sábado, 18 de noviembre de 2017

Mi crítica de "Vino para Robar" (Cine)

Debido a la polisemia de las palabras "Vino para Robar" tiene un doble sentido, no sólo destaca la acción de "venir" sino que la convierte en esa bebida que se hace con uvas. La comedia de espionaje y suspenso de Ariel Winograd, del 2013, tal vez la más ambiciosa de su carrera es un verdadero homenaje al maestro del suspenso Alfred Hitchcock. Si tenemos en cuenta que Hitchcock también era un fino humorista (como lo dejó sentado en muchas de sus películas) no es tan desatinado que otro humorista quiera parodiarlo en su propio terreno. Hay referencias a "Para atrapar al ladrón" (si bien Mendoza no es la Costa Azul, también tiene bellos paisajes y realmente muy bien explotados, sin destinarlos al simple consumo turístico); "North by Northwest" ("Intriga internacional" o "Con la muerte en los talones", además éste es explícito, ya que en la última escena antes del epílogo, Valeria Bertuccelli tiene una remera con el nombre de este film grabado en ella), y más ampliamente, "Notorius" ("Tuyo es mi corazón"). La trama toda, llena de suspenso, emoción (thriller), intriga y espionaje parece un film del maestro inglés, al que no tiene nada que envidiarle; además los últimos títulos están musicalizados al mejor estilo de Bernard Herrman. Pero estamos aquí sobre todo en el ámbito de la comedia.
Y para comedia se cuenta con Daniel Hendler (Sebastián), ya lejos de los titubeos leomashlianos de su adolescencia, Valeria Bertuccelli, otra gran comediante (Mariana/Natalia) y Martín Piroyansky, en algo más que un papel de reparto, un verdadero protagónico. La película empieza con Sebastián recorriendo un museo, en donde ve una antigua máscara de oro, la que pretende robar. Por un accidental encuentro con la encargada de la seguridad del museo, Natalia, decide seducirla y la invita a cenar y la hace tomar más vino de lo que puede resistir. Así es que al llevarla a su casa logra hacerse con el dispositivo de seguridad que protege la máscara. Luego, de noche, ingresará en el museo y sorteando miles de obstáculos logrará hacerse del trofeo. Una vez a salvo, suena el teléfono de Natalia, que se ha olvidado en el auto de él y ésta le dice que está desesperada porque ha robado la máscara de oro y se encuentra lista para embarcarse a Uruguay. Allí Sebastián comprende que se le adelantó, y, según le dice ella, la reemplazó por una copia de yeso. Sebastián le dice que la espere antes de embarcarse que quiere despedirse de ella. En la sala de espera del Buquebus, le dice que vaya al baño a lavarse las lágrimas y logra meter la mano en el bolso de ella y trocar las máscaras. Se despiden. Pero cuando se va sospecha que lo ha engañado y parte la máscara y comprueba que la de yeso la tiene él y ella se llevó la verdadera. Así la ve mirarlo desafiante desde la proa del barco y saludarlo con la mano muy alegre. Este es sólo el comienzo de una trama que nos guarda varias sorpresas como esta: no todo lo que se ve es lo que parece ser...
Así nos trasladamos a Mendoza, en dónde ambos se verán envueltos en el robo de una botella de  Chateau Bardon, bien llamado el Malbec original, que es la que Napoleón guardara para sí, y que ahora Mariana (la misma Bertuccelli) le ha robado a un tal Segundo Basile, el zar de los vinos (Juan Leyrado), y que ha ido a parar a la caja fuerte de un Banco. Además de intentar matarlos, Basile contrata a un enólogo alemán, Karl Günterg, quien debe detectar el vino verdadero de entre los cientos de botellas que guarda el Banco. Sebastián conoce a Pascual, el padre de Mariana (Mario Alarcón), que no sólo es vitivinicultor, sino que además alquila piezas en su residencia retirada de la ciudad y ahí es donde hospedan al verdadero Günterg, reemplazándolo ante los ojos del mundo por su hijo, Frederik Günterg, que no es otro que Chucho (Piroyansky) bien caracterizado y hablando inglés fluidamente. Bueno, los enredos se multiplican y Winograd y sus guionistas han sabido poner los mejores chistes en boca de personajes de reparto (si bien se guardan algunos para los protagonistas) y, sobre todo, crear un clima humorístico en el fluir de la película y acentuar el guión en los artilugios del espionaje y sus múltiples disfraces y tecnologías. Contar más del argumento sería una traición hacia quien la vaya a ver ya que hay muchas más sorpresas, y bien condimentadas: la puesta en escena es la más arriesgada de toda su producción, y es notable la escena en el desfile de carrozas o las que transcurren en Italia después de los títulos. Además hay guiños a films como "The Score", último en el que participó Marlon Brando, junto a Robert De Niro y Edward Norton, y una reminiscencia de "Desayuno en Tiffany" con el célebre vestido de Audrey Hepburn y su peinado en el físico de Bertuccelli preparada para la fiesta en la bodega.
Los guionistas saben poner las mejores ocurrencias en boca de la actriz, quien deslumbrara después de su verborrágico papel en "Un novio para mi mujer", de Juan Taratuto, y la convirtieran en una de las mejores comediantes de nuestra cinematografía y el teatro. Y los chistes funcionan de maravillas. Claro que Hendler es otro actor que se ha criado con la comedia y no se queda atrás. Y Piroyansky también es muy bueno y brilla en su composición de ese fanático de la computación. Además Winograd nos hace escuchar las mejores piezas de jazz que alegran toda la película, hasta esa gran partitura que es "I Had to be You" en la voz de un cantante. En resumen, un film brillante en el que colaboran cada uno de los rubros artísticos y técnicos para entregar un producto de inmejorable factura.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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