sábado, 4 de abril de 2020

Mi crítica de "Septiembre" (Cine-Woody Allen-1987)

Estamos acá frente a otro cuestionado film de Woody, para muchos de los críticos mundiales no ha llegado al nivel de excelencia de otras películas, siendo francamente desechable. En mi opinión, lo considero como otro paso más para acercarse a los afectos desencontrados y en la angustia existencial que envuelve al artista tanto como a la gente común.
El guión resulta un prodigio que vivisescciona a sus personajes con un alto grado de comprensión, escrita para seis actores, a los que estudia a fondo y con los que se compromete emocionalmente. Ya hace rato que Woody ha aprendido a escribir para gran cantidad de personajes, aquí lo hace para unos pocos, como tomándose un descanso del ingenioso chiste verbal, siempre presente en sus obras, reemplazándolo por un argumento que no tolera siquiera una broma.
Es igualmente asombrosa la impiedad que tiene Allen para sí mismo: cuando terminó de rodar "Septiembre", se dio cuenta que su trabajo no lo conformaba, y decidió reflimar la película en su integridad, incluso reemplazando a tres de los actores, quienes ya habían asumido otros compromisos.
La obra se presenta con la misma estructura de una pieza teatral, parece escrita para dos actos y dos cuadros en cada uno de ellos, en un ambiente cerrado, que es la casa de Lane, sin ninguna toma de exterior y con sus personajes revoloteando adentro de la casa.
Si se pudieran tomar todas las combinatorias del amor, tanto los que ganaron como los que perdieron, durante varios períodos de su vida, y se los uniera todos durante un fin de semana, eso podría sonar parecido a "Septiembre". Algunos de los invitados a este experimento podrían ser más viejos o más jóvenes que usted, o más sabios o más vulnerables, o de un sexo diferente, pero cuando usted mire estrechamente su romántico amor, se reconocerá a sí mismo, porque hay, después de todo una única manera de estar unido a la persona equivocada durante un tiempo equivocado. Hay seis personajes en la película, todos y cada uno de ellos hambriento por ser cuidado y amado. Todos en la película aman su cuerpo , pero normalmente no son amados por su pareja. El fin de semana entero les proporciona una serie de problemas emocionales, en la casa en donde se alojan.
¿Y qué hace Allen aquí? La estructura de la historia es demasiado pulcra para parecer desordenada psicológicamente. Cuando nosotros nos enamoramos, solemos quedar heridos en nuestra personalidad, con un sentimiento claro de que eso ya nos ha pasado antes y por eso es fácil que nos veamos reflejados en algunos de los personajes de la película. Para volver con una persona tenemos que apartar a otra. Si la persona a la cual nosotros volvemos no está interesada, a nosotros nos lastima nuestro ego, pero es la mejor manera de no sufrir demasiado.
Mia Farrow hace el papel de Lane, una mujer introvertida y desgraciada (con cierto parecido a la heroína de "Sonata Otoñal", de Bergman), que vive en una solitaria casa de verano de Vermont. De vez en cuando se consuela pensando en que venderá la casa para trasladarse a vivir a Nueva York, lo que nos trae a la memoria a las "tres hermanas", de Chejov, que siempre hablan de un viaje a Moscú que nunca llegan a hacer. Lane (hacia el final de la juventud), convaleciente de un intento de abrazar la oscuridad  por medio de una sobredosis de pastillas, es visitada por su madre, Diane (Eleine Stritch), una actriz y modelo que disfrutó de cierta fama hace ya algún tiempo. Ambas discuten sobre sus vidas oscuras y desperdiciadas, en especial sobre el asesinato de un amante de la madre, cometido por la hija.
Entre estos personajes se encuentra Peter (Sam Waterston), el ex amante de Lane, un escritor publicitario ingenioso y superficial a quien le gustaría dejar su trabajo para dedicarse a escribir cosas más serias, pero que teme no tener el talento suficiente -éste no es sino una revisión del papel de Joey (Mary Beth Hurt) en "Interiores" y el de Holly (Dianne Wiest) en "Hannah y sus hermanas"-. Tenemos además a Howard (Denholm Elliot), el vecino de al lado de Lane, un hombre mayor y muy educado al que ella rechazó. Y que tiene esa actitud "anhedónica" típica de Allen, en el que aparentemente "disfruta" de un sufrimiento que está muy cerca, y al mismo tiempo, muy lejos. También está Lloyd (Jack Warden), actual marido de Diane y hombre de sólidos principios e intelecto puro (es físico), que, por lo tanto es el polo opuesto del analfabeto emocional con que su mujer estuvo  emparentada en su turbulenta juventud. Otra de las obsesiones recurrentes de Allen fue encarnada por Dianne Wiest como Stephanie, la amiga casada de Lane, que siempre está a punto de engañar a Farrow con Waterston, lo que permite a Allen adentrarse, una vez más, en la idea del adulterio (un concepto dominante en toda su filmografía) y de la cuestión moral de la confianza: ¿es posible este concepto cuando el deseo asoma la cabeza?
Hay, además, un intento de agregarle cierta solemnidad al film, al hacer que el físico admita que trabajó en Los Álamos desarrollando la bomba atómica que ahora amenaza con destruir al mundo, mientras que el aspirante a escritor explica que está trabajando en un libro sobre la figura de su padre, que cayó en la desgracia en los años 50, durante la caza de brujas de McCarthy.
Una década después de que "Interiores" fuese atacada por su inseguro intento de anunciar que, desde ese momento, Woody quería ser considerado el Bergman norteamericano, Allen volvió a utilizar el mismo enfoque (y a recibir las mismas críticas hirientes) por segunda vez consecutiva. Si bien en esta oportunidad está más cerca del "Tío Vania" de Chejov, en versión femenina. De esta forma crearía sus dos películas menos populares, tan vapuleadas por los críticos como ignoradas -en su estreno en Nueva York, Chicago y Los Angeles- que, en los circuitos periféricos de los Estados Unidos ni siquiera llenaron las salas de arte y ensayo.
Los admiradores de Allen, está claro, se contentaron con sus típicos toques, como hacer que sus personajes, todos ellos románticos bastante tristes, escuchen discos nostálgicos de Art Tatum en vez de piezas contemporáneas o que, cuando hay un adecuado corte de luz (que simboliza el derrumbamiento de la civilización moderna), se reúnan alrededor del piano para cantar los temas de los años 30 que recuerdan con cariño. Los esquemas de color amarillo-beige son de un gusto tan exquisito que podrían haber sido escogidos por Eve, el personaje de Geraldine Page en "Interiores".
La película se inicia con una música suave para piano, sobre los títulos, y enseguida, una cámara pasiva empieza a recorrer la amplia casa de Vermont en una acalorada tarde en la que Stephanie repasa sus conversaciones en francés con Howard. Ya para el final, la cámara cerrará el recorrido por la casa, envolviéndolo todo, como si esta fuera un personaje más (y por supuesto que su presencia lo es).
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).




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