viernes, 24 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Vivitos y Coleando 2" (Teatro Infantil)


Ahora Teatrix nos aporta esta obra del gran Hugo Midón que está llamada a perdurarlo.
Nunca entendí la lógica de los payasos. No me gustan, me resultan estúpidos, insulsos, insoportables, faltos de coherencia. No entiendo la lógica de los espectáculos infantiles en general, dónde sus protagonistas están llamados a gesticular mucho, gritar mucho y declamar mucho, todo aderezado por canciones pegadizas que condimenten un plato para el gusto infantil. Como sí entendía la lógica de los protagonistas de mi niñez: la gran María Elena Walsh, Pipo Pescador y los payasos Gaby, Fofó y Miliki. Porque eran algo que yo podía entender, que podía hacer cómplices a los padres, quienes lo disfrutaban también y sus canciones tenían un plus, algo que en su momento se me escapaba (o no) pero que al tiempo entendí como una "filosofía". En la actualidad el único actor-cantante-contador de chistes con el que sintonizo es el gran Luis María Pescetti, porque habla el lenguaje de los chicos sin excluir a los grandes. Y porque trabajando es él un chico más ("que no te oyo", "seguridad, retire a ese niño, por favor").
Pero al fin me acerqué a Hugo Midón, de quien no había visto ningún espectáculo porque ya era demasiado grande cuando él llegó y demasiado chico cuando se fue. Y entendí por qué seduce tanto a los chicos y a los padres (es sorprendente como en esta función en el teatro "El Picadero", de septiembre del 2017, había en la platea más grandes que chicos). Porque es como esas películas animadas estilo "Shrek" que apuntan tanto al público infantil como al adulto. Si bien toda la estética está concebida para los niños: colores chillones, narices de payasos, trajes exóticos, decorados simples, canciones pegadizas; hay cierto metamensaje que sólo siendo adulto se puede comprender (o "sospechar", más bien), el empleo de la literalidad de las palabras, el doble sentido, el origen del absurdo, los estereotipos del lenguaje, y, sobre todo, y esto es lo más importante, la anti-lógica de la lógica. Sí, hay mucho de Leo Maslíah en el discurso de Midón, un cantautor y contador de historias tan lógico que es llevado al extremo de la negación de lo lógico. Hay además poesía en Midón, y eso es algo que los chicos agradecen. Como en aquel sketch en que todo el elenco se pone a escuchar "Una furtiva lacrima" (sí, ópera en una obra para chicos) en la voz inmortal de Pavarotti y ésta es interrumpida por una mandamás con mucho de jerarca nazi, que odia la música, odia los colores, odia a los actores, a los bailarines y a los cantantes. Seguramente todos se quedaron frustrados de no poder haber terminado de escuchar el aria tan emotiva.
Claro, para que un espectáculo así brille, es necesario excelentes actores, cantantes y bailarines. Y esta vez quienes encarnan al trío principal son Laura Oliva, Julián Pucheta y Carlos March, muy bien secundados por Vicky Banfather, Fernando Avalle, Rodrigo Cecere y Flavia Pereda. Todos son excelentes en lo que hacen. Sobre todo porque deben asumir muchos personajes a lo largo de la hora y cuarto que dura el espectáculo y los hacen todos con solvencia. El libro y las letras de las canciones son del propio Midón y la música de Carlos Gianni y la dirección del siempre eficaz Manuel González Gil.
Hay chistes que sólo serán entendidos por los grandes (el habla de los dos estancieros, el sindicalista llamado Juan Domingo, la idishe mame de Aladino, la prepotencia y griteríos futboleros de los argentinos, la tierra argentina asediada por piratas en donde todos roban a todos, etc.), pero hay otra gran cantidad que es festejada por los menores de la familia, sobre todo los numerosos sinsentidos. Acá todos son payasos (su nariz colorada y su vestimenta así lo indican) pero no se comportan como tales, hablan (esta es la principal diferencia), coordinan y tienen conductas adecuadas con sus personalidades. Por eso me resultan empáticos (y simpáticos), son creíbles, no son grotescos ni crípticos, no se tropiezan ni se caen ni se tiran tortas de crema en la cara. Había una gran inteligencia en Midón, supo crear payasos verosímiles, acercarlos al mundo cotidiano de sentimientos y pasiones y hacerlos aceptables aún para quienes odiamos o temen a los payasos.
Los ritmos que se escuchan son variados, pero todos armónicos (recuerdo el desagradable musical de "Shrek" con música rockera, porque eso "acercaba a los chicos"), desde un vals, un merengue, pasando por un rock limpio (y muchas referencias al mundo rockero) o hasta el cuarteto se hizo con sensibilidad y armonía. La coreografía es de otra amiga de la casa, Doris Petroni (compañera de danzas de mi tía) y está muy hábilmente utilizada, al igual que el canto y la escenografía.
Hay muchos y muy variados sketchs, todos de igual eficacia, como los ya mencionados de los estancieros, el de Aladino, que viene a la Argentina a resolver sus problemas, el de las mamaderas de los bebés, el de los enamorados, el del cuarteto de rock, aquel de los piratas y muchos más, con un brillante final con todo el elenco cantando "Vivitos y Coleando" a toda voz y con la complicidad del público. Al fin entendí por qué Hugo Midón fue un grande. El show es altamente recomendable para el público familiar completo.
Y recuerden que pulsando "Ver Obra" pueden ver la pieza completa.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 18 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Vino para Robar" (Cine)

Debido a la polisemia de las palabras "Vino para Robar" tiene un doble sentido, no sólo destaca la acción de "venir" sino que la convierte en esa bebida que se hace con uvas. La comedia de espionaje y suspenso de Ariel Winograd, del 2013, tal vez la más ambiciosa de su carrera es un verdadero homenaje al maestro del suspenso Alfred Hitchcock. Si tenemos en cuenta que Hitchcock también era un fino humorista (como lo dejó sentado en muchas de sus películas) no es tan desatinado que otro humorista quiera parodiarlo en su propio terreno. Hay referencias a "Para atrapar al ladrón" (si bien Mendoza no es la Costa Azul, también tiene bellos paisajes y realmente muy bien explotados, sin destinarlos al simple consumo turístico); "North by Northwest" ("Intriga internacional" o "Con la muerte en los talones", además éste es explícito, ya que en la última escena antes del epílogo, Valeria Bertuccelli tiene una remera con el nombre de este film grabado en ella), y más ampliamente, "Notorius" ("Tuyo es mi corazón"). La trama toda, llena de suspenso, emoción (thriller), intriga y espionaje parece un film del maestro inglés, al que no tiene nada que envidiarle; además los últimos títulos están musicalizados al mejor estilo de Bernard Herrman. Pero estamos aquí sobre todo en el ámbito de la comedia.
Y para comedia se cuenta con Daniel Hendler (Sebastián), ya lejos de los titubeos leomashlianos de su adolescencia, Valeria Bertuccelli, otra gran comediante (Mariana/Natalia) y Martín Piroyansky, en algo más que un papel de reparto, un verdadero protagónico. La película empieza con Sebastián recorriendo un museo, en donde ve una antigua máscara de oro, la que pretende robar. Por un accidental encuentro con la encargada de la seguridad del museo, Natalia, decide seducirla y la invita a cenar y la hace tomar más vino de lo que puede resistir. Así es que al llevarla a su casa logra hacerse con el dispositivo de seguridad que protege la máscara. Luego, de noche, ingresará en el museo y sorteando miles de obstáculos logrará hacerse del trofeo. Una vez a salvo, suena el teléfono de Natalia, que se ha olvidado en el auto de él y ésta le dice que está desesperada porque ha robado la máscara de oro y se encuentra lista para embarcarse a Uruguay. Allí Sebastián comprende que se le adelantó, y, según le dice ella, la reemplazó por una copia de yeso. Sebastián le dice que la espere antes de embarcarse que quiere despedirse de ella. En la sala de espera del Buquebus, le dice que vaya al baño a lavarse las lágrimas y logra meter la mano en el bolso de ella y trocar las máscaras. Se despiden. Pero cuando se va sospecha que lo ha engañado y parte la máscara y comprueba que la de yeso la tiene él y ella se llevó la verdadera. Así la ve mirarlo desafiante desde la proa del barco y saludarlo con la mano muy alegre. Este es sólo el comienzo de una trama que nos guarda varias sorpresas como esta: no todo lo que se ve es lo que parece ser...
Así nos trasladamos a Mendoza, en dónde ambos se verán envueltos en el robo de una botella de  Chateau Bardon, bien llamado el Malbec original, que es la que Napoleón guardara para sí, y que ahora Mariana (la misma Bertuccelli) le ha robado a un tal Segundo Basile, el zar de los vinos (Juan Leyrado), y que ha ido a parar a la caja fuerte de un Banco. Además de intentar matarlos, Basile contrata a un enólogo alemán, Karl Günterg, quien debe detectar el vino verdadero de entre los cientos de botellas que guarda el Banco. Sebastián conoce a Pascual, el padre de Mariana (Mario Alarcón), que no sólo es vitivinicultor, sino que además alquila piezas en su residencia retirada de la ciudad y ahí es donde hospedan al verdadero Günterg, reemplazándolo ante los ojos del mundo por su hijo, Frederik Günterg, que no es otro que Chucho (Piroyansky) bien caracterizado y hablando inglés fluidamente. Bueno, los enredos se multiplican y Winograd y sus guionistas han sabido poner los mejores chistes en boca de personajes de reparto (si bien se guardan algunos para los protagonistas) y, sobre todo, crear un clima humorístico en el fluir de la película y acentuar el guión en los artilugios del espionaje y sus múltiples disfraces y tecnologías. Contar más del argumento sería una traición hacia quien la vaya a ver ya que hay muchas más sorpresas, y bien condimentadas: la puesta en escena es la más arriesgada de toda su producción, y es notable la escena en el desfile de carrozas o las que transcurren en Italia después de los títulos. Además hay guiños a films como "The Score", último en el que participó Marlon Brando, junto a Robert De Niro y Edward Norton, y una reminiscencia de "Desayuno en Tiffany" con el célebre vestido de Audrey Hepburn y su peinado en el físico de Bertuccelli preparada para la fiesta en la bodega.
Los guionistas saben poner las mejores ocurrencias en boca de la actriz, quien deslumbrara después de su verborrágico papel en "Un novio para mi mujer", de Juan Taratuto, y la convirtieran en una de las mejores comediantes de nuestra cinematografía y el teatro. Y los chistes funcionan de maravillas. Claro que Hendler es otro actor que se ha criado con la comedia y no se queda atrás. Y Piroyansky también es muy bueno y brilla en su composición de ese fanático de la computación. Además Winograd nos hace escuchar las mejores piezas de jazz que alegran toda la película, hasta esa gran partitura que es "I Had to be You" en la voz de un cantante. En resumen, un film brillante en el que colaboran cada uno de los rubros artísticos y técnicos para entregar un producto de inmejorable factura.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 11 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Ausente" (Cine)

Impulsado por los comentarios de una amiga y compañera, me vi impelido a ver esta película de buena factura, que me resultó excelente e impecable. Película de Marco Berger del 2011 que porta el estandarte de "Cine gay", es tan sutil en su concepción y con tal ausencia de golpes de efecto que bien podría pasar desapercibida desde esa calificación. Dado su marco de referencia, ya estamos acostumbrados a tratar en el cine, teatro, literatura y en la vida diaria el tema gay que ya no produce escándalo, pero en ese año del 2011, la sociedad todavía no estada tan empapada del tema (lo que concluyó con la ley del matrimonio igualitario) y tocarlo era un arma de doble filo. Pero allí fue Marco Berger con su historia e hizo historia.
Todo ocurre en el marco de un colegio secundario y la relación entre un alumno de 16 años, Martín Blanco (Javier de Pietro) y su profesor de gimnasia, Sebastián (Carlos Echevarría). La historia empieza en los vestuarios del natatorio y lo que vemos son cuerpos fragmentados, torsos, brazos, manos, mallas de natación y lo que esconden, piernas velludas, pies. Todos sabemos el poder de erotización que tiene la fragmentación del cuerpo humano tanto en el cine como en el arte en general (de esto saben mucho las películas pornográficas), es como si la completud bajara la capacidad de generar deseo, las partes independientes lo exacerban. Y Marco Berger lo sabe, como lo sabía también el gran Hitchcock, de quien esta película es en parte deudora (pienso en lo primero que me viene a la mente: la escena de la ducha en "Psicosis", pero hay pruebas a lo largo de toda su filmografía). Lo que comienza como un síntoma en un ojo, que desencadenará en que Sebastián lleve a Martín a la clínica de ojos, concluirá en un entramado en el cual Martín no logra entrar a su casa por ausencia de su abuela (después sabremos que estaba mintiendo, ya que vivía con sus padres) y el hecho de ir a pasar la noche a casa de Juan Pablo, un compañero con el cual se desencuentra, terminará logrando Martín su objetivo, ir a pasar la noche a casa de su profesor.
Sebastián es héterosexual y tiene novia, Analía (Rocío Pavón) pero ejerce un influjo devastador sobre Martín, quien lo desea con todas sus fuerzas. Sabemos que un chico de 16 años está en la etapa de indefinición sexual, con todos sus altibajos, si bien tiene una novia a la que no desea porque la conoce desde los 6 años, Mariana (una jovencísima Antonella Costa), los juegos homosexuales con su amigo, el constante devaneo de las miradas requisitorias en el vestuario y la cercanía física con todos sus compañeros con sus cuerpos bien torneados y con su profesor, llegan a confundirlo. Y a Sebastián también, por lo que vemos. Ya en el departamento de dos ambientes, Martín se queda a comer, se ducha en el baño de Sebastián, le usa su desodorante, sus perfumes, incluso le presta una remera, es decir, lo invade de todas las formas posibles (es un chico muy demandante, al borde de las ganas de asesinarlo), como queriendo poseerlo por completo a Sebastián, sustituyéndolo. Si bien la noche es motivadora, este chico está en plena efervescencia de su testosterona y vigila todos los movimientos de su profesor hasta encontrarlo con la guardia baja. Es allí, cuando, dormido, consigue meter mano en su muslo, a lo que el profesor se despierta, pero Martín ya ha desaparecido. Pasada la noche, Sebastián el dice a Martín que no diga a nadie que se quedó a dormir en su casa pues puede comprometerlo, un profesor que invite a dormir a un menor puede acarrear graves resultados.
Por la mañana al llegar al colegio Sebastián, en sala de profesores se entera que se armó un lío bárbaro en el colegio porque un alumno no fue a dormir a su casa diciendo que se había quedado en lo de un amigo, pero la madre del chico se había encontrado con la madre del amigo y negó tenerlo en su casa. Lo que culminó con un sonoro castigo por parte del padre del chico y la desesperación de la madre. La cara de Carlos Echevarría es inmutable durante toda la película, padece de una apatía tal, que sólo esta noticia parece desconcertarlo un poco. Martín acosa a su profesor y le dice que en realidad vivía con sus padres pero que decidió toda esta tramoya ya que pensó que de haber ido a su casa hubiera podido "pasar algo". Sebastián reacciona pegándole una trompada. Pero estamos en verano (no me dan los tiempos con el calendario de clases) y la exhibición de los cuerpos medio desnudos puede dar rienda suelta a la tentación. Si bien los dos (profesor y alumno) tienen novia, ninguno demuestra el más mínimo contacto erótico con sus parejas. Algo perturba la mente de Sebastián, como pensando en la oportunidad que pudo haber perdido de "tener algo" con su alumno. Las constantes miradas y arreglos frente al espejo que hace Martín, se parecen mucho a los de Analía que hace con sus pestañas o sus labios, confundiéndose la identidad masculina con la femenina. La primera parte de la película, toda la secuencia del desencuentro con su familia y la noche pasada en casa de su profesor es un verdadero thriller erótico, con una tensa música y una acertada fotografía de Tomás Pérez Silva.
La segunda parte, cuando ya todos vuelven al colegio se caracteriza por la tensión entre profesor y alumno, ya que cuando aquel le pega la trompada, éste se defiende diciéndole: "No me provoque, si yo lo denuncio vamos a ver cuál de los dos va a perder más". El thriller sigue, aquí en las constantes miradas entre los dos, en su encuentro (y desconocimiento) en el cine, todo hasta que un día, jugando a la pelota con Juan Pablo (Alejandro Barbero), Martín salta un techo para recuperarla y se mata.
La noticia cae como una bomba en el colegio en especial en Sebastián, quien de ahí en más empieza su infierno personal, resolviéndolo todo con una escena del más sugerente realismo mágico en dónde se reencuentra con Martín en los vestuarios, persiguiéndose en un laberinto de espejos (sí, como el de "El fantasma de la ópera", versión Andrew Lloyd Webber) y por fin encontrándose, dispuestos a perdonarse y amarse francamente, dándose un beso casto.
Es una segunda obra por parte del director (después de "Plan B") que lo muestra en toda su madurez y esplendor y que si bien es del 2011 da ganas de volver atrás para seguirle los pasos y ver qué fue de su experiencia. La recomiendo para el público adulto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

jueves, 9 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Mi Hermana, mi Amor" (Cine-1966)

Acabo de ver el controvertido film de Vilgot Sjöman, "Mi Hermana, mi Amor", realizador sueco que nació y murió en Estocolmo, desde 1924 al 2006, a la edad de 81 años. Principalmente trabajó con actores de Bergman para este film, de 1966 filmado en un excelente y riguroso blanco y negro, del fotógrafo Lasse Björne, que le da toda la potencia dramática que la obra necesitaba. Es una adaptación de una historia de John Ford, ambientada en la Suecia del siglo XIX. Si bien en el arranque parece algo similar a las "Relaciones Peligrosas", por las características de ambos hermanos, después toma un rumbo diferente.
Charlotte (Bibi Andersson, en su esplendor) y Jacob (Per Oscarsson), con melena leonina, son los dos hermanos en juego y tienen tal espíritu de seducción que a los pocos minutos ya sabemos que cometerán incesto. Él llega de haber estado cinco años ausente y ella está prometida en matrimonio al barón Carl Ulrik Almsden (Jarl Kulle), matrimonio que Jacob como tutor de su hermana tiene la capacidad de impugnar. Pasados los primeros prolegómenos, los hermanos se aman y se prometen estar juntos por el resto de sus vidas, renunciando ella a su casamiento. Pero hay otro personaje con la carga de la culpa y del pecado sobre sí, el Conde Schwartz (el también bergmaniano Gunnar Björnstrand), que tiene muy presentes estos conceptos por haber sido pecaminoso en su vida con ciertas mujeres. Esto marcará definitivamente a Charlotte, imprimiéndole el peso de la culpa a su relación con Jacob. El Conde es a la vez el tío de Ebba (Tina Hedström), una jovencita con quien Jacob juguetea y hasta llega a proponerle matrimonio. Charlotte y Ebba son muy compañeras y comparten muchos momentos juntos, por supuesto sin decir nada aquella de su conflictiva relación. Hay otro peso pesado en la historia: una de las mujeres pobres de la comarca y sirviente de Charlotte, la sra. Küller ha tenido un hijo sin padre hace ya muchos años, un hijo al que ha resultado tonto sin vueltas, es un oligofrénico que se sospecha ha sido engendrado por el padre de su madre. Y esto marcará definitivamente a Charlotte, sobre todo desde el momento en que se entere que está embarazada de su hermano.
Le envía una carta a su prometido diciéndole que suspende el matrimonio, y se promete a Jacob, pero este es un frívolo y mundano que, a pesar de que ama a su hermana, parece rehuir de los compromisos. Entonces Charlotte va a encontrarse con el barón Almsden y a ver la casa que éste compró para ellos. Le pide que le dé explicaciones sobre su renuncia, y ella lo besa y se hace conducir al lecho matrimonial. Allí consuman una relación que habían venido sosteniendo por meses y ella le declara que no puede casarse con él porque está embarazada de otra persona. Éste, después de pensarlo un poco decide que será el padre del hijo que Charlotte lleva en su vientre. Contraen matrimonio, aunque los hermanos no dejan de "visitarse" hasta que el barón empieza a sospecharlo todo, incluso la paternidad del niño.
La película debe haber causado un gran revuelo en la época de su estreno, porque en los 60' no era común que se pusiera sobre el tapete las relaciones incestuosas de modo tan claro. Aunque el film lo trata con total sobriedad, evitando las escenas incómodas y sólo dedicándose a la insinuación, si bien cuenta con varios desnudos secundarios. No es un tema muy frecuentado por el cine el de las relaciones incestuosas y por eso el motivo de "rara avis" de esta película y su decidido enfoque.
Bueno, Charlotte empieza a temer por la salud física y mental de su criatura al nacer, teniendo en cuenta al hijo de la sra. Küller y se empieza a sentir superada por la culpa. El barón reconoce que el hijo es de Jacob y se enfrenta con él, expulsándolo de su casa, aunque esto no impide los escarceos amorosos entre ambos amantes, y se toma revancha con su esposa alejándose de ella y no tocándola en todos los meses de su embarazo y echándole en cara que se ha comportado como una cualquiera al quedar embarazada de su hermano y que la odia. Allí va la ingenua de Charlotte a pedirle revelaciones a la sra. Küller sobre quien fue el padre de su hijo y ésta, al confesárselo logra horrorizarla. El vientre de Charlotte sigue creciendo, y Ebba le dice que Jacob ha desaparecido momentáneamente por una mujer que dejó embarazada y que ha sido acompañado por ésta. Charlotte le dice que eso no es así y en off le devela el verdadero origen de su hijo. Ebba, profundamente enamorada de Jacob y falsamente prometida en matrimonio con él, saca un pistolón y mata a Charlotte. Su esposo, horrorizado pide que venga un médico, pero comprueba que su mujer ya ha muerto. La sra. Küller, que entra justo allí, toma un cuchillo y le abre el vientre, sacando una niña hermosa y sana. Esto da el final de la historia y una nueva esperanza a la vida del engañado barón, quien ahora deberá ocuparse de la crianza de su hija (¿o tal vez la tome Jacob?).
La película no podía terminar más que en tragedia por como venía planteada y hay muchos simbolismos durante la obra. Un Conde que vive afligido por el peso de la culpa y del pecado, y que dice que todas nuestras faltas se expiarán en el infierno, mientras que Charlotte sostiene que después de la vida no hay nada, pero que logra contagiarle a ella el temor por la culpa y la busca de la redención, con una muerte que es aceptada con una sonrisa. Incluso en el montaje hay sorpresas, como la imagen de un cerdo gordo y bien alimentado para presentar, corte mediante al cura párroco gordo y protestante, casado y con seis preciosas hijas, en la siguiente escena. Las actuaciones confirman que este es un gran film, y la prodigiosa iluminación y el encuadre de cámara hacen todo esto un festival para los sentidos. La dirección demuestra que se puede ser audaz sin caer en el mal gusto y alimentar los buenos instintos. Esta obra fue conocida en la Argentina como "El fuego" y hay referencias a ese fuego a lo largo de toda una película que divide el mundo de ricos y pobres, de amos y sirvientes, de una forma muy tangible. Totalmente recomendable para el público adulto.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 4 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Días Contados" (Teatro)


En otra versión perfectamente restaurada por Teatrix, nos presentan en esta ocasión "Días Contados", la obra escrita y dirigida por Oscar Martínez con un elenco estelar protagonizado por Cecilia Roth, Alejandro Awada, Gustavo Garzón y Claudia Lapacó. La pieza tiene ya más de una década de estrenada en el Complejo La Plaza y la vi en esa ocasión; bueno es reencontrarme con este material para disfrutarlo nuevamente. Esta es nuevamente una obra con formato de comedia, aquello que tan bien le sale a Oscar Martínez y, si bien esta es un poco más seria que las otras, no va en desmedro de ella. Los "días contados" hacen doble referencia, por un lado, la profesión de Ana Casal, la protagonista (Roth), que es actriz y escritora de teatro, y todo lo que veamos va a formar parte de una obra escrita por ella sobre unos días decisivos en su vida; la otra referencia son los días contados que tiene Carmen, madre de Ana (Lapacó), quién está internada en un sanatorio por una descompensación y que si bien no muere allí, sí lo hace tres meses después y una vez finalizada la obra. Las otras relaciones de la protagonista son con su hermano Javier, un psiquiatra aventajado (Awada) y su ex marido Agustín, editor (Garzón) con quien tienen una hija proclive a la mayoría de edad de nombre Paula.
La obra va cambiando de escenas y decorados según lo estructure su narradora, con un monólogo al público, quien va hilando los días en que le tocó vivir la internación de su madre. La obra, si bien compleja, destila humor y sabiduría en el examen de las relaciones humanas que son tan características de su autor (y aquí su alter ego, Ana). Es aguda en la relación de Ana con su madre, una relación tirante, abusada por la autoridad y la prepotencia verbal de una progenitora que no deja de ser irónica y sagaz, siempre metiendo el dedo en la llaga con respecto a su hija, quien no la tolera. Parece que toda la vida tuvo que tolerar el destrato de su madre y su preferencia por los hombres de su vida, menos por su marido (el padre de Ana) a quien siempre consideró un pusilánime. Así también provocó una ruptura entre los hermanos Ana y Javier, haciendo que tuviesen una relación conflictiva y desagradable, que trata de ponerse en claro durante toda la obra. El psiquiatra es quien se ocupa de hablar con los médicos y ver que en su madre no se produce ninguna mejoría, así como de atender su consultorio y su "pacientela", llegando al caso de tener que internar a un adolescente hijo de un juez que se encierra en el baño y con quien procura hablar por celular. La mirada cómica sobre lo dramático presta a la obra una doble ventaja: la lucidez con que se encaran los vínculos humanos y la de hacer soportable un tema por demás angustioso y que puede resultar difícil de tragar. La enfermedad y decrepitud de los padres es un tema muy frecuentado por el teatro, pero esta mirada humorística, le da un relieve particular.
Es clarificadora también la postura de Ana con su ex marido, quien se ha vuelto a casar con una mujer diez años más joven que ella y con quien van a tener un hijo, mientras que ella no volvió a formar pareja. En un momento de la charla le dice Agustín que Paula quiere ir a vivir con ellos, y que éstos están por mudarse a vivir y trabajar a España. Paula quiere vivir en el Viejo Continente y recorrerlo, aprovechando que se va a vivir con su padre y la nueva pareja y el hermanito por venir. Ana toma todo esto muy mal pues no se la ha consultado para nada y piensa que su hija la odia. Además hay unas reflexiones muy humorísticas de Agustín y el manotazo de ahogado que le pega Ana ante la internación de su madre. Lo llama a la una de la madrugada y le pide que vaya a visitarla como si fuese una visita de cortesía. 
La madre internada en la habitación de sanatorio también resulta muy risueña, en una primera visita, en que se encuentra algo confusa y "su reloj atrasa quince años" y es visitada por Ana y Agustín, quienes le hacen creer que están casados y que Paula tiene 5 años, y Carmen reclama obstinada que le busquen un hermanito a la niña. Realmente, a pesar de lo confuso de la situación (o por eso mismo) tiene resultados muy jocundos y fecundos. La segunda visita, cuando se ha vestido toda y ha salido del hospital para llamar a su hijo y "darse el alta" también obtiene simpáticos resultados.
Las actuaciones han sido muy bien diseñadas por la mano rectora de Martínez en su rol de director. Cecilia Roth está impecable, con su estilo de mujer capaz de todo al que nos tiene acostumbrados, con muy buen manejo escénico y de voz y movimientos. Claudia Lapacó luce su oficio y está verdaderamente muy graciosa como esa Carmen que se resiste a que el tiempo pase. Awada está correcto como siempre y Garzón resulta un poco monocorde en su modo de hablar algo "atontado". Pero ya sabemos que la suma es más que las partes, y el conjunto luce fenómeno, realzando una obra que de otra forma no sería más que papel escrito.
A esta altura ya podemos hablar de Oscar Martínez, más que como un hombre de teatro, un verdadero todoterreno, ya que se desempeña tan bien en sus actuaciones como en la escritura y la dirección. Con tres obras escritas -al menos las conocidas por el público- "Ella en mi cabeza", "Días Contados" y "Pura Ficción" se constituye en un gran observador de las conductas humanas, un verdadero analista y estudioso del devenir del hombre de su tiempo, con sus obsesiones, sus manías, fobias, amores, odios, rechazos, celulares, pastillas tranquilizantes y por sobre todo, la tabla salvadora del teatro. Una obra brillante para disfrutar y admirar.
Recuerden que presionando "Ver obra" pueden acceder a la obra completa.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 3 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Rey Lear" (Teatro)


Teatrix continúa con su mes de homenaje a Alfredo Alcón y nos trae una de sus últimas y más grandes creaciones: "Rey Lear", del inmortal bardo inglés William Shakespeare, protagonizada en el año de su muerte (la de Alcón), el 2014. Con la genial mano de Rubén Szchumacher conduciendo el timón de un grupo de intérpretes avezados. Si bien la restauración de la obra corrió por manos del personal de Teatrix, esta no quedó perfecta, en muchos tramos se pierde el foco, pero la presencia de Alcón sobre el escenario no se puede opacar, su voz, su presencia magistral, sus inflexiones, su vis dramática hacen de esta obra un verdadero placer para el buen gusto. "Lear" habla sobre la locura de un hombre ochentoso, a la que Alfredo le presta todo su envase de una manera brillante, haciéndonos creer verdaderamente que estaba decrépito y enajenado, pero no, era el loco más sano de las tablas.
"Rey Lear" no habla solo de la pérdida de la razón (aunque es su tema excluyente), sino también de la venganza, los celos, las pasiones, la lucha por el poder y los grandes amores filiales. Lear comienza su obra con la división de su herencia para sus hijas en vida. Se siente vencido y acosado por la locura y quiere dejar su legado antes de morir a sus tres hijas. Goneril, la mayor, recibe una mitad de todo el reinado; Regan, la segunda, la otra mitad, mientras que Cordelia, quien parece profesar por su padre el amor más genuino y menos hipócrita, en virtud de eso es desheredada por su progenitor, que no logra ver el alcance de este amor. La insulta y la injuria, desterrándola, mientras que ya vemos que su razón empieza a flaquear. Será necesario que pase toda la obra para que se reencuentre con ella y, por su amor desinteresado, consiga perdonarla hasta que ella muere en sus brazos, y el último suspiro de Lear será sobre el pecho de Cordelia.
Sus otras dos hijas se han casado con Duques (de Albany, Goneril, y de Cornwell, por su parte Regan), quienes asumirán sus puestos en la batalla final contra Francia, traicionando a su país y a su Rey. Lear es un pobre desquiciado, que, aún conservando el reinado, no puede ponerse al frente de sus tropas ni siquiera aplicar una estrategia. Él vive en otro mundo, el mundo de los delirios, de los desvaríos, el de la furia y la bronca, pero también el de la piedad. Es ayudado y auspiciado por su amigo "el Loco" (gran labor de Roberto Castro), quien conserva esa locura fresca y risueña propia de los poetas y los niños y comanda el barco de la risa en la primera mitad de la obra, luego procederá a acompañar a su soberano en silencio, mandado por la suerte que deben correr.
Hay otra historia paralela, la del Conde de Glocester (brillante Roberto Carnaghi) y sus dos hijos, uno legítimo, Edgar (Joaquín Furriel) y otro bastardo, Edmund (Juan Gil Navarro), entre quienes se establece todo tipo de traiciones, celos y venganzas, haciendo pasar el bastardo por traidor a su padre, a su hermano, y siendo éste expulsado del reino. Luego la trama sigue y los destinos de ambos hermanos volverán a cruzarse, incluso influyendo en la vida de Lear y sus hijas.
Pero ¿hasta dónde está el alcance del poder?, parece preguntarse el bueno de Guillermo Sacudelapera (William Shakespeare); ¿hasta dónde puede llevarnos la locura cuando la razón ya no impera? ¿hasta dónde los lazos filiales y fraternales son valiosos en el terreno de los celos y la lucha desmedida por el poder? ¿Cuál es el límite de la ambición? Como buena tragedia que se precie, parece que todo el destino de los hombres corre por cuenta de "los dioses" y las dos hermanas perdidas por la codicia y el deseo perecerán, una envenenada por la otra y la otra suicidada (sin contar con Cordelia que muere ahorcada). El Conde de Glocester será torturado y dejado ciego tras arrancarle los ojos sus enemigos y será guiado por su propio hijo  Edgar (ya en el exilio), adoptando la piel de un mendigo, que lo llevará hasta la misma muerte, de la que se salva.
La traducción del clásico parece ser la adecuada, ya que hay mucho vuelo poético entre tanta tragedia e imágenes de gran potencia visual, que Szchumacher supo resolver con un escenario despojado (sólo unos paneles lumínicos y algunos bancos que se desplazarán convenientemente según lo requiera la acción). No podemos dejar pasar la gran versión y transposición que hiciera para el cine el enorme Akira Kurosawa con su magistral "Ran" (adaptada en tiempos medievales japoneses), de una elegancia y un refinamiento visual insuperable. 
La puesta impecable del Teatro San Martín hace honor a toda su producción y fue la casa de Alfredo Alcón en numerosas oportunidades, aunque esta no fue la última obra de su carrera (fue la magistral "Final de Partida"), ya se dejaba ver el deterioro físico de un hombre que luchaba contra su propia decrepitud y ancianidad, pero conservando toda su memoria y la magia de su voz (empezó en "Las dos carátulas", el recordado ciclo de radio de obras inmortales de todo el repertorio clásico mundial). Nos queda el recuerdo, y para quienes admiramos al gran Alfredo en vida, estos archivos mágicos que nos lo devuelven por un ratito en todo su esplendor y manejando textos que ya son patrimonio de la humanidad. Desde ya, totalmente recomendable. Y no se olviden que pulsando el "Ver obra" pueden acceder a la pieza completa.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).