sus canciones y sabe interpretarlas en la guitarra, y ve asiduamente sus películas. Y como lo que necesita para presentarse en la competencia del Día de los Muertos es una guitarra y su abuela le ha roto la que él construyó, se interna en el mausoleo de quien fuera su antepasado para tomarle prestada su guitarra. Pero allí, por un efecto perteneciente a la administración cósmica se ve arrastrado a la tierra de los muertos, a los que al principio mira con cierta aprensión, pero pronto aprende a tratar con esos esqueletos cuyas calaveras se estructuran y descomponen con toda facilidad, hasta sentirse uno de ellos (y de hecho lo es, ya que él empieza a transformarse en un muerto más). Pronto topa con su familia de origen, su tatarabuela Imelda y demás familiares, tíos, primos, etc. Le pide a Imelda la bendición para regresar al mundo de los vivos y esta se la da, a condición que se aleje para siempre de la música, tema que como ya vimos, está fuera de toda consideración para la familia. Entonces, huye, secundado por su fiel perro callejero Dante (todo un descubrimiento de estos Disney, por lo simpático y movedizo que es, además como en toda película de dibujos animados habitada por gente, debe haber un animal mascota que oficie de trazo cómico en Disney), hasta toparse con un personaje desheredado que está pronto por caer en el olvido, Héctor. El tema del olvido es muy importante, porque cuando en la Tierra ya no hay nadie que recuerde a sus muertos, estos simplemente se desvanecen y desaparecen del Mundo de los Muertos, que es ciertamente lo que pasa en la vida, vivimos en la memoria de quienes nos recuerdan hasta que somos olvidados, después desaparecemos de la faz de la existencia aún como muertos. Héctor es un mentiroso y engañador compulsivo que le dice a Miguel que conoce a Ernesto de la Cruz ya que cantó con él y que puede llevarlo hasta la esplendorosa fiesta que éste realiza en el Día de los Muertos y que es aclamado por la multitud.
Vamos a hacerla corta. Miguel se hace de una guitarra y llega hasta Ernesto de la Cruz cantando, quien reconoce su espléndida voz y el niño le dice que es su tataranieto. Él se emociona y lo hace anfitrión de su fiesta y logra cantar en el concurso. Pero Héctor le revela que está muy triste porque su hija Coco está pronto a olvidarlo y entonces desaparecerá. Ahí MIguel se entera que su verdadero tatarabuelo no es Ernesto de la Cruz sino el mismísimo Héctor, que fue asesinado por el cantante para apoderarse de sus creaciones y hacerlas pasar como suyas. Ernesto de la Cruz se vuelve loco de cólera y manda a Miguel y Héctor al fondo de un gran pozo para que se pudran. Ahora Miguel debe hacer reconciliar a Héctor con su esposa Imelda, ya que en verdad no la abandonó, sino que cuando iba a volver a su casa fue muerto por el villano (no podía haber un buen Disney sin un malo de turno). Coco, la bisabuela de Miguel es una viejecita que está perdiendo la memoria a pasos agigantados y está más cercana de la muerte que de la vida, sentadita en su silla de ruedas. Por fin Miguel se reencuentra con su familia muerta y hace disculpar a Héctor por Imelda, quienes son atacados por de la Cruz en su escenario multitudinario y una cámara que capta todos los movimientos registra la confesión del asesino y la virtud del cantautor Héctor. Inmediatamente es vituperado por el público y desterrado de su lugar de héroe. Héctor le canta a Miguel una canción que le cantaba a Coco cuando era chica y que ella cantaba con él "Recuérdame" (excelente pretexto para meter canciones en la película, como otro recurso viejo de la Disney). Finalmente Imelda y Héctor se reencuentran y le dan la bendición a Miguel de que vuelva a la Tierra de los Vivos y que siga su destino, si quiere ser músico lo ha de ser.
Miguel regresa justo para cantarle a Coco la canción que su padre le cantaba, y la viejita responde entre susurros con la misma letra, esto enternece a su familia viva y logra recomponer el retrato recortado de su abuela Imelda con la foto que Coco retiene de su padre. Al año siguiente Coco ya ha muerto, y se festeja el día de los difuntos entre un baile que organiza cantando a toda voz y ya con su guitarra propia Miguel, aceptado por su familia y con una danza que entrelaza a vivos con muertos. Por fin Coco se ha reencontrado con sus padres y ahora bailan felices, ya despojados de su pesado cuerpo.
En resumen la película es esto, pero tiene muchas tramas y subtramas más que le dan carnadura de película de "seres humanos". Casi toda la acción sucede en la Tierra de los Muertos y despliega gran alegría y entusiasmo, todo lo contrario a lo que hacía prever. El film es altamente entretenido, se mira con atención su hora y tres cuartos de trama y nos deja deslizar alguna lágrima. Es triste y alegre a la vez y tiene momentos plenamente emotivos, como todo a lo que nos tiene acostumbrado la Disney, ahora unida con Pixar (ya desde hace muchos años, y con quien ha logrado sus más rotundos éxitos, el primero fue el de "La Bella y la Bestia").
Altamente recomendada para todas las edades, la pueden ver cómodamente padres con sus hijos sin tener que resignar ninguno su sentido del humor ya que el que presenta es universal. La canción "Recuérdame" también logró el Oscar a la Mejor Canción.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 24 de marzo de 2018

Mi crítica de "Tarascones" (Teatro)

Ayer, en mi nueva salida al teatro pude asistir a una obra maravillosa, y lo digo de todo corazón y con todas las letras. Es inusual encontrar una obra así en el teatro argentino (y me arriesgaría a decir, mundial), con tanta lucidez y agudeza en su planteo formal y valiente en su temática. Es verdad, no iba virgen de la obra porque ya sabía que había ganado el premio ACE a Mejor Obra Argentina del 2017 (ya pasaron los tiempos de las también lúcidas reflexiones de los Gorostiza y Cossa, de los Viale y Gambaro, de claridad meridiana, pero ahora estamos frente a un nuevo teatro), que la obra estaba escrita enteramente en verso y que se trataba de un crimen entre amigas, amén de ser la mar de divertida. Todo eso se cumplió, y con creces. Debo decir enseguida que no es una obra para cualquiera, hay que ser muy suspicaz y demente (perdón, de mente) rápida para pescar al vuelo tanto ingenio. La obra tiene la consistencia de los versos heptasilábicos y de rima consonante, si bien un poco libre, y los parlamentos de las cuatro MARAVILLOSAS actrices se entrecruzan dando lugar a la hilaridad. Aquí el tema es una crítica a la clase alta adinerada que se reúne (sus mujeres) a tomar el té y jugar a las cartas, con un espantoso desprecio por las clases más bajas y en particular con la empleada doméstica, a quien acusan inmediatamente (e injustamente) del crimen en cuestión. Las actrices son, por orden puramente alfabético: Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia  Guerty y Marcela Guerty, y se sacan chispas y brillo una a las otras. Es una verdadera labor de conjunto, en donde se apoyan unas a otras y donde saben que sin las demás, cada quién no tendría el lucimiento que tiene: se sostienen mutuamente espalda contra espalda como en tantos ejercicios teatrales nos enseñaron a sostener al compañero.
El crimen en cuestión, que al principio se confunde con el de una niña, es sin embargo el de una perrita, Bolitas, pequeña y diminuta que cabe en una caja de zapatos, y la ejecutora de tal macabro incidente parece ser la patada voladora de la criada, Carmen, que no sólo le quito la vida al can, sino que además la desfloró, haciendo que su himen sangrara de manera compulsiva. Es lógico, para el amor que su dueña le profesaba, Raquel (Marcela Guerty), el crimen merece el peor de los juicios y los castigos. Sin embargo, la acción, en la obra, está reemplazada por la palabra veloz, por el retruécano audaz, por el ingenio verbal. Si bien esto no quiere decir que no hay acciones concretas en la pieza, sí, las hay y en gran cantidad, lo que quiero decir que aquí el peso de la obra está en el orden de la palabra. Y al estar atravesadas por la palabra, las señoras del té, se vuelven inconfundiblemente humanas. Tan humanas que se desenmascaran como capaces de los peores atentados contra la vida humana. No hablemos ya de atar a la sirvienta con cables pelados, sino de haber cometido homicidio del marido (una), un juego lésbico con su alumna predilecta (otra), haber sido una cornuda con esposo fugado con la propia mucama (la tercera) y haber dado muerte a la mascota (la cuarta). No diremos cuál es cuál, sólo dejaré planteado que las mujeres ultra superadas y bien educadas y alimentadas han cometido sus bajezas peor que una paraguaya viviendo en Gerli, como la empleada. El encono que demuestran estas cuatro mujeres contra el personal de servicio es tal que la hacen víctima de las peores acusaciones y de un juicio que, si bien no se lleva a cabo de cuerpo presente de la infractora, da por tierra el veredicto de culpable aun antes de haberse iniciado.
Las mujeres en cuestión son Zulma (Barrientos, genial), Martita (Flechner, excepcional), Estela (Eugenia Guerty, increíble) y la mencionada Raquel, compuesta por Marcela Guerty (impagable). Los insultos que Martita descerraja contra la pobre Carmen son de un calibre y una cantidad tal que es imposible contarlos, pero deben haber sido más de cincuenta (sombras más oscuras), lo que impulsa al aplauso inmediato y cómplice por parte de un público a la vez crítico. Zulma se apura por devorar grandes cantidades de sandwichs de miga mientras las demás no la ven, y de ocultar su mal disimulado alcoholismo, Martita se lamenta por haber sido una engañada debido a su fealdad y se le vaticina que su marido, huído con su empleada, le dará dos hijos a la fámula con el nombre de "Lio" y "Diego Armando". Mientras que el monólogo de apertura que despliega Estela está a la altura de los grandes clásicos shakespeareanos, pero con una comicidad y un despliegue actoral tal que dejaría mudos a los actores del Método.
El cadáver de la perrita aparece en escena en la mencionada caja, y es blandido hacia el público en el saludo final. Se trata del más purísimo humor negro, sin dejar de lado las partes escatológicas, y si bien, el lenguaje es fluido y puro, tampoco abandona las expresiones vulgares y un tanto obscenas, que parecen marcar a estas cuatro damas patricias de la más alta sociedad aristocrática. No hay un momento donde no impere la risa y el buen humor, todo está pensado para hacer pasar al espectador atento la hora y media más hilarante que recuerde, riéndose, como es costumbre en el Humor con mayúsculas, de sí mismo, porque de eso se trata. De revisar las propias conductas y prejucios con que nos manejamos en nuestra vida social. Cuanto extranjero indocumentado habrá caído bajo nuestras críticas por el sólo hecho de poseer este estigma, que tan bien conocemos (¡a no hacerse los inocentes, acá caemos todos...!)
El hecho de poseer una máscara de la culpable, una máscara del más acendrado corte guaraní, que dicen tiene propiedades mágicas, a saber, la de adjudicar juicios al que la porte, juicios críticos, y hasta denuncias policiales, hará que esta careta vaya pasando de una en una y se vayan destapando ollas que huelen a podrido, sobre todo cuando el juicio en cuestión cae sobre una de las amigas del té y la canasta. Es de indudable gracia la "posesión" de cada una que se ponga la máscara, llegando al cenit con Estela, que hasta se anima a danzar con ritmos nativos y a bailar un innegable malambo. Y las voces que cada una saca haría temblar a la propia Linda Blair apresada por el demonio. Pero los peinados, el maquillaje y las expresiones faciales merece un párrafo aparte, tal es el grado de perfección que ha logrado cada actriz al manejar su propia máscara actoral, ese envase que le prestamos al personaje, como le gusta decir a mi directora, que se confunden con la risa, el llanto o la más atroz desesperación. El trabajo físico y mímico de las cuatro es sublime y merece el mayor de los elogios. Todo esto no sería mucho si no se hubiera dotado a la pieza de un sentido del humor cáustico y arrollador, ingenioso y arrebatador, es una comedia salvaje en su presentación e impiadosa en su temática. Por eso la recomiendo con toda devoción, está en El Picadero (antes pasó por el Cervantes) y va de jueves a lunes. Por favor no se la pierdan porque vale mucho la pena.
Ah, y merece mencionarse a dos mágicos artífices de este espectáculo: el autor, Gonzalo Demaría, un verdadero prodigio de imaginación y talento y el director, Ciro Zorzoli, sin cuya iluminación mental hubiera sido imposible este resultado. La escenografía, las luces y la música también colaboran para que todo salga redondo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 18 de marzo de 2018

Mi crítica de "Lady Bird" (Cine)

Vi esta maravillosa película que estuvo sonando mucho para la última entrega de los Oscars, porque estuvo nominada para Mejor Película, Mejor Directora (la debutante Greta Gerwig, genial) y para su actriz protagónica, la encantadora Saoirse Ronan, una chica hermosa y atractiva, sobre todo porque es lo anti-diva, con un físico aniñado, sin cola ni pechos, delgadita, tirando a feúcha pero con unos ojos verdes que encandilan, se come la pantalla y es capaz de enamorar a su público con su absurdo corte de pelo. Debo decir que el film me encantó, es una comedia fresca, con todos los condimentos necesarios para divertir y emocionar por dosis exactas.
La película empieza con un viaje en auto de madre e hija, Christine (un estigma "cristiano": Christine-Cristiana), autodenominada Lady Bird y su madre Marion. Discuten, como es usual en esta pareja y la hija sin previo aviso, abre la puerta del auto y se arroja afuera. A partir de este momento todo será desenfrenado en la película, las relaciones, las reacciones, las "primeras veces", las amistades, los noviazgos... Todo tiene un aire a novedad, todo ocurre por primera vez en la vida de esta chica, es nada más ni nada menos que el paso de la adolescencia a la juventud. Las primeras amigas, las primeras confesiones sexuales, las primeras peleas con la madre, el primer cigarrillo, la primera relación sexual (desafortunada), el primer novio y el primer desengaño, el egreso de la escuela secundaria y la elección de universidad, el primer desarraigo... y siguen los éxitos. Lady Bird vive en la ciudad de Sacramento (otro estigma cristiano al parecer, con un nombre de residencia que deja que pensar), ciudad que casi no aparece en los mapas de Estados Unidos y al que le da vergüenza pertenecer. Como le da vergüenza concurrir a un colegio católico, con sus normas estrictas de misas, confesiones, monjas y curas, etc. Como se avergüenza también la protagonista de ser pobre (convengamos, allá la pobreza es una pobreza digna, ya que viven en una casa que si bien no es lujosa, tiene todo lo necesario para vivir): el sueldo de su madre médica no alcanza para mantener dos hijos (Lady Bird y Miguel -Jordán Rodrígues-) y a un marido que se ha quedado sin empleo, el amoroso padre Larry (Tracy Letts). Todo lo que su padre le da en cariño y comprensión parece faltar en esa madre agria y rezongona, que, acuciada por la pobreza, le hace ver cada peso que le falta para cumplir sus objetivos. Las peleas entre madre e hija son casi constantes, no hay momentos de amor entre las dos (un amor desmedido y velado, que por supuesto, existe) y ella se justifica: "quiero sacar la mejor versión posible de tí", "¿y si esta fuera la mejor versión?" le contesta su díscola hija que no se queda atrás con sus actitudes.
Lady Bird sueña con ser elegida presidenta del consejo estudiantil y con irse a estudiar a una universidad en New York, pero su madre le dice que eso no es posible porque el dinero no alcanza, que la mandará a estudiar a la universidad de Davis, que por supuesto, queda cerca y es económica. Pero el padre meterá la cola (como el diablo) y contribuirá con sus pequeños ahorros para que se anote en la universidad de sus sueños y que logre alcanzarlos.
Lady Bird tiene una amiga: Julie (Beanie Feldstein), que hace juego con ella, otra desclasada, por demás obesa y si bien es linda y es brillante en matemáticas tiene que conformarse con la manguera de la ducha para reemplazar la falta de sexo, así como Lady BIrd lo hace con el agua de su bañera. Hasta que son convocados para una comedia musical en el colegio y allí conocerá al chico de sus sueños, Danny (Lucas Hedges), con quién se pondrá de novia enseguida y compartirá el primer beso, la primera noche bajo las estrellas, la primera cena de Acción de Gracias en la lujosa mansión de la abuela del chico, las primeras escaramuzas sexuales (pero sin concretar, él no le toca "las tetas, porque la respeta"). Hasta que, en una noche fatídica, lo descubre en un baño besándose con otro chico. A partir de allí nada será lo mismo para Lady Bird. Se irá forjando un carácter fuerte debido a su primer desengaño amoroso y pasará a convertirse en la amiga de su ex novio quien no se anima a confesarle a sus padres que en realidad es gay. Pero pronto lo reemplazará por otro chico, Kyle (Timothee Chalamet), un nihilista, anarquista y comunista que no se adapta (ni quiere) al sistema y no quiere entrar en la rueda de producción y conservarse bajo el sistema del trueque. Con él descubrirá el sexo (aunque otros ya lo habían descubierto antes) y será insatisfactoria la relación, ya que al creer que ambos eran vírgenes se sentirá realizada, para que, acto seguido, él le confiese que se acostó ya con seis personas distintas. Este será otro dolor de esos que calan hondo para Lady Bird. Una chica, que, como lo dice su nombre de fantasía, quiere volar como los pájaros y sentirse en libertad, una libertad tan ansiada que al final de la película llegará convirtiéndose en un gran alivio para ella y para el espectador. Pero no nos adelantemos.
Lady Bird se distancia de Julie porque hace buenas migas con la chica más popular de la división (esa que ha probado el buen sexo, tiene novio y usa polleras diminutas para ir al colegio... y vive en una mansión): Jenna, la hermosa y atractiva Jenna (Odeya Rush), a quien visita muy a menudo en sus fiestas acompañada por Kyle y con quien forman un cuarteto inseparable (las dos parejas). Pero le miente acerca de donde vive, y le da la dirección de la fastuosa casa de la abuela de Danny. Jenna se siente engañada al descubrir que le ha mentido y que es en una casa humilde en donde vive. Entretanto se busca un trabajo como mesera en una cafetería, y el hermano le deja su puesto en el supermercado. Miguel, su hermano, pasa a competir por un trabajo con el padre, quien desesperado por no encontrar empleo se presenta para manejar computadoras en una gran empresa. Por supuesto que el trabajo lo consigue Miguel, años luz más joven que ese viejo cascajo que pretende trabajar... Miguel parece ser adoptado (esto no queda en claro en el film) ya que tiene todo el aspecto de latino, con múltiples piercings y colgantes en su cara, al igual que su novia Shelly (Marielle Scott), también bella si no fuera por todo el colgantaje que luce en su rostro. Todas las mujeres hermosas parecen conspirar contra Lady Bird, que sobrevive como puede y hace lo que le sale (incluso bromas pesadas a las monjas o hasta hacer desaparecer la carpeta con las notas del profesor de matemáticas).
Pero también corta con Kyle ya que se niega a acompañarla a su baile de graduación, dejándola librada a su suerte. Es allí cuando Lady BIrd se reencuentra con su amiga Julie, y van juntas al baile y mientras todas las chicas bailan y se franelean con sus novios ellas componen una pareja amorosa/amistosa de ribetes tiernos. Y así como termina el colegio, llega la aceptación en la universidad neoyorquina y el viaje sola a la Gran Manzana. Es muy emotiva la separación con su madre, quien se niega a acompañarla al avión pero le escribe cien veces una carta que no se atreve a mandarle (y que es rescatada del cesto de los papeles por su padre y enviada a la hija). En New York tendrá otras aventuras amorosas, la primera borrachera que la lleva al hospital y la aceptación de una vez y para siempre de su nombre: Christine. Y la emoción con la misa dominguera y ese coro de ángeles que adorna la ceremonia.
En fin, un film que le hace bien al corazón y, sobre todo, a la inteligencia, con un guión pergeñado también por Greta Gerwig, una demiurga que ha sabido conducir con mano firme y segura un elenco que si bien no tiene primeras figuras, supo cosechar lauros importantes entre ellos varias nominaciones al Oscar. Para no dejar pasar. Un verdadero gusto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 12 de marzo de 2018

Mi crítica de "El Reñidero" (Ballet Contemporáneo)

Fuimos invitados por mi amigo Arauco Yepes (de gran participación en este blog), para más datos, músico percusionista, junto a mi amiga y compañera de teatro Amalia, para casi el estreno de esta potente obra del coreógrafo y director Alejandro Cervera con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.  Debo aclarar, que, si bien me gusta el ballet y lo aprecio (sobre todo el clásico), no es mi especialidad, de modo que sólo haré en este comentario algunas acotaciones generales. "El Reñidero" se sostiene en la pieza teatral, ya clásica, de Sergio De Cecco, y ésta, a su vez se apoya en el mito griego de Electra.
La historia es en base simple, y ayudado por el resumen del programa de mano paso a contarla: Elena ama a su padre, Pancho Morales. Nélida, esposa de Pancho y madre de Elena tiene un amante: Soriano. Nélida y Soriano matan a Pancho Morales. Su hija clama venganza. Orestes, el otro hijo de Pancho, regresa al hogar. Elena convence a Orestes de matar a su madre y a Soriano. Orestes se pierde. Elena sueña. Haciendo un paralelismo de este drama del siglo pasado y absolutamente contemporáneo con la tragedia griega, la madre Nélida representa a Clitemnestra, el padre Pancho, a Agamenón, Elena a Electra, Orestes al personaje del mismo nombre, y el amante de la madre, Soriano, a Egisto. Hay además una actriz en escena que recorre los espacios y recita fragmentos del texto, a cargo de Dahyana Turkie (excelente su labor) y dos músicos en escena: el tan mentado Arauco (en batería, redoblante, marimba, chapas, xilofón, etc.) y Eliseo Tapia (otro maestro) en bandoneón.
El resultado de este ballet-collage es una pieza que cierra redonda por sus cuatro costados (la tan conocida cuadratura del círculo), plena de arte, violencia, sensualidad, energía, pasión y con un cuerpo de baile ideal para este proyecto. Sí, la violencia estetizada es una pata fundamental del drama. Explota por dondequiera, hay escenas fuertes muy bien marcadas y la presencia constante de unos cuchillos que relucen con sus filos. El director aclara que quiso mostrar como la violencia de aquel reñidero se traslada a los tiempos que vivimos hoy en día. Y aparecen los cuchilleros u orilleros borgeanos, que tanto inspiraron al escritor con su maravillosa pluma en muchos de sus más celebrados cuentos o poemas. La música que suena en el espacio es de características disonantes, muy apoyada en la percusión y en los sonidos más extraños que se pueden extraer de un bandoneón (como por ejemplo cuando saca "silencios" del instrumento, un viento que representa la respiración del personaje, cada vez más agitada que hacen convulsionarse al intérprete casi con la contracción de un orgasmo).
Pero vamos a hacer un punto y aparte para hablar de Arauco Yepes. Su música se ha convertido en el corazón de la obra, cuando el ataca la batería o el redoblante, las miradas se centran en él y su música pasa a ser la protagonista exclusiva de la acción. Tal es el grado de virtuosismo y de fuerza de este joven músico. Es de una precisión tal que corta el aliento y dan ganas de seguir escuchándolo cuando calla. La batería constituye el pulso vital de los personajes y les insuflan vida, serían impensables esas peleas a cuchillo puro sin el valor de los sonidos de Arauco. Es un condimento indispensable para el buen guiso que se arma en la sala  Casacuberta del Teatro San Martín.
Otro aspecto esencial es la disposición de la sala. Al tener la estructura isabelina acerca los personajes al público, y lo hace a éste partícipe de la acción. Es muy importante el sentirse adentro del espectáculo y los cuchillos parecen todo el tiempo que van a herir al espectador. Sí, la violencia se ha trasladado hasta a las acciones de amor, todo son tironeos, desgarros, brutalidad, casi no queda espacio para la ternura (sólo aflora en el personaje de Elena) y cuando irrumpe la murga todo se vuelve cumbia (ughhhh...) como para integrar la actualidad al espectáculo.
Son deslumbrantes las escenas de conjunto, donde el gran cuerpo de baile se luce al ritmo de músicas acompasadas, y logrando una sincronización total y perfecta en cada uno de sus movimientos (son los momentos más disfrutables visualmente), como aquellos donde el finado reposa en su cama y se producen en torno a él los consecuentes movimientos de su esposa y su amante, y de Elena. Las chicas del ballet tienen movimientos provenientes del ballet clásico, aunque lo que estén haciendo ahora ha dado en llamarse contemporáneo. Otro punto a favor es el excelente trabajo de los cuerpos, bien torneados y musculados y sus contorsiones casi imposibles que me hicieron recordar el trabajo corporal de John Hurt en su memorable interpretación en "El hombre elefante", con una candidatura que lo mantuvo cerca del Oscar. Tales son los movimientos impostados de estos artífices de la danza. Y ya que hablamos de la tragedia griega, podemos decir que la musa Terpsícore está muy bien dignificada por muchachos y muchachas del cuerpo de baile y por los primeros bailarines. De quienes sería justo decir sus nombres: como Pancho Morales, Rubén Rodríguez, en el rol de Nélida Morales, Carolina Capriati, reemplazada en medio de esta función por Silvina Pérez ya que sufrió un accidente al golpear una chapa (¿para qué sirven los ensayos?), como Orestes Morales, Rodrigo Etelechea, en el rol de Elena Morales, Lucía Bargados y en el de Santiago Soriano, Boris Pereyra; todos ellos de brillante desempeño, destacándose la jovencísima Elena.
Los roles de cuchilleros son asumidos tanto por hombres como por mujeres, abriendo así paso a la igualdad de género dentro del bando de los orilleros. De "El Reñidero", además de las incontables puestas en escena de la obra de De Cecco, se cuenta en el haber, una película y una versión para Maia Plisitskaia y Maximiliano Guerra de 1990. La música de esta obra está a cargo de Zypce (¿?) y consiste en piezas de tango, milongas y cuanta música vernácula se les ocurra, amén de una cumbia de los "Pibes Chorros" y un trío de Haydn. La música acusmática está presente durante toda la función y sólo es interrumpida por la bienvenida música del bandoneón (¡bravo Eliseo Tapia!) o la percusión.
Como corolario queda una muy buena puesta de esta obra memorable con la férrea mano de una Alejandro Cervera que no conocía (desde ahora le prestaré más atención, lo prometo) que inaugura puntales de lirismo o de violencia inusitada con la misma eficacia. Un gran trabajo del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y perfectos solistas. Y los inmensos músicos. Recomendado para un público más bien adulto pero con ganas de pasarlo bien.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 4 de marzo de 2018

Mi crítica de "La Sala Roja" (Teatro)

Esta vez, todo un acierto de Teatrix al estrenar esta comedia dramática (que de comedia tiene muy poco y más de drama), que se exhibió el año pasado en El Camarín de las Musas, con gran asistencia del público femenino, por lo que podemos ver, presumiblemente maestras jardineras o madres de niños en esa edad escolar. Lo del "rojo" del título hace alusión a la violencia desatada que afectará esta reunión de padres de un jardín de infantes o a la sangre derramada (metafóricamente), que llegará al río.
Los excelentes actores son seis (desgraciadamente no identificados con sus personajes respectivos) y conviene mencionarlos a todos: Victoria Hladilo (también autora del material y directora de la puesta), Carolina Marcovsky, Victoria Marroquín, Manuel Vignau, Julieta Petruchi y Axel Joswig. Los personajes son Sandra (una mala de película, madre de Eliseo), Gabriela (madre de Félix), Martín (padre de Valentina), María Inés (la maestra), Diego y Verónica (padres de Pedro).
Lo que empieza como una charla amable entre dos madres, Sandra y Gabriela, esta última, nueva en el grupo, pues su hijo acaba de ingresar, va a transformarse en una batalla sin cuartel entre la malvada y esbelta Sandra (bien enfundada en sus ajustados jeans y lista para seducir a todos los padres casados del jardín) y todo el resto, que se le opondrá con la determinación de una piedra de la isla de Pascua. Hay mucha tela para cortar en torno a los parlamentos que se desarrollan, pero conformémonos con saber que lo que empieza siendo una discusión acerca de los problemas de los chicos se trueca en una feroz contienda en torno de la problemática adulta. Así como Gabriela y Martín hacen alianza enseguida por conocerse del "secundario" (una mentira que ni ellos mismos se tragan), Diego y Sandra harán sus complicidades inmediatas por su parte. La mujer de este, Vero, sospecha lo que luego se verá confirmado, que su marido y la come hombres son amantes. Entre tanto despiplume, la maestra insiste en hablar por teléfono con Renata, la maestra titular del jardín y encomendarles a los padres tareas absurdas, como representar en una cartulina lo que sienten que sus hijos están viviendo en la institución o armar un regalo para ellos con los materiales extraños que les facilita. Todo sucede entre discusiones, votaciones, peleas y agresiones varias. Renata es esa voz ausente y omnipresente, que se entera de todo pero que, retrasada por un problema, no puede llegar, y en cambio, dicta órdenes. María Inés, como toda maestra reblandecida de jardín de infantes, trata a los adultos con la misma inferioridad que se dirige a sus párvulos, y les pone música para chicos para organizar sus tareas o les comenta "miren que los estaré espiando", ajena a todas las trifulcas y escenas de celos que se despliegan bajo sus propios ojos.
Sandra tiene una forma de hablar autoritaria, militar, rígida y totalmente acelerada, que vuelve complicado de ejecutar su papel, además de hacerse odiar desde la platea. Así se impone ante Gabriela, que ha llevado un regalo, un DVD sobre la comida sana para que los padres vean con sus hijos y tal vez le contagie su propia afección a la macrobiótica. La humilla, le hace que le reintegren el material por considerar poco ético que lo haya llevado para difundirlo entre ellos, y finalmente, la hace arrepentirse de cada uno de sus actos. Por su parte, Gabriela, que organiza partos en domicilios se ve interrumpida por un nacimiento que llega de improviso, pero es obligada a quedarse, contra su voluntad por Martín, que la amenaza con contar lo del certificado de salud de su hijo (al que presumiblemente sus padres no han querido vacunarlo). Así, mientras María Inés bloquea la puerta con su cuerpo evitando que Gabriela se vaya, esta se dedica a la infame tarea de armar un elefante con los implementos que la maestra les ha ofrecido, como obsequio para los niños. Y lo hace bien. Contra presión, pero involucrando toda su creatividad y su arte.
Sandra sostiene una lucha denodada con Vero ya que no le avisó que empezaba el taller de música para su hijo, y ésta lo asume como una ofensa personal, que luego se demuestra que es así, pero a lo que Sandra va a buscar de solucionar. Como ella ha hablado con el marido de Vero a sus espaldas sobre su hijo, se entabla la desconfianza en esta última y le reclama el celular a su marido, que éste se niega a darle. Allí estalla en una crisis de llanto que debe aplacar con una pastilla, por lo que Sandra despliega todas sus garras de arpía y le dice que por eso no quería que su hijo fuera al tallercito de música, porque ella es una loca. Vero sostiene que su hijo Pedrito no tiene amigos, y que todos lo segregan, y que llegado el momento de regalo recíproco (el que deben darse mutuamente entre dos amigos, tal la modalidad que se ha impuesto en este jardín) no tiene a nadie que le pida que le regale algo ni le dan a él.
También se somete a discusión y votación la fiesta de fin de año, si los niños van a armar una obrita con baile y canto o no... Martín está muy entusiasmado con eso ya que su hija Valentina sueña con cantar y hasta incluye en un solo a Pedrito, para que sea aceptado por sus demás compañeros. Pero la votación final, incluida María Inés y la ausente Renata, da saldo negativo. Como así la votación de si los padres tienen que ingresar a buscar a sus hijos a la sala o esperarlos en la calle como en cualquier escuela normal. Esto es impuesto por Sandra, quien sostiene que a los chicos van a buscarlos personas extrañas: padres, madres, abuelos... y empleadas (que pueden convertirse en un peligro para los demás niños), o sea que sostiene que no ingresen más a la salita. Por supuesto que esta votación resulta negativa para ella, pero secundada por Diego, que sigue todas sus votaciones religiosamente (como un acólito).
Los personajes están maravillosamente encarnados por este sexteto de actores extraordinarios, y dirigidos con mano eficaz por Victoria  Hladilo, una escritora muy eficaz y astuta, tanto para concebir climas como para transmitir vínculos e ideas. Lógicamente, hay papeles más exigidos que otros, como en el caso de Sandra, Martín, María Inés o Vero, pero sin ir en detrimento de ninguno ya que todos están más que correctos.
Y el centro de la reunión cambia de manos, por momentos lo monopoliza Sandra hasta que es acumulado por Martín o por María Inés (infructuosamente). En fin, una comedia agridulce que nos permite reflexionar sobre las miserias humanas travestidas de problemas de niños. Para sentarse y reflexionar. Hace muy bien ver esta obra, la recomiendo enfáticamente.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).