lunes, 27 de junio de 2016

Mi crítica de "Marica" (Teatro)

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Acabo de ver por Teatrix, en excelente grabación la obra de Pepe Cibrián Campoy "Marica", y todavía siento un escozor en la espina dorsal. Es una obra descomunal, impresionante, ya que está escrita no sólo pensando en la autodefensa de la comunidad homosexual sino de todos aquellos que piensan diferente al régimen establecido. Todos los que fueron víctimas de la persecusión por animarse a pensar, a hacer oir su voz, a mostrarse tal cual son, sin tapujos, a animarse a la diferencia y a la desigualdad (no es cierto que todos los humanos somos iguales). Lejos del teatro musical que lo llevó a la fama, Cibrián propone un viaje íntimo, despojado, con sólo una silla y un manojo de papeles ayudamemoria que eleva el espectáculo a la categoría de sublime porque lo que vale es el sentido de la palabra, el peso específico del texto, su hechura minimalista. El final de este texto de una hora diez de duración fue pronunciado por él en la Cámara de Senadores cuando se aprobó la Ley del Matrimonio Igualitario, y le saldó varios premios y menciones honoríficas. Es que Cibrián reivindica a la comunidad gay, pero lo hace con tanta solvencia y poesía que nos obliga a hacer nuestras sus palabras.
La obra está escrita en verso, en admirable coincidencia estilística con la de García Lorca, quien es el personaje central de la pieza, y bien podría haber sido escrita por él, que no tendría que arrepentirse ni de una coma. La forma de hablar (españolizada), la cadencia, el ritmo del verso, el contenido, todo pudo haber salido de la pluma del gran poeta granadino, pero salió, en admirable mímesis, de la de Cibrián. Se trata de un unipersonal, de un extenso monólogo sin cortes ni solución de continuidad en el que se destacan los últimos momentos de vida de García Lorca, poco antes de su cobarde fusilamiento. Y viene a resultar que el manifiesto es un diálogo entre Federico y su asesino o verdugo. Aparecen también en momentos desgarradores la madre, el padre y su gran amor: Salvador Dalí, todos encarnados por Pepe.
El texto hace un panegírico en defensa de los "maricas", pero lo compone con tanta poesía, con tanto detalle, con la puntada fina que nos hace adherirnos a su causa y salir a la defensa nosotros también. Es capaz de convertir en sublime lo bajo u obsceno, como sus aventuras por los mingitorios manoteando esos "peces blandos que se vuelven duros al roce de una mano" que él tanto deseaba. En otro momento se siente fecundado por sí mismo y decide parir otro Federico, que engendrará a la vez miles de Federicos nuevos.  Los diálogos con padre y madre son muy sentidos y profundamente desgarradores; su relación con Dalí está esbozada pero deja bien en claro quién es quién ("quiero tu bigote"). A medida que recita (y hace una vivisección del alma humana) va lanzando las hojas al aire, que luego serán pisoteadas o acribilladas de tanto dolor. El diálogo con el verdugo es admirable, ya que le inspira un hálito de humanidad a ese asesino, quien llega incluso a decirle que lo quiere abrazar y que está tentado por leerlo. Pero Federico no fue muerto por su condición de gay solamente, sino, primero y principal, porque era un ser pensante, que no aceptaba el yugo de la tiranía ni quería doblegarse bajo las botas militares, porque en sus obras vomitaba lo que la mayoría pensaba pero no se animaba a decir, por ser, en fin, la voz de la rebelión.
Cibrián Campoy se presenta todo vestido de blanco, con una blusa de hilo muy suelta, el pelo desordenado y descalzo, desafectado de tantos collares y colgantes que suele lucir comúnmente, para hacer que sólo se repare en lo que él dice. Y es que cada verso tiene una importancia capital, toda su dulzura y también su bronca está puesta allí (véase sino el inflamado texto con el que Federico se despide de la vida ante su pelotón y con el que Pepe termina su espectáculo). El discurso desarma cualquier tipo de prejuicios que se puedan tener contra la condición gay. Habla de sus amores (o amoríos, como lo llama él) con otros hombres, pero lo hace con tanto tacto que olvidamos que no se está hablando de un hombre y una mujer.
Un comentario aparte merece la capacidad de Cibrián como actor. Ya lo sabíamos por sus musicales que es inmenso, pero acá pone, como se dice vulgarmente, toda la carne al asador. Es capaz de pasar de la risa más contagiosa a derramarse en lágrimas, de trocar un susurro amoroso en un grito de impotencia ahogado. Y cuando emprende vehemente la defensa de su condición lo hace con tanta garra que es imposible que no transpire como lo hace, terminando el espectáculo bañado en un mar de sudor. En otras manos este difícil texto no hubiese tenido la potencia y la ductilidad que tiene en las de su propio autor y director. Sólo tiene una silla como escenografía, y es de allí a pararse, recorrer el escenario o parapetarse detrás del asiento que se maneja este grande de la escena nacional. Para mí un descubrimiento nuevo y feliz, y le auguramos desde aquí que siga ocupándose de textos preciosistas y contenidos o explosivos, pero siempre recorriendo y desbordando el alma humana.
Gracias a Teatrix por editar este material y permitirnos disfrutarlo.
Y gracias a ustedes por leerme nuevamente hasta acá.

 El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 25 de junio de 2016

Mi crítica de "El Quilombero" (Teatro)

Anoche tuve el (dis)gusto de ir a ver "El Quilombero", la obra protagonizada por Nicolás Cabré y dirigida por Arturo Puig, quien como director es toda una garantía ya que se ha revelado en los últimos años con obras como "Le Prenom", "Lluvia de Plata" o "Piel de Judas" (esta última no la vi porque me pareció una excusa para ver a "la diva" Su). Bueno, qué quieren que les diga, en esta la pifió Puig. Sencillamente no me gustó. No me arrancó ni una sonrisa leve, a pesar de que todo el teatro se venía abajo de carcajadas (¿de qué se ríen estos tarados? ¿o seré yo el que está en discordancia?). Después me expliqué de qué se reían: estos actores son mediáticos, y tal vez de lo que se reía la gente es de cierto tufillo al "humor" televisivo. Otra de mis incógnitas era esa. ¿Por qué se habrá rodeado Puig de gente tan mediática como Cabré, Marcelo de Bellis o Alejandro "Huevo" Muller? Esto quedará como incógnita. La obra no es que sea mala, es insípida, no tiene sabor a nada más que a teatro viejo. ¿Se pueden seguir haciendo todavía chistes sobre gays? ¿Es posible que el "Huevo" éste derrumbe el teatro en aplausos por una estúpida "imitación" de Madonna cantando "Like a virgin"? Y sí, créase o no, es así. Además la obra es de Francis Veber, un francés que parece que sabe todo sobre comedias pero a mí ninguna de las suyas me causó gracia, tal vez sí "El Placard", pero porque estaba dirigida por otro sujeto y porque además la composición de Daniel Auteuil y Depardieu se ganaba las palmas. Pero Veber tiene en su haber obras como "La Jaula de las Locas", "El Juguete", "La cena de los tontos" o "Ruby y Quentin" (salvada nomás que de nuevo por el genial Depardieu). Ninguna de todas ellas me hizo la menor gracia, y sin embargo son ampliamente valoradas e incluso hechas su remake norteamericana (la cual tampoco me hizo la menor gracia). Será que entre este hombre y yo hay un problema de entendimiento. Otro misterio... Pero díganme la verdad, ¿quién se rió con "La Jaula de las Locas"?
La obra transcurre en dos habitaciones contiguas de un hotel frente al Palacio de los Tribunales, donde se espera la llegada a declarar de un acusado que puede perjudicar seriamente a una organización mafiosa. En una habitación Ralph, asesino a sueldo que deberá hacer desaparecer al acusado, en la otra Francisco Pignon (el mismo personaje de "El Placard", muy utilizado por Veber), fotógrafo que viene a cubrir el mismo evento, este intenta suicidarse porque su mujer Luisa lo abandonó. Ahí comienzan los enredos que terminan involucrando a Luisa, al Dr. Wolf, actual pareja de Luisa y a la policía. Todo esto adornado por las "hilarantes" apariciones de Vicente, el botones del hotel. Cada situación que genera Pignon irrita y complica a Ralph, haciéndole muy difícil el cumplimiento de su tarea. Esto en términos generales, los gags pasan de la torpeza al absurdo y del absurdo a lo estrafalario. Lo que no se entiende, por ejemplo, es por qué la dirección le hace hablar a Cabré con esa vocecita en falsete de tonto/víctima/gay/nenita a lo largo de toda la obra ni su comportamiento homosexual con respecto a Ralph en los momentos de pasión amorosa en que lo asume como Luisa, ni por qué el botones se define como un gay declarado (cita constante en los guiones de Veber). Ni por qué Luisa cambia de sentimientos a último momento, del odio encarnizado al amor por Pignon, se me dirá "quién entiende a las mujeres", pero me parece que esto es sólo un golpe de efecto para terminar bien la obra más que un planteo con lógica propia. La ambientación está bien, es grandilocuente y ocupa muy bien el amplio escenario del Lola Membrives, con dos  habitaciones paralelas y las acciones que se suceden al mismo tiempo en una como en otra, lo que hace desviar la atención de una para fijarla en la otra. Lo que también es un acierto de la dirección es ese clima de vaudeville francés que le da el juego de las puertas que se abren y se cierran en el momento exacto, la simultaneidad  de las acciones y un clima exacto de lo que una comedia que se precie debe tener. Que Arturo Puig es un gran conocedor de los engranajes de la comedia eso no se puede negar, sólo que aquí eligió mal el texto. Como el desafortunado título. Por el nombre yo no la hubiese ido a ver sino es porque leí críticas elogiosas en los diarios (se ve que les han pagado mejor que a mí). Lo que molesta es cierto "slapstick" dentro de la obra, que incluye golpes, corridas, caídas (sólo faltaban tortas en la cara). Y la otra cosa que incomoda mucho es la elección del elenco. Son todos muy televisivos y con escasa participación en el medio teatral. Está Cabré que salvo una actuación brillante junto a Alcón en "El Gran Regreso" y "Algo en Común" a los 10 años de edad no hizo nada destacable. Ese animal de teatro que es Luis Ziembrowski que es por lejos lo mejor del elenco, y el insoportable Marcelo de Bellis (yo no lo conocía  ya que nunca seguí el material en el que trabajó) y el otro infierno "Huevo" Muller quien tampoco hizo nada recomendable. Se le suman Mercedes Oviedo, quien le da un poco de aire a la historia y un casi invisible Mauricio Macu como ese policía que es aniquilado por el asesino a sueldo. La obra empieza con garra: está por declarar un testigo que puede dejar mal parado a varios funcionarios, todo muy actual, pero se diluye enseguida en tonterías varias. Mi consejo, no pierdan plata en ir a verla si no es que buscan un teatro pasatista y alambicado.
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).  

domingo, 19 de junio de 2016

Mi crítica de "Venecia" (Teatro)

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"Venecia" es la historia de un sueño, de un deseo, de un anhelo. Pero también es un viaje iniciático. Es una farsa. Es ficción dentro de la ficción. Es todo eso y mucho más, es imaginación, ternura, risas, la historia de una vida hacia su muerte.
Teatrix lo hizo de nuevo, esta vez haciendo una trasmisión desde dentro del teatro, en el momento mismo de la función, con los actores y los espectadores en comunión, trasmitida para casi todos los países de América Latina. Debo decir que acá la visión y el sonido fueron impecables, tanto como el ágil trabajo de las cámaras que logró planos de conjunto y primeros planos en una aventura teatral sin precedentes (es la primera vez que se transmite teatro en vivo desde dentro de la sala para casi todo un continente).
En su cuarta temporada y después de haber andado mucho por el mundo, "Venecia" llega a nuestras casas por medio de Teatrix. La historia pergeñada poro Jorge Accame transcurre en Jujuy, pero no en el Jujuy moderno y pujante, sino en un baldío donde funciona un prostíbulo, con tres cuadrados de cemento que sirven de sendas habitaciones, que utilizan las tres chicas para llevar a cabo su trabajo. Ellas son Rita (Silvina Quintanilla), Graciela (Mariana de Cristóforo) y Marta (Denise Variloff). Y la gran presencia omnisciente es esa madama ciega y vieja, la Gringa, interpretada por la sinigual Adriana Aizemberg. Parece que las chicas tienen un solo cliente, que va alternando, el Chato (genial, Ricardo Barrionuevo) y el elenco se completará con la figura anzuelo, faro en la distancia de la vida de la Gringa, el italiano Giacomo (Christian Giménez).
La Gringa ha conocido tiempos mejores como bailarina en un teatro, y ha conocido Buenos Aires. Ha quedado perdidamente enamorada de un galán que conoció en su juventud, el tano Giacomo que prometió llevarla algún día a Venecia. Y resulta que a la vejez, se la vino a meter en la cabeza a la Gringa la idea de viajar a esa ciudad italiana. Sus protegidas saben que no le queda mucho hilo en la cuerda y deciden llevarla a Venecia, pero cuando se informan de dónde está y lo que sale el pasaje en avión deciden montar una farsa, llevarla por medio de la imaginación. Y hablo de ficción dentro de la ficción porque la puesta en escena que arman no puede convencer a nadie que esté en su sano juicio, la Gringa no es estúpida, sabe que la están engañando pero prefiere no enterarse y seguir el juego. Así como se engaña a un niño con Papa Noel o los Reyes, de igual modo van a hacerle creer a esta mujer frágil que, dentro de su ceguera, se va a subir a un avión y que va a navegar en góndola por los canales de Venecia. 
Todo se arma precariamente. Con unos tablones, cajones de bebidas y cuatro sillas se improvisa ese avión (sustentados por un ventilador) y la góndola que la llevará finalmente a reencontrar su amor. Pero como dice el refrán: "Ojos que no ven, corazón que no siente", y con su bastón de ciega se subirá al "avión" y navegará en góndola. El último momento de su vida lo reserva para una ensoñación, reencontrarse con su amado y bailar con él mientras éste le canta en italiano. Después de eso muere. Pero no es el humor lo que escasea en la obra, hay mucho de ello hablado en una tonada provinciana que hará más creíble su situación geográfica.
Las chicas no se caracterizan por tener el físico para prostitutas, pero en ese pequeño poblado "es lo que hay". Incultas a más no poder, disfrutan bailando al compás de un órgano eléctrico que le regalaron al Chato, quien busca sus servicios a cambio del baile. Las confusiones del lenguaje con el italiano y de las obras de arte que pueblan Venecia es lo que provoca los momentos más reideros. Hay mucha poesía en el relato, y Accame mira a sus personajes con ojos inocentes, casi podría tratarse de tres empleadas de una oficina que están en su momento de juerga y de descanso. La vieja madama, de tan deshilachada y obsesionada impone piedad, y el cliente, que será el gran "hacedor" de las escenografías del viaje y el "culto" del grupo es otro personaje querible y cándido. Todo en "Venecia" está puesto para emocionar, y las actuaciones son perfectas, en el orden de la ignorancia y la espontaneidad. Se trata de un viaje iniciático decimos, porque sin moverse del lugar del prostíbulo lograrán "llevar" a la Gringa a través del océano y disfrutar hasta de la bendición papal, un viaje que culmina cuando termina su existencia, pero que las chicas parece que van a seguir con la farsa para "volver" a Jujuy.
Una gran obra que por lo fugaz de su paso por Teatrix nos deja un regusto a lo inacabado, lo inalcanzable por no poder retenerla (esperemos que pronto la editen) y que nos hace recordar que hasta en el último momento podemos soñar con lo imposible, con la felicidad y con abrazar nuestro destino. Un ¡Bravo! para el equipo de Teatrix y para el elenco todo. La obra sigue en cartel, para quien no la haya visto la recomiendo calurosamente ya que va a pasar un muy buen momento.
Gracias por leerme hasta acá nuevamente.
 El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 18 de junio de 2016

Mi crítica de "Frida Kahlo, Pasión y Muerte" (Teatro)

El 6 de julio de 1907 en la Casa Azul nació Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón. Así empieza el viaje que Cristina Passarelli nos invita a transitar de mano de su maravillosa voz, imágenes de archivo, fotografías, cuadros, una bailarina, percusionistas, un guitarrista y un narrador. El viaje es fascinante, no sólo porque nos introduce en el mundo de una de las grandes pintoras latinoamericanas del siglo XX sino porque hace que el recorrido por las canciones y las obras de arte sea inolvidable. Decir que Cristina es mi amiga no es una perogrullada, adquiere más valor con cada nuevo espectáculo que ella presenta, porque me hace sentir orgulloso de su amistad y porque ella está convirtiéndose de a poco en artista. Con todo el respeto que esta palabra para mí inspira. Porque "artistas" son los grandes, los enormes, los inconmensurables, y Cristina va construyendo ese camino día a día (golpe a golpe, verso a verso, diría el poeta), si no lo es todavía es porque no tiene la trayectoria necesaria (para mí los artistas contemporáneos son Julio Bocca, Les Luthiers, Barenboim, Martha Argerich, Anna Netrebko, Fellini, Alfredo Alcón, "Tato" Pavlovsky, Peter O'Toole, entre otros), tan sólo el tiempo dirá se hizo acreedora de tan digno título. Pero yo apuesto todas mis fichas a que sí. Y es una pena que este espectáculo esté fuera del circuito comercial, a pesar que se esté dando en plena Avenida Corrientes, porque debería llegar a un público mayor y tener tanta difusión como la tienen los arriba nombrados. Y es que con cada espectáculo Cristina va acrecentando su talento (me dice que cambió de profesora para aprender a sacar la vos de un lugar distinto, y sí, se nota el crecimiento), ahora hay más matices, más poder, más estudio y se hace evidente.
En "Zapata se queda" nos ofrece una lección de lo que es cantar a media frase, parece que se queda sin aire para concluir el verso, pero no, está todo calculado. Acá hay potencia, hay gracia, picardía y ganas de ir por más. Titubea unos momentos al ser su primera canción sobre el escenario pero en seguida se afianza y arremete con todo. La media vos se continúa en "Chicharra", de Marta Gómez.
Pasado ya al segundo cuadro de los tres que conforman la obra y relatado su trágico accidente del 17 de septiembre de 1925 regresando de la escuela en ómnibus contra un tranvía, que le costó que una viga de acero le atravesase el cuerpo entrando por su espalda y saliendo por su vagina, pasamos a los años de dolor de Frida y su iniciación a la pintura, instalando un complicado aparejo en el techo de su cama para que pudiera pintar sin moverse. Y el amor por Diego Rivera (pasamos muy rápido por él, sin entrar en detalles de cuántos dolores le ocasionó, así como sus amores con Trotsky y Pablo Neruda), su bisexualidad, que le permirió amar mujeres y hacerse amar por ellas. Son muy atractivas las coreografías de danza contemporánea que baila la fogosa y descalza Marilin Bergoglio (¿será pariente?), que se nos demuestra como una mujer frágil pero a la vez aguerrida, de armas tomar, sobre todo en su "Sanglot" de René Aubry y en la última y tanguera "Milonga del Ángel", de Piazzolla. Cristina se cambia de ropa para cada canción y desgrana un "Amanecí en tus Brazos", de José A. Jiménez que nos enamora por su fraseo, su dulzura y su compromiso emocional. Sigue haciendo otro tanto en "Mi segundo Amor" de Cuates Castilla y ya en "La Llorona" parece que si no la frenan va a explotar, de toda la pasión y energía que vuelca en su canto. Está muy bien acompañada en guitarra y percusión por Simón Neto, y en bombo y caja peruana por Lucía Podetti y en tambor y bongós por Tamara Winocur. Lo único que desentona aquí es la voz del Narrador Marcelo Jurisic, que tiene una voz tan poco consistente, tan meliflua, que parece más adecuado para un espectáculo para niños.
Se exhiben en un fotomontaje ideado por el eficaz hijo de Cristina, Leandro Ibáñez, muchos de los cuadros que Frida pintara entre ellos su famoso "Autorretrato", sus "Retrato de mi Padre", "Mis abuelos, mis padres y yo", "Mi Nana y yo", "El Venado herido, o soy un pobre venado", "Yo y mis pericos", "Autorretrato con trenza", "El Sueño o La Cama", "Las dos Fridas", "Henry Ford Hospital o La cama volando", etc. Llegan las dos últimas canciones: "Si no cantara", atravesada por palabras de Frida y con gran fuerza expresiva y la polifónica "Déjalo ir", de Marta Gómez, cantando con todo su equipo y el público batiendo palmas, en donde vuelve a demostrar una vez más sus virtudes de "show-woman" y de gran conductora.
Y después de los aplausos y los agradecimientos finales (no olvidemos el excelente diseño lumínico que también es obra de Leandro Ibáñez) llega un bis (más correctamente decir un "fuera de programa", ya que bis es cuando se repite un tema): "Es la historia de un amor", coreado por todo el público y con letra en mano por la cantante, que no lo tenía preparado.
En fin, que pasamos una hora del más puro regocijo y endulzándonos el oído esta excelente cantante, que suma la interpretación a cada tema que canta, transmitiéndonos hasta las fibras más íntimas de la intención del autor. Lo recomiendo fervientemente aunque el sábado que viene es la última función. (Hay rumores de que se repetirá, debido a su calidad).
Bueno, gracias por leerme nuevamente hasta acá y ¡éxitos Cristina!
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 14 de junio de 2016

Mi crítica de "La Dolce Vita" (Federico Fellini-1960) (Cine)

Antes que nada diré que en mi estudio sobre la obra de Fellini para concluir con mi curso "Fellini, el mejor director del mundo", me ha tocado desentrañar esta vez una de sus obras más conocidas "La Dolce Vita", de 1960, con Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Fourneaux y Alain Cuny. La película comienza con una paradoja entre sacramental y tecnológica: un helicóptero llevando la estatua gigante de un Cristo con los brazos abiertos y otro helicóptero que va haciendo la crónica del traslado en el que viaja el periodista Marcello (sí, Mastroianni). Pasan por la terraza de un edificio en el que hay unas bellas muchachas en bikini tomando sol y entre gritos no logran entenderse debido al ruido de los aparatos. La comunión entre fe y tecnología se ha vuelto imposible...
El mundo que describe "La Dolce Vita" es el de los "paparazzí" (tanto es así que Fellini inventó el término, denominando a uno de estos fotógrafos con el nombre de "Paparazzo"), de las celebridades, de las fiestas vacías de contenido, de la frivolidad, de las orgías, todo en una Roma decadente y ebullente al mismo tiempo, que sin embargo dejaba mucho espacio para la "noia" (el aburrimiento), todo con una pátina existencialista que se ocupa de remarcar el film.
"La Dolce Vita" está estructurada en episodios que, argumentalmente, tienen poco que ver entre sí, pero que operan como escenarios vitales posibles que se ofrecen al protagonista como nuevos emblemas modernos en su itinerario a la busca de un sentido. Son conducidos por el hilo del deambular de Marcello Rubini, un periodista todavía joven, intelectual frustrado, casanova y dividido esquizofrénicamente entre su amor "mamista" hacia su novia Emma (Fourneaux) y su deseo de libertad, representada por su amante Maddalena (Aimée).
Otro de los hilos conductores, éste más interesante por ser el embrión de una constante felliniana -la obra que se va haciendo y que sólo está concluida al final de la película-, es el de los fotógrafos y la prensa.
Casi toda la película transcurre en escenarios nocturnos, y ya sabemos que para Fellini la noche, la oscuridad, representaba el Inconsciente o la forma de burlarlo, de saltar esa barrera de la represión y ceder ante los deseos más desconocidos del alma humana. Tal vez por eso las fiestas que narra la película transcurren de noche, así como el encuentro amoroso entre Marcello y Maddalena en casa de una prostituta, o la congregación de feligreses ante el "milagro" de los niños que dicen haber visto a la Virgen, ante quien son llevados en sus camillas gran cantidad de enfermos, tullidos y moribundos. El instante de la chica moribunda que no puede ser "salvada" por la Virgen y finalmente muere es uno de los más emotivos de la película (Fellini puede hacer milagros, pero no cree en ellos).
En tres momentos del film los fotógrafos son protagonistas o tienen un papel fundamental: a la llegada de Anita-Sylvia, en la secuencia de la aparición de la Virgen y en el anuncio de la muerte de Steiner (Alain Cuny) a su esposa. La llegada de Anita al aeropuerto es la crónica de un reportaje fotográfico. Todo está en función del encuentro entre la estrella y la prensa, tanto los movimientos de la turba gacetillera por la pista de aterrizaje, como la interpretación que la diva hace de sí misma para las cámaras, en la escalerilla del avión. Los fotógrafos parecen presos de una especie de frenesí, corren, se arrojan al suelo, la hacen salir del avión un par de veces para poder captarla en pose...
La secuencia del falso milagro es un prodigio de puesta en escena y de nada más, porque en realidad no hay nada más que eso: puesta en escena de la televisión y la prensa, y puesta en escena de Fellini con una forma ya madura. Están presentes los medios de comunicación pero no hay nada que contar a través de ellos.
Marcello está en la cama con Emma cuando recibe una llamada que presentimos dramática por el gesto de su rostro y por su extraño tono de decir una sola palabra: "Dove?" (¿Adónde?). Luego le vemos abrirse paso entre la multitud congregada a la puerta de un edificio y subir por una escalera fotografiada al estilo expresionista. En un sillón descansa Steiner muerto, con un hilo de sangre en la sien. Los niños, muertos también, en la alcoba bajo los mosquiteros son fotografiados por la policía. Es una imagen de muerte apacible, muy distinta de la vida que Steiner ha dejado atrás, bullente y plena -según sus propias palabras- de contradicciones, indiferencia y crueldad. El espíritu anarquista de Steiner se ha suicidado y matado a sus pequeños hijos porque no admite esa vida vacía y superficial y, sobre todo, la "previsibilidad" de la sociedad. La escena siguiente es la caza de la esposa por los "paparazzi". Cuando llega, se le abalanzan sobre ella, la acosan, la rodean. Ella aún no sabe nada. Imposible ahuyentarlos. Imposible para el comisario y para el mismo Marcello, hacer que respeten el dolor de la mujer cuando ha recibido la noticia; siguen acosándola.
Cuatro fiestas muy diferentes, la misma, en el fondo, orgías cansinas y desencantadas, tienen lugar en "La Dolce Vita": la de Anita, la de Steiner, la de los aristócratas y la de los amigos de Marcello. Sus ecos resonarán en el "Satyricón", en "Roma", en "Casanova" y en "Giulietta degli sipiriti". Probablemente el planteamiento de  Flaiano, Pinelli y Fellini (los guionistas) al diseñarlas, fuera mostrar modos de vida diferentes a través de los modos de aburrirse divirtiéndose, porque se advierte en ellas un esquema muy construido.
Vamos a analizar la última fiesta, la de los artistas fracasados porque está dominada por la brutalidad y la amargura. Es la más orgiástica y en su momento escandalizó. Todavía, si se mira con simpatía, escandaliza, porque está hecha para eso. La llegada a la villa y la entrada en ella son una violación: abren la puerta del jardín usando un coche como ariete. La puerta de cristal es apedreada, porque el dueño no está y los juerguistas quieren entrar a toda costa. El espacio en que se desarrolla la acción es angosto y asfixiante, cerrado por los barrotes de una escalera del piso superior. Entre insultos y vejaciones tiene lugar un streap-tease de la divorciada, que no consigue caldear el ambiente. Marcello está borracho y se muestra amargado, como corresponde a su salida sin transición de la secuencia del suicidio de Steiner. Le da por humillar a una pobre muchacha provinciana, a la que empluma destripando un almohadón, la hace ponerse en cuatro patas, la cabalga y la obliga a cacarear. Una conducta impropia en un donjuán, pero no de un casanova felliniano, y en la que se percibe más patetismo que a lo largo de toda la película.
A la salida de la fiesta, todos se dirigen a la playa, donde unos pescadores han atrapado en una red a una criatura marina enorme, de aspecto hinchado y sucio: al darle la vuelta se ven sus ojitos vidriosos, uno de los cuales pasa a ocupar todo el cuadro. Al otro lado de un banco de arena, separada por una lengua de mar, una niña le hace señas a Marcello (observado a la vez por el ojo del monstruo), iniciando una nueva y fugaz escena con la que Fellini dulcifica el final que, primitivamente, iba a constituir el plano del ojo monstruoso. Es la bella pre-adolescente que ha encontrado en el restaurante y que le llamó la atención por su belleza pura y su aspecto angélico. Pero está tan lejos que no puede comunicarse con ella, como le ocurría en la primera escena con las muchachas en la terraza. Hace un gesto de impotencia y resignación y el último plano es de ella, que lo mira con una sonrisa ambigua.
Quedan muchas más facetas de la obra por analizar, pero exceden mi encuadre teórico de estas cortas líneas. Sólo puedo decir que quien tenga la oportunidad de ver esta inmensa película de casi tres horas, no deje pasar la oportunidad porque estamos en presencia de una obra de arte mayor compuesta por uno de los más grandes (tal vez el más grande) y geniales cineastas del siglo XX.
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

viernes, 10 de junio de 2016

Mi crítica de "Los Perros de Paja" (1971) (Cine)

¿Qué se puede escribir sobre "Los Perros de Paja" que no se haya dicho ya? Ver esta película es una experiencia perturbadora. Sobre todo porque el que estaba del otro lado de la cámara era Sam Pekinpah, un director obsesionado por todo lo que fuese sangre y violencia, logrando obras maestras como "La Pandilla Salvaje", "La Fuga" o "La Cruz de Hierro", quien muriera en 1984, viviendo tan solo 59 años. Al frente de la cámara estaba el grandioso Dustin Hoffman, jovencísimo (la película es de 1971) y una lindísima y expresiva Susan George, actriz de segunda línea pero así lo requería el papel para no eclipsar al astro. Ellos son los señores David y Any Sumner, un matrimonio disímil: mientras él era un cerebro brillante, dedicado a la matemática y en especial al estudio de las radiaciones estelares, ella se preocupaba más por enardecer las hormonas de quienes la veían pasar. Y sobre todo en este pequeño pueblito de Inglaterra, a donde fueron para cumplir una beca de él y donde ella se crió, donde impera la paz y un grupo  de malandras siempre dispuestos a burlarse del americano y desear a su linda esposa (incluso uno de ellos había sido novio anterior de ella), a punto tal de ejercer una violencia soterrada contra David, violencia que se expresa al comienzo en los pequeños gestos, una contestación, una mirada, el estropearle los controles del auto, tenerlos permanentemente vigilados por trabajar en casa de ellos reparando el techo del cobertizo... hasta que las provocaciones de ella (a quien roban una prenda íntima) paseándose desnuda por la ventana o con suéter sin corpiño por el pueblo, culminen en el ahorcamiento del gato de los Sumner y el colgarlo dentro del armario, como para comprobar que tienen total acceso a la casa. 
El nudo de la película es si en una situación extrema puede vencer la violencia más brutal o la más refinada inteligencia. Esa es la cuestión. Hay nociones de violencia encubierta también en David, quién compra en los primero minutos del film una "trampa para hombres" (especie de trampa para osos pero de mayor tamaño), o el sugerirle a su esposa que se comporte como una niña de 8 años ya que a él le excitan las de esa edad. Hay también en el pueblo un patriarca exasperado y borrachín que tampoco le teme a la brutalidad y que es padre de una adolescente de nombre Janice (hermosa, por cierto), que se pasea en mini-minifalda entre esos hombretones con las hormonas siempre a punto. Y hay uno medio retardado que será el detonante del conflicto central. Cuando los cuatro hombres que trabajan en la granja de David lo invitan a cazar patos y lo dejan esperando en su escondrijo todo el día, aprovechan para ir a la granja y uno de ellos (el antiguo novio) violar a su mujer (que según el madrigal de Les Luthiers: -...y parece estar muy triste, -....sin embargo le gustó). Luego la violará un segundo hombre (a contranatura) y ella permanece llorosa todo el día hasta que a la noche deban ir a una fiesta de la iglesia anglicana del condado. Es muy ágil y bien elaborado el montaje de la violación con el de la posterior fiesta y los recuerdos de aquella, la seducción de Janice hacia el tonto de los muchachotes y la posterior muerte de la joven a manos del grandulón, mientras en la fiesta de la congregación una cantante entona el aria "Caro nome" de "Rigoletto" y se hacen demás presentaciones religiosas. Tom, el padre de la muchacha es advertido que la vieron salir con Henry Niles y comienza la búsqueda de éste, quien, corriendo por la ruta es atropellado por David y su esposa. Lo cargan en el auto y lo llevan a la granja. A partir de allí comenzará un hervidero de violencia y sangre por parte de los cuatro hombres y el padre de la chica quienes rodean la casa pidiéndoles les entreguen a Henry, y ante la negativa de David empieza la más sanguinaria de las ofensivas, llegándole a romper todos los vidrios de la casa, a echarles ratas adentro y a prender fuego las cortinas, a lo que David responderá utilizando su poderosa mente de jugador de ajedrez. El film finaliza cuando David lleva a Henry al pueblo y éste le dice "Yo no sé volver a casa". "Yo tampoco", contesta David, es decir que después de haber pasado la peor de sus noches, con cinco muertes en su haber y recurrido a la violencia para defender lo suyo, ya no podrá volver a vivir su vida anterior de hombre pacífico y pensante, enemigo de la sangre y el descontrol.
La película está ambientada en una pequeña población de Inglaterra, pero lo podría ser también de Irlanda, por la música y los paisajes, y nos recuerda mucho la época del "Free Cinema Inglés", con autores como Ken Russell o Tony Richardson. También nos recuerda a los caracteres utilizados por el maestro Hitchcock en su "Frenesí", penúltima de sus películas y ambientada en un medio inglés. Más cercano en el tiempo las imágenes remiten a otro luchador de las clases sociales, Ken Loach y su iconografía inglesa o irlandesa. En fin, que he visto una gran película que será muy difícil de olvidar, con una actuación brillante de Hoffman (todavía no en el pico de su carrera), que atraviesa todas las capas más primitivas del ser humano, hasta descenderlo a un verdadero animal, y que atraviesa asimismo sentimientos cruzados de los personajes y de los espectadores que se volverán -sí, créase o no- en monstruos sedientos de sangre.
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 7 de junio de 2016

Anticipo: "Frida Kahlo. Pasión y muerte" (Teatro)

Hoy quiero invitarlos para que no se pierdan uno de las grandes propuestas anónimas que se están dando en la Capital, no puedo decir que es un espectáculo del off porque está en plena calle Corrientes, en el teatro de Liberarte, Corrientes 1555, enfrente del TGSM. La que comanda todo el grupo es mi amiga y compañera de teatro, gran actriz y cantante, Cristina Passarelli, además cuenta con la dirección, la puesta en escena y la producción de ella. Es un verdadero talento por eso les pido que vayan a verla. Está presentando "Frida Kahlo. Pasión y Muerte" todos los sábados de junio a las 19 hs y me gustaría que tuviese la sala repleta, como se lo merece. Para quien dude de mis palabras, lea el comentario que hice sobre su anterior espectáculo "Travesía", del año pasado y comprobará mi entusiasmo, además me prometió que acá me va a sorprender... ¡mamita, como será la cosa!
Hay que apoyar a estos espectáculos, hechos a sudor y sangre, a puro corazón y pulmón, sin la producción de nadie y arriesgando el dinero propio, por eso les hago la oferta, vayan a verlo que les garantizo que no los va a defraudar (tengo oída esa frase...).
Además de Cristina Passarelli en canto, están Marcelo Jurisic como Guiador, Marilín Bergoglio como Bailarina, Simón Neto en guitarra y percusión, Lucía Podetti y Tamara Winocur también en percusión, Leandro Ibáñez en Iluminación y Diseño de Imágenes y la idea y dirección general cuentan por parte de Cristina. El teléfono de Liberarte es: 4375-2341 por si quieren hacer consultas o reservas. El costo es muy económico, 150 $. Vayan a verlo, me lo van a agradecer.
Y acá les dejo un link por si quieren entrar a la página de la obra: 

Desde ya, gracias por colaborar con las butacas y el alma de todos los que están detrás de este proyecto.
El Conde de Teberito (un crítico independiente)

lunes, 6 de junio de 2016

Mi crítica de "Coach" (Teatro)

¿Cuál es la imagen que tiene que tener un ministro y futuro candidato a la presidencia de un país? ¿Acartonada? ¿Confidente? ¿Canchero? ¿Suelto? ¿Cómo se supone que ganará mejor imagen? Y la pregunta que sigue a continuación: ¿Debemos creerle a un político que ha sido preparado para cambiar su imagen? ¿Hasta qué punto es auténtico y veraz lo que propone? Estas son algunas de las preguntas que nos propone la más que atractiva "Coach" que bajó ayer de cartel en el Teatro de la Comedia, después de sólo dos meses en programa. El autor es argentino y sabe muy bien de lo que habla, José Glusman, también actor y director, al que se le conoce una sola obra como dramaturgo además de esta: "Anónima" (1992), por lo menos es lo que anuncia el programa de mano. Fue más prolífico en el cine, donde debutó en la autoría y dirección en el 2000 con "Cien años de perdón", una película mediocremente buena, y en el 2007 estrena el documental excelente "Final de obra", dirigiendo también "Solos" (2006), "Domingo de Ramos" (2012) y en 2015 el documental "León, reflejos de una pasión", de la que no puedo opinar ya que no vi. El director es el eximio y prolífico "Manuel González Gil" que ya cuenta una enormidad de obras estrenadas, lo cual era todo una garantía. Los actores también son otra garantía, Manolo Callau, Pablo Alarcón y Coni Marino.
La trama es la de un ministro de desarrollo y planificación que no sabe hablar en público, Félix, (Manuel Callau) y al que se le contrata un profesor de teatro, Pedro para que sea su "coach", profesión muy de moda entre los políticos actuales ya que no todos tienen la suerte de ser un Lisandro de la Torre o un Alfredo Palacios. Hay también una secretaria personal de Félix (y amante de él), Sonia, de la alta sociedad, doble apellido, que trabaja entre las sombras pero a la que no se le escapa ningún detalle sobre la carrera de Félix ni sobre las supuestas reuniones "confidenciales" entre profesor y alumno. La trama me hizo recordar mucho la de la película ganadora del Oscar en el 2010 "El discurso del rey", dirigida por Tom Hooper, donde el rey de Inglaterra contrata un profesor para que le ayude a vencer su tartamudez, lográndolo finalmente con éxito. La película también descansaba sobre un triángulo: el Rey (Colin Firth), el profesor en dicción (Geoffrey Rush) y la esposa del primero (Helena Bonham-Carter). Las coincidencias son varias y como especificara el diccionario de Les Luthiers: Plagio (fuente de inspiración). Nada más que apostrofar.
Las clases comienzan ante la resistencia primordial del ministro a quien, por supuesto, le incomoda hacer el ridículo y me causaron mucha gracia porque son tal cual las clases de teatro que recibí de varios profesores y que yo mismo implementé en mi versión docente. Primera clase: "Cierro los ojos y veo un cielo azul, un campo verde, un riacho que corre al costado, un ciervo que corre despreocupado por la pradera, etc". "Dejo caer los brazos, me desplomo como un muñeco sin fuerzas". Segunda clase: "Cuéntele a la cámara algo de su vida. Dónde nació, cómo fue su infancia, música preferida, autor preferido en literatura, etc". Tercera clase: Un fogonazo de preguntas hechas por periodistas a las que el ministro no tiene tiempo de contestar. Cuarta clase, cambio de roles, vos sos Pedro y yo soy Félix. Ahí se pone brava la cosa porque se dicen sin anestesia lo que piensa el uno del otro, ridiculizándolo y haciéndolo sentir incómodo. El final está cerca, el final entre ambos hombres, se entiende.
Finalmente el ministro es ascendido a Jefe de Gabinete y su lugar lo pasa a ocupar su secretaria, quien será ahora la depositaria de las clases. El rol de Jefe de Gabinete le resulta a Félix bastante incómodo, ya que resulta un techo en su carrera, ya no podrá aspirar a Presidente. ¿Dijimos que la obra se trata de una comedia? Esto es muy importante porque bajo la máscara del humor se pueden decir varias verdades que de otra forma dolerían. Por supuesto que  no se dice el partido al que pertenece el ministro, pero sí el que votó el profesor, el Partido Popular de los Trabajadores Socialistas, que según nos dicen están en las antípodas el uno del otro. Lo que no nos queda claro (por lo menos a mí) es si el político es decente o corrupto, ya que por momentos se desempeña con total honestidad y en otros deja ver un profundo cinismo. Es el juego de la política, me dirán, no puede haber un político totalmente decente (reitero lo del principio, en nuestro país, antes los había, aquellos que se batían a duelo por el honor). Félix insiste en que deben existir los pobres ya que ellos son su plan de gobierno, todo lo que se haga en política debe ser para combatir la pobreza, pero una vez acabado eso, se acabó el "curro", por eso es necesario que siempre existan pobres... ¿Les suena el discursito? El cinismo llevado a su grado más extremo. Existe corrupción también en el aparentemente "decente" profesor, ya que por ganar 50.000 $ mensuales accede en apoyar los discursos falsacionistas de su alumno. En fin, que votemos a quien votemos "vivimos en el mismo fango, todos manoseados".
Es una obra que hace reir, y mucho, sobre todo en su primera parte, y nos hace ejercer el noble ejercicio del pensamiento y la confrontación. Yo fui a verla con mi amiga Amalia (compañera de cine y teatros) y aunque adhiramos a partidos distintos y contrapuestos nos encontramos cómodos con la mirada del autor, ambos. Habría mucha más tela para cortar en el análisis de esta obra, que inexplicablemente desapareció tan pronto de la cartelera porteña, pero vamos a conformarnos hasta acá. Sólo digamos que el slogan de la obra es "Esta es mi manera de hacer política, si no les gusta, tenemos otras!!!", lo cual nos hace recordar sobremanera el latiguillo de Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero si no les gustan tengo estos otros".
Hacía mucho frío anoche en este otoño porteño que adelantó el invierno, pero lo pasamos muy bien y valió la pena haber salido. Esperemos que se estrene pronto en Teatrix esta formidable propuesta.
Gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).