viernes, 26 de agosto de 2016

Mi crítica de "Todas las Canciones de Amor" (Teatro)

Vengo de ver a la gran Marilú Marini en su nuevo espectáculo, casi un unipersonal, si no fuera por la presencia de quien hace de su hijo (Ignacio Monna) que es el encargado de cantar y de un pianista que hace maravillas con el piano (Diego Penelas). Es un espectáculo tranquilizador, y digo esto porque podemos quedarnos tranquilos que en el teatro comercial hay obras que han sido escritas desde el punto de vista ético/estético y no meramente para entretener, y el público lo sabe agradecer con vítores y aplausos de pie. Ver a Marilú es una experiencia gratificadora para el espíritu y para los sentidos, una mujer que a sus 71 años se mantiene en plena vigencia, en plena actividad y de la cual no es posible quitar los ojos de encima ni por un instante. Sí, Marilú cautiva como una serpiente, aunque sus propósitos sean más benévolos, nos hace olvidar que la hora pasa y que es necesario volver a casa. Lo hace con todo su arte y su talento. Con su cuerpo y con su voz. Con sólo una mesa y dos sillas de escenografía puede contar el día (normal/turbulento, digo yo entrando en el oximorón) de una mujer anónima, que no tiene nombre, que podría ser cualquiera de las que nosotros conozcamos.
Santiago Loza, el autor del texto (también guionista y director de cine de quien se recuerdas sus películas "Extraño" -2001-; "Cuatro mujeres descalzas" -2003-; "La invención de la carne" -2009-; "Rosa Patria"-2009- "Los Labios"- 2010- y "La Paz"-2013-) es un verdadero esteta y un purista del lenguaje. Es capaz de desentrañar los más íntimos sentimientos y pensamientos de una mujer acariciándola con la palabra, haciendo que el verbo estalle en sus labios, desnudando su alma con una pluma delicada en la que no habitan las groserías ni los golpes bajos. Escuchar el monólogo (largo, intenso) de esta mujer es una gratificación para el alma, desmenuzando y analizando hasta el detalle más ínfimo y lo más banal como sería que un cepillo de dientes se quiebre en dos o que una chapita metálica regalada por el hijo a los 50 años de su madre con una inscripción, sea hallada por casualidad bajo un mueble y haciendo de estas acciones proezas de la narrativa y que provoquen el interés del más despistado.
El director, Alejandro Tantanian también luce gala de delicadeza y encontró en Marini a la excusa exacta para montar esta obra, su trabajo es el del artesano, del orfebre, que puede conseguir de una mínima vivencia todo un río de emociones. Marilú se ríe, llora, grita, canta, todo con la misma naturalidad y sin exigirse siquiera para lograrlo.
El caso es que esta mujer se levanta a la mañana del día en que su hijo Martín vuelve de Estados Unidos para presentar a su novio, un negro fibroso de nombre Robert. Esto conmueve profundamente a la madre, pero la moviliza en el buen sentido, maravillada de que su hijo se haya realizado en el amor, sin prejuicios, de que haya encontrado quien cuide de él, alguien con quien compartir desde la cama hasta una puesta de sol. El padre es más tosco, Claudio, según la imitación que de él hace Marilú: "mirá que venirse a engancharse con un negro, que es de lo más vistoso, un negro es imposible de pasar desapercibido, y además este es negro petróleo, negro carbón..." "Hoy viene Martín y su sombra..." acota la madre, más delicada, "porque es negro como su sombra". "¿Habrá que decirle afroamericano?" se pregunta esta señora que nada tiene de tonta. Es difícil encontrar unas palabras que no ofendan para definir la situación, "¿diremos su amigo?".
Es mentira, no se cantan todas las canciones de amor, tan sólo cinco o seis, cantadas principalmente por Martín y en algunas a dúo con la madre (las hermosas "Cada vez" y "Zamba para olvidar"), bien sazonadas por un piano que no sólo extrae melodías sino también los más asombrosos efectos climáticos. Ignacio Monna también interpreta "Un beso y una flor", de Nino Bravo, "Lucerito del Alba" y "Esta noche voy a verte", con gran solvencia vocal y una amplia gama de matices. Y Marilú también está llena de matices en su actuación, desde la mujer medio tonta, medio afectada que inicia la función hasta la que profiere gritos desgarradores y desgarrados cuando se da cuenta que su hijo adolescente, en vez de dormir con una paloma en la almohada lo hizo con un murciélago, ahí ella se desarma totalmente y llora y grita a más no poder, lo que nos habla del dominio vocal que tiene la actriz. La que es capaz de celebrar el noviazgo gay de su hijo y quejarse a la vez por la poca atención que le presta su marido, quien en la actualidad se hubiera convertido en enemigo de aquel hombre dulce que la escuchaba hablar en la cama y le sostenía la mano hasta quedarse dormido.
En suma, un espectáculo para recomendar, y apurarse porque sólo va a estar 10 semanas más en cartel. Advertencia, no es un espectáculo de humor, aunque éste asome todo el tiempo, pero no es para descostillarse de risa, como había en el público cuatro gallinas que festejaban con risotadas inoportunas cada ocurrencia del personaje, porque el teatro "es para ir a reírse". No, es un monólogo de una calma belleza, de una sutil coloración y mucha poesía. Brutos abstenerse.
Pasé un excelente rato con Marilú Marini y espero que todos puedan verlo para compartir con ustedes un texto tan sabio y una actuación tan magistral.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 20 de agosto de 2016

Mi crítica de "Close-up" (Cine-A. Kiarostami-1990)

Con el motivo de la prematura desaparición del director de origen iraní Abbas Kiarostami, ocurrida el 4 de julio de este año, a sus 76 años por un cáncer de estómago, y en el cenit de su carrera, me decidí a ver la que tal vez sea su mejor película: "Close-up". Kiarostami se hizo famoso en la Argentina a través de su película "El sabor de la cereza", de 1997, pero bueno es recordar otros títulos que se estrenaron por aquí. "¿Dónde está la casa de mi amigo?" (1987), "Y la Vida continúa" (1992), "Detrás de los Olivos" (1994), "Y el Viento nos Llevará" (1999), "Ten" (2002), la producción francesa "Copia Certificada" (2010) y su última película, de origen japonés "Como alguien enamorado" (2012). Completa su historial cinematográfico algunas no estrenadas acá, un puñado de cortos y otro de documentales, así como su incursión en la coral "Lumiere y Cia."
"Close-up" parte de un hecho verídico, la suplantación por falsa identidad del cineasta Mohsen Makhmalbaf por un sujeto de nombre Hossein Sabzian, ante una familia crédula, a quienes engañó diciéndoles que iba a filmar una película con ellos y en su propia casa, visitándolos frecuentemente e incluso instalándose en su hogar. Esto duró aproximadamente un mes hasta que fue descubierto por el periodista Farazmaud, haciéndolo detener por la policía iraní y llevado a juicio por estafa e intento de estafa. Pero ¿qué es lo que llevó a este hombre a suplantar una identidad de alguien tan famoso como desconocido (ya que las caras de los directores no suelen estar muy publicitadas)? Este es el tema central del film, y recrea el arresto y posterior juzgamiento de Sabzian, por el propio implicado, así como una serie de flash-backs de sus días con la familia Anakah.
El film es rico en acotaciones del propio preso, quien es un hombre culto, aficionado al cine y que es capaz de proyectar en su mente una película como de citar a Tolstoi. En primer lugar dice que lo hizo para que por primera vez en la vida alguien le hiciera caso, respetara sus iniciativas y proyectos. Sabzian estuvo casado y posteriormente divorciado con dos hijos, uno de los cuales estaba a cargo de su ex mujer y otro de su madre, trabajó en una imprenta hasta que esta cerró y se volvió un "parado". Es un hombre pacífico, "muy religioso", afirma alguien por allí, que tiene todas las de perder si no fuera por las pequeñas vacaciones que se tomó siendo otro. Kiarostami toma esa historia y la explota a fondo, haciéndolo participar de su film y registrando en fílmico el juicio en el que él mismo se defiende (¿no hay abogados en Irán?). Dice que le gustaba sentirse bien tratado y complacido, así como obedecido. Tiene un episodio en el que le pide un dinero a uno de los hijos de la familia y no lo devuelve, y otro en el que recorre las habitaciones de la casa minuciosamente, una por una, con el pretexto de buscar las mejores locaciones para su film. Es curioso que la casa que va a habitar quede en un callejón sin salida, como la metáfora perfecta para lo que la vida de este hombre significa. Después de todo, a nadie hizo daño con la suplantación de identidad, sólo reavivó la vida de una familia que se enorgullecía de protagonizar una película. Kiarostami mismo aparece en su film, siempre en off, haciendo las preguntas de turno al acusado. Y cuando se impone su buena fe en el juicio y queda libre, perdonado por la familia estafada, se encontrará cara a car con Makhmalbaf, quien se convertirá en su amigo y cómplice y con quien realizará la visita final a la familia.
Todo en el film es denso ya que se trata de una historia verídica contada poro sus propios artífices (la familia también es la verdadera), los momentos del juicio son muy concentrados y hay mucho tiempo de cámara fija en el rostro de  Sabzian, así como largos planos secuencia en la ficción dentro de la ficción. Tiene el encanto de esos espejos infinitos que se reflejan uno al otro. Lo que primero sale a la conclusión es que se trata de un buen tipo (por no decir de un "pobre" tipo), cuyos sentimientos son auténticos y el sentirse importante, con poder, dentro de un ámbito que le era familiar, como el mundo del cine y el arte, lo llevan a potenciar su embuste. Sale a la luz también el tema de la identidad, ¿uno es quien es o quien cree ser? Ya que no se trata de un caso de psicosis, ¿produce más beneficio jugar a ser otro que llevar una vida monótona siendo un "parado", siendo uno mismo? Esta, al ser una de las primeras películas de Kiarostami, nos demuestra que tenía muchas cosas dándole vuelta por la cabeza, algo que por suerte pudo plasmar a través de su limitada obra (no hay que olvidar que hoy en día, filmar en un país como Irán puede traer muchos dolores de cabeza y hubo momentos en que se tuvo que imponer la autocensura para que le estrenaran sus películas). Recomiendo fervientemente la visión de "Close-up". Kiarostami ha muerto... ¡larga vida a Kiarostami!
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente). 

sábado, 13 de agosto de 2016

Mi crítica de "En la Casa" (Cine-F. Ozon-2012)

Como les prometí, ahora vi la película de Francois Ozon inmediatamente anterior a "Joven y Bonita" (2013): "En la Casa" (2012). Sería bueno para empezar recordar el concepto de Freud sobre lo siniestro: "la extraña familiaridad", alude a lo espantoso que se revela en lo que de siempre se creía conocer. Ampliando diríamos que es algo"desde siempre familiar para la vida psíquica y que sólo la represión ha vuelto extraño". Lo que crea el sentimiento de "extraña familiaridad" es el retorno de lo reprimido, como un cadáver que regresa a la vida. Hay algo de todo esto en "En la casa".
Pero preguntémonos, ¿hasta dónde puede llegar la curiosidad sin convertirse en un voyeur? ¿es necesario "espiar por la cerradura" para la creación artística, literaria en este caso? ¿puede un joven de 16 años ser tan manipulador que convierte a su profesor de literatura en un voyeur del voyeur? ¿puede un texto escrito alterar la vida cotidiana de tanta gente? ¿y si es así, cuáles pueden llegar a ser las funestas consecuencias? Estas son algunas de las preguntas que nos sugiere este film denso, abigarrado, claustrofóbico y perturbador. Como siempre, Ozon sabe muy bien dónde apuntar para provocar la subversión de nuestras conciencias.
La película está basada en el libro de Juan Mayorga "El chico de la última fila" y nos cuenta la relación que se establece entre un profesor de francés, Germain (excelente Fabrice Luchini) y un alumno, Claude  García (exacto Ernst Unhauer), pichón de escritor. El maestro, cansado de dar clases a alumnos descerebrados que no pueden escribir más de dos líneas, encuentra en la redacción del chico un motivo de inquietud, de lo que hace también partícipe a su esposa Jeanne, una galerista de arte a la que le están por cerrar el negocio. Claude se hace amigo de Rafa, un compañero del mismo curso, para introducirse en su casa y ver como vive una familia normal de clase media, él al que la madre lo abandonó de chico y convive con un padre otrora obrero y ahora discapacitado en una silla de ruedas. Se introduce en la casa de Refa con el pretexto de ayudarlo con la matemática, y allí conoce a su madre, Esther (bellísima Emmanuelle Seigner) y el padre, otro Rafa. Poco a poco va inmiscuyéndose en las actividades de la familia y ya pasa a ser un integrante más, con el sólo propósito de plasmar en la escritura todo lo que allí vive. El profesor le advierte que tenga cuidado, que es mejor usar la imaginación en el oficio de escribir y no de tener que vivenciar las cosas para escribirlas. La palabra clave aquí es "exposición", tanto la que se somete la familia de Rafa como la que inaugura Jeanne en su galería. El profesor se vuelve adicto a cada nuevo capítulo de la historia de esa familia, que siempre finaliza con un (continuará...). Así es como Claude empieza a recorrer la casa con obscena curiosidad, explorando cada ambiente, habitaciones, baño y escritorio y revisando cada elemento que encuentra que le pertenece a la familia (¿es que el voyeur se ha vuelto fetichista?). Germain le presagia un mal final para sus actividades y le dice que se cuide, que lo deje (el final para Germain será el peor que podamos presagiar). Así es como, con la complicidad del profesor, Claude consigue una copia del examen  de matemática para que Rafa lo apruebe, ya que su madre pensaba reemplazarlo a él por un profesor de verdad, ya que le trae mala espina la presencia de Claude en su casa. Por supuesto le va bien en el examen y el joven es nuevamente aceptado en la casa de  "los Rafa". Incluso es una noche invitado a quedarse a dormir y sorpresivamente recibe un beso en la boca de parte de su amigo. Por supuesto, aprovecha la noche para husmear en cada uno de los rincones, además de meterse en el cuarto de los padres e imaginar una escena de sexo entre ellos que será agregada a su redacción.
Un sábado que padre e hijo van a jugar al bascket, logra encontrarse a solas con Esther, por quien siente un profundo deseo, y a través de un poema que le ha escrito consigue besarla, lo cual es sorprendido por su amigo. Lo cierto es que Germain, desde que ha conocido a ester chico no hace más el amor con su mujer, lo que le induce a esta a pensar que está enamorado de su alumno (se nota aquí un corrimiento del deseo hacia quien lo inspira y lo inhibe a la vez), presentándose también conductas paternales como a ese hijo que nunca tuvo. Desde acá se establece en la película una suerte de realismo mágico, ya que el profesor es visto en escenas donde no está, por ejemplo en diálogos entre Esther y Claude o entre Claude y Rafa. En el afán por dar un giro conflictivo al personaje de Rafa, decide que se ahorcará (en su redacción), lo que inmediatamente Germain comprueba que no es cierto. El profesor le pide que por favor deje de escribir ya que se está metiendo en un terreno espinoso y no les será fácil salir (a ninguno de los dos). Pero el punto final lo pone Rafa, cuando se enfrenta a su amigo golpeándolo rudamente por el beso con su madre. Allí decide que dejará de escribir. Y el final no se los voy a contar para que puedan ver la película.
"En la casa" es un perfecto ejercicio de estilo por parte de Ozon, siendo una de sus mejores películas y la que más significados tiene para desentrañar, además de estar preñada de simbolismos por todas partes. La recomiendo fervientemente, créanme que no se van a defraudar. Esta la pueden bajar de Internet ya que ya hace rato pasó por los cines.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 8 de agosto de 2016

Mi crítica de "Joven y Bonita" (Cine-F. Ozon- 2013)

Ví la última película (hasta ahora), de ese gran provocador del cine francés que es Fracois Ozon, "Joven y Bonita". La verdad es que no me pareció tan mala como prometían los que ya la habían visto y comparaban con su filmografía anterior, en realidad no me pareció mala en absoluto. Si hay una virtud y un defecto que podemos encontrarle es la elección de la protagonista: se llama Marine Vatch y es la chica que tiene loca a media Europa (ahora se ha estrenado otra película con ella). La buena noticia es que es joven y hermosa (como lo indica el título del film), es delgadísima, de unos ojazos verdes impresionantes, un rostro terso como tercipelo, lindos pechos (se muestran mucho en la película), una figura encantadora... en fin, todo lo que un hombre puede desear... La mala noticia es que es absolutamente inexpresiva, no sé si será porque su papel se lo exigía o porque ella es así. Hay quienes la comparan con la nueva Catherine Deneuve, y en algo no se equivocan, tiene ese aspecto de belleza glacial, inconmovible, que sólo fue capaz de arrojar una (¡1!) lágrima en toda la película. Sí, se me dirá, son marcaciones del director... pero habrá que verla en el futuro qué es lo que puede brindar.
Acá el argumento se desarrolla en cuatro situaciones bien marcadas, una por cada estación del año, separadas por canciones que explican los sentimientos de Isabelle (Vatch) según el paso del tiempo, y tiene cierta rememoración a las canciones empleadas por Ozon en "8 Mujeres".
Comienza en el verano, donde toda la familia está pasando sus vacaciones en una villa balnearia, allí Isabelle (con su hermano Víctor, de eterno compinche) vive su primer amor de adolescencia. Tiene 16 años, y el afortunado es un alemán fortachón y rudo, con toda la pinta germánica, llamado Félix. Él es el encargado de desvirgarla una noche de playa, en dónde ella disfruta más bien poco (bhá, nada), del acto en cuestión. Previamente su hermano la había sorprendido gozando a todo lo que daba masturbándose con una almohada en las largas siestas veraniegas. Lo que queda de esa experiencia es abrir el canal de goce, para lucrar con él...
Sí, porque cuando llegue el otoño e Isabelle ya haya cumplido sus 17 años, la veremos convertida en una prostituta adolescente que se comunica por celular con sus clientes y tiene página en Internet. Uno de sus primeros clientes, y será de los más fieles será George, hombre de edad que la trata muy bien y le paga religiosamente los 300 francos que ella pide. Se verá envuelta en muchas situaciones de prostitución, todas en hoteles de alta categoría, y no faltará algún pervertido que le pague por verla tocándose en varias posiciones y masturbarse por ella. Ésta sale vestida de su casa con rompa normal de adolescente, pero en el baño del subte se transforma en la mujer sensual que atenderá hombres y luego vuelve a su modosito traje de púber. Por supuesto que ni sus padres ni su hermano sospechan nada cuando la ven salir todas las tardes para "estudiar con sus amigas". Hasta que la fatalidad quiere que una buena tarde, George, consumidor de Viagra para mantener las cosas erectas a pesar de su edad, muera de un ataque fulminante al corazón. Ella huye de la escena de la muerte (estaba cabalgándolo) y parece que deja su ambicioso trabajo.
Cuando llega el invierno, un policía y una asistente social visitan a la madre de Lea (tal era su nombre de batalla) mostrándole fotos de su hija y desayunándola sobre sus pasatiempos y la muerte de George. La madre al principio lo niega, pero una vez hecho el allanamiento y confiscados celulares, computadora y descubierto su monedero con las ganancias, la madre se rinde a las evidencias. Es allí cuando se enfrenta duramente con su hija y le da flor de paliza... pero la cosa no pasa de allí, aunque el secreto es sabido por toda la familia. Las amigas del colegio de Isabelle continúan en la ignorancia. El padrastro de la chica tiene una frase muy desafortunada: "Ella es joven y linda, es normal que los hombres se fijen en ella y le ofrezcan citas". Esto despertará las sospechas de la madre hacia un hombre bueno que no fue consciente del daño que podía provocar con ese comentario. Deciden mandarla a un psicólogo -como opción de ir internada a un instituto psiquiátrico- pues ella se niega a ver a un profesional. Todo va bien con las sesiones. La chica se arrepiente de su pasado, dice que en el momento no lo disfrutaba, pero que luego tenía ganas de volver a hacerlo y que lo hacía por el vértigo que le provocaban las citas por celular, el llegar a esos hoteles y ver a alguien nuevo cada vez (esto corrobora la opinión de quienes dicen que las putas no lo disfrutan de verdad, yo tengo mis ciertas dudas...). Cerrando el invierno, se enamora de un chico en una fiesta y llegada la primavera los encuentra de novios.
En la primavera vemos a los novios haciendo el amor y ella parece disfrutarlo mucho, algo que no ha experimentado en su vida anterior. Pero un día le dice que está cansada, que ya no lo ama y que tienen que separarse. El muchacho no patalea mucho y silenciosamente se va silbando bajito con pasito de murga. Pero ella parece que vuelve a las andadas (esto se comprueba porque cambia los chips de su celular y ahí tiene decenas de invitaciones) y un día es citada al hotel por una mujer. Es la viuda de George, y descubrimos alegremente que debajo de ese pelo rubio canoso y esos anteojos negros está la querida Charlotte Rampling con sus ojos siempre perennemente verdes. Le pregunta cuántos años tiene en realidad y le dice que quería conocerla. Después de algunas confesiones por parte de la mujer grande, suben a la habitación donde se encontraban los amantes y le pregunta cuál es su tarifa. Ella le deja los 300 francos en la mesa y sólo le pide que se recueste con ella en la cama para recordar a su esposo. Cuando Isabelle se despierta ya está sola y el dinero sigue allí. No hay más datos de que haya vuelto a la prostitución, pero algunas tomas insidiosas del director lo hacen sospechar. Toda la familia se va de viaje de vacaciones al llegar el verano y este cuento se ha acabado.
Ozon vuelve a poner el dedo en la llaga de la tranquilidad social, y nos demuestra que nuestra propia hija, hermana o compañera puede ser muy bien una puta de lujo que engaña a medio planeta. No remueve tantos escombros como en otras películas, es cierto (recordemos "Gotas de lluvia sobre rocas calientes", inspirada en la pieza teatral de Fassbinder, "Sitcom", "La Piscina", "Bajo la arena", "8 Mujeres" o "5 x 2", sin mencionar "En la casa", que todavía tengo por verla, la anterior a esta, que dicen que esa es buena de verdad), pero logra colocarnos sobre un tembladeral de dudas similar al que ejercía Buñuel con "Belle de jour", perdonando el paralelismo. Ozon lo ha hecho de nuevo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 6 de agosto de 2016

Mi crítica de "Yiya, el Musical" (Teatro-Musical)

Ver Obra

Ayer, en un veraniego día de invierno fui a ver esta obra que me tenía con ganas desde que se estrenó. Sumado a la presencia siempre atractiva de Karina K, que para mí es la mejor cantante de musicales, capaz de afrontar cualquier papel, y acá el reto era grande, no sólo interpretar a una anti-heroína, sino también el de llevar sobre sus espaldas la figura de una mujer envejecida y con kilos de maquillaje en el rostro y peluca. Recordemos un momento quien fue Yiya. "Yiya Murano, la envenenadora de Monserrat" asesinó entre el 3 de febrero y el 24 de marzo de 1979 a sus tres mejores amigas sirviéndoles bombas de crema preparadas por ella, envenenadas. Lo cierto es que Yiya les debía plata a las tres, que se la habían dado para que ella las alimentase en la bicicleta financiera de aquellos funestos tiempos y, ante el reclamo de éstas, decidió poner fin a la relación... mandándolas al otro mundo. Rápidamente se convirtió en una de las asesinas más conocidas y emblemáticas del país ya que no dejó medio de comunicación por mostrarse. Su desparpajo y cinismo la constituyeron como una de las primeras figuras mediáticas de la Argentina. Ella siempre negó su crimen, tanto ante la justicia como ante la opinión pública. Yiya pagó su crimen con 16 años de cárcel.
Fanática de la revista porteña que se ofrecía en El Nacional, hoy ese teatro la recuerda instalando al personaje en sus tablas, con una comedia musical escrita por Osvaldo Bazán con música de Ale Sergi y dirección de Ricky Pashkus y un elenco que forman la ya mencionada Karina K. (Yiya), Fabián Gianola (Jorge, su amante), Patricio Contreras (Ricardo, su marido), Tomás Fonzi (Fabián, su hijo) y las tres asesinadas: Virginia Kaufmann (Marta), Tiki Lovera (Susi) e Iride Mockert (Beba). Y para hablar de un tema tan espeso se ha considerado un formato jocundo y fecundo como mejor solución para tratarlo. Es por eso que estamos, ahora sí, ante una verdadera comedia musical. Debo decir que el libro de Bazán no es del todo sutil, ya que se nutre de los chistes que la supuesta Yiya había escuchado en la revista, de alto calibre procaz y con un lenguaje (el de ella) que no se caracterizaba por la mesura ni la delicadeza. Esto puede ser un buen aporte para algunos, ya que el público festejaba las bromas con grandes carcajadas y aplausos y yo (que también era público) decía: ¡cuánta vulgaridad, esto desmerece el virtuosismo de los actores!
Palabrotas aparte, es impresionante el trabajo físico y vocal que ejerce mi admirada Karina K. Su caracterización de Yiya es poco menos que perfecta, en cuanto al vestuario y maquillaje, contención física y expresión sonora. Es imposible sacarle los ojos de encima por un momento mientras está en escena, ella es el centro de la obra y se luce de una manera impresionante, atrapa todos los sentidos del espectador desde el primer instante, algo muy difícil de conseguir, que desde el minuto 1, ya estén en marcha los motores a toda altura para concentrar las expectativas. Por ser conocida la historia aquí lo que se modifica es el suspenso, ya no cuenta el "qué pasará" sino el "cómo pasará", en cuanto a forma de ser contado el cuento. Si bien la música es agradable y ágil, no estamos aquí frente a ningún descubrimiento musical, las canciones son lindas, difíciles de cantar algunas pero no hay ningún hit pegadizo que uno salga tarareando a la salida del teatro. Eso es mérito de Ale Sergi. Las letras de Bazán no desentonan y crean un momento muy poético cuando, guitarra en mano, el hijo canta, en un tono menor, su desesperación por ser hijo del amante de Yiya y no de su propio padre y de sentirse un nadie o una nada. Son muy armoniosas también las creaciones para dos o tres voces que ensamblan al mismo tiempo con distintas letras, y eso marca un puntaje muy alto para la obra y el canto. Todos los actores se desempeñan muy bien cantando, incluso Pato Contreras, a quien no recuerdo haberlo visto nunca haciéndolo, se defiende bastante bien. Las tres muchachas del coro de víctimas son igualmente eficaces y han sido bien seleccionadas.
La historia es bien conocida, Yiya se casa con un abogado pacato, enamorado y pesado (Pato Contreras), mientras tiene relaciones con su amante, Jorge (Gianola) y queda embarazada de éste. Yiya viene de alcurnia militar y se ha forjado dentro de ella una personalidad acorde, rígida (en su pensamiento y movimientos), admiradora de HItler y Musolini y no duda en pasearse con el brazo en alto cada vez que puede, creando escenas verdaderamente jocosas. Cuando baja a la platea a hablar con el público y a ofrecer sus "bombas de crema" (que por supuesto nadie acepta) juega entre la gente diciendo que tal o cual le hace recordar al Fhurer, o ese peladito tan simpático que me parece Musolini... Las situaciones de la bicicleta financiera está bien resuelta haciendo caer billetes del cielo y la de el crimen de sus "amigas" también, lanzándoles masitas/pelotitas y derrumbando a cada una de ellas. Si bien no es el colmo de la comicidad (hay escenas despobladas de ninguna broma) se puede tomar como un pasatiempo ligero, que no se esforzó mucho en hacer reír, sino sólo sonreir y deplorar las obscenidades (si bien estaban dentro de la estructura mental de Yiya). Como les dije, hay mucho trabajo de dirección en la preparación actoral de Karina K, y los demás la juegan más bien en piloto automático, y es por eso una labor encomiable y digna de verse. Cálidamente recomendable.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 1 de agosto de 2016

Mi crítica de "Ay, Amor Divino" (Teatro)

Ayer fui con mi amiga teatrera Amalia, en una fría tarde, combatiendo la lluvia (y al Capital) a ver a la muchacha peronista Mercedes Morán en su delicioso unipersonal "Ay, amor divino" de cuya autoría es responsable y que es una verdadera autobiografía (más que nada humorística) sobre la propia autora. Lo primero que nos llama la atención es la abundante escenografía (a telón abierto): una chaise long, almohadones en el piso, al frente, una silla alta, una pequeña mesita con vaso de agua, otra silla, un sillón... Entra la Morán a escena (rubia platinada, que para mi gusto no va con los rasgos de ella) y todo se vuelve fiesta. Claro, está dirigida por Claudio Tolcachir y no pudo haber caído en mejores manos, ya que él sabrá marcarle los tonos exactos y no ir contra su avasallante personalidad sino acompañarla desde una sabia guía. Empieza el espectáculo con los primeros compases de la "Rapsody in the Blue", de Gershwing y, con el escenario a oscuras, vemos el perfil de ella sentada en una silla alta y sobre la pantalla del fondo una foto de niña que se agranda. "Esa era yo. -empieza la Morán- Nací el 21 de septiembre de 1955, en plena Revolución Libertadora, mientras mi padre iba preso por peronista. Será por eso que nunca me gustó mucho festejar mi cumpleaños. Porque siempre presentía alguna tragedia". Así comienza un recorrido que durará una corta hora y veinte pero que parecen 10 minutos, como todo lo que se hace con placer. Como Einstein definía su Teoría de la Relatividad: no es lo mismo un minuto con una brasa encendida en una mano que con una bella mujer en los brazos...
Y así irá Mercedes desgajando pedazos de su infancia, de su adolescencia, de su adultez, con los aditamentos del amor a Dios, religión, picardías, familia, amores, culpas, deseos, miedos, casamientos, maternidades, separaciones, actuaciones, etc. Despliega sus recuerdos con un cierto orden cronológico, pero también con algún atisbo de asociación libre, porque los mezcla, pasa de la niñez a la adolescencia con toda comodidad, y después vuelve a aquella. Así pasa por su nacimiento y primera infancia en el pueblito cordobés de Concarán en donde compartió vida con su madre, padre, hermana y hermano, tías, primos y la criada de la casa, Carmen, de quien ella era la favorita. Tiene gran facilidad para pasar de un personaje a otro, con total naturalidad, como si no le costara ningún esfuerzo... de su madre la "educadora" (maestra primero y directora de escuela después), pasando por su tía (la puteadora), Carmen, su hermana (la españolizada) y hasta un niño peón que mientras se sacaba los mocos trataba de explicarle: "tu papá es un héroe" en su media lengua campesina. Y todo va fluyendo con una espontaneidad asombrosa.
Así nos enteramos de su primer amor, a los 6 años. Enamorada perdidamente de... su hermano, que tenía 16. De cómo raspó la pintura del vidrio del baño para espiarlo mientras se bañaba y al verle el pito tuvo la revelación: quedé embarazada. Y de cómo le rezó a Diosito para que le sacara ese hijo no deseado, cómo le explicaría a su familia, si sería madre y tía de su hijo y su propia cuñada a la vez... en fin, todo en un tono humorístico que Mercedes Morán sabe manejar muy bien, está como pez en el agua en este espectáculo.
Ocupa la mayor parte del tiempo hablando de su niñez, de su amor incondicional a Dios (de cómo después se hizo atea, agnóstica y ahora es budista y hace meditación), sus hombres amados (entre los que se encontraba Johnny Tedesco, de "El Club del Clan", cuando, ya en Buenos Aires, tuvo televisión), la bonhomía de su padre, la incomprensión y la "mano fácil" de su madre, etc. Por ejemplo es muy gracioso el Padrenuestro que rezaba cuando era una niña, confundiendo la pronunciación de algunas palabras por no comprender su significado, así como el "Ave María" y el "Gloria". De cómo soñaba con su traje de Primera Comunión (que tenía que ser algo así como el vestido de "Sissí Emperatriz", película que había llegado al pueblo) y que resultó ser el vestido de Santa Lucía porque la madre le había prometido a Dios que si el tratamiento de los ojos de la hermana quedaba bien, Mechita se consagraría a Santa Lucía... "¿por qué yo, si la bizca era mi hermana?", se preguntaba Mechi. Cuenta de su traslado a la Capital Federal, porque su hermano venía a la Universidad acá y en el último momento, cuando ya estaba todo el coche cargado dijo: "yo no voy, porque me tengo que casar con mi novia, a quien dejé embarazada". Allí se le desplomó un mito. De sus estudios en el colegio de monjas y en sus mentiras infantiles para conseguir amigas. De su enamoramiento de el primer hombre real: el muchacho del quiosco de la esquina, quien gustaba de su hermana. Ya en tiempos más adelantados, a los 17 años su primera incursión en la política y su marcha contra los fusilamientos en Trelew y de como terminó en la comisaría junto a su novio y fue sacada por su padre quien se sintió orgulloso de ella. Vendrían los tiempos  de los casamientos y los embarazos, de las separaciones y finalmente el más triste, la demencia de su padre a los 90 años. Allí consiguió sacarme alguna lágrima, cuando, internado, se preocupaba por quién iba a pagar la internación y le pidió a su hija que le consiguiera un trabajo. Esto nos habla de la honradez y rectitud de un hombre que lo consiguió todo en la vida a golpes de trabajo y de decencia. Ella le consiguió el trabajo, le dijo: acá en mesa de entradas necesitan alguien que controle el estado del tiempo, si llueve, si hay sol, si hace frío, y le dió un cuadernito para ello. Es el momento más emotivo del espectáculo, que no obstante, remata con una ironía. Y el momento de la muerte del padre. Allí cambia el registro de comedia y se larga a llorar sobre la gorra de él.
Faltará su "caerle la ficha" cuando cumplió los 50, que sintió como el haber llegado a la mitad de su vida (como si fuera a vivir 100 años) y junto a eso, los calores menopáusicos. Lo hace de manera muy graciosa y ahora habla de haber encontrado su amor definitivo y apaciguado. No falta el amor por la actuación y por poder ser muchas mujeres en una y darse ese lujo todas las noches desde arriba de un escenario.
En síntesis, que es un espectáculo pleno de humor y de sensibilidad, con recuerdos graciosos y de los otros, que bien podría ser la vida de cualquiera de nosotros, conducida por la mano experta de un director y formador de actores y con la presencia imborrable e irreemplazable de su autora y actriz: la Señora Mercedes Morán.
Altamente recomendable, pero apúrense porque son dos meses solamente.
Y gracias por haberme leído hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).