miércoles, 29 de abril de 2020

Mi crítica de "Mucho Ruido y Pocas Nueces" (Teatro)


Muy buena la idea de la gente de Teatrix de sumar esta obra a su catálogo.
Debe de haber tenido un muy buen día Jorge Azurmendi cuando decidió reflotar este clásico de William Shakespeare y convertirlo en esta maravilla que asombró la cartelera porteña en el 2019. Porque la obra no perdió nada de vigencia, porque Azurmendi transformó una comedia clásica en un hecho teatral vivo, porque emociona y hace reír, porque proporciona ratos de un verdadero placer para los sentidos. Por todo eso y mucho más, "Mucho Ruido y Pocas Nueces" me cautivó de principio a fin y me hizo disfrutar como pocas veces una obra del bardo de Avon. Le puso música a la obra, y para eso cuenta con una violinista, un flauta traversa, una clarinetista y una percusionista y tecladista que son una maravilla, hacen bailar y batir palmas a todo el público y dotan a la obra de una alegría que ni el propio autor supuso que tenía. Los personajes son todos encantadores, Bendicto y Beatriz, primos y rivales, con una lengua filosa y una ironía y maledicencia que los hace discutir benévolamente siempre, pero, como se decía en mis tiempos de infancia: "los que se pelean se aman", y ellos terminarán rendidos uno a los pies del otro antes que pasen las dos horas y cuarto de la comedia. La otra parejita está integrada por el Conde Claudio y la adolescente Hero, una chica de radiante belleza, que no tendrán tantas vueltas en jurarse amor, pero, que por un juego de el hermanastro de Benedicto, don Juan, un malo de aquellos, hará que la boda se transforme en un verdadero drama (con velorio incluido).
Pero como en los tiempos de Shakespeare los papeles femeninos eran interpretados por hombres, acá se dará el inverso, y hará la mano maestra del director que algunos masculinos sean jugados por mujeres, tal es el caso de Leonato, padre de Hero y tío de Beatriz, el del fraile y el escribano (interpretados por la misma actriz) y la sorpresa de la noche, el de Dogberry, el alguacil jefe, en manos de la talentosa y amiga de la casa María Rosa Frega. Ya la había admirado en su unipersonal "La suplente", y acá es una pieza más que ingeniosa vestirla de hombre, con barba y bigotes, para ejecutar el inefable papel que será el más aplaudido por el público y el más festejado: el del jefe de los vigilantes. Porque con sus confusiones idiomáticas, sus juegos de palabras ("Los pájaros mueren de pie" y "Los árboles cantan hasta que mueren", ¿o era "Los pájaros", de Hitchcock, ¿no la viste?) y su ternura infinita (la cara de desolación cuando el reo le increpa "¡nabo!": "que conste en actas que me llamó nabo") se transforma en la pieza esencial de la comedia pergeñada por Azurmendi, el toque justo de humor que sólo la talentosa Frega puede manejar como pocos y hacer suya la escena.
Pero vamos a la historia. Don Pedro de Aragón llega a la ciudad de Mesina y trae con él su ejército de valerosos soldados (usando paraguas en vez de sables, igual que todo el decorado de la escena, con paraguas abiertos, tras los que se esconderán los personajes cuando lo crean necesario), entre ellos el príncipe Benedicto de Padua (Jorge Noguera, un gran trabajo, con carisma e ironía), quien será recibido en casa de su tío Leonato (Cristina Draminico) y se encontrará con su prima Beatriz (la bella y siempre eficaz Maia Francia), una descreída del amor y de lengua filosa igual que él. Pero el problema de estos primos es que se burlan de los enamorados, creen que jamás caerán en las redes del amor y a poner cara de bobalicones trastornados por tal sentimiento, que es mejor morir solteros a sufrir la prisión del matrimonio. Claro, todos sabemos que antes de que finalice la obra serán tal para cual... en el lecho conyugal. El leal amigo y ladero de Benedicto, el Conde Claudio (Francisco Andrade) no bien ver a la hija de Leonato, Hero (Antonia Bengoechea, hermosa), cae en las redes del amor y ella cae también... Se juran fidelidad y preparan su boda.
Pero quiere el hermanastro de Bendicto, el desheredado don Juan (Hernán Muñoa) que esto no llegue a su fin, por el puro placer de destruir, y para ello urde un plan. Hará que uno de sus amigotes, Benachio, junto con Conrado, se muestre frente a la ventana de Hero, con Margarita (Natalia Giardineri), la criada de ésta, haciéndole el amor, para que los otros crean que es Hero quien se divierte en manos de otro hombre y así sea deshonrada el día de su boda. Todo sucede de esa forma y cuando Claudio va a tomar por esposa a Hero, la trata de engañosa, ladina y ramera y rehúsa ese casamiento. Hero cae en un sopor del cual no puede salir. Leonato se siente ultrajado por tal infamia y pide venganza, pero de tal forma que hará creer que su hija ha muerto, para que le pese en la conciencia a Claudio.
Mientras tanto, unas voces malignas, las de los amigos de Benedicto, lo sabrán escondido detrás de ellos y le harán creer que Beatriz se muere de amor por él, para que éste caiga en la trampa y se le declare. A su vez, Úrsula (Divina Gloria, ya muy alejada de la figura que era, ahora gorda y avejentada) y Margarita embaucarán a su ama Beatriz con el mismo señuelo, harán creer que Benedicto está arrodillado ante ella. Y como bien sabía Lacan, el deseo es el deseo del otro (por eso es que todos los vendedores en colectivos proclaman "ya le entrego, señora" aunque nadie le haya pedido nada, porque saben que así nacerá el deseo de comprar), hará que tanto Beatriz como Benedicto piensen muy seriamente el uno en el otro y terminen declarándose su amor. Párrafo aparte merece la gloriosa actuación de Maia Francia cuando escucha las revelaciones, detrás de un paraguas y se cae varias veces dándose unos golpes terribles y alimentando la carcajada del público.
Mientras todo esto ocurre, Dogberry y su pandilla han atrapado a Benachio y Conrado y los han llevado ante un escribano para que declaren sus fechorías. Éstos son presentados ante Leonato y su hermano quienes dan por comprendido el entuerto. Entonces proponen a Claudio su perdón, (éste cree que Hero ha muerto) si se casa con la hija del hermano de Leonato, quien es idéntica a Hero. Éste, arrepentido y contenido acepta, como aceptado nuevamente por la familia. Antes Benedicto lo había retado a duelo impulsado por Beatriz, quien quería defender el honor de su prima muerta. Todo se resuelve buenamente cuando se descubre la maquinación de don Juan detrás del entramado y que el sinvergüenza ha huido a la frontera para no ser apresado.
Se lleva a cabo el casamiento de Claudio y la desafortunada Hero, quien, en un paso teatral, sale de bajo de su velo de muerta y se entrega en un beso de pasión y de perdón ante Claudio, nunca más felices y enamorados. Benedicto aprovecha para casarse con Beatriz, aunque esta se resista por su orgullo. Pero el beso los encontrará a aquéllos también. Todo termina con un gran baile con música y palmas que el público agradece. Han sido dos horas de risas, lágrimas y emociones, todos transformados por la pluma sabia de Shakespeare quien sabía indagar a fondo el alma y las pasiones humanas, ya fuese bajo la forma del drama o de la comedia. Ésta brilló más que nunca de la mano de un elenco que supo responder a las exigencias y deleitó a un público mayormente integrado por alumnos de colegio. Acá les dejo la obra para que la disfruten. ¡Que sea de su agrado! Y gracias una vez más, Teatrix, por sentarnos a la mesa con semejante plato.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 27 de abril de 2020

Mi crítica de "Las Amargas Lágrimas de Petra von Kant" (Teatro)

Es de destacar la labor del Teatro General San Matín (y de muchos otros) que se esfuerzan por presentar títulos atractivos de su programación en la modalidad de "Teatro en casa" para paliar la abulia generada por la cuarentena. En este caso la cita era el sábado, para asistir a una obra del prestigioso cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder, uno de los artistas más trascendentes de todo lo que va del arte cinematográfico y quien ha revolucionado el cine alemán presentando una cantidad y calidad de títulos que en mucho exceden su corta existencia. Es ya proverbial el hecho de que reunía a sus actores (casi siempre los mismos) y filmaban a toda velocidad y en un lapso muy corto de días títulos que iban a ser claves dentro de la filmografía mundial, tal vez porque sabía que su final estaba cerca.
Y una de las obras de teatro que escribió fue esta "Amargas Lágrimas de Petra von Kant", que en nuestra escena hiciera popular la talentosa y querida Alicia Aller. La versión, ahora está protagonizada por Muriel Santa Ana como Petra y bajo la dirección también valiosa de Leonor Manso. Para esta puesta se ha jerarquizado el lugar de una cama que ocupa el centro del escenario, con accesorios a los costados pero de menor impacto dramático. Las seis mujeres que integran el elenco están vestidas de rojo (menos Marlene, la asistente de Petra, el único personaje que no habla en toda la obra), símbolo del color de las pasiones desatadas y violentas, por qué no trágicas, como todo lo que es desmesurado y sin medida. Están envueltas en una gran "pecera", un dispositivo escénico rodeado de vidrio, que se interpone incluso entre las actrices y el público, tal vez para dotar la obra de ese distanciamiento necesario que tanto proclamara Brecht. Los protagonistas son todos femeninos, estamos en un mundo de mujeres, tal vez porque es lo que el alma atormentada de Fasssbinder supo comprender mejor: el mundo femenino y sus secretos (de alcoba). Pero el amor que narra esta historia, un amor desgarrador y traumático, a pesar que se da entre dos mujeres, podría darse perfectamente en un marco heterosexual, en donde se dibuja la situación del amo y del esclavo, un ser atomizado por otro y llevado su deseo por los caminos que ese otro decide.
Petra von Kant (Santa Ana) es diseñadora de alta costura, sus modelos son muy cotizados y si bien está pasando por un período de decaimiento, lo que la obliga a quedarse en la cama, sin embargo sus servicios son reclamados por todo el jet set del mundo mundial. Tiene una asistente, Marlene, (Miriam Odorico, aquella fantástica integrante de "La omisión de la Familia Coleman"), una muda presencia que sólo está dispuesta a obedecer y a dejarse degradar por su ama, quien la somete a un verdadero servilismo, hasta que, al finalizar la obra, la redima, se sienten de igual a igual a charlar y proclame levantarle el sueldo, pero a costa de que le cuente su vida. Esto espanta a Marlene quien sospecha ser la próxima presa erótica de Petra y recoge su valija y se va por donde entró hace tantos años, dejándola sola. Petra estuvo casada con Frank, pero se divorció de él, siendo ella quien se lo solicitara, porque llegó un momento en que ya no podía depender de él: ganaba mucho más, era felizmente independiente y no toleraba el sometimiento sexual al que él la exponía. Tuvo otro marido anterior, Pierre, quien murió como vivió, en un accidente automovilístico, fruto de ese amor tuvo a Gabrielle (Victoria Gil Gaertner), de unos 15 años, quien vive pupila en un colegio y visita esporádicamente a su madre
También hay una amiga de Petra, Sidonie (Dolores Ocampo), quien se reúne con ella para celebrar su amistad y presentarle a una nueva discípula, una chica que viene de provincias y quiere aprender y trabajar: Karin Thimm (la siempre sugestiva y sensual Belén Blanco). Al principio Petra la toma con cierta frialdad, se da cuenta que es una buena para nada pero que puede ser muy vistosa como manequin. Le hace concesiones: le dará el estudio necesario, le pagará por adelantado, la dejará vivir en su casa ya que está en una pensión que casi no puede pagar... a cambio de su amor incondicional. Sí, porque Petra, que ya viene bastante cascoteada, se enamora rápida y perdidamente de Karin y cree que ella también lo está. Claro, el primer acto termina con este amor a prueba de balas que se jurarán las dos (algo que para el comportamiento homosexual de Fassbinder se le acomodaba muy bien), un amor lésbico que sin embargo se ve a las claras no podía tener futuro. Porque Karin comienza a utilizarla para ascender. Y asciende rápido. Pronto su foto empieza a aparecer en los diarios y se convierte en una manequin reclamada. Pero así como subió, muerde la mano de quien le dio de comer, es una chica caprichosa, obstinada, cansada del amor entre mujeres quien se va con cuanto hombre se le cruza. Y Petra sólo tiene ojos y vida para ella, se lo da todo, su vida entera la pone en manos de su amante, algo que los "amores fou" hacen muy a menudo. Todo el mundo gira alrededor de Karin Thimm, y como es de esperar, llevará a la autodestrucción a la inocente Petra. El juego del gato y el ratón se ha dado vuelta, la cazadora se torna un juguete en manos de su presa y es manipulada hasta el cansancio. Hasta que Karin recibe un llamado de Freddy, su ex marido, con quien corre (vuela, en realidad) a encontrarse en Madrid, abandonando a Petra. Y con ella se abandonan también todas las esperanzas de amar y ser amada. La vida será, desde ese momento, el infierno en la tierra para la diseñadora. Empieza a beber sin control, se pasa más de media obra borracha y llorando su amor perdido, espera cada llamado con una servidumbre tal que la hace arrastrarse de la cama, en donde pasa sus días, hasta el teléfono blanco recién salido de una película de Hollywood. Cuando recibe a Gabrielle se burla de que esta le cuente que está enamorada, como si ella, con su corta edad no pudiese sentir el valor de lo que es el amor. Trata a su madre de "puta arrastrada" por no haber trabajado en su vida, dependiendo, primero de su marido y luego de ella. Valerie von Kant (Marita Ballesteros) lo soporta todo heroicamente porque sabe que su hija no está en sus cabales, aún a costas de haberse enterado que esta está enamorada de otra mujer, y que ahí abrevan sus penas. Sidonie también es basureada y vilipendiada en los delirios alcohólicos de Petra.
La exigua sala Cunil Cabanellas del San Martín, con su pecera donde viven encerrados los personajes se ha transformado en el terrario exacto donde estas ratas de laboratorio son expuestas bajo la lupa de la mirada del público para que sean, no juzgadas, sino comprendidas, acariciadas, perdonadas. Porque todo se reduce a una palabra: AMOR. El amor desmesurado que Petra nunca sintió ni nadie sintió por ella, ahora puesto en manos de una advenediza que la transforma en su juego. Karin luce vestiditos cortos, muy provocativos, pero le dan asco las caricias de su mentora. Y ella se alimenta de esas caricias, ahí ha encontrado su razón de ser. "No se puede estar refregándose todo el día", le espeta Karin, "¿Cómo que no se puede, si no hay nada más hermoso?" es la respuesta de la desquiciada Petra. En tan sólo 80 minutos asistimos a la caída, caída y más caída de un ícono de la moda. ¿Quién dijo que se toca fondo? Siempre hay un fondo más bajo al que se puede acceder. Y de esto Fassbinder sabía mucho porque lo sufrió con sus amantes en su propia vida y murió de una muerte no natural que se le aproximaba por los cuatro costados.
Una gran obra, para grandes actrices y una gran dirección. Todo brilla en esta puesta, las actuaciones, el vestuario, la acotada escenografía, la música adecuada y una mano lúcida y tierna en la dirección. Es una lástima que haya sido grabada con cámara fija en plano general, lo que impidió ver los gestos mínimos y los sentimientos desplegados en este gran micromundo que es el escenario del teatro.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 24 de abril de 2020

Mi crítica de "CEPO (Centro Experimental Para Oscuros)" (Teatro)


No eran muy grandes mis expectativas ante esta nueva propuesta de Teatrix, sobre todo por los auspicios de "un viaje hasta lo más profundo del ser" "Un tiempo de introspección sobre todo en estos momentos que nos toca vivir", y yo pensaba que la introspección a la que nos  vemos sometidos en este tiempo de cuarentena y de pandemia no tiene parangón con ningún otro en la historia humana, imposible de resumir en tan sólo 50 minutos de espectáculo, aunque sea un unipersonal. Y no me equivoqué. Porque "CEPO (Centro Experimental Para Oscuros)" es un fraude, un experimento fallido de lo que pretende ser una experiencia límite sobre el encuentro consigo mismo de una persona. En este caso es el actor Ángel Hernández, con libreto de Diego Corán Oria y música de Jorge Soldera, y letras de ambos. Sí, porque además es un musical. Como si esto fuera poco canta. No importa que Ángel se vea sometido a un experimento ideado en Resistencia, Chaco en el año 1955, diez años después de terminada la Segunda Guerra Mundial (como si la referencia "necesaria" nos sirviese para algo) en donde deba pasar por "todos los sentimientos humanos" (¡epa, se les fue la mano con el auspicio!), ni que se mueva hiperquinéticamente de un lado para el otro, ni que se tire al piso y cambie de posturas de un momento para el otro.
Hay un ejercicio de teatro ideado por Stanislavski que se utiliza en el primer año de la carrera que se llama el "si mágico" y consiste en plantearnos con el potencial "si" yo pasara por tal o cual situación y tratar de vivirla intensamente a conciencia, para, con un golpe de palmas, pasar a otra de igual intensidad. Así, sin mediar tiempo y  unas diez o quince veces. "Si yo me encontrara con el amor de mi vida". "Si yo viniera del entierro de mi abuela". "Si yo llegar a casa y viera que me han robado lo más querido". "Si yo desaprobara en un examen". Estos son sólo ejemplos de cómo se puede jugar este ejercicio. Bueno, primer año de teatro es lo que hace Ángel Hernández sobre el escenario durante 50 minutos. Ni más ni menos. Trata de hacernos creer que maneja con naturalidad gran cantidad de registros de recuerdos y de vivencias cuando en realidad está jugando a "representar", algo que hacen todos los actores del mundo con mayor o menor solvencia. Y encima sin el menor sentido del humor. O peor, con un humor estúpido que no tiene nada que ver con el humor, y que está a cargo de un locutor que vende slogans de variados productos.
Así nos enteramos que el primer recuerdo de su padre fue que jugaba a extender una bandera roja junto a él o que éste estuvo preso por ladrón y fue muerto asesinado en la cárcel. O que su madre era una honesta trabajadora que se deslomaba laborando de "sol a sol". Todo asistido por una maestra de ceremonias en off, una absurda psicopedagoga llamada Elsa con voz de hombre en falsete que trata de hacernos creer que va a revelarnos las "profundas verdades de la existencia". Así llega el recuerdo de su abuela Nely, la "Titu", que tuvo la desgracia de irse a morir justo el día del cumpleaños de Angelito (buen momento para hacer como que llora y enternecer al público). No podía faltar el momento sensiblero del espectáculo. Pero todo es tan repentino, tan falso, tan surrealsita en el peor sentido del término, que no empieza ni termina por conmover un ápice. Hay una zamba, un rap, un rock y algunas baladas como para matizar el espectáculo, pero ninguno se destaca en musicalidad ni en musi ni en calidad ni es un hallazgo. Si hay algo para destacar de la performance de Ángel Hernández es su trabajo corporal, digno en algunos momentos, así como una voz agradable y entonada para cantar. Pero no destila la menor empatía y lo que estamos esperando todos es que de una vez por todas se termine este experimento. Llega al absurdo de meterse un balde en la cabeza a modo de casco para evocar recuerdos "importantes".
Y llega el veredicto: se lo toma por loco, y él define la locura como una forma de "no ver la realidad ni conectar con ella". (Yo en alguna de mis obras afirmo que la locura es un estado de lucidez supino, que nos permite ver la realidad con total crudeza, de percibir la soledad con toda la terrible dimensión que esta tiene y de ver las cosas con una profundidad que los sanos no pueden ni siquiera imaginar. No sé si esta idea esté equivocada o no, pero así es como la percibo yo y algunos locos famosos como Edgar Allan Poe). Y el colmo del lugar común, le dicen que se va a curar cuando "se logre conectar con su esencia". A lo que éste pregunta (en otro lugar común) "¿Por qué yo?" "¿Y por qué no?", le responde la lúcida voz de la psicóloga social.
En resumen, ahorrense un mal trago y eviten esta obra, que hace poner los pelos de punta. El público es reducido como aún el aplauso final, se ve que a nadie lo convenció mucho. Pero si igual quieren pasar por la experiencia CEPO acá les dejo el link para que puedan verla. No me digan que no les avisé.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 22 de abril de 2020

Hasta Siempre Amigo Marcos

Hoy me desayuné con la triste noticia de la muerte de Marcos Mundstock. Cierto es que ya hace un tiempo que venía mal de salud y todos los pronósticos vaticinaban lo peor. Pero siempre nos toma desprevenidos la muerte, más cuando este ser entrañable tenía apenas 77 años. Es de esas personas inigualables, irrepetibles, que iluminó mi infancia, mi adolescencia y mi juventud, junto con el también querido y recordado compañero de andanzas Daniel Rabinovich. Fue uno de los pilares de Les Luthiers, el grupo humorístico-musical que más feliz me ha hecho en mi vida. Recuerdo cuando salí del teatro de verlos en vivo por primera vez: ahí me dí cuenta que ese era el momento más feliz de mi vida. Y el otro pilar de los luthiers era Rabinovich, con quien ejercían un dúo dinámico e imbatible, nunca nadie despertó más carcajadas en mí que aquellos dos señores de smocking. ¿Está de más a estas alturas decir que el de ellos fue un humor inteligente como ya no quedan vestigios sobre nuestros escenarios, que sólo decían una mala palabra por espectáculo, tal vez porque no la necesitaban, que el ensamble que hacían de música-canto-actuación-mimo-humor fue único en el mundo? Sí, está de más porque ya es sabido por todos, pero fue un fenómeno que ya no volverá a repetirse en un teatro, habidas cuentas que del equipo original persisten sólo dos integrantes (López Puccio y Maronna).
Marcos hacía dos años que sufría de un tumor cerebral lo que lo había alejado de los escenarios. Y hoy preferí recordarlo con una sonrisa por todo lo que nos dejó. Pero me ganó la "lacrimosa", y era insólito, me reía y lloraba al mismo tiempo. Me reía recordando sus ocurrencias y lloraba por todo lo que ya no volverá a ser. Su canto del cisne fue su actuación en la película de Campanella "El cuento de las comadrejas", donde lucía como un perfecto galán maduro y hacía alarde del más exquisito humor negro e irónico. Una interpretación deliciosa. Aún me acuerdo de uno de los últimos reportajes que les hizo Leuco cuando le preguntó: "¿Y cuándo empezaron a cobrar?" "No, siempre rajamos antes", fue la respuesta que, como muchas, salían de su inagotable imaginación como prodigio.
Su paso por los escenarios con Les Luthiers me llenan de recuerdos. Fue el único no-músico del equipo, aunque se defendía bien con el gom-horne, los platillos o algún triángulo. Era un cantante de excepción, cuyo registro de tenor (yo pienso más bien que era bajo) podía ir desde la balada hasta la ópera o la zarzuela sin ningún inconveniente, proporcionando las notas más graves que era posible escuchar. De allí su paso por la zarzuela náutica "Las majas del bergantín", en donde interpretaba a un rudo marino que metía miedo y cantaba:
"Mi furia tiene motivo,
al mar ya no lo resisto,
ayyyyy.... porque yo quisiera ser...
o bailarín o modisto".
También fue el inefable tío Oblongo que recordaba a su sobrino "Yogur-Tú Ngue" en la más oscura África (libreto que escribió junto con otro grande: Roberto Fontanarrosa). Él era el libretista de sus propios monólogos, de los que abundan los ejemplos pues siempre aportaba su voz de locutor experimentado y (carpeta roja en mano) daba introducción a los temas del conjunto. Como también recordada era u creación del Doctor Smog, un médico infantil que recomendaba: "todo depende de la velocidad con que su hijo digiera... o digiese". Como así fue el infalible conductor de "Radio Tertulia" un Murena que hacía las delicias junto a Ramírez (el tándem Mundstock-Rabinovich, como siempre, que utilizaban la primer sílaba de su apellido para crear el ficticio), también fueron Murena y Ramírez en la entrega de "Los Premios Mastropiero", o los políticos corruptos que ante la afirmación de Núñez Cortés "mire, todos los políticos se cansaron de robar", él, junto con su compañero se alineaban para enunciar: "nosotros somos incansables". También hicieron dupla para el psicoanalista y su paciente en la impagable "Lutherapia", uno de sus últimos éxitos. Fue José Duval, el cantante nonagenario al que le preguntaban "¿no le asalta alguna vez la memoria de las cosas perdidas?", a lo que él respondía: "miré lo que he perdido es la memoria". Fue el padre del "La Hija de Escipión", que ante la ligereza de su hija con los hombres él cantaba en tono de ópera: "no me importa que sean judíos, no me importa que sean pobres, lo que me molesta es que no les cobres..." O el mismísimo Dios en la ópera sacra Daniel y el Señor, que cuando lanzaba su rayo destructor contra los ejércitos y se le trababa, acotaba "esto es una porquería". Fue el mismo Mastropiero en la sonata "Para Elizabeth", cuando mientras escribía su partitura los músicos hacían sonar su composición con efectos impensados. También el recordado conductor del programa de entretenimientos "Entreteniciencia Familiar" (un burro propio de Tinelli) al que cuando el conjunto se nombraba como "Colegium Armonicum" él los rebautizaba como "Curriculum Plus Ultra" "Acuarium Mare Nostrum" o "Interruptus Contranatura". Y que cuando una televidente trataba de adivinar el nombre del tema y le decía "Carmen", él respondía "Ah, es una música eso, ¿salió hace poco?" Y los incontables entuertos que protagonizaba con su carpeta y su micrófono, frente a los cuales desgranaba las ironías más insólitas, todas guionadas por él. Fue un ser único del humor argentino y mundial. ¿Por qué se nos tienen que ir los humoristas tan temprano? A este mundo lo que le falta es reírse más, que caigan las máscaras de la solemnidad y que los impostores sean descubiertos. Tal vez Marcos colaboró con todo eso desde su sitial. Y no olvidemos su brillante creación de Warren Sánchez, el creador de la secta que llevaba su nombre y que dejaba mal parados a tanto infame predicador y vendedor de panaceas.
El aporte de Marcos Mundstock fue innegable e inconmensurable. Y fue injusto que muriera así, en plena cuarentena sin un velorio ni una despedida a su medida, que necesitaba que se lo despidiera por la puerta grande, tal como había entrado. Decir que fue un ser cálido, de una inmensa humanidad, ternura y sentido del humor, algo muy poco frecuente en un humorista, es necesario, pues hace de él un retrato más acabado.
Hoy, 22 de abril del 2020 es un día muy triste, no sé si para todos pero por lo menos para mí y para muchos más. Sabé que te vamos a recordar siempre desde lo que mejor hiciste, Marcos, hacernos reír a carcajadas. QEPD.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



lunes, 20 de abril de 2020

Mi crítica de "Colaboración/Tomar Partido" (Teatro)

El año pasado, el TGSM presentó dos obras del dramaturgo sudafricano Ronald Hardwood (mundialmente conocido por su obra "El Vestidor") sobre el tema del nazismo y como algunos artistas o intelectuales, en este caso músicos, se vieron comprometidos de una u otra forma con el régimen y la ideología imperante. La duración del espectáculo es casi maratónica, ya que llega a las 3 hs. pero vale la pena verlo. Yo me lo perdí en su momento, pero pude recuperarlas ahora por la modalidad de "Teatro desde casa", que muchos teatros están implementando, entre ellos el San Martín, el Cervantes, Timbre 4, El Extranjero, el Colón y se acaba de sumar el complejo La Plaza, además de la cantidad de musicales que puedo ver por distintas plataformas. Así que hay para todos los gustos.
Pareciera ser que el arte y la política no debieran cruzarse, pero en momentos en que todo el mundo está inmerso en una manera de vivir y de pensar agobiante, es inútil tratar de desprenderlos. Acá se toma el caso del compositor alemán Richard Strauss y de su libretista, el judío Steafan Zweig (en "Colaboración") y por otra parte el del director orquestal Wilhelm Furtwängler (en "Tomar partido"). La música es, al parecer, la más abstracta de las artes, ya que se ejerce sin un soporte físico, la música no existe ni en el espacio ni en el tiempo, es inasible, no se puede tocar, y parece ser que su mundo creativo es el más etéreo. El filosofo Ortega y Gasset opinaba que tanto la ciencia, como la filosofía o las artes, al tratar de temas abstractos depende de cabezas"libres", en cambio la política, que maneja temas concretos, precisa cabezas "sólidas". Y al parecer estos dos mundos no se corresponden. Pero en el desarrollo de las piezas teatrales que hoy nos competen vemos que esto no es tan así.
Por su lado, Strauss opinaba que él era un artista, que no precisaba de la política para ejercer su arte y que podía vivir sin ella. Pero veremos cómo las circunstancias lo vieron obligado a meterse en el fango. Strauss (Osmar Núñez) -es de lamentar que el registro de las obras se hizo en un plano general y con cámara fija, loo que impidió ver las caras de los actores y sus gestos y sentimientos- se conoce con el eminente escritor Stefan Zweig (Boy Olmi) y enseguida se produce la conexión entre ellos. Uno le ofrece un tema, y el otro responde con acierto, de esa conjunción, va a nacer la ópera "La mujer silenciosa", ópera que Strauss venía necesitando pues a su edad ya no se lo consideraba un compositor de primera línea y estaba bastante alejado de la producción operística. Sin embargo, estamos en plena década del 20 y el nazismo ya viene asomando y se escuchan los discursos de Hitler por la radio, idea a la que Strauss parece adscribir en el principio, cree que ese oficial alemán va a sacarlos del pozo en el que se encuentran metidos. Zweig, por el contrario ya empieza a temer por su integridad física e intenta declinar de la colaboración con el compositor. Pero éste lo convence que sin él es imposible y que esa asociación sólo puede llevarlos al éxito. Strauss es visitado insistentemente por Hinkel (Sebastián Holz) el representante de Goebbels y le hace ver que su colaboración con un judío no está bien vista por el régimen y que intente apartarse, pero la amistad entre los dos hombres es férrea, y el músico responde con la negativa al oficial alemán. Strauss está casado con Pauline (Lucila Gandolfo) y Zweig vive con su secretaria Lotte Altman (Romina Pinto), luego de haber dejado a su esposa. Y el huevo de la serpiente ya se ve venir. Lotte es asediada en la calle por dos muchachos con uniforme quienes la golpean y la tratan de "puta judía". Zweig sabe que lo mejor es irse lejos, y luego de pasar por Londres acabará en Brasil. Al estreno de la ópera Zweig no asiste pues se le ha avisado que Hitler y Goebbels estarán presentes (después de haberle dado el visto bueno al libreto), y Hinkel se encarga que el nombre del libretista desaparezca de todos los carteles de promoción y del programa, a lo que Strauss responde con vehemencia que se subsane esa dificultad. La ópera es un éxito, pero querrá el sino que nunca más sea representada en Alemania hasta el final de la guerra. Strauss deberá doblar el cogote, es nombrado presidente de la Cámara de Música, gesto que acepta a regañadientes, y debe afiliarse al partido para evitar que a su nuera, a saber, judía, la envíen a un campo de exterminio, lo que no consigue hacer con la familia de ésta. Zweig, en Brasil, en 1943, decide suicidarse porque no tolera más el camino que ha tomado el mundo.
Al final de la guerra, Strauss, ya declinante, es llevado a declarar ante el Tribunal de desnazificación y se lo acusa de haber colaborado con el partido, aunque las pruebas en su contra son más bien débiles. Como puede, asume su defensa...
Otro caso paradigmático, aunque no se trate en la obra, fue la colaboración con los nazis del Heidegger, el filósofo alemán, a quien se le dejaba el campo libre para desarrollar sus teorías mientras no interfiriera con el gobierno, y era mantenido por éste. Así es que hoy tenemos una de las mentes filosóficas más brillantes del siglo, aún a costa de su propia dignidad como ser humano.
La segunda obra transcurre en Alemania una vez finalizada la guerra, y estamos ante un oficial aliado, el Mayor Steve Arnold (Boy Olmi), quién debe decidir quien o quienes colaboraron con el partido durante la época de la contienda. Y así llega hasta él un oficial que lo va a secundar, David Willis (Sebastián Holz) y una dactilógrafa cuyo padre fue un héroe de la resistencia, Emmi Straube (Romina Pinto). Ante ellos comparece Helmut Rode (Néstor Sánchez) un segundo violín de la Filarmónica de Berlín en tiempos en que era dirigida por Wilhelm Furtwängler, el Maestro de la batuta. Rode se hace ver como un antinazi de primera hora, que siempre apoyó la causa judía e incluso ayudó a muchos de ellos, defiende a su Maestro a capa y espada, a quien, según Arnold, era un colaborador nacional socialista consuetudinario. Rode no puede dar crédito a lo que se dice de su tutor e incluso cuenta algunas anécdotas que lo pintan como un defensor de los derechos humanos. Se presenta luego ante ellos una mujer, Tamara Sacks (Lucila Gandolfo), segura de que Furtwängler ayudó a su marido Walter a escapar a París, de donde fue reclutado para un campo de concentración y fue ejecutado finalmente. Pero le está infinitamente agradecida a ese hombre que vio en la sala de espera.
Finalmente se hace pasar a Wilhelm Furtwängler (Osmar Núñex) al que se irá enredando en su propio discurso hasta lograr que declare que fue un colaboracionista y afecto a Hitler. Por supuesto que esto no es tan sencillo, lleva su tiempo y sus corroboraciones de material encontrado en la caja fuerte de Hinkel, pero el olfato de Arnold puede más que el entramado de falsedades que esgrime el músico. Finalmente este acepta su culpa, pero se redime diciendo que su arte es algo superior a cualquier confrontación por el poder, que la ejecución de una sinfonía puede llevar a su público más lejos que cualquier campo de exterminio, que él vivió para el arte y sólo para eso, que trató que su arte fuera siempre el impulsor de las ideas de libertad que pugnaban por salir en sus compatriotas. Finalmente será exento de toda pena pues Arnold, alguien que no entendía de música alguna y que era más bien un típico yanquee bruto y analfabeto artístico, se ve convencido por el discurso del director de orquesta.
¿Es imposible separar una cosa de la otra, cuando se hizo la vista gorda ante los peores crímenes que cometió la humanidad? Tal vez, la obra plantea la polémica y deja abierta la discusión, ¿no se ha alabado -hasta el día de hoy- a Herbert von Karajan, otro director que adscribió abiertamente al nazismo pues su música lo redime todo? ¿Y qué decir de la eximia batuta de Furtwängler, que arrancó las notas más bellas de la música universal de sus partituras para llevarlas al alma humana? ¿Puede considerárselo un monstruo? Habrá opiniones divididas, pero la pieza no deja sentada ninguna verdad absoluta, sino que abre el tapete para la discusión. Dos piezas necesarias, valientes, lúcidas como pocas y de una actualidad necesaria para evaluar el rumbo del arte y su "complicidad"con lo siniestro.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



sábado, 18 de abril de 2020

Mi crítica de "Blue Jasmin" (Cine-Woody Allen-2012)

Y llegamos a la última de las críticas de esta preparación del seminario "El Seleccionado Sub-18 de Woody Allen" (en realidad la última es "Crisis en Seis Escenas", pero la crítica ya la hice anteriormente). Y nos encontramos con esta, quizá la película más lograda del viejo Woody en todo este nuevo período que arranca desde "Match Point" (2005) en adelante. Woody siempre ansió ser Arthur Miller o Tennessee Williams, y ahora, puede codearse con este último al haber realizado su adaptación al "mundo-Allen" de su obra más elogiada: "Un Tranvía llamado Deseo". Sí, porque esta Jasmine de la estupenda Cate Blanchet tiene más de un punto en común con Blanche Dubois. Se trata de una mujer rica, o que ha vivido en la opulencia por obra y gracia de un marido estafador y millonario por negocios turbios, que al verse traicionada sentimentalmente por él, lo denuncia a la policía quien lo detiene y gracias a eso ella lo pierde todo. Debe mudarse de Nueva York, donde tenía una lujosa mansión a vivir con su hermana Ginger a San Francisco, a una humilde y angosta casucha en donde esta vive con sus dos hijos y flirtea con un lumpen (eso sí, honrado) que no logrará sacarla nunca del bajo estrato social en que vive. Jasmine y Ginger son hermanas adoptadas, y nada puede distanciarlas más que su físico (Jasmine, alta, voluptuosa, sensual, linda y GInger una pobre ratita flacucha y débil), su cultura y su posición económica. Claro que Ginger y su ex marido Augie han desbarrancado materialmente gracias a Hal, el ex marido de Jasmine (quien ahora se ha suicidado en la cárcel), alguien con quien se asociaron y que les hizo entrar prácticamente en bancarrota. Pero la traslación de la obra de Williams no se detiene en la comparación de la vida de ambas hermanas y sus matrimonios sino en que Jasmine, como Blanche, están bajo fuerte presión psicológica debido a su devenir económico y bordean la psicosis, por no decir más francamente que están inmersas en ella.
Jasmin trata de rehacer su vida pero para eso debe empezar de cero, aprender a trabajar, algo que no hizo en toda su vida de lujos y confort, ganarse la vida y ganarse el ser apreciada y querida, algo que tampoco le había costado demasiado. Por eso es que se meterá a aprender computación, para, paso siguiente, hacer un curso de decoradora de interiores, algo que desde siempre la apasionó. Jasmin se reprocha el haber dejado la universidad, a poco de recibirse de antropóloga, algo que al propio Woody debe dolerle mucho de su propio pasado de iletrado pues siempre está exhibiéndolo en sus films. Pero para todo en esta vida hace falta dinero, algo a lo que llega a la conclusión Jasmine, quien no se puede desprender de sus valijas Louis Vuitton ni de su guardarropas elegante. Ella no acepta haber entrado en quiebra. Es algo que la desequilibra totalmente en su manera emocional, para lo que debe tomar gran cantidad de ansiolíticos y antipsicóticos, ya que cuando su marido fue preso, ella tuvo que ser rescatada de la calle hablando sola. Algo que repetirá hacia el final de la película, cuando su mundo vuelva a eclosionar.
La psicosis parece ser la característica distintiva tanto de Blanche Dubois como de Jasmin Frances, ya que esta última acabará hablando sola, en la calle, con los ojos hinchados y enrojecidos de tanto llorar (un trabajo extraordinario de Cate Blanchet, quien parece haber llorado durante toda la noche para conseguir esa escena, algo que no es posible de maquillar, y por este trabajo recibió un más que merecido Oscar a la que tal vez sea su mejor interpretación). Otro dato, Jazmin a pesar de su belleza algo grotesca y de su altura desmedida, parece una mujer asexuada, incapaz de provocar o sentir deseos, algo en lo que su hermana la aventaja, vemos a Ginger acostándose con cuanto hombre conoce, desde Chilli, su novio inculto, hasta el especialista en sonido que conoció en una fiesta. A pesar de esta condición, Jasmin logra interesarle al dentista con el que trabaja como recepcionista (un cargo que nunca entendió ni supo controlar), quien se propasa con ella y ejerce un violento acoso. Es asimismo admirada por el amigo de Chilli, otro incapaz que no está a su altura y que quiere obtener su teléfono. Parece ser que la solución a todos sus problemas amorosos los encuentra con Dwight, un asesor del gobierno que goza de buena posición y al que conoce en una fiesta. Al principio todo parece marchar sobre ruedas con él, hasta que decide fingir y adoptar una posición que ya no posee: hacerse pasar por decoradora de interiores, viuda de un cirujano muerto de un infarto. Dwight la lleva para que decore su nueva mansión, le propone casamiento y un viaje con estadía en Viena. Ella se ilusiona con todo eso y cree haber encontrado su cauce nuevamente. Él la lleva a conocer a su familia y se entiende muy bien con los padres Y Dwight la invita a elegir su anillo de compromiso. Hasta que son interceptados por Augie, su ex cuñado quien le reprocha el como su marido lo dejó en la calle y el hecho de que este fuera un estafador. Allí, su flamante galán se entera de que le estuvo mintiendo y de que ha llevado una doble vida con él durante todo ese tiempo y la deja. Todo parece desbarrancarse para Jasmin, justo cuando Ginger se ha enterado que su nuevo pretendiente, con quien todo iba perfecto, era casado y su esposa ha sabido de su romance, lo que la impulsó a volver con el violento e inculto de Chilli. Una vida que se rearma y otra que se descompone a la vez. Auge y caída en el mismo momento. Unos abren botella de champagne y otra deambula por las calles llorando su miseria.
El título de la película alude, no solo al nombre que ella se ha inventado para aparentar (su nombre real no era Jasmin sino Jannete) y a "Blue Moon", la célebre melodía que ella y su esposo escucharon la noche en que se conocieron. Pero ese "Blue" se refiere también a lo "oscuro", "triste" que hay en ella, quien parece ocultarlo todo tras la fachada y la farsa del dinero, el lujo y las joyas. Ella ha llevado una vida de mentiras con Hal, su esposo, así como él la engañaba a ella con cuanta mujer se le ponía a tiro. Dijo Lacan que toda mujer quiere ser la única, y eso es lo que justamente la destroza a ella, no ver o no querer ver que estaba siendo reemplazada por carne más joven en el lecho de su apuesto esposo. Por eso es que, al sentirse despechada, lo denuncia al FBI quien en seguida lo encarcela. Pero su vida de lujos vuelve en oscuras reminiscencias una y otra vez durante todo el correr de la película, parecemos estar asistiendo a los momentos previos a la caída, con una vida magnífica, plena de sol, de coches y mansiones que se despliegan sin parar ante el espectador.. También es magnífica la iluminación de Javier Aguirresarobe, el director de fotografía quien dotó de una paleta de colores claros, lumínicos, abiertos, diáfanos, todos los momentos de su vida de esplendor, mientras que los de su situación más trágica son iluminados de forma aterradora, una atmósfera pesada, opresiva, claustrofóbica, creando un magnífico contraste entre ambos estados de ánimo de Jasmin.
Estamos ante un film inteligente, lúcido, que puede ser la vuelta de tuerca de un clásico del teatro de todos los tiempos pero que no por ello pierde originalidad ni deja de ser teñido con el toque distintivo de Woody Allen y su cine. Momentos de puro cine bien hecho.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



jueves, 16 de abril de 2020

Mi crítica de "Medianoche en París" (Cine-Woody Allen-2010)

La película de Woody Allen del 2010, rodada íntegramente en la capital francesa y con capital del mismo origen, es una aguda reflexión sobre el popular refrán que sentencia que "todo tiempo pasado fue mejor". El film comienza con imágenes de París, que la centran como verdadera capital turística y centro del mundo intelectual de Europa, con los melodiosos sones de "Si tu vois ma mere", interpretados por Sidney Bechet y constituye desde ese mismo momento a París como un personaje más (central) de la película. Recordemos que Woody Allen tiene una debilidad muy especial por París, ya que es el lugar por excelencia donde sus películas son recibidas con verdadero entusiasmo, más incluso que en su país natal, y en donde recaudan lo que no lo hacen en Estados Unidos. Culmina este documental de cinco minutos sobre una París lluviosa, con un estanque lleno de plantas y lotos, reproduciendo uno de los óleos más famosos de Monet.
Nos encontramos inmediatamente con el protagonista del film, Gil Pender (Owen Wilson, única película en la que actuó bien) y su prometida Inés. Están en viaje de placer por París junto a los padres de ella, quienes lo hicieron por negocios. Allí nos enteramos que Gil está escribiendo una novela con la que pretende pasar a la inmortalidad, y abandonar su trabajo bien remunerado como guionista en Hollywood, trabajo que su futura esposa desea que conserve. Pero él se siente con espíritu de escritor y no el de un simple esclavo de la industria del cine. Allí se encontrarán con dos amigos comunes, Paul y Carol, éste es un tipo pedante que cree saberlo todo sobre casi todo (desde historia europea, historia del arte hasta degustación de vinos) y hace que Gil lo odie desde el primer momento. Obviamente su prometida tiene más puntos en contacto con Paul que con él mismo, y es su fanática admiradora. Allí aparece como guía turística en un breve cameo Carla Bruni, esposa del por entonces presidente francés Nicolás Sarkozy, aunque Woody será generoso y le ofrecerá más de un parlamento en su film. Los cuatro amigos recorren Versalles y el Louvre, en donde Paul se destaca como catedrático de la Sorbona que es, dando sus clases magistrales ante los atónitos oídos de Gil. Pero quiere la suerte, o el destino, o ambas cosas, que Gil vuelva tarde una noche al hotel y se vea trasladado por un coche misterioso (justo cuando dan las campanadas de medianoche) a la París de los años 20, plena época del surrealismo en todas las artes. Al principio no logra entenderlo, ni puede reconocer su gracia, pero enseguida entra en contacto con gente de la talla de Scott Fitzgerald y su esposa Zenda, de Cole Porter, Jean Cocteau, Josephine Baker y termine siendo íntimo de Hemingway. Cada noche a las doce se reproducirá el milagro, y así entramos a un género que siempre ha manejado Woody con destreza, el del realismo mágico. Lo inusual se vuelve común, y la vida gris de Pender adquiere nuevos bríos y despierta sus ansias por compartir un mundo al que admiró desde siempre como joven escritor. Allí están sus maestros: Hemingway, Gertrude Stein, Picasso, Dalí, Buñuel, todos como escapados por arte de magia de un cuento, presentes en carne y hueso. Y Picasso trae además una compañía, la bella Adriana, de quien Gil se enamora perdidamente. Le parece estar viviendo un sueño: pasar sus noches en la mejor época de la historia, según él. Partimos de la base de que el presente siempre es insatisfactorio, de que la añoranza por lo pasado puede conformarnos de manera total. ¿Pero qué sucedería si ese pasado se vuelve presente? Tal como le pasa a Adriana, una habitante de los años 20 que quiere en realidad vivir en tiempos de la Belle Epoque. Siempre ese presente tendrá gusto a poco y añoraremos vivir en una época más remota. Pero Gil vive sus días con verdadera pasión entre tanto artista surrealista, y hasta logra hacer que Gertrude Stein lea su novela y le dé su opinión sobre ella. Y resulta ser que lo que Pender escribe es oro en polvo.
Pero a la vez, en su mundo de vigilia, Gil y su futura esposa no paran de discutir sobre la influencia nefasta de Paul, así como la del padre de ella quien es un republicano consuetudinario y no se traga a su futuro yerno. Así, casi por casualidad, Gil llegará a una tienda de antigüedades donde venden discos de Cole Porter y enseguida traba relación con la vendedora. Es una joven atractiva, parisina, quien también reconoce la importancia de las voces del pasado. Se volverán a encontrar hacia el final. Entre las cosas que a Gil le enloquecen está caminar bajo la lluvia en París, cosa que a Inés le parece insensato. Por fin, al final de la película, cuando Inés lo haya engañado con Paul y el futuro matrimonio se disuelva y Gil opte por quedarse a vivir en París, encontrará la horma de su zapato en Gabriela, la expendedora de la tienda, a quién tampoco le molesta mojarse con la lluvia parisina. Pero sabemos que desde la época de su romance con Soon-Yi, Woody optó por no poner engaños matrimoniales en sus films, y acá la ruptura llegará sin que Gil haya logrado intimar con su otro amor, Adriana, quien permanecerá en el rincón de lo idealizado, ya que se quedará a vivir en la Belle Epoque, junto a Toulouse Lautrec, Degass, la ópera y el can can. 
Sabemos por Freud que en en los sueños podemos distinguir dos aspectos: el contenido manifiesto y el latente, y que es este último el que le da verdadero significado al sueño. Acá podemos reconocer el contenido manifiesto como lo que ocurre en la vigilia de Gil, y el latente es lo que se activa a la noche, después de las doce campanadas, y comienza a vivir su vida "verdadera". Allí es un hombre libre, pleno, se lo reconoce como autor y Hemingway, al leer su manuscrito advierte que su prometida lo está engañando, algo que para Gil había pasado inadvertido. Son las ventajas del inconsciente, que siempre nos revela las verdades de la vida. Pero aún cuando Gil asume que los años 20 son la mejor época en la que se puede vivir, también tiene un sueño que le revela la verdad. Sueña que se enferma y no tiene antibióticos, o que su dentista no tiene novocaína, y allí reconoce el verdadero valor del presente: los avances científicos, puede que el arte se haya desarrollado con más verosimilitud en el pasado pero no puede vivir sin la tecnología del 2010. Así es cuando en un ataque de pánico de Zelda Fitzgerald le da un Valium y le dice que eso la calmará, que es la pastilla del futuro. Aún así puede hacer su aporte a la cultura del siglo XX, cuando se encuentra con Buñuel le dice que ha tenido una idea para un film: un grupo de aristócratas se quedan encerrados en una fiesta y no pueden salir de la mansión y allí surgen sus instintos animales (origen de lo que sería "El Ángel Exterminador", una de las obras supinas de Luis Buñuel). Claro, el español se vuelve enteramente racional, contrariando al surrealismo, y no entiende por qué la gente no puede salir de la casa, es algo a lo que realmente no le encuentra sentido.
Además en este film contó Woody con la presencia de tres premios Oscar en el reparto: Kathy Bates (Gertrude Stein), Oscar por "Misery", Adrien Brody (Dalí), Oscar por "El Pianista" y Marion Cotillard (Adriana), Oscar por "La vie en rose". Como dato anecdótico, la música que escucha Gil cada medianoche cuando se acerca el coche que ha de llevarlo al pasado es un auténtico valsecito criollo salido del Río de la Plata. Así transita esta maravillosa película que supo ganar el Oscar al Mejor Guión Original, entre risas y seriedad (que nunca lo es tanto), y con la magia de la ciudad luz que ilumina todo el film.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



miércoles, 15 de abril de 2020

Mi crítica de "La Maldición del Escorpión de Jade" (Cine-Woody Allen-2001)

Se trata de una comedia con embrollo criminal que acontece en una oficina de investigación de seguros en 1940. Allen encarna a C.W.Briggs, un investigador privado, y Helen Hunt es Betty Ann Fitzgerald, la nueva directora de la oficina, que desagrada al primero casi al instante. Sin embargo, cuando ambos resultan hipnotizados en el escenario de un night club, se convierten en participantes inconscientes de una serie de robos en mansiones privadas. Briggs hace alardes de ser capaz de arruinar cualquier treta de seguros penetrando en la mente del malhechor, pero ahora, debido a los poderes hipnóticos del "Escorpión de Jade", es la mente de un malhechor la que penetra en la personalidad de Briggs.
Esta película, que recaudó 7,5 millones de dólares en los Estados Unidos (y once más en el resto del mundo), es un abierto homenaje al cine hollywoodense de la década de los cuarenta. Combina las situaciones de comedia romántica con las atmósferas del cine negro y de detectives, por lo que las referencias a clásicos del cine como "Perdición" o "Departamento de soltero", y argumentales a las famosas "Screwball Comedies" tipo Cary Grant contra Katherine Hepburn, son más que evidentes. No se trata de una reconstrucción histórica sino fílmica de las películas de Lauren Bacall, Barbara Stanwick, Bette Davis y otras divas de la época. "Siempre se exhibían en mi barrio dos o tres de estas películas. Eran films sobre crímenes, o historias románticas, comedias ambientadas en la oficina o sobre identidades equivocadas. Una de sus características es que siempre había una situación hostil entre un hombre y una mujer, fueran Cary Grant y Rosalind Russell, o Spencer Tracey y Katherine Hepburn, o bien las películas de Billy Wilder o de Ernst Lubitsch. Siempre había una pugna entre un hombre y una mujer y uno sabía que acabarían besándose, aunque no sabías realmente cómo iban a llegar a ese punto. Eso era inevitable, a pesar de que al principio siempre comenzaban odiándose y se tiraban dardos uno al otro durante toda la película. Me causaba mucho placer ver estos films cuando era joven. Por eso siempre soñé con hacer una película de ese estilo".
Todo ello se aproxima claramente a la manera en que se desenvolvía la mujer en el mundo masculino de los cuarenta. Aunque, a primera vista, sus personajes funcionan como arquetipos, Allen se desembaraza de ello cuando los protagonistas dejan caer la máscara y exponen sus auténticas personalidades. Por un lado nos encontramos con Betty Ann Fitzgerald (Helen Hunt), una emprendedora ejecutiva (más propia de esta época que de aquellos años cuarenta), que además es la amante secreta del director de la agencia (¿Recuerdan "Departamento de soltero", de Billy Wilder...? Pues eso), y por otro lado está Jill, la secretaria sexy y simplona interpretada por Elizabeth Berkley. Es muy probable que Allen escogiera a Helen Hunt después de verla en la película de Nancy Meyers "Lo que ellas quieren" (1999), donde interpreta a otra ejecutiva agresiva (esta vez de los noventa) que intenta exponer nuevas ideas en una agencia de publicidad. Por último, Allen nos presenta a un tercer arquetipo de fémina de aquella época: la "femme fatal" al más puro estilo Veronica Lake, encarnado por una joven rica, consentida, medio borrachina y ninfómana Laura Kenigstone magistralmente interpretada por Charlize Theron en la que ya es su segunda colaboración para Allen después de "Celebrity".
Pero de las tres queremos destacar a Helen Hunt, quien borda su papel, ya que es una de las mejores actrices del panorama actual. En 1998 ganó un Oscar, un Globo de Oro y un Screen Actors Guild Award por su trabajo en "Mejor... Imposible" (1998), de James L. Brooks. Al año siguiente fue la protagonista de cuatro largometrajes de gran presupuesto empezando por "El Doctor T y las Mujeres", de Robert Altman, junto a Richard Gere; "Cadena de Favores",de Mimi Leder; "Náufrago", de Robert Zemeckis y "Lo que ellas quieren", con Mel Gibson, consiguiendo sendos Blockbusters Awards por los dos últimos títulos. Hunt ya había conseguido otro Blockbuster Award por su trabajo en "Twister" (1996) de Jan de Bont.
La actriz ya era enormemente popular por su labor en televisión como Jamie Buchman en la larguísima serie "Loco por tí" (1992). Nominada para siete Emmy como mejor actriz de serie cómica en otras tantas temporadas, consiguió el premio en cuatro oportunidades consecutivas. Su trabajo en esta serie también le significó tres Globos de Oro, un Screen Actors Guild Award y tres American Comedy Awards. Además, Hunt, debutó en la dirección en uno de los últimos episodios.
"La Maldición del Escorpión de Jade" presenta momentos de gran eficacia humorística y un buen número de vivos y perspicaces diálogos, principalmente los que alimenta esa constante confrontación hombre/mujer (también tradición/modernidad) que define el desarrollo general de una divertida y enredada trama. En esta ocasión, el detonante está en la hipnosis por un mago de cabaret, taimado y ladrón, que provocará las hilarantes situaciones que le permiten jugar con la guerra de los  sexos y el amor irreconocible, como en la clásicas comedias de los años en que se desarrolla la acción.
La película ha sido producida por la hermana de Allen, Letty Aronson, por primera vez en solitario. Del equipo habitual con el que el director estuvo trabajando durante estos años, cabe destacar nuevamente la excepcional labor del director de fotografía Zhao Fei, que supo rescatar la atmósfera característica de las películas de los años cuarenta, con lo que, casi más que en "Celebrity", en esta ocasión el blanco y negro hubiera sido más que justificado.
No es una obra maestra, pero se deja ver. Está entre lo peorcito de Woody.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



domingo, 12 de abril de 2020

Mi crítica de "Ladrones de Medio Pelo" (Cine-Woody Allen-2000)

Siguiendo con la serie de críticas destinadas al seminario "El Seleccionado Sub-18 de Woody Allen", me toca considerar ahora este film.
Ray Winkler es un ladrón retirado que está casado con Frenchy, una experta cocinera. Junto con un grupo de amigos, Ray planea dar un último golpe robando un banco; para ello alquilan un local que está al lado del banco, con la idea de hacer un túnel en la pared y entrar en él. Como tapadera, Frenchy abre un local de venta de galletas que ella misma cocina. El robo no sale muy bien, pero las galletas de Frenchy son todo un éxito y comienzan a ganar mucho dinero, gracias a lo cual pueden empezar a codearse con la flor y nata de Manhattan. Así conocen a David, quien enseña a Frenchy los secretos para convertirse en una verdadera dama.
Nominada al Globo de Oro y a la Mejor Actriz (Tracey Ullman).
El rodaje tuvo lugar en Nueva York durante 1999 con un presupuesto de 18 millones de dólares (10 de los cuales fueron aportados por la DreamWorks). Se estrenó en Estados Unidos el 17 de mayo del 2000 en un total de 800 salas, con una recaudación de un total de 17 millones de dólares, mientras que en el resto del mundo recaudó unos 12 millones más, por lo que la taquilla global fue de unos 30 millones de dólares. Pero antes Allen realizó una serie de preestrenos ante un exigente y entusiasmado público universitario, en una gira por diversas universidades (Harvard, New York University, la Universidad de Chicago y la UCLA en Los Angeles), comentando los pormenores del rodaje del film con los estudiantes.
A partir de algunos logrados gags en la línea de los Hermanos Marx, ciertas reminiscencias del cine de Mario Monicelli, homenajes a las películas del cine negro producidas por la Warner en los años 30 y un ritmo de comedia física y verbal en la línea del gran Ernest Lubitsch,"Ladrones de Medio Pelo" cumple con el propósito primordial de entretener y de despertar una sonrisa casi constante en el espectador. Toda la crítica la comparó con la película de 1969 "Toma el Dinero y Corre", ya que el propio personaje de Allen, Ray Winkler realmente nos recuerda mucho a Virgil con sesenta años. "Sencillamente un día se me ocurrió esta idea y decidí hacerla. Nunca planifiqué volver a un viejo éxito ni nada por el estilo".
La mejor anécdota de la película ocurrió durante la escena en el subterráneo de la tienda de galletas "Sunset Cookies" cuando se inundó de agua mientras Ray y su banda de ineptos ladrones perfora una cañería  al tratar de hacer un túnel que les permita acceder al banco cercano. Durante buena parte del día, los actores Tony Darrow, Jon Lovitz y Michael Rapaport estuvieron con el agua hasta la cintura. Afortunadamente, se pudo rodar toda la secuencia en una única jornada. De hecho, el subterráneo fue la única escenografía que se construyó para la película, y dispusieron de 95.000 litros de agua que se bombearon hasta el interior desde un tanque próximo.
La historia tiene dos partes bien diferenciadas, la primera, se centra en las rocambolescas vicisitudes por las que pasa la pandilla de ladronzuelos, capitaneados por el personaje de Allen, y la segunda que se adentra en una cruel sátira social de la mano de unos Winkler que pretenden entrar en la alta sociedad neoyorquina. Woody Allen profundiza en el retrato de la burguesía intelectual de Manhattan vista desde la perspectiva de unos nuevos ricos que tratan de culturalizarse yendo a museos, conciertos y reuniones sociales, pero que donde mejor se encuentran es viendo un partido de besibol. No pueden ocultar su total incultura y brutalidad en el refinado y sofisticado mundo de la clase alta, lo cual da pie para muchos chistes rápidos, como cuando Ray confunde al escritor Henry James con el trompetista de jazz Harry James. O con comentarios del tipo "mi diversión favorita no es ir a la ópera o a ver ruinas, ¿sabes?. Ya duermo bastante en casa".
La fotografía de Zhao Fei y el diseño de producción de Santo Loquasto traducen a la perfección ese universo de brillos exagerados y colores chillones que jamás combinan entre sí en el que se mueven los ilusos protagonistas. La estrambótica casa de los Winkler es todo un homenaje a la berretada y al mal gusto elevado al paroxismo, como comenta uno de los personajes.
Aparte de la siempre segura performance del actor británico Hugh Grant, destaca sin duda la brillante actriz de televisión Tracey Ullman con un papel de ordinaria con un mal gusto tan exagerado como cómico. Allen, como el gran director de mujeres que es extrae de ella un perfecto retrato de la vulgaridad norteamericana en el papel de Frenchy. Sus mejores momentos los logra cuando, en una parodia perfecta de Judy Hollyday en la película de George Cukor "Nacida ayer" (1950), interpreta a una pacata ama de casa que quiere culturalizarse de mano de un apuesto galán, Grant haciendo de William Holden (siguiendo con el símil).
Tracey Ullman ya había protagonizado el oscarizado film de Allen "Disparos sobre Broadway". También trabajó con el director neoyorquino cantando en "Todos dicen Te Quiero", aunque su actuación fue eliminada en el montaje final debido a la extensa duración del film. Siendo una actriz cómica con varios premios, Ullman consiguió no hace mucho su séptimo Emmy por su trabajo como actriz invitada en la serie televisiva "Aliy McBeal" (de 1998 a 1999). Sus otros Emmy pertenecen a las series "Tracey Takes on..." (1996) y "The Tracey Ullman Show" (1986) -programa por el que también obtuvo un Globo de Oro- así como su trabajo como actriz invitada en "Love & War". Entre sus trabajos cinematográficos destacan "Plenty" (1985) de Fred Shipisi, con Meryl Streep, "Te amaré hasta matarte" (1990) dirigido por Lawrence Kasdan y "Panic" (2000) de Henry Bromelli.
Por último, apuntar que el actor Michael Rapaport repite aquí en un papel muy similar y con las mismas "luces" al que ya interpretó en "Poderosa Afrodita", como uno de los amigos expresidiarios de Ray. Suya es la idea de anunciar las galletas de Frenchy en la revista "Playboy".
Una farsa corrosiva que se deja ver con una sonrisa.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



viernes, 10 de abril de 2020

Mi crítica de "Celebrity" (Cine-Woody Allen-1998)

A esta altura de los acontecimientos cinematográficos mundiales, podemos decir que Woody Allen es un clásico: todo lo que haga, bien o menos bien, será acogido por sus admiradores como un objeto de culto. Y los clásicos no se discuten.
Y eso es lo que pasa con "Celebrity", una película superficial sobre el superficial mundo de la fama. Trabajar sin ahondar en los acontecimientos, ser superficial porque el tema también lo es. Y no debería ser así. Recordemos la lúcida mirada de Federico Fellini en su "Ginger y Fred", asistiendo al frágil poco profundo mundo del espectáculo, pero viviseccionando a sus criaturas con preciso bisturí de cirujano. Acá eso falta. Y no es porque los personajes no sean tridimensionales, sino se deba al carácter episódico que imprima a su película: el hilo conductor de los personajes es Lee Simon (Kenneth Branagh) y su ex esposa Robin (Judy Davis) y, a lo largo del film, va apareciendo una galería de personajes que luego no retornan ni se repiten, como si se pudiera contar/cortar en pedacitos. Si bien hay episodios más o menos cómicos -la prostituta que se atraganta con la banana al querer enseñar sexo oral a Robin, la orgía con Di Caprio y Lee y su chica en la misma cama-, la película no pasa por ser cómica, sino por patética en el buen sentido de esa palabra. A veces es fácil perderse, ya que hay tantas caras y diálogos(hay 242 personajes que tienen alguna frase de diálogo), en esta película coral, que Woody hizo a la manera de "Ginger y Fred". Pero hacerla de esta forma no quiere decir copiarla, ya que aparecen todas las obsesiones del autor: la futilidad de la fama, la brevedad de la vida, los matrimonios y sus separaciones, la infidelidad, la inutilidad del arte frente a la muerte y el mundo femenino.
La fotografía en blanco y negro -con sus grises- parece indicarnos que no todo es blanco o negro, sino que hay que saber observar también los grises, aunque él, no responda aquí a ninguna razón temática del autor, sino simplemente a la estética que a él le parece que debe recuperar de las películas del pasado. Igualmente la fotografía brillante, impacta, emociona, con todos sus personajes que no saben muy bien a dónde van ni qué hacer con sus vidas y con su fama, no por nada la película se abre y se cierra con un pedido de auxilio: "HELP", que aparece escrito en el cielo por un avión al compás de la patética música de la 5° Sinfonía de Beethoven ("El destino llama a su puerta") que ya no es aquí el "Help" de Los Beatles. También aquí está la presencia del diván y su obsesión por el judaísmo, aunque estos no sean temas predominantes, prefiere dejarlos a un costado. Las mujeres de Woody nunca estuvieron tan hermosas ni tan llamativamente fotografiadas: las largas y hermosas piernas de Charlize Theron en el desfile de modas, el hermoso rostro de Winona Ryder, la frescura de Judy Davis, cambiando a mitad de la película el registro a que nos tiene acostumbrados, de su histeria y nerviosismo a la calma y la sabiduría. La soberbia actuación del alter ego de Woody, el británico Kenneth Branagh, así como la de cada uno de los extras de este infinito reparto, es, como nos tiene acostumbrados Allen, inmejorable. Párrafo aparte lo merecen el ajustado vestuario y el colorido de la gama de los grises que tan bien fotografía el ya desaparecido fotógrafo de Bergman, Sven Nykvist.
Una obra seria y cómica a la vez, que saca a relucir los trapitos al sol de toda una fauna muy singular, que, tanto ilustres como desconocidos -aparece en un momento un joven Donald Trump-- no quieren perder sus 5 minutos de fama. Pero, se pregunta Allen aquí: "¿Qué es una celebridad? ¿Una estrella de cine que cobra fortunas? ¿un carismático actor que destroza hoteles estando drogado y con una prostituta? ¿una modelo que lo único que hace es mostrarse sobre una pasarela rodeada de miles de "paparazzi"? ¿De qué vale el esfuerzo, artístico, intelectual o científico que trabajan anónimos sin un minuto de reconocimiento?" Y cuando se llega a la fama, hay que saber mantenerla, y eso es mucho esfuerzo, casi más de lo que implicó llegar. Lástima que son preguntas que se quedan en el camino, sin respuesta. La única visible es que en el mundo de las marquesinas y de la fama, seguirá brillando mientras en la Tierra exista alguien dispuesto a comprarlo y a pagar su precio.
Los films de Allen establecen con el espectador una recíproca actitud de confianza y conforman un sólido cuerpo autoral (¿Acaso el cine de Woody Allen es el último que aún puede fundamentar la teoría de autor?) frente a la agresión y el cinismo de otros directores y otras películas. En definitiva, después de cada reencuentro con el personaje, volvemos a girar un cheque al portador hacia el año siguiente, en que Allen retornará con su ego habitual, su visión del mundo y sus temas de siempre, que ya conocemos en detalle.
"Celebrity" es una película extraña. Como primera cuestión a señalar hay que decir que Woody no actúa en el film, aspecto que no sería importante en otro caso pero que, de acuerdo con la complicidad que el director busca establecer aquí con el espectador, la ausencia de su figura enjuta y problemática es un punto en contra del film. Su alter ego en "Celebrity" es Kenneth Branagh, encarnando a Lee Simon, un periodista farandulero con aspiraciones de escritor. La composición del actor y director inglés es loable pero impersonal, ya que cada uno de sus tics, la forma en que imposta la voz y la totalidad de su batería gestual pertenecen a Woody Allen. Se nota al respecto, el esfuerzo de Branagh por cumplir las rigurosas indicaciones del realizador, pero por momentos su  actuación no pasa de ser un calco de Allen como intérprete. En ese sentido, "Celebrity" es una película rara y también contradictoria: da la impresión de que el director se preocupó más de invadir la fuerte personalidad de Branagh (desde ya una proeza) que por contar una historia original.
Hay pocos universos tan reconocibles como el que nos muestra "Celebrity". Sin embargo, Allen parece no poder ir más allá de aquello que sabemos de antemano sobre un mundo artificial, que disfruta de sus 15 minutos de gloria. La estrella de cine sin ninguna virtud en la interpretación, la modelo come-hombres, el astro que destruye la habitación del hotel, la joven actriz de teatro under y las fiestas y ágapes del negocio literario son presentados desde el guión de manera superficial, anecdótica, episódica y bastante desganado.
El mejor Woody Allen, el que nos provoca simpatía, es aquel que se refiere a sí mismo, a su status social y al mundillo del que forma parte. Es decir, el Allen que habla de sus propias miserias, de sus amores, de su soledad, de sus gustos personales, del paso del tiempo. En los últimos años, sin embargo, el director amplió su mirada con el propósito de dar su opinión sobre otros mundos y otros personajes.
Opinión que no deja de ser interesante.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).